Soldado alemán patrullando en Afganistán.
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«Estamos a punto de perder la confianza de los afganos a raíz de una violencia desproporcionada.» Esto lo escribió el coronel [alemán] Jürgen Heiducoff en una carta al ministro Frank- Walter Steinmeier.
Heiducoff fue asesor militar en la embajada alemana en Kabul desde 2006 hasta su relevo en 2008.
«Es insoportable que nuestras tropas de coalición y la Isaf, entre tanto, luchan intencionalmente contra una parte de la población civil y, con ello, contra un posible nuevo germen de una sociedad civil. Bombarderos occidentales y helicópteros propagan miedo y terror en la población civil.»

Heiducoff, considerado por sus oficiales colegas como una persona íntegra y comprometida, advirtió sobre una socavación del derecho internacional del mandato de la ONU, y criticó en ese contexto, a la conducci­ón militar que se hace cada vez más independiente. También en la política de información frente a políticos y periodistas, la situación militar es tratada con una indulgencia inadmisible.

El mando militar y la burocracia que lo sostiene, reaccionó como siempre: presionando.
Cuando ya no se pudo evitar que el teniente siguiera escribiendo la verdad, se lo dejó fuera de las consultas militares en Afganistán, es decir se lo desconectó del flujo de información. Él, quien con todo derecho, frente al Senado militar del Tribunal administrativo federal podía decir que sólo había cumplido con su deber, no pudo, aun con la ayuda de un abogado, defenderse de un «relevo disciplinario» – siendo que la ley del soldado exige la verdad (art. 13). Duras sanciones o penas disciplinarias por críticas a la Bundeswehr

El tratamiento que recibió ese valiente oficial por parte de los responsables, no es de ninguna manera un caso aislado. Hoy en día, aquel que en la Bundeswehr haga uso de su fundamental derecho de opinar libremente, se lo estigmatiza como «denigrante de los suyos», y el conflicto es considerado como un problemático caso individual.

Cuando los soldados arriesgan a denunciar públicamente irregularidades en la Bundeswehr o en la política de seguridad, tienen que contar con duras sanciones o penas disciplinarias. En la opinión pública, sólo se hicieron conocidos aquellos soldados que se opusieron a la nueva – vieja, obediencia absoluta.

El caso de Christiane Ernst-Zettl, de la brigada sanitaria, es típico: en Kundus, ella, como no-combatiente, se negó a prestar servicio de vigilancia y seguridad sin el emblema de la Cruz Roja; esto lo prohibe el derecho humanitario internacional de la Convención de Ginebra, la que determina que el personal sanitario sólo debe ocuparse de la atención de los pacientes.

El ministerio refutó inmediatamente: la Bundeswehr en Kundus no está en guerra, y dentro de un conflicto tal, no debe hacerse diferencia entre combatientes y no-combatientes. Hans-Joachim Giessmann, profesor del Instituto para investigación de la paz en Hamburgo, lo ve totalmente distinto: «Las Convenciones de Ginebra y las resoluciones para sanitarios, son vigentes también para la acci­ón de la Bundeswehr en Afganistán.» Los soldados alemanes están involucrados allí en operaciones militares.

A la obtrusa argumentación del mando militar respondió la soldado sanitaria: «Si tengo mala suerte, tengo pacientes sobre la mesa de operaciones heridos por mí misma, o por mis colegas sanitarios.» Esa argumentación fue rechazada por la burocracia militar, parcial e intransigente, la que reaccionó con un relevo disciplinario y una multa de 800 euros. Esto fue justificado, con el argumento de que Ernst-Zettl puso inseguro al jefe de la comitiva, y por lo tanto se había comportado contrariamente a la camaradería.

