Los actuales indicadores del Ecuador no muestran que la economía nacional esté creciendo, la tendencia más bien es a la contracción y la recesión. Y esto se debe a que desde 1981 se han aplicado un total de 14 programas macroeconómicos y se han firmado 10 Cartas de intención con el Fondo Monetario Internacional (FMI), generando en el país, no desarrollo, sino atraso y dependencia.
En los últimos 20 años, el destino de la economía ha sido conducido por varios personajes que han rotado permanentemente entre el Banco Central (BC) y el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), desde donde han consolidado el monopolio económico de ciertos sectores de poder.
Según el analista económico y ex funcionario del BC, Patricio Ruiz, «existen una serie de funcionarios de antaño, que tienen una misma escuela de formación, como Ana Lucía Armijos, Abelardo Pachano, Augusto de la Torre, Leopoldo Báez, Sixto Cuesta, entre otros». Además, el ex ministro de Economía, Mauricio Pozo, que estaría vinculado con el Banco del Pichincha y Produbanco; y otros funcionarios que se encuentran como representantes del país en el FMI, la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y que, a criterio de Ruiz, son parte de la burguesía financiera corrupta y especulativa.
Es interesante ubicar, dice Ruiz, que los grupos que hoy manejan la política económica del gobierno: el grupo Produbanco y Banco del Pichincha, manejaban la economía en 1981. «Desde ese año el Ecuador no tiene soberanía sobre su política económica, y ha sido el FMI quien la ha delineado en detalle».
La crisis que estalló en 1999 fue el resultado de una acumulación capitalista orientada por esta política.
Luego vino la dolarización, que produjo una relativa recuperación económica, que nunca llegó a igualar los niveles de los años 80.
Hoy la luna de miel de la dolarización se acabó. Ya empieza a colapsar.
Para Ruiz, uno de los efectos más graves de la dolarización y de las políticas fondomonetaristas aplicadas durante estos años es la desnacionalización de la producción.
«La competitividad no mejorará en el país porque la tendencia desde los años 2001, 2002 y 2003 en la relación del tipo de cambio real con países como Colombia es cada vez más negativa para el Ecuador. Precisamente con Colombia hemos perdido la capacidad competitiva en el orden del 26%».
Hoy vivimos un proceso deflacionario, esto es una reducción de los precios por la contracción de la demanda; empiezan a caer las ventas de las empresas, sus ganancias, el consumo de los hogares, empieza a incrementarse el desempleo, hay una liquidación de las empresas, y una deslocalización de las mismas.
Un ejemplo traído a colación por Ruiz es Sumesa, empresa que deslocalizó su producción: en lugar de producir en el Ecuador, su planta ahora está funcionando en Perú.
«Muchas empresas de productoras se transformaron en puramente comercializadoras, es decir, únicamente importan sus propios productos que los elaboran afuera, y los venden en el mercado interno.
Esto es algo muy similar a lo que ocurrió en Argentina, previo a la salida catastrófica del esquema de convertibilidad. Los brasileños crearon una serie de atractivos para las empresas argentinas, que terminaban localizándose en ese país. Les crearon exoneraciones tributarias, exoneraciones de agua, luz, de telefonía y les dotaban de cierta infraestructura, entonces las empresas argentinas se situaron en Brasil, dejando quebrado el aparato productivo».
A la deslocalización de las empresas en los mercados peruano y colombiano, debido a los altos costos salariales y productivos, se suma al ingreso al Ecuador de varios productos desde estos mismos países. Muchas de las empresas nacionales se convirtieron en comercializadoras, sobre todo de elaborados de plásticos, cartón y productos químicos para la agricultura.
Y encima, hoy, con estos indicadores perjudiciales para la economía ecuatoriana, se pretende firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, un proceso que se explica desde el punto de vista de acumulación de estos grupos como intermediarios de las grandes transnacionales, más no como promotores del desarrollo de la producción nacional.
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