En este análisis, dividido en dos partes, el ex diplomático y profesor de ciencias políticas Peter Dale Scott muestra como Estados Unidos ha caído, por etapas sucesivas y a partir del asesinato de John F. Kennedy, en la situación que el presidente Eisenhower temía y sobre la cual incluso advirtió a sus compatriotas. Desde el 26 de octubre de 2001 y la imposición de la Patriot Act, el Estado profundo, una estructura secreta que se sitúa por encima de las apariencias democráticas, es quien realmente gobierna el país.
«Estoy conciente de la posibilidad que se instaure une verdadera tiranía en Estados Unidos. Tenemos por lo tanto que asegurarnos de que esta agencia [la National Security Agency, NSA] y todas las demás que posean estas tecnologías operen dentro de un marco legal y bajo una supervisión apropiada, para que nunca caigamos en ese abismo. Esa sería una caída sin regreso.» – Senador Frank Church (1975)
Es mi intención abordar en este artículo cuatro hechos importantes, y sin embargo mal analizados: el asesinato de John F. Kennedy, el escándalo del Watergate, el escándalo Irangate [también conocido en Latinoamérica como Irán-Contras, nota del traductor] y el 11 de septiembre. Analizaré estos hechos o eventos –que llamaré «profundos»– como parte integrante de un proceso político aún más profundo que los vincula entre sí, de un proceso que ha favorecido la construcción de un poder represivo en Estados Unidos, en detrimento de la democracia.
He mencionado, durante los últimos años, la existencia de una fuerza oscura detrás de esos hechos –fuerza que, a falta de encontrar algo mejor, le he dado el nombre o calificativo de «Estado profundo», estructura que se mueve simultáneamente dentro y fuera del Estado público. Hoy trataré por vez primera de identificar una parte de esa fuerza oscura, que ha venido funcionando al margen del Estado público desde hace al menos 5 décadas. Esta fuerza tiene un nombre que no es de mi invención: «Proyecto Juicio Final» (Doomsday Project).
Así designa el Departamento de Defensa los planes de contingencia tendientes a «garantizar el funcionamiento de la Casa Blanca y del Pentágono durante y después de una guerra nuclear o cualquier otra crisis de gran envergadura.» [1]
Aunque simple, este trabajo tiene un importante objetivo: demostrar que el Proyecto Juicio Final de los años 1980, así como los anteriores planes de crisis que condujeron a la estructuración de dicho proyecto, desempeñaron entre bastidores un papel determinante en los eventos profundos que pretendo analizar.
Dicho de manera más explícita, esta planificación fue un factor primordial tras los tres preocupantes fenómenos que hoy amenazan la democracia en Estados Unidos. El primero fue la transformación de nuestra economía en una «plutonomía», o sea en una economía con objetivos plutocráticos, caracterizada por una creciente división de Estados Unidos en dos clases –los opulentos y los desfavorecidos, los que pertenecen al «1%» y los miembros del «99%». El segundo fenómeno es la creciente militarización de Estados Unidos, y sobre todo su tendencia a librar o desatar guerras en regiones lejanas, lo cual se hecho cada vez más corriente y previsible.
Es evidente que las operaciones de esta maquinaria de guerra estadounidense han estado al servicio de los intereses del 1% que ocupa la cúspide de la pirámide [2].
El tercer fenómeno, que constituye el tema central de este ensayo, es la considerable influencia de los eventos estructurales profundos sobre la Historia de los Estados Unidos, influencia por demás cada vez más nefasta: acontecimientos misteriosos (como el asesinato del presidente John F. Kennedy, el caso de los «plomeros» del Watergate y los atentados del 11 de septiembre, que afectan brutalmente la estructura social estadounidense) tienen un tremendo impacto en la sociedad de este país. Por otro lado, constantemente implican la ejecución de actos criminales o violentos. Y son generados, para terminar, por una fuerza oscura y desconocida.
La actual descomposición de Estados Unidos en términos de disparidades de ingresos y de desigualdad en materia de riqueza, o de su militarización y su creciente tendencia belicista, ha sido objeto de muchos análisis. Mi enfoque en este ensayo tiene, a mí entender, un carácter inédito: consiste en señalar que las disparidades en materia de ingresos –dicho de otra forma, la «plutonomía»–, al igual que las tendencias guerreristas de Estados Unidos han sido considerablemente favorecidas por lo yo que llamo eventos profundos.