Desacreditado, degradado, criminalizado

Otro ejemplo de mobbing durante años a costa de los contribuyentes, es el caso del comandante Florian Pfaff. En 2003, él se negó a producir una software, la cual debía apoyar el ataque de EE.UU. al Iraq. Según el comandante, su conciencia le prohibía participar en una infracción al derecho. Pfaff fue desacreditado, degradado y criminalizado. Hoy dice el creyente cristiano al respecto: «No es agradable estar frente a un neurólogo en calzoncillos, sólo porque yo quería seguir siendo fiel al derecho. Pero, fuera de esas contrariedades, en un estado de derecho con tribunales relativamente independientes, no se necesita mucho coraje.»

El 21 de junio de 2005, el 2. Senado militar del Tribunal administrativo federal en Leipzig, confirmó que había actuado correctamente al negarse a cumplir esa orden. En un informe de 130 páginas figura: «La Ley Funtamental establece las normas de una sujeción del ejército a los derechos fundamentales, pero no una sujeción de los derechos fundamentales a las decisiones y necesidades del ejército.»
Si bien el valiente Florian Pfaff fue totalmente rehabilitado por los jueces en Leipzig, el mando del ejército se negó a ascenderlo según le correspondía por su edad, ya que «un oficial con conciencia, no puede rendir ilimitadamente.»

Incluso después de dos sentencias de las instancias del Tribunal administrativo bávaro, que declararon esa insensatez como nula, los autores de escritorio no transigieron. Con una diligencia casi patológica, pensaron una nueva justificación, ya que el comandante, entre tanto, había escrito un libro con el título «Homicidio – parte del servicio».
Ciertamente, el autor, quien critica la adversidad de la política de guerra del gobierno federal, con respecto al derecho internacional y la constitución, por presión del ministerio tuvo que presentar su libro. Allí, por lo visto, nadie lo leyó. Ahora, después de la edición del libro, no quieren ascender al soldado por «graves defectos de carácter».
Conflictos con la línea dura del aparato militar

Mientras que Florian Pfaff todavía lucha por su rehabilitación y ascenso, el pedagogo Jürgen Rose, a los 37 años de edad, ya ascendido a teniente coronel por sus altos méritos, está confrontado a una causa cuyo fin podría ser una degradación. Su conflicto con la línea dura del aparato militar lleva ya 12 años. Comenzó el 12 de octubre de 1997, con la aparición de un artículo en el «Frankfurter Allgemeine Zeitung», en el cual Rose cuestionaba que aún siga vigente el servicio militar obligatorio.

Las consecuencias fueron penibles interrogatorios por parte del abogado disciplinario del ejército, del representante del inspector general de la Bundeswehr, así como del jefe del departamento de personal de la Bundeswehr. Como el soldado declaró que su artículo, escrito impecablemente, era una opinión privada, no fue posible sancionarlo de inmediato. En cambio, el ministerio reaccionó con las conocidas vejaciones de constantes traslados disciplinarios. Así, el teniente coronel Rose, quien había realizado investigaciones en el campo de la política de seguridad y defensa, con frecuencia fue puesto en servicio en ámbitos totalmente ajenos e improcedentes.

Después de un discurso de Rose contra armas nucleares, en el otoño de 2002, se lo sometió a otro traslado disciplinario. Rose siguió luchando con la pluma, acusó de «criminal» a la doctrina de la lucha aérea de EE.UU., en los 78 días de la guerra del Kosovo. Esa doctrina, considera a la población como un objetivo de cuarta categoría. Esos bombardeos intencionados a objetivos civiles, son crímenes de guerra según el derecho internacional. En varias conferencias, también declaró el envío de tornados alemanes a Afganistán como cuestionable, según la constitución y el derecho internacional. Si bien nunca se pudieron refutar las afirmaciones de Rose, se le impuso de momento «sólo» una llamada multa disciplinaria de 750 y 3000 euros.

