El hombre como principal responsable del cambio climático, sus causas y consecuencias, la falta de medios de las naciones pobres para adaptarse y un nuevo modelo ecológico de producción son algunos de los temas que aborda en esta entrevista con Ana Carolina Herrero, coordinadora de la Licenciatura en Ecología Urbana de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). “No se puede mitigar el cambio climático cuando el mensaje es consumir, consumir, consumir”, afirma la especialista.
El aumento de la temperatura global, el retroceso de los glaciares, inundaciones y sequías más frecuentes, tormentas, ciclones y huracanes más poderosos son algunas pruebas concretas de la existencia de un cambio en el clima del planeta. En esta entrevista con InfoUniversidades, Ana Carolina Herrero, coordinadora de la Licenciatura en Ecología Urbana de la UNGS e integrante de la Plataforma Climática Latinoamérica, profundiza en las causas y consecuencias del cambio climático y analiza los acuerdos y desacuerdos alcanzados en la última Cumbre Climática realizada en Copenhague, Dinamarca.
– Marcela Bello: ¿Cuáles son las principales consecuencias del cambio climático?
– Ana Carolina Herrero: Aunque se trata de una problemática global, la principal consecuencia es que afecta a las poblaciones más vulnerables, las que no tienen poder adquisitivo para adaptarse. Otra de las consecuencias es el aumento del nivel del mar. Por ejemplo, Holanda, que está bajo cota, ha sido elevada y cuenta con un sistema para que el país no se inunde. Este país resolvió el problema y estableció medidas de adaptación. Pero una nación pobre, aunque pueda predecir qué va a ocurrir, nada puede hacer frente a esta problemática. Ésa es la gran diferencia.
El cambio climático impactará sobre todas las actividades de la sociedad: agricultura, industria, asentamientos, ecosistemas, política, salud, cultura. Según un informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC sus siglas en inglés) de la ONU, entre las proyecciones para Latinoamérica hacia 2050 se cuenta una disminución en la productividad de ciertos cultivos importantes, así como en la productividad pecuaria, con un pronóstico adverso para la seguridad alimentaria. Debido a los cambios en las pautas de precipitación y la desaparición de los glaciares, la región también se vería afectada por la escasa disponibilidad de agua para consumo humano, agricultura y generación de energía; los aumentos de temperatura y, por consiguiente, la disminución del agua en los suelos darían lugar a una sustitución gradual de los bosques tropicales por las sabanas en el este de Amazonia; y también podrían producirse pérdidas de biodiversidad con la extinción de especies en numerosas áreas de la región.
Un documento presentado en el Foro Nacional Argentino, en el marco de la Plataforma Climática Latinoamérica, destaca que los ecosistemas de la Argentina que se verían más afectados serían la Cuenca del Plata, por el aumento de niveles de flujos y reflujos de sudestadas del Río de la Plata; la Mesopotamia y el Noroeste, por la alteración de los niveles de humedad y la merma en el caudal de las precipitaciones; y la zona de Cuyo, en función de la reducción del caudal de agua de los ríos cordilleranos.
– ¿Es el hombre el principal responsable del cambio climático?
– El 95 por ciento de los científicos que trabaja en el tema asocia al hombre como el principal responsable, y así también lo demuestra el último informe del IPCC. El aumento de temperatura está relacionado de manera directa con la cantidad de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que se emanan a la atmósfera. Siempre existieron ciclos de mayor o menor temperatura que han fluctuado. El problema es que a partir de la revolución industrial, la emisión de GEI se disparó en forma inédita y la temperatura acompañó ese aumento.
– ¿Y qué opina el resto?
– Hay un porcentaje muy menor que sigue pensando que es una fluctuación natural, pero se demostró quiénes son esos científicos y cuáles sus intereses (algunos trabajaban para petroleras). De todas maneras, ante el dilema de “creo o no creo” en el cambio climático, respondo: llamémoslo cambio global. El cambio existe, las evidencias están: hay inundaciones y huracanes en ciudades y zonas donde antes no los había, la cantidad de refugiados ambientales crece año a año. Ahora nos tenemos que hacer cargo de qué ocurre y de pensar en una economía solidaria, en la que los países industrializados ayuden a los más vulnerables. Y, por supuesto, desarrollar instancias de mitigación -erradicar las emisiones de los gases de raíz-, desde las grandes economías a nivel país hasta las economías cotidianas familiares.
– ¿Qué puede hacerse para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, en especial de dióxido de carbono?
