La actual Unión Europea no corresponde a los proyectos que los europeos se habían trazado entre las dos guerras mundiales. En realidad corresponde a los planes del Washington de la guerra fría. El objetivo de esta Unión Europea no es poner sus recursos en común sino crear un gran mercado articulado con el imperio anglosajón y alejado de la influencia de Moscú. Como ya ha podido comprobarse en Yugoslavia –y actualmente en Ucrania– el objetivo de la Unión Europea tampoco es garantizar la paz en Europa sino, por el contrario, favorecer la división entre el oeste y el este de Europa. La publicación de un documento de 1965 muestra cómo el vicepresidente de la Comunidad Económica Europea (CEE) debatía por entonces con funcionarios de Estados Unidos sobre cuál era la mejor manera de embaucar a los pueblos europeos…
En un sonado artículo publicado el 19 de septiembre de 2000, el periodista Ambrose Evans-Pritchard, del diario británico Daily Telegraph, reveló que las autoridades estadounidenses respaldaron el supuesto proceso de «construcción europea» así como la instauración, a partir de los años 1960, de una unión monetaria [1].
Basado en el análisis de archivos del Departamento de Estado correspondientes a los años 1950 y 1960 y abiertos al público en el verano de 2000, el mencionado artículo contiene revelaciones sensacionales.
Sin embargo, los medios de prensa y los partidos políticos franceses prefirieron guardar el más absoluto silencio sobre su publicación. En la prensa francesa, sólo unos pocos artículos aportaron al público explicaciones realmente serias sobre ese tema [2].
¿Quiénes participaron
en aquella reunión?
La nota mencionada («Memorandum of conversation») es un resumen de las conversaciones que se produjeron durante una reunión realizada el 11 de junio de 1965 en el Departamento de Estado, en Washington, con la participación de 6 personas [3]:
a) Por un lado, el francés Robert Marjolin, entonces vicepresidente de la Comunidad Económica Europea (CEE).
Robert Marjolin, nació en 1911 en una familia modesta. El filósofo Celestin Bouglé, fundador del Centro de Documentación Social y uno de los representantes de la Fundación Rockefeller en Francia, se fija en Marjolin –quien tiene entonces 20 años– durante un examen de la universidad. Con ayuda de Charles Rist, fundador del IRES (Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales financiado por la Fundación Rockefeller), Celestin Bouglé decide enviar el joven Marjolin a proseguir sus estudios en el extranjero, primeramente en Londres –en julio de 1931– y más tarde en Estados Unidos, con una beca Rockefeller, en Yale, donde pasa un año, de 1932 a 1933.
De regreso en Francia, Marjolin se implica en política con la izquierda. Con 25 años ocupa un puesto de responsabilidad en el Frente Popular de Leon Blum, en 1936. Sin complejos, se define como «socialista y liberal al mismo tiempo». Convertido ya en un personaje muy «proeuropeo» y amigo de Raymond Aron [4], en 1940 Robert Marjolin se une en Londres a Jean Monnet, de quien no habrá de separarse durante los siguientes años. En 1943, se va con él a Washington, donde Monnet se esforzaba por servir los intereses de Estados Unidos en África, y más tarde por organizar el aprovisionamiento de Francia a partir de la liberación de la ocupación nazi. En 1946, Marjolin siguió nuevamente a Monnet a París, cuando este fue nombrado Comisario General del Plan. Marjolin se convierte entonces en su Comisario Adjunto.
En 1947, Robert Marjolin fue nombrado negociador por Francia en la Conferencia de París, como presidente del grupo de trabajo del Plan Marshall. De 1948 a 1955 ocupa el puesto de secretario general de la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), que supuestamente debe repartir la ayuda comprendida en el Plan Marshall pero que también debe garantizar la aplicación de las medidas liberales impuestas [a los europeos] como condición para la obtención de la ayuda. De 1958 a 1967, Marjolin fue comisario europeo bajo la presidencia de Walter Hallstein, con título de vicepresidente de la Comisión a cargo de la Economía y las Finanzas.
