Para el historiador ruso-armenio Sarkis Tsaturyan, las recientes declaraciones del ex presidente francés Valery Giscard d’Estaing son las primeras que confirman la voluntad de las élites francesas de restaurar su poder colonial en Siria. En 2011, fue por cuenta de Washington que Francia y el Reino Unido se hicieron cargo de la guerra secreta contra Siria. En aquel momento, Francia incluso desplegó en Siria miembros de su Legión Extranjera para crear el llamado «Ejército Sirio Libre», cuya bandera era precisamente la bandera de la colonización francesa.
La decisión de Moscú de utilizar en Siria su fuerza aérea era una etapa necesaria, esencial para mantener el equilibrio de fuerzas en el este del Mediterráneo. No había otra opción: los intereses geopolíticos de Rusia exigen detener el Emirato Islámico y la progresión de otros grupos terroristas hacia la costa del Mediterráneo. No es una cuestión de mesianismo, aunque históricamente San Petersburgo y posteriormente Moscú siempre fueron sensibles a las señales provenientes del Medio Oriente.
Por su parte, Occidente está desempolvando archivos y mapas de la época del mandato francés sobre Siria y el Líbano (de 1923 a 1946). Eso indica que, además de la frontera entre Siria y el Líbano, también se pretende cuestionar la frontera con Turquía.
Washington, Londres, París y Tel Aviv controlaron por completo la crisis siria… hasta el 14 de julio de 2015. Después de la firma, en Viena, del acuerdo con Irán, Teherán pasó al primer plano en el gran juego del aprovisionamiento en gas y en cuanto a la intensificación de la actividad militar en la frontera entre Líbano y Siria. París y Tel Aviv interpretaron ese gesto como un desafío y efectuaron una serie de golpes aéreos en territorio sirio a finales de septiembre.
Cuando el ex presidente francés Valery Giscard d’Estaing se expresó sobre ese tema [1], lo hizo siguiendo la mentalidad de las guerras coloniales del siglo XIX, exhortando la ONU a enviar a la República Árabe Siria fuerzas dirigidas por un general francés, como si el presidente Assad fuese un jefe virtual, un dignatario que podría ser descartado para consagrar la reinstauración del mandato de París.
Ante ese discurso, nos viene a la mente el precedente del general francés Henri Gouraud, quien derrotó, en 1920, al rey Faisal I de Irak (miembro de la dinastía hachemita) en la batalla de Maysalun, tomando así Damasco. Gouraud fue tan implacable durante su conquista del reino árabe de Siria que, en 1921, dividió ese vasto territorio en el Estado de Damasco, el Estado de Alepo, el Estado Alauita (conocido como el Sandjak de Latakia), el Estado Druso (denominado Jabal al-druze), el Sandjak de Alejandreta (la actual Iskanderun y la provincia de Hatay, en el sur de Turquía) y formó también el Gran Líbano (en 1920). Bajo diferentes formas, esas creaciones duraron hasta 1946, cuando París tuvo que retirar sus tropas, bajo la presión de los nacionalistas árabes.
Desde un punto de vista geográfico, los franceses operan actualmente dentro de su esfera de influencia, conformada como resultado de la conferencia de San Remo, en 1920. El pasado 27 de septiembre, la aviación francesa lanzó varios ataques sobre Deir ez-Zor, ciudad rica en petróleo y situada en el noreste del país, donde los propios franceses habían creado una guarnición militar que fue incorporada a la Siria unificada en 1946. El imperio colonial francés, enterrado bajo los escombros que dejó la insurrección argelina, sólo sobrevivió en las mentes de la élite política [francesa] y ahora se empeña en resucitar.
La paradoja es que el presidente Assad, un alauita, no pide ayuda a París, que para los sirios simboliza todo el horror del colonialismo europeo, sino que recurre a la asistencia de Moscú. Aunque la Unión Soviética se derrumbó en 1991, las poblaciones del Medio Oriente guardan recuerdos positivos de la presencia soviética en la región. En ese sentido, los golpes aéreos rusos contra las posiciones del Frente al-Nusra (franquicia de al-Qaeda en Siria) y del Emirato Islámico establecen los límites del nuevo marco postcolonial para el Medio Oriente, pero no mediante la diplomacia secreta y sino por voluntad de Damasco y de Moscú, factor que ha provocado la indignación de una Francia henchida de soberbia.
Pero todo está haciéndose de manera enteramente legal. Las acciones de Moscú cuentan con el respaldo de un tratado bilateral de amistad y asistencia mutua entre Damasco y Moscú. El presidente francés Hollande, incapaz de disimular su resentimiento, ahora acusa al presidente Assad de ser responsable de masacres [2]. París afirma que esta acusación cae en el marco de competencia de la resolución 2005 sur la «Responsabilidad de Proteger» (R2P), que obligaría el Consejo de Seguridad de la ONU a ordenar el uso de la fuerza contra los regímenes que permiten la «limpieza étnica», el «genocidio» o las «masacres masivas». O sea, los franceses no pierden las esperanzas. Después de todo, el «truco» funcionó antes contra el dirigente libio Muammar el-Kadhafi.
El incremento de la influencia de Rusia en el Medio Oriente es un hecho que ya reconocen Estados Unidos y Gran Bretaña. El primer ministro británico David Cameron, que anteriormente mantuvo una posición intransigente contra la posibilidad de que Bachar al-Assad se mantuviera en el poder, dice ahora que el presidente sirio podría desempeñar un papel en un «gobierno de transición», aunque en público sigue amenazando con enviarlo ante un tribunal internacional, en una acción sincronizada con Hollande. Según el diario The Guardian, Cameron afirma que «hasta ahora, el problema ha sido que Rusia e Irán no han sido capaces de imaginar un futuro Estado sirio sin Assad».
Los israelíes, por su parte, están furiosos desde que Putin declaró: «Nosotros respetamos los intereses de Israel vinculados a la guerra civil siria. Pero estamos preocupados por sus ataques contra Siria». Lo cual significa, en lenguaje diplomático: esto es una advertencia. El ministro de Defensa israelí, Moshe Ya’alon respondió que «Israel no coordina sus operaciones en Siria con Rusia». Ya’alon cree que la frontera entre el Israel y la República Árabe Siria es la prerrogativa exclusiva de Tel Aviv. El Kremlin no discute esa posición, que se desprende de la visión israelí de las futuras fronteras del Medio Oriente (incluyendo el Jabal al-druze). Pero no es ese el problema. Sin ayuda externa, ¿podrá sobrevivir Israel a un terremoto político en el mundo musulmán?
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En esta entrevista, publicada el 27 de septiembre 2015 en el diario francés "Le Parisien", el presidente francés Valery Giscard d’Estaing declara: «Me pregunto si sería posible obtener de la ONU un mandato de 5 años sobre Siria».
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[1] «Il faut envoyer l’ONU pour pacifier la Syrie», Valéry Giscard d’Estaing, Le Parisien/Aujourd’hui en France, 27 de septiembre de 2015. Ver el documento [en francés] que aparece al final de este trabajo.
[2] El ministerio francés de Relaciones Exteriores acaba de iniciar contra el presidente Assad una acción legal por «crimen contra la humanidad» ante la justicia francesa. Pero esto no es más que una operación de propaganda ya que la justicia francesa no puede aceptar esa acusación. Según el derecho francés, la justicia francesa podría aceptar esa acusación únicamente si se comprobase la existencia de al menos una víctima de nacionalidad francesa. La denuncia en cuestión menciona 55 000 víctimas pero sin proporcionar nombres, ni fechas de defunción, ni nacionalidades. NdlR.
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