La unanimidad del Consejo de Seguridad de la ONU contra los yihadistas es sólo una fachada que permite a los «occidentales» continuar su propia política. Por un lado respaldan, arman y financian las organizaciones terroristas. Pero al mismo tiempo las utilizan como pretexto para incorporarse directamente a la destrucción de la República Árabe Siria bombardeando las instalaciones industriales de ese país.
Una «resolución histórica». Así la definió el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al otorgarse a sí mismo la palabra como presidente del Consejo de Seguridad de la ONU.
La resolución 2178 sobre los «combatientes extranjeros» [1], adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU, es «legalmente vinculante» [de obligatorio cumplimiento] para todos los Estados miembros de la ONU. Estos están por lo tanto obligados a «prevenir el reclutamiento, organización, transporte y equipamiento de individuos que viajen a otros Estados para planificar, preparar o efectuar actos terroristas o para proporcionar o recibir entrenamiento terrorista y financiamiento a esas actividades». Para ello, todos los Estados tendrán que promulgar las leyes apropiadas, intensificar los controles en las fronteras, juzgar y condenar a los terroristas (reales o presuntos), incrementando la cooperación internacional en ese sentido –incluso mediante acuerdos bilaterales– y el intercambio de información destinada a identificar a los presuntos terroristas.
La resolución expresa en general una «preocupación en cuanto a la constitución de redes terroristas internacionales» dejando a cada país en libertad de determinar cuáles son los grupos terroristas que habrá que combatir –lo cual explica el voto favorable de Rusia y China. Inmediatamente después, la resolución resalta «la exigencia particular y urgente de prevenir el apoyo a combatientes terroristas extranjeros vinculados al Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL)».
Aunque no mencionó a Estados Unidos, el ministro ruso de Relaciones Exteriores Serguei Lavrov observó ante el Consejo de Seguridad que las organizaciones terroristas se fortalecieron en el Medio Oriente, África y Asia central precisamente «después de la intervención en Irak, de los bombardeos contra Libia y del respaldo extranjero a los extremistas en Siria», acusando de hecho a Washington de haber favorecido la formación de grupos terroristas, incluyendo el propio EIIL [actualmente identificado como «Estado» o «Emirato Islámico» y designado por Estados Unidos con las siglas en inglés ISIS], lo cual hemos documentado ampliado ampliamente en estas columnas.
El ministro chino de Relaciones Exteriores, Wang Yi, subrayó que «las acciones militares deben ser conformes con la Carta de las Naciones Unidas» y que «deben evitarse los dobles raseros», o sea la aplicación de las reglas de forma selectiva.
Sin embargo, al aprobar la resolución, Moscú y Pekín de hecho permiten que Washington la utilice como «motivación» legal para la acción desatada en el Medio Oriente, acción oficialmente dirigida contra el Emirato Islámico pero que en realidad tiene como objetivo volver a ocupar Irak y sembrar la destrucción en Siria, lo cual se había impedido hasta ahora a cambio del desarme químico de Damasco.
Este último objetivo se ve confirmado por el hecho que los ataques aéreos de Estados Unidos en territorio sirio se han concentrado sobre las refinerías y otras instalaciones petroleras sirias. Estados Unidos y los otros participantes en esos bombardeos –Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos– se justifican afirmando que el Emirato Islámico utiliza esas instalaciones. Con ese argumento, Estados Unidos puede dedicarse a destruir toda la red de industrias y la infraestructura de Siria para provocar el derrumbe del gobierno de Damasco.
Tras la aparente unanimidad que hizo posible la adopción de la resolución en el Consejo de Seguridad se esconde una confrontación cada vez más aguda entre el oeste y el este, confrontación provocada por la estrategia de Estados Unidos. En su discurso ante la Asamblea General de la ONU, antes de la reunión del Consejo de Seguridad, el presidente Barack Obama pone nuevamente «la agresión rusa en Europa» al mismo nivel que la «brutalidad de los terroristas en Siria e Irak», afirmando que «las acciones de Rusia en Ucrania desafían el orden posterior a la guerra fría» y que nos hacen retroceder «a los días en que las naciones grandes pisoteaban las pequeñas para alcanzar sus ambiciones territoriales». Y agrega que es por eso que «fortaleceremos a nuestra aliados de la OTAN e impondremos a Rusia un costo por su agresión».
El presidente estadounidense recuerda también, dirigiéndose indirectamente a China, que «Estados Unidos es y seguirá siendo una potencia del Pacífico», donde promueve «la paz y la estabilidad», cuando en realidad está posicionando allí fuerzas y bases militares para «contener» a China, que a su vez está acercándose a Rusia.
Se trata de una confrontación entre potencias nucleares que se acelera debido a la carrera rearmamentista emprendida por el presidente Obama [2] y que ahora cuenta con el apoyo de otro Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa.
Walesa acaba de declarar, al inicio de una gran maniobra militar de la OTAN en territorio polaco, que para protegerse contra Rusia «Polonia tiene que contar con armas nucleares».
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] «Obama à l’ONU relance la "guerre mondiale au terrorisme" », por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italie), Réseau Voltaire, 23 de septiembre de 2014.
[2] «El rearme nuclear del Premio Nobel de la Paz », por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italie), Red Voltaire, 24 de septiembre de 2014.
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