Las ciencias de la comunicación, cuyo desarrollo ha dirigido la CIA a partir de los años 50, han sido un instrumento esencial de la «guerra psicológica» contra los gobiernos prosoviéticos y los países resistiendo al dominio de los EEUU. En colaboración entre el ejército US y los servicios secretos, los especialistas del comportamiento ayudaron a recoger información sobre «el enemigo», a elaborar la propaganda atlantista (OTAN), a prevenir el surgimiento de movimientos de liberación hostiles a Washington, llegando incluso a servir de consejeros a los expertos en torturas. Esta «alianza entre lo científico y lo político» dio lugar a un dispositivo que aún se utiliza hoy en día para difundir la voz de Estados Unidos por el mundo.
A partir de 1945, los presidentes Harry Truman [1] y Dwight Eisenhower [2] institucionalizan las agencias de propaganda creadas durante la Segunda Guerra Mundial y les asignan como nueva misión la lucha contra la Unión Soviética y las repúblicas socialistas, a las cuales las designan como países satélites.
La estrategia general que elaboraron Truman y sus consejeros, llamada «containment», consiste en bloquear la expansión del comunismo mediante el control de los movimientos de emancipación nacional que pudieran tener la intención de llevar al poder a dirigentes prosoviéticos o prosocialistas. Este ambicioso proyecto exige la colaboración de expertos capaces de proveer datos geográficos, económicos, culturales, psicológicos y sociológicos que puedan ser explotados por el ejército y los servicios secretos.
En ese contexto, ciertos especialistas de «ciencias» del comportamiento, algunos de los cuales habían sido utilizados ya contra el Tercer Reich, son enrolados en los nuevos servicios de propaganda de la Guerra Fría.
Ya en noviembre de 1945, el general John Magruder propone confiar a la inteligencia militar un ambicioso proyecto de propaganda «en tiempo de paz» basado en el aporte de las ciencias humanas. Pero su iniciativa no logra convencer al presidente estadounidense Truman quien decide el desmantelamiento del OSS [3] de «Wild Bill» Donovan, protegido de Roosevelt.
Siguiendo la misma lógica, el Buró de Información de Guerra (OWI) [4], acusado de haber favorecido la reelección de Roosevelt en 1944, es disuelto. En enero de 1946, Truman establece el Grupo Central de Inteligencia (CIG) que se convierte en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) algunas semanas después.
Las operaciones son inconfesables e inimaginables: -«propaganda, guerra económica, acción directa preventiva, sabotaje, antisabotaje, demolición, subversión contra los Estados hostiles, asistencia a movimientos de liberación clandestinos, guerrilla, asesinatos, apoyo a grupos indígenas que combatan los países enemigos del “mundo libre”...» son confiadas a la OPC [5], dirigida por un veterano del OSS, Franck Wisner.
Teóricamente la OPC depende de la CIA.
En la practica Wisner, bajo la complaciente autoridad de George Kennan, dispone de una libertad de acción más que amplia. La OPC se encarga de una parte substancial de las operaciones de «guerra psicológica». Wisner recluta para ello científicos que garantizarán la búsqueda de datos y se encargarán de convencer a intelectuales «neutros» y, claro está, de elaborar la propaganda atlantista (de la OTAN).
¿Qué es la guerra psicológica?
Las operaciones psicológicas designan un conjunto muy amplio de actividades que van de la propaganda radial a la tortura y demandan conocimientos profundos sobre las poblaciones a las que van dirigidas. En un documento redactado en 1948, las fuerzas terrestres estadounidenses definen así la «guerra psicológica»: «[Esta] emplea medios físicos o morales diferentes a las técnicas militares ortodoxas, medios que buscan:
– Destruir la voluntad y la capacidad combativa del enemigo.
– Privarlo del apoyo de sus aliados.
– Acrecentar entre nuestras tropas y las de nuestros aliados la voluntad de vencer.
La guerra psicológica utiliza toda arma que pueda influenciar la voluntad del enemigo. Las armas son psicológicas solamente por el efecto que producen y no por su naturaleza misma. Por ello, la propaganda abierta (blanca), secreta (negra) o gris -subversión, sabotaje, asesinatos, operaciones especiales, guerrilla, espionaje, presiones políticas, culturales, económicas y raciales- son consideradas como armas utilizables [en el marco de la guerra psicológica]».
