Desde la precampaña, Barack Obama ha disfrutado y padecido los retos de inaugurar la categoría globalizada de un exitoso político profesional, percibido como celebridad internacional. Más allá de las expectativas generadas, que fueron muchas, la capacidad de Obama y su equipo ha definido un buen manejo de la crisis económica, estabilidad en el sistema financiero, recuperación de la industria automotriz, posicionamiento de un prestigio por encima de lo local y una bolsa de valores normalmente a la alza.
Sobre la pérdida del respaldo popular reflejado en las encuestas –sobre todo los autodefinidos independientes: críticos e impacientes–, habría que señalar que la popularidad en política sirve precisamente para gastarla en actos de gobierno no siempre “populares”. La apuesta por los grandes cambios en salud y energía están caminando y los temas de inmigración, derechos al margen de orientación sexual y política exterior en Irán y Afganistán se articulan en la agenda interna, pero son vapuleados mediáticamente en la campaña negativa republicana permeando a los hombres y mujeres de las calles que escuchan y observan mejoras en la economía no traducidas en la creación de puestos de trabajo.
Posterior a un texto propio, aprobado por la Cámara de Representantes, el pasado 7 de noviembre y con miras en el armado de un acuerdo que, dado el caso, deberá ser ratificado y promulgado por el presidente, el Senado de Estados Unidos votó a favor la discusión del proyecto de ley sobre la reforma del Sistema de Salud que impulsa el presidente Obama.
Frente a 40 senadores republicanos, los demócratas ganaron 58 votos, apoyados por dos senadoras moderadas respaldando la moción, pero no asegurando la votación final; dos independientes y una abstención sobre 100 posibles (recordemos que en Estados Unidos hay 50 estados, cada uno de los cuales está representado por dos senadores). Sesenta votos eran procedimentalmente indispensables para evitar el bloqueo parlamentario rumbo al 30 de noviembre, cuando se votará la ley por el sistema de mayoría simple.
El juego político define buscar la aprobación este año para evitar empantanarlo con las elecciones intermedias del año próximo, que colocarían a demócratas en estados conservadores con cierta debilidad frente a sus contrincantes republicanos. La discusión es tan relevante que la Casa Blanca cubrió en el portal oficial el tema y abrió otro para la explicación del proyecto (The White House. President Barack Obama / Health Care. The President’s Plan y Organizing for America / The Obama Plan).
De un total de 302 millones de habitantes, donde el 20.2 por ciento son menores de 14 años y el 67.2 por ciento se ubica entre los 15 y 64 años (el 12.6 por ciento tiene más de 65 años, con una expectativa de vida de 78 años), la reforma citada afectará a 31 millones de personas que carecen de seguro médico, obligando a la adquisición de un seguro generalizado y prohibiendo la práctica donde alguna compañía niegue servicios a quienes tienen enfermedades preexistentes. En el escenario de la aprobación se beneficiarán (aparte de los citados): hospitales, al incrementar beneficiados y asegurados; laboratorios, en ahorros y reembolsos; fabricantes de aparatos médicos protegidos por exenciones de impuestos, y productores de medicamentos de patente, manteniendo por un largo periodo la exclusividad de medicinas de patente.
La crítica republicana destaca el inevitable efecto colateral, que indica un incremento tributario amparado por un seguro “público” que en el fondo implicaría otra intromisión del gobierno en el sector privado y aumentaría los impuestos. A contrapelo de la iniciativa de la Cámara Baja, el Senado incluye un candado que imposibilita a los inmigrantes indocumentados para adquirir un seguro médico.
Los factores por considerar:
1) Cómo afectará el desenlace de las elecciones de medio término el próximo año en estados con electores mayoritariamente conservadores [sean demócratas moderados, republicanos liberales o independientes desencantados con los resultados de la gestión gubernamental de Obama]; 2) la afectación a 10 millones de adultos mayores protegidos en el sistema actual; 3) el costo para la industria farmacéutica en las ganancias de drogas de prescripción e impuestos a sillas de ruedas y prótesis; 4) los casos donde la ausencia del seguro no cubre abortos; 5) la presión de grupos feministas no asegurados, adultos de la tercera edad y población conservadora en temas fiscales; 6) el inevitable conflicto que resulta de añadir 35 millones de nuevos pacientes sin sumar nuevos doctores y enfermeras, de acuerdo con el presidente del Colegio Americano de Médicos, el segundo más importante en Estados Unidos: se necesitarían 17 mil nuevos doctores para iniciar el programa. Y eso no es todo, de acuerdo con encuestas publicadas en Bloomberg News, este año la espera para que un doctor te reciba en Boston, y en 15 de las principales ciudades, es de 63 días; 7) el costo al ingreso individual si no se compra el seguro y, al parejo, el costo de comprarlo; 8) en resumen, cortes en el seguro actual, incremento de impuestos, penalidades por no adquirir el seguro, subsidios y el inevitable incremento de impuestos en los estados para fondear el programa, un costo más que significativo para los gobernadores que no afecta directamente al presidente ni los congresistas hoy día, pero motiva a considerar los efectos mediatos ante la proximidad de elecciones. Complejo 2010 para el presidente Obama. Darle tiempo al presidente, menos atención a la celebridad.
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