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¿Quiénes informan a América Latina y el Caribe? Agencias dominadas por oligopolios: CNN por Time Warner; ABC por Disney/Cap Cities; NBC por General Electric y CBS por Westinghouse. Sólo uno tiene vínculos latinoamericanos: el Cisneros Group, que controla Galaxy Latin America, introductora de DirecTV, y Caribbean Communications Networks, que maneja televisión, radio y prensa. El Cisneros Group está asociado con la GM Hughes Electronics Corp de Estados Unidos, con la brasileña TV Abril y la mexicana Multivisión. Asimismo domina Univisión, cadena que acapara las tres cuartas partes de la audiencia hispana en Estados Unidos; Imagen Satelital, el proveedor de Televisión por cable más importante de Argentina, la venezolana Venevisión, Venevisión International Film Group y Chilevisión. Controlar la información es controlar a los informados.
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¿Cómo se informa a los latinoamericanos? A fin del siglo XX hay más de dos millares de satélites; seiscientos son de Estados Unidos, unos 220 son de comunicaciones; sólo 29 de los países en desarrollo: Argentina tiene uno, México dos, Brasil tres. Manejar el canal es decidir el programa. El Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas 1999 revela que América Latina importa 70% de su programación televisiva: 62% de Estados Unidos y un 8% de Europa y Asia. Unas setecientas plantas televisoras difunden esta invasión cultural. Dominar la programación es programar a los espectadores.
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¿Cómo podríamos estar mejor informados? Advirtió Manuel Urgarte en 1901 que “La primera medida de defensa sería el establecimiento de comunicaciones entre los diferentes países de la América Latina”. Durante décadas, no hubo encuentro de latinoamericanistas o de comunicólogos en el cual no aflorara la idea de una televisora o red televisiva para la región.
Hacia los años ochenta se propuso Latinvisión, una red de intercambio de noticias. El cineasta Pino Solanas predicó insistentemente un canal latinoamericano. El presidente Chávez rememora la propuesta de Julius Nyerere sobre una TV del Sur con alcance mundial: “Se nos ocurrió activar la propuesta hace cinco años, y hoy es realidad”. El 24 de mayo de 2005 sale una modesta señal de prueba. El 24 de julio ya arranca una programación de cuatro horas, con imágenes y efectos visuales de singular belleza, comprometida programáticamente con el “fomento de la identidad latinoamericana, mediante una programación comprometida con la integración, con la promoción de la democracia participativa, el desarrollo humano, la solidaridad entre los pueblos, la conformación de un mundo pluripolar, la paz, la verdad y la justicia social”. Conocerse es fortalecerse.
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¿Cómo convertir una señal en un vehículo mundial? El Consejo Asesor sugirió varios ajustes. Expresar a América Latina y el Caribe es empresa de vastedad infinita: difundir es elegir. Ello recomienda dedicar cerca de la mitad de la emisión a las noticias. Centrarse en las noticias es apostar a la credibilidad: Telesur debe tener criterio independiente, a pesar de que funciona con un aporte venezolano del 51%, uno argentino del 20%, uno cubano del 19% y otro uruguayo del 10%. El primer gesto es elocuente: Andrés Izarra, que ocupaba los cargos de ministro de Información y de presidente de Telesur, renuncia al ministerio. Tarek Alí enfatiza que el equipo debe tener la libertad de hacer lo que crea conveniente, aunque ello implique críticas a los gobiernos participantes. Para muestra basta un botón: en el primer noticiero de Telesur destaca la manifestación que critica la impunidad ante la muerte de 136 campesinos a manos de sicarios presumiblemente pagados por latifundistas. Para criticar, hay que comenzar por criticarse.
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¿Cómo medir la importancia de Telesur? Por la respuesta de Estados Unidos. El 20 de julio de 2005, antes de que la televisora inicie sus emisiones regulares, la Cámara de Representantes de ese país aprueba “realizar transmisiones de radio y televisión para ofrecer a los venezolanos información precisa y objetiva para contrarrestar el antiamericanismo del futuro canal Telesur”. Confesión de que no es “precisa y objetiva” la desinformación enlatada que vierten setecientas televisoras sobre América Latina y la mayoría de los medios privados sobre Venezuela. Difícil extender carta de despido indirecto más directa. Connie Mack, representante republicano por Florida, añade que Telesur “es una amenaza para Estados Unidos, trata de minar el equilibrio de poderes en el hemisferio occidental”. Luego, existe un “equilibrio de poderes” hemisférico, y una sola televisora latinoamericana podría minarlo.
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¿Cuánto hay para esa guerra mediática? El ejército de Estados Unidos es mercenario; el estamento intelectual a su servicio también. La enmienda legislativa estadounidense incluye 18 millones de dólares destinados a “apoyar los partidos políticos, la vigencia de las leyes, la sociedad civil y los medios de comunicación independientes” en Venezuela. Ese dinero lo aportarán las empresas y ciudadanos estadounidenses que obtienen ganancias en Venezuela y que gracias a los Tratados contra la Doble Tributación, no pagan los impuestos que nos deben al Fisco venezolano, sino a Estados Unidos. Los contribuyentes venezolanos cancelamos lo que ellos dejan de pagar: vale decir, financiamos la guerra comunicacional contra América Latina.
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¿Cómo voy yo ahí? Mientras Estados Unidos nos declara la guerra mediática, sus medios, representados por Sean Spencer, presidente de la Televisión Association of Programmers, solicitan audiencia a la Comisión Nacional de Telecomunicaciones para que les permita violar la Ley de Responsabilidad Civil en Radio y Televisión: entre otras cosas, la prohibición de publicitar alcohol. Ante el mismo organismo introducimos juristas y comités de usuarios la demanda de que se cumpla la Ley. ¿Será Conatel el primero en pasarse al enemigo en la guerra mediática? Seguiremos informando.
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