Para llevar a cabo este programa de «guerra psicológica», los servicios secretos reclutan especialistas de las ciencias del comportamiento capaces de inventar la propaganda blanca «simple, clara y repetitiva» y la propaganda negra destinada a sembrar en el campo del adversario «el desorden, la confusión... el terror».
Proyectos Troy y Camelot
El proyecto Troy consiste en movilizar investigadores para definir los diferentes medios disponibles para difundir la «Verdad» (la propaganda estadounidense) del otro lado de la Cortina de Hierro (3). El objetivo es reforzar el dispositivo de la Voice of America (VOA), red de radiodifusión creada por el International Information Service (IIS), un organismo que estableció Truman para reemplazar el OWI.
Voice of America es una operación de propaganda «blanca». Su objetivo es la promoción de Estados Unidos («Democracia», «American way of life», «Libertad» son, claro está, los principales leitmotiv del discurso de la VOA). En el punto de partida del proyecto Troy está James Webb, consejero del secretario de Estado Dean Acheson y partidario precoz de la «guerra psicológica». Weeb aconseja el acercamiento entre expertos universitarios y el gobierno.
Los científicos del proyecto Troy establecen un informe donde afirman que Voice of America no bastará para penetrar la Cortina de Hierro. Ante este relativo fracaso, aconsejan otros medios. El proyecto Troy debía concentrarse inicialmente en la radiodifusión y el lanzamiento de propaganda mediante globos.
Yendo más allá de los objetivos que proponen sus mecenas -la fuerza aérea, la marina de guerra y probablemente la CIA-, los expertos proponen otros canales para vehicular la propaganda «blanca»: intercambios universitarios, publicación de libros... y apuntan que la información puede propagarse utilizando simplemente el correo y mediante diarios profesionales u otras publicaciones comerciales e industriales.
El estudio incluye recomendaciones prácticas muy precisas. Los miembros del proyecto Troy [6] aconsejan, por ejemplo, centralizar las operaciones de propaganda. Siguiendo esa opinión, Truman establece el Psychological Strategy Board, intensifica los estudios sobre la «sociedad soviética» [programa de entrevistas con disidentes] y favorece la creación del CENIS [7].
Esta primera colaboración de gran envergadura prefigura operaciones similares. La fuerza aérea pide, en 1950, un informe sobre la población coreana. Wilbur Schramm (considerado como el padre fundador del paradigma de la comunicación de masas), John Ridley y Fredericks Williams reciben la misión de entrevistar refugiados anticomunistas para elaborar una táctica de propaganda en Corea.
El estudio da lugar a dos tipos de documentos: publicaciones en Public Opinion Quaterly (POQ), la revista oficial de los partidarios de la «guerra psicológica», un libro intitulado The Reds Take a City así como un informe secreto destinado a las fuerzas terrestres.
Otra expresión de la «guerra psicológica», el proyecto Camelot, consiste, en los años 60, en establecer modelos sobre los procesos que conducen a revoluciones nacionales en los países del Tercer Mundo para facilitar la dirección de operaciones de contra-insurrección.
Camelot ilustra a la perfección la intensificación de las relaciones entre los estudiosos del comportamiento y los servicios secretos estadounidenses. Emprendido en 1963, este proyecto, destinado a facilitar las intervenciones en Yemen, Cuba y el Congo belga, debe -teóricamente- permitir prever y prevenir el riesgo de revolución.
En Chile, algunos diarios de izquierda denuncian la implicación del gobierno estadounidense, que dirige Camelot mediante la Organización de Investigación de Operaciones Especiales (SORO). El «plan de espionaje yanqui» fracasa parcialmente ya que, al parecer, las conclusiones del estudio servirán a los servicios secretos estadounidenses para derrocar a Allende y establecer en Chile la junta del general Pinochet [8].
Enrolar a los universitarios
El entendimiento entre un grupo de universitarios y las fuerzas terrestres permite la aparición de una nueva ciencia concebida como un instrumento destinado a los servicios secretos. Las ciencias de la comunicación y el paradigma de «la comunicación de masas», financiados por créditos de la fuerza aérea, la marina de guerra, la CIA, el Departamento de Estado (...) aportan numerosos elementos útiles con el fin de elaborar una propaganda eficaz que debe atravesar la Cortina de Hierro por diferentes vías (volantes, radiodifusión...).