En 1962, junto al economista belgo-estadounidense Robert Triffin, miembro del tremendamente influyente Council on Foreign Relations (CFR) [5], generosamente financiado por la Fundación Rockefeller, y consejero económico del Comité de Acción por los Estados Unidos de Europa de Jean Monnet, Robert Marjolin elaboró un programa de acción para el “segundo piso” de la Comunidad Económica Europea. Conforme a lo que Walter Hallstein quería hacer, aquel programa proponía reformar el Tratado de Roma para darle un sentido más federal, abriendo así el camino a la construcción de una unión económica y monetaria. Naturalmente, Robert Marjolin detestaba a Charles de Gaulle, quien a su vez le reciprocaba aquel sentimiento.
Robert Marjolin terminó su carrera como miembro del consejo de administración de la compañía petrolera Royal Dutch Shell [6]. En 1984 fue electo miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, donde ocupó el puesto que había dejado vacante Edmond Giscard d’Estaing, padre del anterior presidente de Francia y ardiente promotor –él también– de la adopción de una moneda común europea.
b) del otro lado, participaban en la reunión 5 estadounidenses que aparecen citados por sus nombres:
1) Thomas Clifton Mann, subsecretario de Estado para Asuntos Económicos.
Thomas Clifton Mann (1912 - 1999) entró al Departamento de Estado en 1942 y ascendió rápidamente en la jerarquía convirtiéndose en uno de los principales responsables de ese ministerio. Tuvo gran influencia en la posición estadounidense hacia numerosos países de Latinoamérica. Al convertirse Lyndon B. Johnson en presidente de Estados Unidos, el 22 de noviembre de 1963, Mann, muy vinculado al nuevo presidente, fue considerado como el hombre que ejercía de facto la autoridad de Estados Unidos sobre Latinoamérica.
En marzo de 1964 presentó una estrategia cínica (la «doctrina Mann») que rompía con la «Alianza para el Progreso» del presidente Kennedy. Mann aconsejaba apoyar a las dictaduras proestadounidenses, provocar cambios de regímenes en los países hostiles a Washington y promover a fondo los intereses económicos de las empresas estadounidenses.
Como puede verse en esta reunión del 11 de junio de 1965, Mann también se interesaba por los asuntos europeos. Es fácil imaginar que el cinismo y la correlación de fuerzas que caracterizaban su acción en Latinoamérica también estaban presentes cuando se dirigía a los países de la Comunidad Económica Europea. Mann salió del Departamento de Estado al año siguiente, en 1966, para convertirse en vocero de la Asociación de Fabricantes de Automóviles.
2) John Robert Schaetzel, adjunto del secretario de Estado.
John Robert Schaetzel (1917-2003) estudió en las universidades de México (en 1940) y Harvard (de 1940 a 1942). Entró en la administración pública incorporándose al Buró del Presupuesto (de 1942 a 1945) y fue enviado posteriormente al Departamento de Estado. Después pasó un año en la Escuela de Guerra (1954-1955) donde hizo estudios sobra la energía nuclear. A su regreso al Departamento de Estado, fue asignado al equipo del secretario a cargo de la energía nuclear y posteriormente se convirtió en adjunto del secretario de Estado.
Quince meses después de la reunión del 11 de junio de 1965, y poco después de la «crisis de la silla vacía», fue nombrado –el 16 de septiembre de 1966– representante de Estados Unidos ante las Comunidades Europeas con rango de embajador extraordinario y plenipotenciario, puesto que ocupó hasta 1972.
Después de jubilarse del Departamento de Estado, Schaetzel respaldó numerosas organizaciones que trabajaban sobre los vínculos entre Estados Unidos y Europa y se convirtió en presidente del «Consejo Estadounidense de Estudios» de Jean Monnet.
3) Deane Roesch Hinton, Oficina de Asuntos Europeos, sección de asuntos políticos y económicos atlánticos (EUR/RPE).
Deane Roesch Hinton, nacido en 1923) fue diplomático de carrera y embajador. Graduado en 1943 en la universidad de Chicago y habiendo alcanzado el grado de 2º teniente durante la Segunda Guerra Mundial, siguió estudios en Harvard (1951-1952) y más tarde en el National War College (1961-1962).
Ya convertido en diplomático es enviado a Kenya (1950-1952) y a Francia (1954-1955), antes de trabajar en la administración central, en la sección de asuntos políticos y económicos atlánticos, durante los años 1960. Después de ser enviado a Chile (1969-1973), en 1974 es nombrado embajador de Estados Unidos en Zaire pero el presidente Mobutu lo declara persona non grata el 18 de junio de 1975.
De 1976 a 1979, fue embajador de Estados Unidos ante la CEE, en Bruselas, y posteriormente fue sucesivamente embajador en Salvador, Pakistán, Costa Rica y Panamá.
