El general Leonid Ivashov era el jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas rusas en el momento de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Este militar, que vivió los hechos desde dentro, nos ofrece un análisis muy diferente al de sus colegas estadounidenses. Al igual que en su intervención ante la conferencia Axis for Peace 2005, nos explica en estas líneas que el terrorismo internacional no existe y que los atentados del 11 de septiembre fueron un montaje. Lo que estamos viendo no es más que un terrorismo manipulado por las grandes potencias y no existiría sin ellas. Afirma que, en vez de fingir una «guerra mundial contra el terrorismo», la mejor manera de reducir los atentados se encuentra en el restablecimiento del derecho internacional y la cooperación pacífica entre los Estados así como entre sus ciudadanos.
Como lo demuestra la situación mundial, el terrorismo aparece allí donde se exacerban las contradicciones, donde se produce un cambio en las relaciones sociales o un cambio de régimen, donde aparece una inestabilidad política, económica o social, donde se libera algún potencial agresivo, donde aparece la decadencia moral, donde triunfan el cinismo y el nihilismo, donde se legaliza el vicio y donde prolifera la delincuencia.
Es la globalización la que crea las condiciones para esos fenómenos extremadamente peligrosos. Es en ese marco que se produce el nuevo trazado del mapa geoestratégico mundial, que se redistribuyen los recursos del planeta, que se deshacen las fronteras de los Estados, que se hace pedazos el derecho internacional, que se borran las particularidades culturales, que la vida espiritual se empobrece...
El análisis de la esencia del proceso de globalización, y de las doctrinas políticas y militares de Estados Unidos y de ciertos países, prueba que el terrorismo contribuye a concretar un dominio mundial y la sumisión de los Estados a una oligarquía global. Eso significa que el terrorismo no es un ente independiente de la política mundial sino simplemente un instrumento, un medio para instaurar un mundo unipolar con un centro único de dirección mundial, un pretexto para borrar las fronteras nacionales de los Estados e instaurar el dominio de una nueva élite mundial. Precisamente esa élite constituye el tema clave del terrorismo mundial, es su ideólogo y su «padrino».
El blanco principal de la élite mundial es la realidad natural, tradicional, cultura e histórica, es el sistema existente de relaciones entre Estados, el orden mundial nacional y estatal de la civilización humana, es la identidad nacional.
El terrorismo internacional actual es un fenómeno que combina el empleo del terror por parte de estructuras políticas estatales y no estatales como medio de alcanzar sus objetivos políticos mediante la intimidación, la desestabilización social y sicológica de la población, la anulación de la voluntad de resistencia de los órganos del poder y la creación de condiciones propicias para la manipulación de la política del Estado y la conducta de sus ciudadanos.
El terrorismo es el arma utilizada en un nuevo tipo de guerra. Al mismo tiempo, el terrorismo internacional, en contubernio con los medios de difusión, se convierte en el sistema de gestión de los procesos globales. Es precisamente la simbiosis entre los medios y el terror lo que crea las condiciones que permiten imprimir giros a la política internacional y modificar la realidad existente.
Si analizamos en ese contexto lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, podemos llegar a las siguientes conclusiones:
1. Los organizadores de aquellos atentados son los círculos políticos y los círculos de negocios que tenían interés en desestabilizar el orden mundial y disponían de los medios necesarios para financiar la operación. La concepción política de ese acto maduró allí donde aparecieron tensiones en la administración de los recursos –financieros y de otro tipo. Hay que buscar las razones de los atentados en la coincidencia de intereses del gran capital a nivel transnacional y global, en los círculos que no están satisfechos con el ritmo del proceso de globalización o la dirección que toma ese proceso.
A diferencia de las guerras tradicionales cuya concepción determinan políticos y generales, los iniciadores fueron esta vez oligarcas y políticos sometidos a éstos.
2. Únicamente los servicios secretos y sus jefes actuales o en retiro –pero que mantuvieron influencia dentro de las estructuras estatales– tienen la capacidad de planificar, organizar y dirigir una operación de tal envergadura. Generalmente son los servicios secretos quienes crean, financian y controlan las organizaciones extremistas. Sin apoyo de los servicios secretos ese tipo de estructuras no puede existir –y mucho menos efectuar acciones de tal envergadura dentro de países particularmente bien protegidos. Planificar y realizar una operación de esa escala es extremadamente complicado.
3. Osama bin Laden y «Al Qaeda» no pueden ser ni organizadores ni ejecutantes de los atentados del 11 de septiembre. No disponen ni de la organización requerida para ello ni de los recursos intelectuales o los cuadros necesarios. Por consiguiente, hubo que crear un equipo de profesionales y los kamikazes árabes son figurantes utilizados para enmascarar la operación.
La operación del 11 de septiembre modificó el curso de los acontecimientos en el mundo en la dirección que habían escogido los oligarcas internacionales y la mafia transnacional, o sea quienes aspiran a controlar los recursos naturales del planeta, la red mundial de información y los flujos financieros. Esa operación favoreció también a la élite política y económica de Estados Unidos que aspira también a la dominación global.
La utilización del término «terrorismo internacional» apunta a los siguientes objetivos:
– enmascarar los verdaderos objetivos de las fuerzas desplegadas a través del mundo en la lucha por la dominación y el control;
– desviar los reclamos de los pueblos hacia una lucha de objetivos indefinidos contra un enemigo invisible;
– destruir normas internacionales fundamentales, alterar la concepción de términos como: agresión, terror estatal, dictadura o movimiento de liberación nacional;
– privar a los pueblos de su legítimo derecho a la resistencia armada contra la agresión y a la acción contra el trabajo de zapa de servicios extranjeros de inteligencia;
– establecer la renuncia a la defensa prioritaria de los intereses nacionales, transformar objetivos en el plano militar mediante un deslizamiento hacia la lucha contra el terrorismo, violar la lógica de las alianzas militares en detrimento de una defensa conjunta y que favorezca la coalición antiterrorista;
– resolver problemas económicos mediante una fuerte imposición militar que tome como pretexto la lucha contra el terrorismo.
Para luchar eficazmente contra el terrorismo internacional es necesario tomar las siguientes medidas:
– confirmar ante la Asamblea General de la ONU los principios de la Carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional como principios que todos los Estados están obligados a respetar;
– formar una unión geoestratégica de civilización (tomando quizás como base la Organización de Cooperación de Shangai, en la que se agrupan Rusia, China, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán) con una escala de valores diferente a la de los atlantistas; elaborar una estrategia de desarrollo de los Estados, un sistema de seguridad internacional, otro modelo económico y financiero (lo cual significaría asentar de nuevo el mundo sobre dos pilares);
– vincular (bajo la égida de la ONU) las élites científicas a la elaboración y promoción de los conceptos filosóficos del Ser Humano del siglo XXI;
– organizar la interacción de todas las confesiones religiosas del mundo, en nombre de la estabilidad del desarrollo de la humanidad, de la seguridad y del apoyo mutuo.
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