Es necesario comprender que las disparidades en materia de ingresos en la economía estadounidense no son fruto de una acción de las fuerzas empresariales independiente de la intervención política. Por el contrario, esas desigualdades fueron en gran parte engendradas por un proceso político continuo y deliberado que data de los años 1960 y 1970 –periodo durante el cual los individuos más ricos del país temían perder el control de este.
En aquella época, en su memorándum de 1971, el futuro juez de la Corte Suprema Lewis Powell advirtió que la supervivencia del sistema de libre empresa dependía de «la planificación y la aplicación cuidadosas, a largo plazo» de respuestas ampliamente financiadas contra las amenazas que representaba la izquierda [3]. Aquella advertencia engendró una violenta ofensiva de la derecha, coordinada por varios círculos de reflexión y generosamente financiada por un pequeño grupo de fundaciones familiares [4].
Hay que tener presente que todo aquello respondía al surgimiento de graves motines en Newark, Detroit y otras ciudades, y que la izquierda lanzaba por entonces un creciente número de llamados a la revolución (tanto en Europa como en Estados Unidos). He de concentrarme aquí en la respuesta de la derecha y en el papel de los eventos profundos en la facilitación de dicha respuesta.
La verdadera importancia del Manifiesto Powell residía no tanto en el documento en sí como en el hecho de que se redactó a pedido de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, uno de los grupos de presión más influyentes y más discretos. Por otra parte, aquel memorándum era sólo un síntoma entre tantos de que una guerra de clases estaba tomando forma en los años 1970, un proceso más amplio que venía desarrollándose tanto dentro del gobierno como fuera del mismo (y que incluía lo que Irving Kristol calificó de «contrarrevolución intelectual» y que llevó directamente a la autoproclamada «Revolución Reagan» [5].
Resulta evidente que aquel proceso más amplio se desarrolló durante prácticamente 5 décadas, mientras que la derecha inyectaba miles de millones de dólares en el sistema político de Estados Unidos. Lo que quiero demostrar aquí es que los eventos profundos también fueron parte integrante de estos esfuerzos de la derecha, desde el asesinato de John F. Kennedy hasta los atentados del 11 de septiembre.
El resultado del 11 de septiembre fue la aplicación de planes para la «continuidad del gobierno» (COG, sigla correspondiente a «Continuity of Government»), que fueron calificados en las audiencias de Oliver North sobre el escándalo Irangate, en 1987, como planes preparatorios para «la suspensión de la Constitución de los Estados Unidos». Estos planes de la COG, elaborados en base a planificaciones anteriores, fueron meticulosamente desarrollados desde 1982 en el marco de lo que ha dado en llamarse el Proyecto Juicio Final (Doomsday Project) por un equipo secreto nombrado por Reagan. Dicho equipo se componía de personalidades públicas y también privadas, entre las que se encontraban Donald Rumsfeld y Dick Cheney.
Trataré de probar que, bajo esa perspectiva, el 11 de septiembre no fue otra cosa que el resultado de una secuencia de eventos profundos que se remonta al asesinato de Kennedy, o incluso a una época anterior, y que los inicios del Proyecto Juicio Final están presentes en cada uno de ellos.
Para ser exacto, sobre estos eventos profundos, trataré de demostrar:
– 1) que en el seno de la CIA y de otras agencias similares (estadounidenses) hubo comportamientos malintencionados que contribuyeron al asesinato de Kennedy y a los atentados del 11 de septiembre;
– 2) que las consecuencias de cada evento profundo incluyeron un recrudecimiento del poder represivo autoritario a favor de esas agencias, en detrimento del poder democrático persuasivo; [6]
– 3) que existen coincidencias sintomáticas en la presencia de ciertos individuos entre los autores de estos diferentes eventos profundos;
– 4) que se observa en cada uno de esos eventos la implicación de elementos vinculados al tráfico internacional de drogas –lo cual sugiere que nuestra actual «plutonomía» es también, en cierta medida, una «narconomía»;
– 5) que tras cada uno de esos eventos se puede observar la presencia del Proyecto Juicio Final (cuyo papel se hace cada vez más importante con el paso de los años), o sea de la estructura alternativa de planificación de urgencia que dispone de sus propias redes de comunicación y opera como una red de la sombra al margen de los canales gubernamentales normales.
