Las economías emergentes padecen las consecuencias de la deflación (caída de precios) de las materias primas (‘commodities’), sobre todo el petróleo. En su variedad Brent, el ‘oro negro’ registra una caída acumulada de más de 40 puntos porcentuales en los últimos 12 meses, situación que ha puesto a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en un serio predicamento ¿Qué hacer para evitar una debacle económica?

Arabia Saudita, miembro pleno del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y la OPEP, se ha opuesto en todo momento a disminuir el techo de la producción para de este modo, aumentar los precios del petróleo y sus derivados [1]. En cambio, se ha centrado obcecadamente en mantener una ‘guerra de precios’ en contra de América del Norte. Para conservar la supremacía en el mercado mundial de hidrocarburos, Arabia Saudita pretende quebrar a las empresas estadounidenses del petróleo y gas de esquisto (‘shale’) [2].

Sin embargo, su estrategia también ha provocado daños severos a los países productores de petróleo convencional (extraído en condiciones simples desde un punto de vista técnico y rentable desde un punto de vista económico), sobre todo a los de Sudamérica, el Norte de África y la región del Medio Oriente. Contrariamente a sus objetivos, Arabia Saudita se convirtió en víctima de sí misma: como los ingresos del Gobierno dependen en casi 90% del petróleo, la situación económica se ha vuelto insostenible.

Las fluctuaciones violentas de precios en el mercado, bien dotan de una poderosa musculatura económica a las naciones, o bien las colocan en el atolladero. En un primer momento, a partir de la invasión a Irak en marzo de 2003 y hasta el estallido de la crisis estadounidense (‘subprime’) en octubre de 2008, las cotizaciones del crudo tipo Brent se ubicaron por encima de los 100 dólares por barril.

Gracias al ‘boom’ del petróleo, Arabia Saudita acumuló reservas internacionales masivamente (100% del PIB), disminuyó su nivel de endeudamiento público (2% del PIB) y obtuvo tasas de acumulación nunca antes vistas. Entre 2003 y 2008, su PIB alcanzó una tasa de crecimiento anual de entre 5 y 8% (a precios constantes), de acuerdo con la base de datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

No obstante, a principios de 2009 el precio del petróleo cayó a 50 dólares como consecuencia de la contracción del crédito internacional (‘credit crunch’) y el desplome de la producción mundial de mercancías. La recesión cobró fuerza en las economías de Estados Unidos y la Unión Europea, en tanto que los países de América Latina, África y Asia-Pacífico registraron una importante desaceleración.

Con todo, en los meses posteriores las cotizaciones del crudo repuntaron, a partir de 2010 y hasta mediados de 2014 se mantuvieron entre 95 y 120 dólares, producto tanto de un amplio abanico de convulsiones geopolíticas regionales (Libia, Yemen, Siria, etcétera) como por las apuestas especulativas de los mayores bancos de inversión (Goldman Sachs, Morgan Stanley, J.P. Morgan Chase, etcétera).

La tasa de crecimiento de Arabia Saudita osciló entonces entre 1.8 y 5.5% de 2009 a 2013 (a excepción de 2011), una caída significativa si se la compara con la etapa previa (2003-2008), aunque superando a buena parte de las economías emergentes. Sin embargo, las cotizaciones se volvieron a desplomar a partir de junio del año pasado. En la actualidad, toda vez que los precios se mantienen todavía muy distantes de los alcanzados durante la primera década de los 2000, las perspectivas para acelerar el crecimiento de la economía saudita no son positivas.

A pesar de las adversidades, el rey Salmán bin Abdulaziz se ha opuesto a disminuir el gasto público y aumentar los impuestos. Tales medidas no harían sino detonar la protesta social en escala masiva. En lugar de ello, la Casa de Al-Saud apostó por profundizar la extranjerización de la economía y en paralelo, direccionar su exceso de ahorro en inversiones productivas que permitan diversificar el contenido de las exportaciones. En ese contexto, la apertura de la bolsa de valores (‘Saudi Stock Exchange’) a la inversión extranjera merece atención especial.