Es miembro del Council on Foreign Relations (CFR).
4) Andrew Fisher Ensor, buró de Asuntos Económicos, sección de Recursos Internacionales, división de Combustibles y Energía (OR/FSE).
Andrew Fisher Ensor (1918-2008), de origen británico, nacionalizado estadounidense en 1957 después de su matrimonio con una ciudadana estadounidense. Entró en el Departamento de Estado donde se convirtió –bajo las administraciones Kennedy y Johnson– en uno de los principales especialistas en mercados de hidrocarburos y en política petrolera en el Medio Oriente.
Su presencia en la reunión del 11 de junio de 1965 resulta algo misteriosa sobre todo porque en la nota no se menciona ningún tema vinculado a su sector de actividad. Eso tiende a demostrar que la nota que analizamos estaba destinada únicamente a servir de recordatorio y probablemente no recoge todo el conjunto de temas tratados en la reunión ni el contenido detallado de lo que allí se habló.
5) Stephen C. Schott, asistente.
Es el secretario encargado de tomar las notas sobre la reunión y de redactar posteriormente el memorándum que da lugar a este artículo.
Graduado de las universidades de Harvard y Fordham, Stephen C. Schott habla francés, alemán, español y neerlandés. Trabajó con el subsecretario de Estado bajo 3 presidentes diferentes. Luego trabajó en el Banco Mundial durante 18 años antes de pasar al sector privado, en 1987.
Examen crítico de la nota
La lectura del original de la nota del 11 de junio de 1965 permite comprobar, desde el primer momento y de manera irrefutable, 2 cosas:
• En primer lugar
a) La fuente de Ambrose Evans-Pritchard es real.
Lo primero que queda demostrado es que la nota del Departamento de Estado fechada el 11 de junio de 1965 mencionada en el artículo de Ambrose Evans-Pritchard no es una invención ni una falsificación, contrariamente a lo que insinuaron algunos de nuestros detractores.
b) Siendo desde el principio un documento «no clasificado», la nota es forzosamente una síntesis edulcorada.
• Lo segundo que podemos comprobar, y que resulta muy importante, es que este documento se concibió desde el inicio como «no clasificado» («unclassified»). O sea, no se consideraba secreto.
Eso quiere decir que, aunque no podía darse a conocer públicamente –al menos hasta que fuese «desclasificada»– esta nota podía circular bastante fácilmente entre el personal del Departamento de Estado y numerosos funcionarios podían leerla.
Esto último no está exento de consecuencias ya que el redactor de esta nota del 11 de junio de 1965 (o sea, Stephen C. Schott) sabía que el documento pasaría a ser de público conocimiento al cabo de 30 años. Lo que no podía saber de antemano era en manos de quién podía caer aquel documento inmediatamente después de su elaboración. Por lo tanto, forzosamente lo redactó en un estilo sintético y precavido, lleno de eufemismos y de cosas que no se decían claramente, como sucede en todas las administraciones del mundo.
Un detalle muy interesante viene a confirmar lo anterior. A la izquierda de la parte alta de la primera página figura la mención del redactor de la nota «SCSchott» [Señalado en verde en la imagen que aparece arriba] [7]. Pero la abreviatura «M» designa la oficina del subsecretario de Estado para Asuntos Políticos («Office of the Under Secretary of State for Political Affairs»).
Eso quiere decir que antes de su difusión –el 17 de junio de 1965, o sea 6 días después de la reunión– la nota fue aprobada, dentro del Departamento de Estado, por una instancia que no fue la misma que organizó la reunión (el subsecretario de Estado para Asuntos Políticos es una instancia diferente al de Asuntos Económicos). El objetivo de ese procedimiento de control previo a la difusión es garantizar que la nota no contenga elementos demasiado sensibles, que deberían mantenerse en secreto.