El campo de estudio de la disciplina es amplio: técnicas de persuasión, sondeos de opinión, interrogatorios, movilizaciones políticas y militares, propagación de ideología...
Para satisfacer la demanda de datos científicos se toma la decisión de financiar varios centros:
– Bureau of Applied Social Research (BASR), de Paul Lazarsfeld, instalado en la universidad de Columbia.
– Institute for International Social Research (IISR), de Hadley Cantril.
– Center for International Studies (CENIS), de Ithiel de Sola Pool (Instituto Tecnológico de Massachussets) cuyos fondos, distribuidos por la Fundación Ford [9], provienen en realidad de la CIA.
– Bureau of Social Science Research (BSSR), financiado directamente por la CIA que desea perfeccionar las técnicas de interrogatorio.
O sea, se concibe la tortura como un campo de investigación de las ciencias sociales [10]. A partir de la guerra de Corea, se le encarga al BSSR, principal centro de investigación de la propaganda «negra», la realización de diferentes estudios a pedido del ejército.
Se trata esencialmente de determinar los «blancos y factores de vulnerabilidad» de las poblaciones de Europa del Este teniendo el cuidado de definir diferentes «aspectos de la violencia psicológica». Concretamente, el BSSR elabora informes sobre los efectos de las técnicas tradicionales de interrogatorio de prisioneros -descargas eléctricas, golpes, drogas... Financiados por la CIA (50% del presupuesto social del centro), estos estudios permiten recoger información, específicamente sobre las poblaciones de Vietnam y de África, con el objetivo explícito de mejorar la eficacia de la tortura [11].
Una revista: Public Opinion Quarterly
En 1937, De Witt Poole, de la universidad de Princeton, crea la revista Public Opinion Quarterly (POQ). Esta publica artículos de «guerra psicológica», provenientes sobre todo del OWI, estudios sobre el estado moral de los civiles alemanes durante la guerra, ensayos sobre el entrenamiento de las tropas, reflexiones sobre la propaganda de guerra... Ciertas investigaciones parecen inspiradas directamente en las preocupaciones de los servicios secretos y las agencias de propaganda (sondeos de opinión en Francia e Italia...)
El consejo de administración de la revista se compone de especialistas que participan en el proyecto psicológico de la CIA: Paul Lazarsfeld, Hadley Cantril, Rensis Likert y De Witt Poole (que se convertirá más tarde en el presidente del National Committee for Free Europe).
El estudio de los sistemas de comunicación de los países que domina la Unión Soviética o que podrían ser conquistados por grupos comunistas permita recoger informaciones que los estrategas de las fuerzas terrestres pueden utilizar inmediatamente, así como indicaciones -a veces muy precisas- sobre las modalidades de propagación de la propaganda «blanca» y los métodos «negros» de difusión del terror. Las ciencias de la comunicación, concebidas como medios de vigilancia y de coerción, tienen por consiguiente una vocación puramente manipuladora.
Las ciencias de la coerción contra el neutralismo
El paradigma de la comunicación de masas, surgido del financiamiento de los servicios de la Guerra Fría, se inserta en un plan intelectual más amplio que consiste en dividir el mapa del mundo según la lógica maniquea de los estrategas estadounidenses. Las tesis que defiende el patriarca de esta disciplina, Wilbur Schramm, dan una perspectiva de esta dimensión reductora de las ciencias de la comunicación.
El sistema de Schramm (como el de Leo Strauss) se basa en el antagonismo «good guys / bad guys» (buenos y malos). Ese principio moral (el comunismo simboliza el Mal y Estados Unidos el Bien) es compartido por la mayoría de los intelectuales o científicos comprometidos con el gobierno estadounidense en la lucha contra la expansión soviética. En esta lucha maniquea, el neutralismo se ve obligatoriamente como una traición.
