En noviembre de 2003, el pueblo georgiano se levantaba para derrocar a Edouard Shevarnadze, convencido de que el padre de la Georgia postsoviética había “arreglado” las elecciones. Los héroes de la «revolución de las rosas» estaban entonces más interesados en festejar la tan esperada «democracia» que en preocuparse por los grupos que alcanzaban el poder.
Cuatro años más tarde, los incondicionales de Washington controlan todos los mecanismos del Estado y han impuesto una dictadura que no tiene nada que ver con el gobierno personal de Shevarnadze. Las cárceles están llenas y los dirigentes que se oponen a esta situación son rápidamente excluidos.
Es así como el ministro de Defensa, Irakli Okruachvili, salió del gobierno en noviembre de 2006. Después de haber sido el niño mimado de los sondeos de opinión y de haber creado su propio partido, Okruachvili rompió el silencio el mes pasado al denunciar los crímenes de gobierno de Mijail Saakachvili y de los esbirros de la CIA. El ex ministro de Defensa reveló que el presidente Saakachvili ordenó el asesinato del hombre de negocios y presidente del Comité Olímpico georgiano Badri Patarkatsichvili. También denunció la existencia de planes concretos para tomar por asalto la capital de Osetia del Sur.
Lo más importante es que denunció que, el 3 de febrero de 2005, el primer ministro Zurab Jvania y el vicegobiernador Raoul Yussupov, quienes habían expresado su oposición al rumbo que estaba tomando el régimen, no murieron asfixiados por una caldera defectuosa en su domicilio sino que, después de muertos, sus cuerpos fueron llevados al apartamento. A pesar de todo, la versión oficial del accidente había sido autentificada por agentes del FBI estadounidense que realizaron su propia investigación, a pedido del presidente Saakachvili.
Es posible que les acusaciones de Irakli Okuachvili sean presentadas a la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa que se reunirá próximamente.
La reacción del régimen georgiano no se hizo esperar: el jueves 27 de septiembre de 2007, Irakli Okuachvili fue arrestado y acusado de haber abusado de las prerrogativas correspondientes a su cargo en la época en que fue ministro. Hubo registros en su domicilio y en los de sus familiares. Sus equipos informáticos y documentos personales fueron incautados por las autoridades que ni siquiera establecieron un inventario de lo requisado. Los locales de su partido fueron además saqueados por la policía.
Diez mil manifestantes reclamaron en Tbilisi, durante la noche del viernes, la liberación de Irakli Okruachvili y la renuncia del presidente Saakachvili. Durante la manifestación se dio lectura a un mensaje, escrito en prisión, del ex ministro. Este llama a los georgianos a «proseguir la lucha para instaurar la legalidad».
Temeroso de ser derrocado, el presidente Saakchvili regresó precipitadamente el sábado de Nueva York, donde participaba en la Asamblea General de la ONU. La oposición anunció la constitución de una especie de gobierno provisional.
Los medios occidentales observan, sin embargo, el más profundo silencio sobre estos hechos. Desde que Georgia se pasó al bando de la OTAN, ni hablar de emitir la menor crítica contraMijail Saakachvili, gran amigo del presidente Bush.
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