Ello implica que la nota no está redactada en el estilo exento de rodeos que caracteriza los documentos clasificados como secretos, destinados a una ínfima cantidad de personas que sólo tienen acceso a ellos porque disponen de una habilitación especial. Es bueno saber que los documentos secretos del Departamento de Estado correspondientes a los años 1950-60 no se dieron a conocer hasta el verano del año 2000. La transparencia de las instituciones estadounidenses tiene sus límites…
En cuanto logramos obtener el documento original, lo comparamos con el breve fragmento que el periodista Ambrose Evans-Pritchard menciona en su artículo del Daily Telegraph, fragmento que citamos a continuación:
«Una nota de la dirección Europa, fechada el 11 de junio de 1965, aconseja al vicepresidente de la Comunidad Económica Europea, Robert Marjolin, que persiga de forma subrepticia el objetivo de una unión monetaria. [La nota] recomienda impedir todo debate hasta el momento en que la adopción de tales proposiciones se haga prácticamente inevitable.»
Esta comparación entre la nota –de 4 páginas– y el resumen de 2 frases que de ella hace Ambrose Evans-Pritchard resalta dos puntos importantes:
1°) Aunque resume el sentido de la nota, el periodista británico expresa correctamente, en unas pocas palabras, el sentido y el contenido de la reunión del 11 de junio de 1965.
Escrita sin dudas con mucha prudencia, la nota del Departamento de Estado muestra la existencia de una acción un poco menos explícita de lo que dice Ambrose Evans-Pritchard cuando escribe en su artículo que la nota «recomienda impedir todo debate» sobre la unión monetaria.
El periodista británico resume, en efecto, el sentido de la nota. Si nos atenemos al texto mismo de la nota, se comprueba que, al ser interrogado por sus interlocutores estadounidenses sobre el progreso de la unión monetaria, es el francés Robert Marjolin quien primero expresa sus «temores» ante la «resistencia» a las «proposiciones monetarias». Marjolin indicó entonces que «le parecía preferible esperar a que la adopción de las proposiciones se hiciese prácticamente inevitable», después de que entraran en aplicación otras políticas comunes, como la política agrícola común.
La nota precisa, sin embargo, que John Robert Schaetzel, adjunto del secretario de Estado para Asuntos Económicos, intervino de inmediato en ese sentido expresando regocijo ante el hecho que
«la unión monetaria se produzca totalmente en concordancia con la dinámica inherente al Tratado de Roma. De esa manera, conforme a lo que parece haber sido la política de los redactores del Tratado de Roma, esas decisiones pueden posponerse hasta que se hagan inevitables».
Así que Ambrose Evans-Pritchard sólo acentúa muy ligeramente el tono cuando escribe que la nota del Departamento de Estado «recomienda impedir todo debate hasta el momento en que la adopción de tales proposiciones [sobre la unión monetaria] se haga prácticamente inevitable».
No por ello es menos cierto que la diferencia es poca y que las ideas esenciales que Ambrose Evans-Pritchard expone en su artículo están en perfecta correspondencia con la realidad. O sea, que los responsables del Departamento de Estado y el vicepresidente de la Comunidad Económica Europea:
– están de acuerdo, desde el 11 de junio de 1965, en promover en Europa una unión monetaria;
– también están de acuerdo en no hacer «proposiciones monetarias» públicas en ese sentido para no dar lugar a «resistencias»
– y también están de acuerdo en estimar que es más hábil dejar que los acontecimientos se encarguen de imponer [a los pueblos de Europa] esa unión monetaria de manera «inevitable».
2°) El periodista británico no menciona la escandalosa duplicidad del francés Robert Marjolin, quien parece decidido a satisfacer a sus interlocutores estadounidenses, en vez de obedecer a los gobiernos de los países de la CEE.
Si bien Ambrose Evans-Prichard acentuó muy ligeramente el tono en cuanto al silencio pactado entre los participantes sobre el progreso de la unión monetaria, el periodista omitió en cambio subrayar el carácter intrínsecamente escandaloso de la reunión en sí y de la actitud del francés Robert Marjolin.
No es menos cierto que el periodista tenía que limitarse al reducido espacio de un artículo en el periódico y que, un poco antes, en el mismo artículo, ya había subrayado hasta qué punto
«los dirigentes del Movimiento Europeo –Retinger, el visionario Robert Schuman y el ex primer ministro belga, Paul-Henri Spaak– eran tratados todos como empleados de sus padrinos estadounidenses».
El periodista no disponía sin dudas del espacio suficiente para reiterar la misma observación al referirse a Robert Marjolin. Y es una lástima porque el documento original permite comprobar también dos factores tremendamente acusadores:
a) El voluntario servilismo del vicepresidente de la CEE
Robert Marjolin, vicepresidente de la CEE, aparece en la nota como un hombre solo, literalmente sometido a un insistente interrogatorio por 5 funcionarios del Departamento de Estado. Marjolin no sólo acepta que lo pongan así en posición de evidente inferioridad numérica sino que también acepta someterse a un verdadero interrogatorio… ¡e incluso responde a sus interrogadores! sobre una serie de cuestiones de la mayor importancia estratégica.