Más que convencer a los partidarios del comunismo, el combate intelectual consiste en implicar a los neutrales. En el Congreso por la Libertad de la Cultura, los New York Intellectuals seguidos por una multitud de defensores europeos del atlantismo, como Raymond Aron, en Francia señalan el neutralismo como blanco fundamental de «su» trabajo.
Los especialistas de la comunicación trabajan también a favor de ese plan general concebido por la CIA y la OPC. En un artículo publicado en POQ, Daniel Lemer se interroga sobre los diferentes aspectos del neutralismo y elabora un retrato tipo de los individuos que forman parte de esta categoría. A la pregunta ¿Cómo reconocer a un neutral?, el autor responde: «[Para un neutral] escoger entre Estados Unidos y la URSS no es lo mismo que escoger entre la libertad y la esclavitud». Lemer establece varios síntomas de neutralismo: «Paz, seguridad, distensión de las relaciones internacionales».
Más allá del parecido entre las líneas ideológicas de la «guerra psicológica» y las del Congreso por la Libertad de la Cultura que muestran la coherencia relativa del plan concebido por Wisner y los dirigentes de la CIA, se puede notar que los especialistas de la «manipulación de masas» son frecuentemente marxistas arrepentidos. Un ejemplo de ello es la carrera de Paul Lazarsfeld. A fines de los años 20, el que será uno de los principales ideólogos de la «comunicación de masas» es un socialista activo.
En Francia, tiene relaciones con la SFIO y con Leo Lagrange. En 1932, la Fundación Rockefeller le ofrece una beca de dos años para estudiar en Estados Unidos. Considerando que existe «una correspondencia metodológica entre la compra de jabón y el voto socialista», se da a conocer escribiendo artículos de marketing.
El gobierno y los servicios secretos reparan rápidamente en él y colabora en un programa de investigación sobre los efectos de la radiodifusión (el Radio Research Program) financiado por la Fundación Ford y fundado por el BASR, cuya fuente de financiamiento son esencialmente los contratos del ejército y de la CIA.
En 1951, es nombrado consejero para las Ciencias Sociales en la Fundación Ford. Facilita entonces la creación en Austria de un Instituto de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales y el comienzo de un programa de intercambio con Yugoslavia y Polonia. En los años 60, se le asignan puestos de experto ante la UNESCO y la OCDE [12].
Paul Lazarsfeld rompió, por tanto, con los grupos socialistas para incorporarse a los equipos científicos de la «guerra psicológica». Pero no es el único que siguió ese camino, digno de los New York Intellectuals [13]. Leo Lowenthal, uno de los principales colaborares de POQ, también participó activamente en la elaboración de técnicas «psicológicas» para combatir a sus ex-amigos marxistas.
El terreno científico de los «estudiosos del comportamiento» es el estudio de los sistemas de comunicación de los países «de riesgo». Por consiguiente, no tiene nada de sorprendente el que la historia de esa disciplina esté ligada a conflictos (Corea, Vietnam... y, secretamente, Chile y Angola...) en los que interviene Estados Unidos durante la Guerra Fría.
Vigencia de la «guerra psicológica»
El dispositivo creado por Wisner se mantuvo al término de la Guerra Fría. Paralelamente al reclutamiento de los «estudiosos del comportamiento», la CIA financió la creación de numerosos centros de investigación internacional o «area studies» con el objetivo de producir información sobre las zonas geográficas «de riesgo».
Ya en 1947, la Fundación Carnegie provee los fondos necesarios para la creación del Centro de Investigaciones sobre Rusia (Russian Research Center). A partir de 1953, una de las principales pantallas de la CIA, la Fundación Ford, procura fondos a 34 universidades para que se desarrollen en ellas investigaciones internacionales.
Este proyecto se extiende más allá de Estados Unidos. La Fundación Rockfeller financia, verificando cuidadosamente la etiqueta política de los investigadores subvencionados, diferentes centros de «Area studies» en Francia. La VIª Sección de la Escuela Práctica de Altos Estudios, que se convertirá más tarde en Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS), acoge equipos de investigadores que generan trabajos sobre China, Rusia y otras regiones de interés para los servicios estadounidenses. Aún hoy, los estudios internacionales siguen estando entre las preocupaciones esenciales de la EHESS.