Los comportamientos burocráticos malintencionados como factor que contribuyó al asesinato del presidente John F. Kennedy y a la realización de los atentados del 11 de septiembre
El asesinato del presidente John F. Kennedy y los atentados del 11 de septiembre fueron facilitados por la forma como la CIA y el FBI manipularon sus propios expedientes sobre los presuntos autores de cada uno de esos hechos (Lee Harvey Oswald, en lo que llamaré el caso JFK, y los presuntos piratas aéreos Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi, en los atentados del 11 de septiembre). La decisión tomada el 9 de octubre por Marvin Gheesling, un agente del FBI, de borrar a Oswald de la lista de vigilancia del FBI es parte de esa facilitación. Esa decisión se aplicó después del arresto de Oswald en Nueva Orleáns, en agosto de 1963, y de su posterior viaje a México en septiembre. Es evidente que ambos hechos deberían haber convertido a Oswald en candidato a una vigilancia reforzada [7].
Ese comportamiento malintencionado constituye un paradigma si lo asociamos con las acciones de otras agencias, en particular con las de la CIA, en el caso JFK y en el 11 de septiembre. En efecto, el comportamiento de Gheesling va claramente en el sentido de un ocultamiento culposo de información por parte de la CIA, durante el propio mes de octubre [de 1963] –información que ocultó al FBI y según la cual Oswald se había reunido en México con Valery Kostikov, un presunto agente del KGB [8]. Ese ocultamiento contribuyó también a garantizar que Oswald no estuviese bajo vigilancia.
En efecto, el ex director del FBI Clarence Kelley se quejó en sus memorias de que la retención de información por parte de la CIA fue la principal razón que explicaba por qué Oswald no estaba bajo vigilancia el 22 de noviembre de 1963 [9]. La provocación de la Inteligencia Militar en 1963 fue más alarmante aún. En efecto, no contenta con retener información sobre Lee Harvey Oswald, una de sus unidades fabricó incluso datos falsos de inteligencia que parecían destinados a provocar una respuesta [militar] contra Cuba.
Yo califico ese tipo de provocaciones como cuentos primarios, en este caso se trata de intentos de describir a Oswald como un conspirador comunista (todo lo contrario de los posteriores cuentos secundarios, igualmente falsos, que lo describen como un rebelde solitario). Un cable del mando del IV ejército, con sede en Texas, puede ser considerado un revelador ejemplo de cuento primario. Recoge una información proporcionada por un policía de Dallas que era también miembro de una unidad de reserva de la Inteligencia Militar:
«El primer asistente Don Stringfellow, [de la] sección de Inteligencia, Departamento de Policía de Dallas, notificó al 112º Grupo INTC [de inteligencia], [asignado a] este cuartel general, que las informaciones obtenidas de Oswald revelaron su defección hacia Cuba en 1959 y su condición de miembro del Partido Comunista, del que posee un carnet.» [10]
El 22 de noviembre [de 1963, día del asesinato de JFK], aquel cable fue enviado directamente al Mando estadounidense de Ataques Militares, en Fort MacDill, Florida, la base preparada para desatar un posible ataque de represalia contra Cuba [11].
Aquel cable no era tan sólo una aberración aislada. Contaba con el respaldo de otros falsos cuentos primarios provenientes de Dallas sobre el fusil que supuestamente había utilizado Oswald. Aquellas historias falsas se basaban en particular en una serie de traducciones erróneas del testimonio de Marina Oswald. El objetivo de aquellas falsificaciones era sugerir que el fusil de Oswald en Dallas era un arma que había conseguido en Rusia [12].
