I. Nacido en 1928, Ernesto Guevara de la Serna, el Che, es más que un símbolo que combate a las teorías-prácticas del centrismo-derechista. Es la tea histórica que enarbola las luchas sociales, las reivindicaciones políticas y la crítica a las políticas económicas cuyo cenit actual es el devastador neoliberalismo económico. Libros contando su vida; filmes como los de Benicio del Toro, protagonizándolo; más la publicación por parte de sus Diarios, muestran al argentino que hacía de cada lugar –donde prendía la rebelión anticapitalista– su patria. Lo mataron en 1967 cuando en plena combatividad lo encontraron herido, pero sin rendirse ni derrotado. Recorrió América Latina en motocicleta y llegó a México para anexarse al grupo que –exiliado– dirigía Fidel Castro, para en una odisea, liberar a Cuba en una hazaña que es piedra de toque y punto de partida para las revueltas; ejercicio de la democracia directa de las posibles-imposibles revoluciones liberadoras de pueblos.
II. Con dos reediciones, la biografía Che Guevara: una vida revolucionaria, de Jon Lee Anderson (también autor de: El dictador, los demonios y otras crónicas y La caída de Bagdad), ya había sido traducida al español por Daniel Zadunaisky; la última, revisada por el autor para actualizarla con traducción de Susana Pellicer, es la más lograda búsqueda de la vida y obra de este guerrero de enorme tenacidad. Y para recrear la metamorfosis de un auténtico revolucionario, y un médico que dejó el borrador de su tesis, La función del médico en América Latina, estudió una completísima bibliografía, y logró entrevistar a quienes lo conocieron. De la página 187 a la 203 narra la estancia mexicana de los guerrilleros que recibieron de Fernando Gutiérrez Barrios, protección y ayuda hasta abordar la destartalada embarcación estacionada en las costas veracruzanas: Granma, en un acto que salva a los exiliados. Gutiérrez Barrios dijo “en una entrevista que ‘simpatizó con Castro desde el comienzo […] porque éramos de la misma generación y […] por sus ideas y sentido de la convicción. Siempre fue un líder carismático. Y […] era evidente que no tenía otras alternativas que triunfar en su movimiento revolucionario o morir. Yo nunca lo consideré un criminal sino un hombre con ideales que trataba de derrocar a una dictadura”.
III. Integrante de los 82 que se embarcaron en el Granma, de entre los libros que leía estaban: “las obras de Marx, Engels y Lenin, repletas de anotaciones; las biografías de Fouché y María Antonieta, de Stefan Zweig”. Con el apoyo del pueblo contra la dictadura, el Che tenía las convicciones y principios de un revolucionario del idealismo utopista, la otra cara del pragmatismo realista de Fidel Castro en la lucha por la liberación política, económica y ante todo social de Cuba. A través de 750 páginas con 30 capítulos divididos en tres partes (“Una juventud inquieta”, “La gestación del Che” y “Hacia el hombre nuevo”), el biógrafo nos demuestra que nadie nace –como sostiene la metafísica religiosa–, sino que se hace a sí mismo lo que quiere ser como tarea de la voluntad, el estudio para forjar la racionalidad y templar los sentimientos, como el medio para una finalidad. En el caso del Che, dolido ante tantas injusticias, promovió la democracia directa, convocando a los pueblos a conquistar sus libertades y derechos, para individual y colectivamente decidir sus destinos. Guevara está vivo en este libro de completísima revelación de una vida constatada en su obra, perdurable en la historia de los auténticos revolucionarios victoriosos.
Ficha bibliográfica
Autor: Jon Lee Anderson
TÍtulo: Che Guevara: una vida revolucionaria
Editorial: Anagrama, 2006
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