La discusión teórica sobre la violencia ya sea desde un punto de vista filosófico, político, o pacifista es apasionante -es uno de los temas que caracteriza nuestra realidad. Necesitamos un mayor acercamiento hacia el contexto y condiciones que la alimentan; contribuir a la discusión a partir de la teoría Galtung sobre la violencia directa y la violencia estructural.
Podemos comprobar, por ejemplo, que para que la violencia florezca es necesaria la existencia de una sociedad social y politicamente desestabilizada, en ese milieu la violencia tiende curiosamente a ser justificada ora por parte del verdugo, ora por parte de la víctima -en un cambio de máscaras. Pese a que deshumaniza y embrutece a los que la infligen y a los que la sufren, tiene la “propiedad” de ir anulando las posibilidades de lograr los objetivos que se invocaron para justificarla. Estas fuerzas, están destinadas a colisionar al precio de sangre mientras paradójicamente alejan, desvirtúan, distorsionan, vician, la posibilidad de llegar al buscado compromiso o acuerdo. En la base de estos volátiles mecanismos se multiplican características de la violencia que reconocemos como neutralizadoras del Consenso.
Cuando su presencia trasciende al sistema político, se complica su dinámica como dijimos al estar destinada malgré a interactuar con la moral y los valores (v. C.B. Los valores en la acción política) , en su afán la legitimación propia y de deslegitimación de las élites de autoridad política se favorecen condiciones de conflicto constante: es decir, se persigue el consenso mientras autobloquea su propio objetivo; enlaza en ciertas instancias con los imperativos del sistema político-económico que le son fundamentales desvía su potencial hacia el inesperado fortalecimiento de tales instituciones, grupos, individuos, que contienen el riesgo de demostrar a un precio de más violencia (si es) que el consenso no está en sintonía con las bases sociales de las que dependen aunque hayan sido evadidas. Se habrá contribuido a multiplicaar el desacuerdo y la oposicion en el discurso político, o sea que se ha desplazado a los estamentos del status quo que los encubren, y le son útiles.
Tiende característicamente en su interacción con las organizaciones de base, a desvirtuar la imagen en la política de la comunicación (los sindicatos especialmente), la comunicación prolifera en promesas (trabajo, propiedad, beneficios de un mejor nivel de vida, etc.) y luego si le reclaman puede dirigirse hacia la coerción ya que siendo una base del poder político su poder estaría corriendo el riesgo de ser erosionado. Tiene mucho que defender aunque no tienen valores intrínsecos. Más, como dijera Weber, los individuos tienen que ser motivados para aceptar el espacio que la burocracia decide darles. Diriamos ahora, “mecidos.”
En esta ruta encontrarán también las posibilidades de enlazar con otros movimientos nacidos en la comunidad, del elemento civil desplazado de participación por los intereses del poder establecido. Los que intentarán permanentemente “torcerles la muñeca”. De allí hacia la instalación de métodos represivos, no hay gran distancia. Un consensus desligitimado, alienado de los intereses de clase y de sus estructuras básicas habrá comprometido el futuro del cambio y especialmente del crecimiento económico. La estructura del consenso dentro de una comunicación distorsionada pretende convencernos de que no son válidas las propuestas que no están destinados al objetivo de mayor producción y de crecientes ingresos.
Consideremos que si las bases trabajadoras de las cuales depende la producción y los futuros ingresos -son constantemente desafiadas, burladas y satanizadas en su acción colectiva organizada, no habrá ninguna legimitidad ni perspectivas participatorias. La élite que pretende evacuar un consenso mañoso puede tener un amargo despertar: si la toma de decisiones es arbitraria, digamos que para estructurar el consenso se ha logrado sola y primeramente con el consentimiento de las instituciones dominantes y las élites. Veremos que el sistema mismo por su parte, está detectando la manera de garantizar su supervivencia midiendo la presión que ejercen los “de abajo”, los “de afuera” -intenta definir los parámetros de la comunicacion política.
¿Qué temas se pueden traer a esta discusión? Juego una carta. En un país conservador como Perú, donde la Iglesia Católica, los ridículos tics existentes sobre clases sociales, y la discriminación racial hacia las minorías de origen nativo, se parapetan tras baluartes morales para impedir la realización, por ejemplo, de objetivos feministas, sin incorporar a esa visión de embarazos sin límite, (una especie de venganza infinita) la realidad de la humillante pobreza, prostitución y guerras que sufre nuestra niñez. La imagen de niños peruanos escarbando los basurales recorren el mundo.
Cuando la rebelión de los indígenas sucedió en Ilave y otros pueblitos aimaras, la Iglesia excomulgadora no tuvo mucho que decir. Tenemos sin embargo, un Concordato con esta institución por el cual los mantenemos y esta institución en retribución interfiere cuando puede en la vida nacional alimentando un clima permanente de conflicto entre el Estado, las organizaciones sociales e individuos que representan la intelligentsia y futuro del país. Pretende anatemizar a los que piensan dentro de la readidad del nuevo milenio. ¿Cuál es el rol de esta institución en el logro del consenso? ¿Va a conseguir defenestrar a una ministra?
Crear conflictos artificiales para desviar la atención sobre la urgencia de participación en el logro de un consenso en el proceso político -es recurso del poder. Se abusa del lenguaje. Se revela aquí un elemento desestabilizador dentro y fuera del poder político. Es algo contradictorio, ambivalente, intolerable. Crear la ilusión, perpetuar el descontento que socava la democracia, dejar de lado el cuestionamiento de los objetivos y prioridades -esos son los imperativos del sistema para mantener su sobrevivencia y por qué no lograr mayor control. Sin otra fuerza que los balancee, ni de ciertas restricciones y demandas que provengan de las estructuras sociales base el consenso como proceso de comunicación política quedará disminuido en su potencialidad y legitimidad.
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