Asimismo, la Voice of America, la red de radiodifusión de la propaganda estadounidense -juguete favorito de los estudiosos del comportamiento del proyecto Troy- sigue en activo. La ley, votada por el Congreso en 1960, que promulgó el presidente Ford estipula: «La comunicación directa [la propaganda blanca] por radio con los pueblos del mundo sirve a largo plazo a los intereses de Estados Unidos (...) Las noticias de la VOA serán precisas, objetivas y completas (...) La VOA presentará la política de Estados Unidos de manera clara y eficaz (!)»
Difundidos mediante el transmisor de Greenville (Carolina del Norte), los programas de la VOA se destinan actualmente a los países africanos y parecen dirigidos esencialmente a servir de contrapeso a la influencia francesa en la región (la VOA estableció además un servicio en idioma francés en 1960).
Proclamando su independencia, la VOA concluya así su carta: «En el mundo, y específicamente en África, la radio sigue siendo el principal medio de acceso a la información. Hoy como ayer (sic), nuestro objetivo es presentar programas que contengan informaciones fiables e imparciales, con las cuales deben poder contar nuestros oyentes».
De manera general, las ciencias de la comunicación favorecieron el surgimiento de una nueva forma de propaganda de guerra adaptada a la Guerra Fría, o sea concebida no para un afrontamiento clásico sino a la vez para la batalla ideológica Este-Oeste y los conflictos de baja intensidad que tuvieron lugar en el Tercer Mundo.
En 2001, la administración de George W. Bush reactivó el conjunto de dispositivos de la Guerra Fría, no para luchar contra la Unión Soviética sino para imponer un Nuevo Orden Mundial. A partir de los atentados del 11 de septiembre 2001, la justificación de esta reactivación han sido las necesidades de la «guerra contra el terrorismo».
En ese contexto, la CIA recurre de nuevo a las universidades. El director de investigaciones científicas en el seno de la Agencia, John Philips, tomó el control del Rochester Institute of Technology; Michael Crowl, subdirector de la sociedad de economía mixta de la CIA en el sector informático, se convirtió en rector de la universidad de Arizona; mientras que Robert Gates (ex-patrón de la CIA bajo Bush padre) dirige actualmente la Texas A&M University.
[1] Presidente democrata de los EEUU (1884-1972), remplazó a Roosevelt y ordenó arrojar la bomba atómica sobre Japón. Apoyo la Guerra Fría y desarrolló una política agresiva frente a la Unión Soviética y la China comunista
[2] General y presidente republicano de los EEUU (1890-1969), comandante en jefe de la OTAN
[3] La OSS (Office of Strategic Services) es un servicio secreto de inteligencia y acción exterior, establecido durante la Segunda Guerra Mundial. Utilizó a personalidades de las ciencias sociales como Herbert Marcuse o Margaret Mead.
[4] El Office of War Information se encontraba bajo la dirección de Elmer Davis.
[5] La OPC (Office of Policy Coordination) es la estructura directiva de la red «stay-behind». Ver: «Stay-behind: Las redes estadounidenses de desestabilización y de injerencia» por Thierry Meyssan, Voltaire, 20 de julio de 2001.
[6] Alan Needell, «Project Troy and the Cold war annexation», in Universities and Empire, Money and politics in the social sciences during the Cold war, The New Press, 1998.
[7] El Center for International Studies (CENIS) es un departamento del célebre MIT (Massachusetts Institute of Technology) dirigido por Max Millikan.
[8] Ellen Herman, «Project Camelot and the Career of Cold War Psychology», ibid.
[9] «La Fundación Ford, fachada filantrópica de la CIA», Voltaire, 31 de enero de 2005.
[10] «Los manuales de tortura del ejército de los Estados Unidos» por Arthur Lepic, Voltaire, 8 de junio de 2004.
[11] Christopher Simpson, Science of Coercion, Communication Research and Psychological Warfare, 1945-1960, Oxford University Press, 1994.
[12] Michael Pollack, «Paul Lazarsfeld, fondateur d’une multinationale scientifique» (Paul lazarsfeld fundador de una multinacional científica), in Actes de la recherche en sciences sociales, n° 25, enero de 1979.
[13] «Los New York Intellectuals y la invención del neoconservadurismo» por Denis Boneau, Voltaire, 4 de febrero de 2000.
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