Sonido original de los miembros de extrema derecha del Freikorps

El oficial, para quien la imagen del ciudadano en uniforme debe permanecer arraigada como parte de una sociedad pluralista y abierta, no se dejó intimidar a pesar de ese perjuicio personal. Se pronunció públicamente contra las declaraciones del teniente general Hans-Otto Budde, quien postulaba nuevamente por el «luchador arcaico». Así escribió: «Si desde muy arriba, se predica un culto militar de lucha con palabras de letrina, entonces no hay que asombrarse cuando en el nivel más bajo, resulten cloacas como Calw o Grossfeld. Es conocido que el pez empieza a apestar por la cabeza».

Esto provocó la reacción del capitán Daniel Kaufhold, un miembro del Comando especial de fuerzas (KSK por sus siglas en alemán). Él vió en Rose «el enemigo interno», que habría que «destrozar». Su amenaza por mail termina con la frase: «Lo están observando, y no por servicios impotentes instrumentalizados, sino por oficiales de una nueva generación, que van a actuar cuando sea necesario.»

El profesor Wolfram Wette de Friburgo, uno de los historiadores militares más renombrados de Alemania, dijo al respecto: «Ahí oímos el sonido original de los extremistas de derecha, miembros del Freikorps de los comienzos de la República de Weimar, los que más tarde terminaron en el Partido Nazi (NSDAP) o en la SS.» EL capitán sólo recibió una reprimenda. En tiempos anteriores, un oficial como Kaufhold hubiera sido suspendido del servicio inmediatamente y sin objeción alguna.

También el general de brigada retirado Dr. Heinz Loquai y su familia tuvo que sufrir las resonancias del pasado. Después que observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) en Kosovo, en el programa del canal de televisión WDR «Comenzó con una mentira» invalidaron las historias macabras del gobierno alemán para legitimar la guerra del Kosovo, se puso en marcha una serie de amenazas e insultos por teléfono.

Dr. Heinz Loquai, hoy docente en la Universidad de Colonia, sostuvo sus afirmaciones. La OSCE con 1400 inspectores inter­nacionales en Kosovo, realizó una estadística sobre el número de muertos entre diciembre de 1998 hasta marzo de 1999. Unas 200 murieron en ese período de tiempo: luchadores de UCK, policías yugoslavos y soldados, así como civiles serbios y albanos.

Hubo indicios de una guerra civil, pero no de un genocidio o de expulsiones masivas. Dr. Loquai, posteriormente, escribió dos libros sobre la guerra ofensiva contra la antigua Yugoslavia: «Camino hacia una guerra evitable» y «Preparativos para una guerra» (Editorial Nomos). Como era de esperar, con sus publicaciones, Dr. Loquai se hizo de enemigos entre sus generales colegas de entonces.

El ministerio negó finalmente la necesaria aprobación para prolongar el contrato como asesor en las negociaciones sobre medidas militares y de seguridad en la OSCE, y de esa manera, impidió que un excelente conocedor pudiera seguir trabajando activamente para la paz en el sur de Europa. Loquai: «En la Bundeswehr de hoy no volvería a entrar en servicio.»

La mayoría de la población alemana rechaza las acciones en el exterior

En los ejemplos dados, se trata de soldados – desde sargento hasta general de brigada – que tanto por sus conocimientos como por su carácter, entre los superiores y los camaradas tenían una cualificación superior al promedio. Al igual que la mayoría de la población alemana, juzgan críticamente las acciones militares en el exterior o las rechazan.
En su insistencia sobre el mantenimiento de las leyes vigentes, los soldados no son pleitistas sino ciudadanos íntegros. Pero, en general, están bastante solos.

El creciente desinterés de la opinión pública frente a la política escenificada, y su rechazo por las acciones militares, favorece un peligroso proceso en la Bundeswehr de convertirse en un estado dentro del estado, lo que prácticamente ya es.
Qué ceguera frente a las realidades deben tener las instancias de control (parlamento, justicia, prensa e intelectuales), para no reconocer una estructura detrás de esos casos aislados.
Aún no es tarde, para frenar la marcha de la Bundeswehr hacia una armada de intervención neo-feudal.

Fuente
Zeit Fragen (Suiza)