Cuando China se animó a liberalizar en noviembre de 2014 [3], la única economía del Grupo de los 20 (G-20) que mantenía cerrado su mercado de capitales era Arabia Saudita. De manera paulatina, estableciendo sus propios tiempos y manteniendo vigilados a los especuladores, ahora aspira a ser el Wall Street del Medio Oriente. «Nos gustaría ver una apertura gradual. No queremos que se sobrecaliente el mercado», apunta Hasan Shakib Al Jabri, el presidente ejecutivo de Sedco Capital [4].

Una vez otorgada la autorización correspondiente por el regulador bursátil, los inversionistas internacionales pueden [desde mediados de junio de este año] comprar y vender acciones de un total de 170 empresas sauditas (vinculadas a la actividad bancaria, la energía, el transporte marítimo y el comercio minorista). De esta manera, en medio de la deflación de las materias primas (‘commodities’), las empresas sauditas no petroleras pueden absorber los capitales del resto del mundo y aumentar su rentabilidad.

Por el momento existen muchas restricciones [5]. La Autoridad del Mercado de Capitales (CMA, por sus siglas en inglés) exige un mínimo de 5 años de experiencia en materia de inversiones financieras. Asimismo, las empresas que quieran invertir tienen que poseer un nivel de capitalización mínimo de 5 000 millones de dólares. Por otro lado, para mantener el poder de decisión de los empresarios sauditas en las asambleas de accionistas, la CMA determinó que como mínimo, 51% de la propiedad de las compañías debe mantenerse en manos nacionales.

Cabe mencionar que la bolsa de valores de Arabia Saudita posee una capitalización cercana a los 600 000 millones de dólares, suma equivalente a la de los otros integrantes del CCG (Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos), en tanto que su nivel de operaciones diarias se calcula en 2 500 millones de dólares. El índice bursátil, Tadawul, se encuentra entre los más importantes de las economías emergentes, su liquidez está por encima de la de sus contrapartes de Sudáfrica (JSE), Rusia (MICEX), Turquía (ISE) y México (IPC) [6].

De acuerdo con algunas previsiones, la liberalización de Tadawul detonará entre 30 000 y 50 000 millones de dólares de inversiones en Arabia Saudita los próximos 5 años [7]. Los títulos accionarios de la petroquímica Sabic, los bancos Samba y Al Rajhi, el consorcio de alimentos Savola y la empresa de telefonía Saudi Telecom, se cuentan entre los más codiciados por los inversionistas internacionales [8].

Con todo, el proceso de apertura del mercado de valores de Arabia Saudita no está libre de riesgos. Es que si bien busca ser el detonante de un cúmulo de inversiones que alivien la desaceleración del PIB, el auge del índice Tadawul podría no obstante, aumentar la volatilidad financiera y con ello, echar por la borda las esperanzas de la recuperación económica tal y como ocurre hoy en Estados Unidos ¿Serán capaces los sauditas de vencer la ‘exuberancia irracional’ (Alan Greenspan dixit)?

Fuente
Russia Today (Rusia)

[1«Oil price falls as Saudi Arabia pushes Opec cartel to hold production levels», Terry Macalister, The Guardian, June 5, 2015.

[2«Saudi claims oil price strategy success», Anjli Raval, The Financial Times, May 13, 2015.

[3«Shanghái y Hong Kong: la nueva dupla bursátil », por Ariel Noyola Rodríguez, Red Voltaire , 22 de noviembre de 2014.

[4«Saudi Arabia equity market opening just the start», Philip Stafford, The Financial Times, June 16, 2015.

[5«Saudi Arabia’s stockmarket: A cautious opening», The Economist, May 9, 2015.

[6«Saudi Stocks Slip as Foreigners Gain Access», Ahmed Al Omran & Rory Jones, The Wall Street Journal, June 15, 2015.

[7«Saudi Arabia opens its $560bn stock market to foreign investors», Simeon Kerr, The Financial Times, June 14, 2015.

[8«Saudi Arabia opens stock market: Five shares worth buying», The Telegraph, June 15, 2015.