Estos últimos informes falsificados sobre Marina Oswald, aparentemente no relacionados con los anteriores, pueden sin embargo llevarnos de regreso a la 488ª unidad de reserva de la Inteligencia Militar, a la que pertenecía Don Stringfellow [13]. Ilya Mamantov, el intérprete que proporcionó inicialmente la falsa traducción de los testimonios de Marina Oswald, fue escogido por Jack Crichton, un magnate del petróleo de Dallas, y por George Lumpkin, el director adjunto de la policía de la misma ciudad [14]. Crichton y Lumpkin eran [respectivamente] el jefe y el primer adjunto de la 488ª unidad de reserva de la Inteligencia Militar [15]. Dentro del círculo de petroleros de Dallas, Crichton era también un simpatizante de la extrema derecha: administrador de la Fundación H.L. Hunt, fue además miembro del Comité Américano de Ayuda a los Combatientes de la Libertad de Katanga (American Friends of the Katanga Freedom Fighters), organización de oposición a las políticas de Kennedy con respecto al Congo.
Ver video del asesinato de Lee Harvey Oswald.
Después del asesinato del presidente Kennedy, su supuesto asesino, es decir Lee Harvey Oswald, tenía que ser eliminado a su vez para que la verdad no sea conocida y tal como un chivo expiatorio, Lee Harvey Oswald fue eliminado poco después por el mafioso Jack Ruby en el mismo centro policial de detención y ante la ineficacia de varias docenas de policias que lo custodiaban.
Es importante tener en mente que ciertos miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor [JCS, siglas correspondientes a Joint Chiefs of Staff] estaban extremadamente irritados porque la crisis de los misiles de 1962 no había desembocado en una invasión contra Cuba. Por otro lado, en mayo de 1963 y bajo la dirección de su nuevo jefe, el general Maxwell Taylor, la JCS seguía convencido de que «una intervención militar de Estados Unidos en Cuba [sería] necesaria» [16]. Habían pasado 6 meses desde el momento en que Kennedy ofreciera garantías explícitas a Jruschov para la solución de la crisis de los misiles, en octubre de 1962, asegurándole que Estados Unidos no invadiría Cuba –garantías que sin embargo dependían de importantes condiciones [17].
Aquellas garantías presidenciales no impidieron que el J-5 de la Junta de Jefes de Estado Mayor (el J-5 es la Dirección de Planificación y Políticas de la JCS) elaborara una lista de de «provocaciones fabricadas para justificar una intervención militar» [18]. (Uno de los ejemplos de «provocaciones fabricadas» incluía «utilizar aviones del tipo MiG piloteados por aviadores estadounidenses para […] atacar barcos mercantes o el ejército de Estados Unidos».) [19]
Las mentiras sobre Oswald que emanaban de Dallas fueron lanzadas inmediatamente después del asesinato [de JFK], por lo tanto no bastan para probar que el asesinato haya sido un complot que implicara engaño y provocación. Sí son reveladoras, en cambio, del sentimiento anticastrista que prevalecía en la 488ª unidad de reserva de la Inteligencia Militar en Dallas, y nos confirman que aquel estado de ánimo era llamativamente similar al que existía en el J-5 en el mes de mayo de 1963 –o sea, se trataba del estado de ánimo que produjo una lista de «provocaciones fabricadas» para justificar un ataque contra Cuba. (Según Crichton, «[la 488ª unidad de reserva] contaba con un centenar de hombres, de los cuales unos 40 o 50 provenía del Departamento de Policía de Dallas.») [20]
Estos comportamientos malintencionados en el seno de las burocracias de la CIA, del FBI y del ejército –las tres agencias con las que Kennedy había tenido serios desacuerdos durante su trunca presidencia [21]– difícilmente pueden explicarse invocando la simple casualidad. Más adelante demostraré, en este mismo artículo, la existencia de un vínculo entre el petrolero de Dallas Jack Crichton y la planificación de crisis de 1963, que se convirtió en el Proyecto Juicio Final.
El mismo tipo de comportamiento malintencionado se produce en el seno de la burocracia alrededor del 11 de septiembre
En 2000 y 2001, antes del 11 de septiembre, la CIA volvió a abstenerse de comunicar al FBI la existencia de importantísimas pruebas –informaciones que, de haber sido compartidas, habrían llevado al FBI a vigilar a Khaled al-Mihdhar y a Nawaz al-Hazmi, dos de los presuntos piratas aéreos. Debido a esta importante retención de información un agente del FBI predijo con toda exactitud, en agosto de 2001, que «un día habrá gente que pierda la vida» [22]. Después del 11 de septiembre, otro agente del FBI declaró, refiriéndose a la agencia: «Ellos [la CIA] no querían que el Buró se metiera en sus asuntos –es por eso que no dijeron nada al FBI. […] Y es por eso que se produjo el 11 de septiembre. Es por eso que se produjo ese hecho. […] Ellos tienen las manos manchadas de sangre. Son responsables de la muerte de 3,000 personas.» [23] En este caso, la retención de información crucial antes del 11 de septiembre –[información] que la agencia estaba obligada a transmitir al FBI en virtud de sus propias reglas– era comparable a las disimulaciones de la NSA [24].