– El cambio está en cada uno, aunque parezca muy naif. Tenemos que pensar en cuál debería ser el nuevo modelo ecológico, porque no se puede mitigar el cambio climático cuando el mensaje es consumir, consumir, consumir. El gran cambio va a producirse cuando haya un desacople entre lo que se consume y lo que se produce: sin consumo desenfrenado no habrá producción desenfrenada.
– Los países industrializados son los que más contaminan, ¿el crecimiento económico de una nación está asociado a su incremento de emisiones de GEI?
– Sí y no. Es decir, ahora vemos que algunas naciones europeas crecieron en lo económico y bajaron las emisiones de gases. Esto se debe a una inversión en la mitigación para cambiar los métodos productivos -técnicas y tecnologías- y adoptar energías alternativas.
– Entonces, ¿se puede producir sin dañar el medio ambiente?
– Claro; la cuestión no se trata de que si nos ocupamos del clima se va a dejar de producir y la gente se quedará sin trabajo. Justamente, hay que empezar a producir de otra manera, y esto generaría muchísimo empleo. Desde el transporte, desde los tipos de energías alternativas que se pueden utilizar, desde la gestión de residuos, etc. Esta situación es clara en todos los países que han optado por lineamientos políticos y económicos en pos de una mayor sostenibilidad. Por otro lado, hay que volver al desarrollo local, es inviable pensar que muchas de las cosas que compramos provengan de más de 20 mil kilómetros de distancia.
Con el 8.6 por ciento de la población mundial, Latinoamérica aporta el 7.5 por ciento de las emisiones globales de GEI. Sin embargo, este aporte pasa desapercibido en algunos análisis globales, ya que la mayoría considera sólo las emisiones de CO2 provenientes del sector energético, el gas y el sector con mayores volúmenes de contaminación. La particularidad de esta región es que la mayor proporción de emisiones no proviene del sector energético, sino de la agricultura y la deforestación, mientras que los gases que más aporta la región son metano y óxido nitroso. Junto con Australia, la Argentina es uno de los países que emite más metano por la actividad ganadera.
– Una de las propuestas argentinas es reducir las emisiones derivadas de la tala de bosques, ¿en qué consiste?
– Es un mecanismo, llamado REDD, que propone evitar la deforestación y promover la preservación de los bosques y de las comunidades que los habitan. La reducción de estas emisiones -que representan el 20 por ciento del total mundial- ha generado la atención de la mayoría de los países de Latinoamérica debido a las altas tasas de deforestación que se presentan en el continente: la Argentina se encuentra entre los diez primeros a nivel mundial. La implementación de este mecanismo, en países emergentes sin fuertes procesos industriales, es una forma concreta, previsible y de corto plazo para contribuir a mitigar el cambio climático, mejorando la calidad de vida de las poblaciones asociadas a los ecosistemas.
Por un nuevo acuerdo global sobre el clima
En 1992, la ONU aprobó la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático con el objetivo de estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera que causan un aumento de la temperatura mundial. La Convención entró en vigor en 1994 y desde 1995 su órgano supremo, la Conferencia de las Partes (COP), se reúne todos los años. En 1997, en la COP 3 se firmó el Protocolo de Kioto, un acuerdo internacional para reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero de origen humano como dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), y tres gases industriales fluorados: hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). Con este Protocolo se obtuvo el compromiso jurídico vinculante de los países industrializados para reducir sus emisiones de GEI en al menos 5 por ciento respecto de 1990 para el período 2008-2012. Estados Unidos, uno de los principales emisores de CO2, nunca firmó el acuerdo.
Bautizada por algunos especialistas como “la última oportunidad” para sentar las bases de una lucha efectiva contra el recalentamiento del planeta, el objetivo de la Cumbre de Copenhague era lograr un nuevo acuerdo global vinculante sobre el clima que entrará en vigencia en 2012, como continuación del Protocolo de Kioto. Sin embrago, la investigadora docente de la UNGS asegura que los acuerdos alcanzados en esta Cumbre “son muy débiles comparados con la urgencia y la dimensión de las medidas que hace falta tomar”.
Del encuentro se obtuvo un compromiso -Acuerdo de Copenhague- que reconoce que para evitar los efectos más nocivos del cambio climático, el aumento de la temperatura mundial debe mantenerse por debajo de 2°C respecto de los niveles preindustriales. El documento también establece que los países industrializados se comprometen a proveer de ayuda financiera a las naciones subdesarrolladas para las acciones de mitigación y adaptación. “Sin embargo, el documento no plantea exigencias mínimas para estos compromisos ni implican la obligatoriedad de su cumplimiento”, explica Herrero. Ahora las expectativas están puestas en la próxima cumbre climática, México 2010.
– Fuente: www.neuronasatentas.blogspot.com .
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