Nikki Haley

Poco a poco, la administración Trump va implementando su nueva política hacia el Medio Oriente.

Luego de haber reformado el Consejo de Seguridad Nacional, después de haber intercambiado información con el ejército ruso y prohibido a sus hombres que sigan respaldando a los yihadistas, en ninguna región del mundo, y de haber iniciado contra ellos ataques verdaderos en Yemen, Irak, Libia y Somalia, el nuevo presidente de Estados Unidos anuncia, por boca de sus diplomáticos que pone fin a la injerencia de su país en la vida política de los sirios.

La embajadora de Estados Unidos ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Nikki Haley, no sólo anunció que el derrocamiento del presidente Assad ha dejado de ser «la prioridad» de Washington. También declaró con toda claridad que sólo el Pueblo sirio puede escoger a su presidente, palabras que de inmediato confirmó el secretario de Estado, Rex Tillerson.

Para evaluar en toda su dimensión el camino recorrido basta recordar que, desde 2012, el plan Feltman estipulaba abrogar la soberanía del Pueblo sirio.

No queda, por tanto, otra posibilidad que reconocer que, con Donald Trump, la Casa Blanca se convierte a la práctica de la democracia, o sea al «Gobierno del Pueblo por el Pueblo, para el Pueblo», según la célebre fórmula de Abraham Lincoln. Estados Unidos está convirtiéndose en una potencia normal. Abandona el imperialismo. Renuncia a la doctrina Wolfowitz de dominación global. Y reconoce además que todos los hombres son iguales, sean o no occidentales.

El asombro de los Estados miembros de la OTAN es a la medida del acontecimiento: como desde el 11 de septiembre de 2001 han estado utilizando el concepto de «democracia» en el sentido contrario de lo que realmente significa, se han quedado anonadados.

Finalmente, el ministro de Exteriores de Francia, Jean-Marc Ayrault, declaró:

«¿Nos quedamos con Assad, o no nos quedamos con Assad? No es así como se plantea la pregunta. La cuestión es saber si la comunidad internacional respeta sus propios compromisos.»

Traducción: la cuestión no es saber lo que quieren los sirios sino si Estados Unidos y sus aliados –los «Amigos de Siria»– van a respetar o no la promesa de la administración Obama de restaurar un mandato francés en Siria.

Para el equipo del presidente francés Francois Hollande, una mala noticia nunca llega sola y Ankara ha sido la primera en abandonar a París en medio de la carretera. A raíz de la visita de Rex Tillerson, el gobierno de Turquía anunció que renunciaba a crear una «zona segura» en Manbij y Raqqa –ambas ciudades en suelo sirio–, una manera elegante de anunciar que reconoce que no puede extender a Siria la ocupación que Turquía mantiene ilegalmente en Chipre desde 1974. Termina así la alianza franco-turca.

En todo caso, el regreso de la OTAN a la práctica del Derecho Internacional ha comenzado. Ese bloque militar se une a la posición de Siria, que está defendiéndolo con su sangre, y a la de Rusia y China, que lo han protegido con 7 vetos consecutivos en el Consejo de Seguridad.

La etapa siguiente sigue siendo la que Siria ya exponía en julio de 2012: convencer al conjunto de miembros de la Organización del Atlántico Norte de que tienen que renunciar a la manipulación del terrorismo internacional. O sea, tienen que reconocer que la Hermandad Musulmana no es una cofradía árabe sino una rama de los servicios secretos británicos. Y reconocer también que los miembros de la Hermandad Musulmana no son musulmanes sino individuos que se escudan tras el Corán para favorecer el avance del imperialismo anglosajón.

Fuente
Al-Watan (Siria)