Thierry Meyssan estima que el general Flynn se dispone a modificar radicalmente el mundo estadounidense de la Inteligencia, abandonando todas las reformas posteriores al 11 de septiembre de 2001. Su objetivo sería poner fin a la obsesión de las cárceles secretas y los asesinatos selectivos para regresar a la esencia de la labor de inteligencia: entender y anticipar la evolución del mundo.
El general Michael T. Flynn, nominado como próximo consejero presidencial para la Seguridad Nacional, está organizando una amplia reforma de los servicios de inteligencia de Estados Unidos.
Según nuestras informaciones, el general Flynn se dispone a cuestionar las grandes reformas introducidas en ese sector por las administraciones Bush y Obama, o sea:
– la unificación de las 16 agencias de inteligencia de bajo la autoridad única de un Director de la Inteligencia Nacional supuestamente encargado de garantizar que se comparta la información de inteligencia;
– la eliminación de la diferenciación entre los agentes de terreno y los analistas a favor de centros funcionales, como el que aparece en la serie de televisión 24.
Como ya habíamos subrayado entonces, y como también ha subrayado posteriormente el general Flynn:
– el Director de la Inteligencia Nacional tenía ciertamente la capacidad para centralizar la información de inteligencia hasta entonces dispersa, pero no de intervenir en el funcionamiento de las diferentes agencias. Por ejemplo, no podía destituir a un responsable incapaz de cumplir con sus funciones.
– lo más importante es el hecho que los actuales centros funcionales se especializan en el tratamiento de la información inmediata. Son capaces de localizar a un individuo en cualquier lugar del mundo y de liquidarlo. Pero eso no es labor de inteligencia, sino sólo crimen. La CIA resulta ciertamente eficaz derrocando regímenes que desagradan a la Casa Blanca y dispone de cárceles secretas, pero ya no sabe cómo anticipar la evolución de cada cual en materia de política, y menos aún en el plano militar.
En su época de director de la inteligencia militar estadounidense, Michael T. Flynn quedo tan decepcionado con el funcionamiento de la nueva CIA que trató –sin resultado– de crear en el Departamento de Defensa un servicio que debía llenar esa laguna: el Defense Clandestine Service.
Al igual que Flynn, el coronel James H. Baker, actualmente a la cabeza de la oficina estratégica del Pentágono, se opuso a los neoconservadores y ahora es probable que reciba una promoción.
La nominación del representante de Kansas y ex capitán de caballería Mike Pompeo como próximo director de la CIA parece haber estado condicionada a su previa aceptación del abandono de las reformas realizadas por las administraciones Bush y Obama. A pesar de sus declaraciones extremistas –sobre las cárceles secretas y contra los chiitas–, Pompeo tendría por consiguiente que adoptar la actitud de un soldado obediente.
El actual director de la Inteligencia Nacional, James R. Clapper, ya anunció el fin de sus funciones y su puesto está llamado a desaparecer con el fin de la administración Obama.
En el futuro, las 16 agencias de inteligencia estadounidenses ya no rendirían cuentas a un Director de la Inteligencia Nacional sino sólo al consejero de Seguridad Nacional, o sea directamente al general Flynn.
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