La impresión que se tiene al leer la nota es francamente que existe un servilismo voluntario: Robert Marjolin se somete a una verdadera sesión de interrogatorio que le impone un grupo de funcionarios de un Estado extranjero no europeo y él les rinde cuentas servilmente sobre lo que se ha hecho en la aplicación de una hoja de ruta, revelándoles todos los detalles que se le piden. El vicepresidente de la Comunidad Económica Europea acepta sin chistar el papel de un doméstico que rinde cuentas a sus amos.
b) La alta traición del vicepresidente de la Comunidad Económica Europea hacia los 6 países miembros de la CEE
Si leemos bien la nota, se percibe en ella claramente que el francés Robert Marjolin confía increíblemente a sus interlocutores estadounidenses su propio deseo de defraudar la voluntad de los Estados y pueblos europeos imponiéndoles subrepticiamente una unión monetaria, lo cual no puede concretar de inmediate debido a «resistencias»
Esa duplicidad del vicepresidente de la CEE cae en el campo de la alta traición hacia los 6 Estados que componían en aquel entonces la Comunidad Económica Europea, y sobre todo hacia Francia, su propia patria. ¿De qué otra manera pueden calificarse a sus confidencias teniendo en cuenta que Marjolin no disponía de ningún mandato que le permitiese abordar tales temas con los representantes de un gobierno extranjero?
El francés Robert Marjolin era el más indicado para saber que [el entonces presidente francés] Charles de Gaulle se hallaba en aquel momento en una situación de oposición frontal con la Comisión Europea, presidida por el jurista alemán Walter Hallstein, quien en los años 1930 y hasta 1944 había estado vinculado a las autoridades nazis. El fundador de la Francia Libre provocaría además –menos de 3 semanas después de la reunión de Washington– la célebre «crisis de la silla vacía», que duraría desde el 30 de junio de 1965 hasta el 30 de enero de 1966.
La alta traición de Robert Marjolin también se percibe en otro fragmento de la nota, en el que Marjolin deplora la concesión de preferencias tarifarias previstas en el Tratado de Roma –documento donde se crea la CEE, ¡de la que él mismo es vicepresidente!–, concesión que se produce precisamente a pedido de los países miembros, a favor de ciertos países en vías de desarrollo, principalmente antiguas colonias africanas y países del Maghreb.
Su deseo de complacer a sus amos estadounidenses lleva a Marjolin a declarar que «no cree que esos acuerdos sean particularmente beneficiosos», a deplorar que «puedan llegar a causar dificultades a Estados Unidos en América Latina». Marjolin incluso tranquiliza a Washington subrayando «que [los acuerdos] son de duración limitada y deben expirar en 1970».
¿Puede alguien imaginar un responsable político más interesado que Marjolin en plegarse servilmente a los intereses extranjeros? ¿Y puede realmente sorprendernos su actitud sabiendo que quienes respaldaron su carrera fueron principalmente la Fundación Rockefeller y Jean Monnet?
¿Qué pensaba el presidente francés Charles De Gaulle, en junio de 1965, de Robert Marjolin y de los proyectos de la Comisión Europea?
«Esa Comisión debe desaparecer. No quiero nada más con Hallstein. No quiero nada más con Marjolin. No quiero tener que tratar con ellos nunca más. […] No quiero que el gobierno francés siga relacionándose con esos tipos. […] El problema es toda esa mafia de supranacionalistas, ya sean comisarios, parlamentarios o funcionarios. Son todos enemigos. Han sido puestos ahí por nuestros enemigos.»
C’était de Gaulle, Alain Peyrefitte, Fayard, Éditions de Fallois, Tomo II, pp.290-291.
¿Qué pensaría Charles de Gaulle de los planes de unión monetaria de los que Robert Marjolin rendía cuentas a sus interlocutores estadounidenses?
¿Puede alguien imaginarse al hombre del Llamamiento del 18 de Junio [de 1940 donde exhortaba a los franceses a la resistencia contra la ocupación nazi] otorgando a Robert Marjolin un mandato favorable a un proyecto de ese tipo con Estados Unidos? O sea, con el mismo país que [el propio De Gaulle] ya había denunciado como verdadero instigador de la «construcción europea» en su conferencia de prensa del 15 de mayo de 1962, donde señaló que aquel proyecto «no sería europeo».