En otras palabras, sin esas retenciones de pruebas, ni el asesinato de Kennedy ni el 11 de septiembre hubiesen podido concretarse como lo hicieron. Como yo mismo señalo en mi libro American War Machine, tal parece como si en un momento dado
«Oswald, y más tarde Al-Mihdhar, hubieran sido preseleccionados como sujetos designados para una operación. El objetivo inicial no sería obligatoriamente cometer un crimen contra Estados Unidos. Por el contrario, probablemente se actuó para preparar a Oswald en relación con una operación contra Cuba y a al-Mihdhar para una operación contra Al-Qaeda [como yo mismo sospecho]. Pero a medida que los mitos [los que era posible explotar] comenzaban a acumularse alrededor de esos dos personajes, se hacía posible que individuos mal intencionados lograran subvertir la operación autorizada convirtiéndola en un sangriento plan cuya existencia misma se escondería después. Ya en ese punto, Oswald (y por analogía al-Mihdhar) dejaba de ser un simple sujeto designado para convertirse también en un culpable designado.» [25]
Kevin Fenton llega a la misma conclusión sobre el 11 de septiembre en su libro, muy completo, titulado Disconnecting the Dots [«Sembrando la confusión»]. O sea que «a partir del verano de 2001, el objetivo de la retención de información era permitir el desarrollo de los ataques» [26].
Kevin Fenton identificó también al principal responsable de ese comportamiento administrativo malintencionado: el oficial de la CIA Richard Blee, director de la Unidad ben Laden de la CIA. Cuando Clinton todavía era presidente, Blee había sido miembro de una facción de la CIA que militaba activamente por una implicación más belicista de la CIA en Afganistán, de conjunto con la Alianza del Norte afgana [27]. Esos proyectos se concretaron inmediatamente después del 11 de septiembre, y el propio Blee fue ascendido al rango de jefe de estación [de la CIA] en Kabul [28].
Como la retención de pruebas por parte de la CIA y la NSA en el segundo incidente del golfo de Tonkín contribuyó a desatar la guerra contra Vietnam del Norte
Ahorraré a los lectores del presente artículo los detalles de esta retención de información, ya ampliamente explicada en mi libro American War Machine (que saldrá a la venta en francés en agosto de 2012). El incidente del golfo de Tonkín es, sin embargo, comparable al asesinato de Kennedy y al 11 de septiembre ya que la manipulación de pruebas contribuyó a poner a Estados Unidos en el camino de la guerra (muy rápidamente en ese caso).
Hoy en día, historiadores como Fredrik Logevall están de acuerdo con la evaluación del subsecretario de Estado George Ball, según la cual la misión de los navíos de guerra estadounidenses en el golfo de Tonkín –que acabó dando lugar a los incidentes– «tenía un carácter esencialmente provocador» [29]. La planificación de aquella misión provocadora venía del J-5 de la Junta de Jefes de Estado Mayor [JCS], el mismo equipo que había estimado en 1963, en el caso de Cuba, que «la fabricación de una serie de provocaciones tendientes a justificar una intervención militar [era] realizable» [30].
La disimulación de la verdad por parte de la NSA y de la CIA, el 4 de agosto de 1964, se produjo en un contexto marcado por una voluntad confesa (pero controvertida), en los más altos niveles del Estado, de atacar Vietnam del Norte. En este aspecto, el incidente del golfo de Tonkín es notoriamente similar a la disimulación de la verdad –por parte de la CIA y de la NSA– que condujo directamente al 11 de septiembre, en momentos en que también existía una voluntad gubernamental de desatar la guerra (a pesar de que también en ese caso se trataba de una voluntad controvertida).
Continuará...
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Maxime Chaix y Sven Martin.
[1] Tim Weiner, «The Pentagon’s Secret Stash», Mother Jones Magazine, marzo/abril de 1992, p.26.
