Hace exactamente 40 años, el 18 de marzo de 1965, un hombre salió al espacio abierto desde la nave «Voshtok-2» tripulada por los cosmonautas Pavel Beliaev y Alexei Leonov.
«Avanzaba hacia los desconocido y nadie en el mundo pudó ni podía decirme aquello de lo que yo iba a experimentar. No existía manual instrucciones alguno. Era la primera vez. Yo sólo sabía que tenía que hacerlo. Por supuesto tenía que hacer mucho cuidado. “¡Vamos, despacio!”, me dije a mí mismo. ¡No hagas movimientos bruscos!». Cosmonauta Alexei Leonov, 1965.
Foto arriba: Alexei Leonov en la primera salida espacial humana.
Hace exactamente 40 años, el 18 de marzo de 1965, un hombre salió al espacio abierto desde la nave «Voshtok-2» tripulada por los cosmonautas Pavel Beliaev y Alexei Leonov.
«Si uno vuela en el espacio no puede dejar de salir al cosmos, igual que, navegando, digamos, en el océano, no se puede tener miedo de caer por la borda y no aprender a nadar... Un cosmonauta que ha salido al espacio abierto debe saber ejecutar todos los trabajos de reparación necesarios (...).
...Esto no es una ciencia ficción sino una necesidad estricta, y cuando más la gente vuele al cosmos más se sentirá esta necesidad».
Estas palabras pronunciadas por Serguei Koroliov, primer diseñador de los sistemas espaciales soviéticos, eran, sin duda, proféticas.
Hoy día estos paseos constituyen una norma consuetudinaria. Hubiera sido imposible crear y mantener en servicio la Estación Espacial Internacional sin salidas prolongadas al espacio abierto donde cosmonautas a veces tienen que trabajar. Estas son actividades fuera de la nave.
En toda la historia de la cosmonáutica tripulada se han realizado 240 salidas al espacio abierto (datos correspondientes al 1 de marzo del corriente), siendo de notar que si el primer centenar se realizó durante 27 años, el segundo se hizo con una rapidez tres veces mayor: sólo en 9 años.
¿Cómo sucedió ello hace 40 años? Ya en la segunda vuelta del vuelo orbital, Alexei Leonov vestido en escafandra especial salió por la cámara de esclusa de aire hacia el espacio abierto.
Cinco veces el cosmonauta se alejó de la nave y regresó hacia ésta. Durante todo ese tiempo dentro de la escafandra se mantuvo la temperatura ambiente, mientras que su superficie exterior se calentaba al sol hacia + 60 grados y se enfriaba a la sombra hasta - 100 grados centígrados.
Alexei Leonov: «Fue sobre todo el silencio lo que más me impactó. Era un silencio impresionante, algo que yo nunca había sentido en la Tierra, tan inmenso y profundo que comenzaba a sentir el ruido de mi propio cuerpo: mi corazón golpeaba, mis venas latían, incluso me parecía escuchar los crujidos de mis músculos, moviéndose uno junto al otro. Había en el cielo más estrellas de lo que me había imaginado. El cielo era de un negro profundo, pero al mismo tiempo brillaba de la luz del Sol...la Tierra parecía pequeñita, azul, clara, tan acogedora, tan abondonada. Era nuestro hogar y había que defenderla como una santa reliquia. Ella era absolutamente redonda. Creo que nunca supe bien lo que significaba la palabra “redonda” antes de haber visto la Tierra desde el espacio».
La escafandra representaba de hecho una especie de termo que consistía de varias capas de película de plástico revestida de aluminio. Unas juntas termoaislantes estaban insertadas también en los guantes y el calzado.
Es cierto que la escafandra espacial se ha hecho más pesada (100 kilos en comparación con 30 kilos) que las que los cosmonautas usaban en sus primeros vuelos, pero en condiciones de ingravidez esta circunstancia no juega ningún papel. Leonov hacía todos los movimientos con relativa facilidad y con los brazos en cruz planeaba libremente en el espacio vacío en mucha altura sobre la Tierra.
Los problemas comenzaron cuando se recibió la orden de regresar a la nave, lo cual no era fácil hacer. El problema era que la escafandra se infló en las condiciones de vacío. Este efecto había sido esperado, pero nadie pensaba que sería tanto.
Leonov no cabía en la escotilla. Hizo un intento tras otro pero todo era en vano, y la reserva de oxígeno en la escafandra (dos botellas de 2 litros cada una) estaba para 20 minutos. Es verdad que para un caso de emergencia en la cámara de esclusa había un sistema de oxígeno de reserva unido mediante una manguera con la escafandra. Pero fatalmente se acercaba el momento en que se debía dar la orden de eyección de la cámara de esclusa luego de lo cual para el cosmonauta sería prácticamente imposible entrar en la nave.
