Cuando se analizan los problemas humanos es conveniente comprender el funcionamiento de los sistemas doctrinarios. Para facilitar el marketing político estos sistemas están en la obligación de presentar a sus enemigos como malvados por naturaleza. Este fue el tratamiento que recibió Sadam Husein, blanco sin defensa, al que se presentó como una amenaza para nuestra supervivencia, responsable de los atentados del 11 de septiembre y listo para volver a atacar. Sin embargo, durante la presidencia de Ronald Reagan, todo le era perdonado.
Además de esta caracterización del adversario, hay que rodear siempre las acciones emprendidas de cierto halo de nobleza. Jamás se ataca, uno sólo se defiende. Durante la Segunda Guerra mundial, los nazis o los movimientos imperialistas japoneses decían lo mismo. Siempre se afirma que ante la agresión del enemigo se actúa para defenderse pero también por altruismo, por el bien de los demás y por ello la nación es excepcional. Ya en el siglo XIX el colonialismo británico se ataviaba con este matiz idealista.
Sin embargo, amparado en esta retórica, Estados Unidos ha establecido varias dictaduras y seríamos muy desmemoriados si pensáramos que piensa instaurar democracias en Irak y Afganistán. Al igual que las potencias imperialistas del pasado, Estados Unidos asegura sus intereses económicos y estratégicos en nombre de los grandes valores.
«Doctrine of good intentions», por Noam Chomsky, Khaleej Times, 3 de septiembre de 2005.
«Malas intenciones desde el 11-S», El Periódico, 11 de septiembre de 2005.
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