[2] J.A. Myerson «War is a Force That Pays the 1 Percent: Occupying American Policy» Truthout, 14 de noviembre de 2011. Cf. Peter Dale Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial: 50 ans d’ambitions secrètes des États-Unis (Éditions Demi-Lune, Paris, 2010), p.33, etc.
[3] Scott, Ibidem, p.53, pp.60-62, pp.144-46.
[4] Scott, Ibidem, p.53, pp.143-44.
[5] Scott, Ibidem, pp.51-52, pp.87-90 ; Kristol, citado en Lewis H. Lapham, «Tentacles of Rage: The Republican Propaganda Mill, a Brief History» Harper’s Magazine, septiembre de 2004, p.36.
[6] Ver por ejemplo: Peter Dale Scott, American War Machine, pp.204-05.
[7] Peter Dale Scott, The War Conspiracy, p.354.
[8] Peter Dale Scott, Deep Politics II, pp.30-33; Scott, The War Conspiracy, p.387; Scott, American War Machine, p.152.
[9] Clarence M. Kelley, Kelley: The Story of an FBI Director (Andrews, McMeel, and Parker, Kansas City, MO, 1987), p.268, citado en Scott, The War Conspiracy (2008), p.389.
[10] Scott, Deep Politics, p.275; Scott, Deep Politics II, p.80n129; Conférence des critiques de la HSCA du 17 septembre 1977, p.181. Stringfellow trabajó para Jack Revill en la brigada antivicio del Buró de Servicios Especiales del DPD [Dallas Police Département]. En el marco de aquel trabajo informó sistemáticamente al FBI sobre personas vinculadas a Jack Ruby [el asesino de Lee Harvey Oswald]. Entre esas personas se hallaba James Herbert Dolan, «tipo duro y truhán conocido [en los servicios policiales]», quien estaba fichado en la lista del FBI de los principales criminales de Dallas (Robert M. Barrett, informe del FBI del 2 de febrero de 1963, NARA#124-90038-10026, p.12 [Stringfellow]; cf. NARA#124-10212-10012, p.4 [truhán], NARA#124-10195-10305, p.9 [principales criminales]). Cf. 14 WH pp.601-02 [Ruby & Dolan]. Robert Barrett, quien recibía los informes de Stringfellow al FBI, vigilaba estrechamente a Dolan, el amigo de Ruby; también participó en el arresto de Oswald en el cine Theater, y dijo haber visto a Westbrook, un oficial del DPD, con la cartera de Oswald en el lugar del asesinato [del policía de Dallas] J.D. Tippit (Dale K. Myers, With Malice: Lee Harvey Oswald and the Murder of Officer J.D. Tippit [Oak Cliff Press, Milford, MI, 1998], pp.287-90).
[11] El cable fue enviado a título informativo a Washington, donde se recibió 3 días después (Scott, Deep Politics, p.275; Scott, Deep Politics II, p.80n129; Scott, War Conspiracy, p.382).
[12] Prueba N°1778 de la Comisión Warren, 23 WH p.383. (Los términos que realmente utilizó Marina, antes de la famosa traducción, eran relativamente anodinos: «No puedo describir [el arma] ya que para mí todos los fusiles son iguales» (Prueba N°1778 de la Comisión Warren, 23 WH p.383; analizado en Scott, Deep Politics, pp.168-72).
[13] El 22 de noviembre de 1963, el propio Stringfellow fue la fuente de otra información falsa según la cual Oswald había confesado haber asesinado al presidente y al policía Tippit (Expediente del FBI en Dallas DL 89-43-2381C; Paul L. Hoch, «The Final Investigation? The HSCA and Army Intelligence», The Third Decade, 1, 5 [julio de 1985], p.3).
[14] 9 WH p.106; Scott, Deep Politics, pp.275-76; Russ Baker, Family of Secrets, pp.119-22.
[15] Rodney P. Carlisle y Dominic J. Monetta, Brandy: Our Man in Acapulco (University of North Texas Press, Denton, TX, 1999), p.128.