No es difícil imaginar la respuesta ya que el propio De Gaulle dijo claramente a Alain Peyrefitte lo que pensaba de Robert Marjolin y sus colegas. Un detalle revelador es el hecho que De Gaulle hizo esta confidencia a su ministro en la mañana del sábado 12 de junio de 1965, o sea sólo horas después de la reunión de Washington, realizada el día anterior y de la cual el presidente de Francia probablemente no tenía conocimiento.
Veamos los términos que utilizó De Gaulle en este revelador intercambio:
Charles de Gaulle:
«Hallstein ha inventado una ceremonia de presentación de credenciales para los representantes de los Estados en Bruselas. Él se cree que es el presidente del Gobierno supranacional. Ni siquiera disimula su plan, que consiste en transferir al nivel europeo la estructura de Alemania Federal. La Comisión se convertiría en el Gobierno federal. La Asamblea Europea sería el equivalente de lo que hoy es el Bundestag. El Consejo de Ministros se convertiría en el Bundesrat, ¡o sea en el Senado! ¡Es ridículo! Pero, no se equivoquen. Es una deriva institucional que acabarían por imponernos si no les ponemos freno. Y somos nosotros los únicos que podemos hacerlo. […] En cuanto a la Comisión, ¡no se saldrá con la suya! ¡Le ajustaré cuentas! ¡Se acabó Hallstein, Marjolin y Mansholt! ¡No pienso renovarlos!»
Quince días después, en una nueva conversación con Peyrefitte, al terminar el consejo de ministros del 1º de julio de 1965, el fundador de la Francia Libre y de la V República montó nuevamente en cólera contra la Comisión Europea, principalmente contra Walter Hallstein y Robert Marjolin:
Charles De Gaulle:
«En cuanto a esa Comisión, tiene que desaparecer. No quiero más Hallstein. No quiero más Marjolin. No quiero más Mansholt. No quiero tener que tratar con ellos nunca más. […] Hay que limpiar todo eso. En todo caso, no quiero que el gobierno francés tenga nada que ver con esa gente. Se acabó defiitivamente. […] El problema es toda esa mafia de supranacionalistas, ya sean comisarios, parlamentarios o funcionarios. Son todos enemigos. Nuestros enemigos los han puesto ahí. El amiguismo socialista con algunos rehenes del MRP [Movimiento Republicano Popular], algunos amiguetes de Félix Gaillard y de Maurice Faure. Así que se pasan el tiempo creando un estado de ánimo hostil a Francia.»
La información más importante que vemos al leer la nota original del Departamento de Estado del 11 de junio de 1965 es la sumisión política –e incluso la complicidad– del vicepresidente de la CEE hacia los responsables estadounidenses. Robert Marjolin cae exactamente en lo que siempre se ha denominado como «entendimiento con una potencia extranjera» y acto de «alta traición» hacia los 6 Estados miembros de la CEE para los que supuestamente debía trabajar y, en particular, hacia su propia patria: Francia.
Y es importante recordar además que esta nota, cuyo nivel de confidencialidad era limitado, no pasa de ser la parte visible del iceberg. Los documentos secretos, redactados en un estilo ciertamente más directo y con un cinismo mucho más evidente, todavía siguen siendo secretos.
[1] [«Des fédéralistes européens financés par des chefs de l’espionnage états-unien», por Ambrose Evans-Pritchard, Daily Telegraph, Réseau Voltaire, 19 de septiembre de 2000.
[2] «Historia secreta de la Unión Europea», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 16 de enero de 2005.
[3] «Développements dans le marché commun», Réseau Voltaire, 11 de junio de 1965.
[4] «Raymond Aron, abogado del atlantismo», por Denis Boneau, Red Voltaire, 6 de febrero de 2005.
[5] «Cómo el Consejo de Relaciones Exteriores determina la diplomacia norteamericana», Red Voltaire, 19 de agosto de 2005.
[6] «Shell, un pétrolier apatride», por Arthur Lepic, Réseau Voltaire, 18 de marzo de 2004.
[7] El lector hallará un facsímil de la nota original en “Developments in the Common Market”, Voltaire Network, 11 de junio de 1965.
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