Y por fin, al aconsejarse con Beliaev, Leonov tomó una decisión extraordinaria. Disminuyó al mínimo la presión dentro de la escafandra y, contrariamente a la instrucción que ordenaba entrar en la cámara de esclusa con los pies adelante, entró con la cabeza hacia adelante y, por fortuna, tuvo suerte.
En eso tuvo mucha importancia la preparación prevuelo y la selección óptima de los tripulantes. Muchos especialistas prestigiosos pensaban que el hombre privado de apoyo habitual no podría hacer ningún movimiento fuera de la nave.
Otros sostenían que el espacio infinito causaría un fuerte miedo que le impediría al hombre separarse de la nave. También hubo temores de que la salida afectara su siquis. «Si es difícil, tomad una decisión según sea la situación -, les dijo Koroliov a los cosmonautas antes del vuelo -. En caso extremo a los tripulantes se les permitía limitarse a abrir la escotilla y a extender la mano fuera de la nave».
De los tripulantes de la «Voshtok-2» se les exigía especial concierto y cooperación, total comprensión y confianza mutuas y, en fin, seguridad mutua en el otro. Por eso, al repartir los deberes entre los tripulantes lo que más importaba no era tanto su nivel de preparación como cualidades psicológicas individuales.
Según hicieron constar especialistas en psicología, de Beliaev eran características la fuerte voluntad y aguante que le permitían no perder presencia de ánimo en situaciones más críticas, mentalidad lógica, fuerte perseverancia en lograr el objetivo planteado. Leonov, en cambio, era hombre de tipo colérico: impulsivo, audaz, decidido, capaz de desarrollar actividades más enérgicas.
Estos dos hombres diferentes por su genio se complementaban perfectamente, formando lo que se llama, según la definición dada por los psicólogos, un «grupo altamente compatible» que realmente era capaz de cumplir el difícil y complicado programa de salir al espacio abierto por primera vez en la historia de la humanidad.
Los norteamericanos también pensaban realizar una salida al espacio abierto y esperaban ser los primeros en hacerlo. Para cumplir esta misión se adiestraba Edward White, un piloto probador de las Fuerzas Aéreas estadounidenses.
«La prodigiosa brillantez en el espacio fue para mi una sorpresa. Alexei Leonov me había dicho bien claro que el Sol sería deslumbrante cuando yo estuviera “arriba”, pero cuando me encontraba flotando allí, en pleno espacio y que observaba nuestra nave espacial, estuve tan maravillado que se me olvidó que yo miraba a través de una gruesa luna polarizante de protección. Cuando quité el filtro (cosa que está estrictamente prohibido, pero la tentación era muy grande), el Sol brillaba tan intensamente, tan fuerte hacia mi lado derecho que me fue imposible de seguir mirando en esa dirección. Cosmonauta Yevgueni Khrunov.»
La salida de un cosmonauta soviético al cosmos abierto fue calificada en EE.UU. como otro reto: en aquella época las dos superpotencias emulaban abiertamente en el cosmos, luego de lo cual los especialistas norteamericanos intensificaron enérgicamente sus esfuerzos. Según el plan original, White tenía que echar un vistazo desde la escotilla abierta en la órbita. Pero después del vuelo de Leonov este programa cambió radicalmente y sobre la marcha.
La NASA anunció el próximo vuelo con la salida del astronauta al espacio abierto el 25 de mayo de 1965, o sea, un poco dos meses después del vuelo de Beliaev y Leonov, y ya el 3 de junio fue lanzada la nave espacial «Geminy-4» con los astronautas James McDivitt y Edward White a bordo.
Ya que, a diferencia de la «Voshtok», la «Geminy» no tenía cámara de esclusa de aire, los astronautas succionaron aire del habitáculo y abrieron la escotilla de entrada. White tomó impulso desde la nave y salió a espacio abierto.
Estaba unido con la nave mediante un cordón dorado de 7,6 metros de largo. Mediante este cordón, que servía de una especie de manguera, se le suministraba oxígeno para respirar. White estuvo fuera de la nave durante 22 minutos.
En cuarenta años de la historia de salidas al espacio abierto la duración de la permanencia fuera de la nave ha aumentado desde 12 minutos (Alexei Leonov, el 18 de marzo de 1965) hasta 9 horas (James Shelton Voss y Susan Jane Helms que salieron de la lanzadera norteamericana «Discovery» el 11 de marzo de 2001 para trabajar a bordo de la EEI).
Svetlana Savitskaia ha sido la primera mujer en salir al espacio abierto el 25 de julio de 1984. El mayor número de salidas recae en Anatoli Soloviov. Salió al espacio abierto 16 veces, permaneciendo allí en total 78 horas y 32 minutos. Serguei Avdeiev realizó 10 salidas con una duración total de 42 horas. Entre los norteamericanos lidera Jerry Ross: 9 salidas fuera de la nave donde permaneció en total 58 horas.
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