[16] Junta de Jefes de Estado Mayor (JCS), «Courses of Action Related to Cuba (Case II)», Informe del J-5 a la Junta de Jefes de Estado Mayor, 1º de mayo de 1963, NARA #202-10002-10018, p.12. Cf. pp.15-16: «Estados Unidos debería intervenir en Cuba y podría (a) fabricar incidentes provocadores ostensiblemente perpetrados por el régimen de Castro para que sirvieran de pretexto a la invasión […]».
[17] Robert Dallek, An Unfinished Life, p.568 ; James A. Nathan, The Cuban missile crisis revisited, p.283; Waldron et Hartmann, Legacy of Secrecy, p.9.
[18] Junta de Jefes de Estado Mayor (JCS), «Courses of Action Related to Cuba (Case II)», Informe del J-5 a la Junta de Jefes de Estado Mayor, 1º de mayo de 1963, NARA #202-10002-10018, p.12.
[19] Ibidem, p.20. No encuentro en este documento nada que indique que hubiese que notificar al presidente que estas «provocaciones fabricadas» eran falsas. Por el contrario, el informe exhortaba a la «compartimentación de los participantes» para garantizar que la verdad de los hechos nunca saliese a la luz («Courses of Action Related to Cuba (Case II)», NARA #202-10002-10018, p.19).
[20] Citado en Baker, Family of Secrets, p.122. Uno de ellos, el detective del DPD (siglas de Dallas Police Departement) John Adamcik, era miembro del equipo que obtuvo una sábana que supuestamente se había utilizado para envolver el fusil utilizado por Oswald; prueba que la Comisión Warren utilizó para vincular a Oswald con el célebre fusil Mannlicher Carcano. Más tarde, Adamcik estuvo presente en el interrogatorio de Marina [Oswald] realizado por Mamantov sobre el tema del fusil y corroboró el recuento de este último ante la Comisión Warren. Hay razones para creer que la traducción del testimonio de Marina por Mamantov fue inexacta (Scott, Deep Politics, pp.268-70, p.276).
[21] Ver James Douglass, JFK and the Unspeakable (Orbis Books, Maryknoll, NY, 2008).
[22] 9/11 Commission Report (disponible en francés con el título 11-Septembre, Rapport final de la Commission d’enquête sur les attaques terroristes contre les États-Unis, [Équateurs, Paris, 2004]), p.259, p.271; Lawrence Wright, The Looming Tower: Al-Qaeda and the Road to 9/11 (Knopf, New York, 2006), pp.352-54 (el agente del FBI).
[23] James Bamford, A Pretext for War: 9/11, Iraq, and the Abuse of America’s Intelligence Agencies (Doubleday, New York, 2004), p.224. Para un recuento más completo sobre la retención de información por parte de la CIA antes del 11 de septiembre, ver Kevin Fenton, Disconnecting the Dots; Rory O’Connor y Ray Nowosielski, «Insiders Voice Doubts about CIA’s 9/11 Story», Salon, 14 de octubre de 2011.
[24] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.7-12, pp.142-47, etc.
[25] Scott, American War Machine, p.203.
[26] Fenton, Disconnecting the Dots, p.371, cf. p.95. De manera bastante diferente, Richard Clarke, quien fungía como coordinador nacional de contraterrorismo en la Casa Blanca durante el 11 de septiembre, dijo que «había habido una decisión en la cúpula de la CIA que ordenaba [a los agentes interesados] no compartir la información» (Rory O’Connor y Ray Nowosielski, «Insiders Voice Doubts about CIA’s 9/11 Story», Salon, 14 de octubre de 2011). Ver aquí la traducción al francés: «La réaction des initiés et leurs doutes à propos de la version de la CIA concernant le 11-Septembre.»
[27] Coll, p.467-69.
[28] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.107-08.
[29] James Bamford, Body of Secrets, p.201. Cf. Fredrik Logevall, Choosing War: The Lost Chance for Peace and the Escalation of War in Vietnam (University of California Press, Berkeley, 1999), p.200, citan a John Prados, The Hidden History of the Vietnam War, (Ivan R. Dee, Chicago, 1995), p.51.
[30] Junta de Jefes de Estado Mayor (JCS), «Courses of Action Related to Cuba (Case II)», Informe del J-5 a la Junta de Jefes de Estado Mayor, 1º de mayo de 1963, JCS 2304/189, NARA #202-10002-10018, disponible para consulta aquí [o aquí, pp.177-190].
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