El panorama europeo se ha visto modificado por el rechazo al Tratado Constitucional Europeo en Francia y Holanda, y el resultado de las elecciones legislativas en Alemania. Thierry Meyssan revela los análisis de los neoconservadores estadounidenses y la nueva estrategia de éstos para Europa.
En función de las lecciones aprendidas de los sucesos que han estremecido a Europa desde hace dos años, los neoconservadores han decidido cambiar su propia agenda para esa región del mundo. Esta preveía inicialmente:
– (1) redesplegar las fuerzas militares estadounidenses estacionadas en Europa, desplazándolas hacia el este y el sur para controlar Europa Central y Oriental, y establecer un «cordón sanitario» alrededor de la Federación Rusa;
– (2) neutralizar toda veleidad de Defensa Europea independiente y reforzar el liderazgo de la OTAN;
– (3) apoyarse en la Comisión de Bruselas para lograr una fusión entre la zona norteamericana de libre comercio y la zona de libre comercio de Europa Occidental. Para lograrlo tenían la intención de lograr la adopción de un tratado, supuestamente «constitucional», que determinara por adelantado los poderes y el programa político de la Comisión para que esta última quedara totalmente liberada de todo contrapoder.
El redespliegue de las tropas estadounidenses se está desarrollando sin que haya sido puesto en tela de juicio. La Unión Europea participa eficazmente y sin protestar en todas las operaciones de desestabilización emprendidas alrededor de Rusia: con el pretexto de realizar programas de ayuda y desarrollo económico, la UE facilita la injerencia estadounidense en el Cáucaso; Javier Solana estuvo personalmente en Ucrania supervisando la «revolución» naranja; y la Comisión financia un programa de desestabilización contra el gobierno bielorruso.
El fiel Solana, quien no ha olvidado que fue secretario general de la OTAN antes de ser nombrado secretario general de la Unión Europea, logró que el Consejo de jefes de Estado y Gobierno adoptara una doctrina estratégica que es copia fiel de la del presidente Bush. De ello se desprende que la defensa de la UE depende más que nunca de la OTAN. Aunque Solana logró implicar a la Unión Europea en Afganistán y Sudán junto a la OTAN, fracasó sin embargo en su intento de hacer lo mismo en el caso de Irak.
Sobre la base de ese resultado incompleto, los neoconservadores llegaron a la conclusión de que es posible manejar fácilmente a la Unión Europea dentro del continente europeo, pero sus miembros mantienen en el resto del mundo intereses demasiados divergentes que no les permiten desempeñar el papel que los propios neoconservadores les han asignado.
Finalmente, no les queda más remedio que tener en cuenta el fracaso del proyecto de Tratado Constitucional, rechazado por los franceses y los holandeses, así como el fracaso de Angela Merkel, que debía incluir a los alemanes en la globalización pseudoliberal. Después de dudar entre la interpretación de tales hechos como un miedo a la ampliación de la Unión Europea y a la inmigración que está provocando o como una crisis depresiva ante el desempleo, igualmente traducida en votos extremistas, e incluso antisemitas, los neoconservadores llegaron a la conclusión de que no lograrían imponer a las poblaciones recalcitrantes el modelo socioeconómico anglosajón mediante la vía política.
Cambiando entonces de planes, han decido apoyarse en la facción mundialista de los círculos patronales nacionales. A José Manuel Barroso, convertido en presidente de la Comisión por obra y gracia de George W. Bush, después de haber organizado la cumbre de las Azores con vistas a la invasión de Irak, se le orientó olvidarse de la Constitución Europea y ajustar el dispositivo.
Por consiguiente, Barroso anunció la semana pasada el entierro de los 70 proyectos legislativos diciendo que son demasiado complicados y que incomodan a la opinión pública. La realidad es que se ha invertido la estrategia: ya no se trata de reglamentar bajo la autoridad de la Comisión sino, por el contrario, de desmantelar lo que existe actualmente y transferir la elaboración de la reglamentación a un Foro de Reglamentación transatlántico bajo el control de los grandes patrones del TABD (Transatlantic Business Dialogue).
En ese mismo orden de ideas, reaparecen ahora las directivas Reach y Bolkenstein que habían sido sacrificadas con la esperanza de lograr la adopción de la Constitución. La primera apunta a eliminar la reglamentación de la producción química.
La segunda, evidentemente mucho más importante, tiene como objetivo la destrucción de las legislaciones sociales nacionales para que la Unión Europea sea compatible con el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) [en inglés, Nort American Free Trade Agreement o NAFTA. NdelT.]. El principio es simple, tomando como pretexto la libre circulación, se le ofrece al patrón la posibilidad de escoger la legislación social que aplicará a sus empleados transfiriendo la sede social de sus empresas al Estado que ofrezca la legislación más conveniente.
Por otro lado, para convencer a los pueblos europeos de aquello que los políticos no han logrado imponerles, los neoconservadores recurren ahora a Benedicto XVI y a la Iglesia Católica. Los dirigentes de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos y los de la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea se reunieron en Bruselas, del 21 al 23 de septiembre, para expresar su apoyo a la «Nueva Agenda Transatlántica».
En Washington, los neoconservadores decidieron adaptar su dispositivo organizativo a la nueva estrategia. En el seno del American Enterprise Institute, el grupo que se encargó de redactar el programa de la presidencia de George W. Bush, el Project for a New American Century (Proyecto para un Nuevo Siglo Americano), fue disuelto discretamente hace dos semanas. Lo substituye un American Committee for a Strong Europe (Comité Norteamericano por una Europa Fuerte). Una «Europa Fuerte» quiere decir en realidad una Europa capaz de hacer el trabajo que hoy realizan en el mundo las tropas estadounidenses y de vencer toda resistencia antiglobalista en su propio continente.
Este Comité, que evitará intervenir demasiado abiertamente en la política de la UE, pidió inmediatamente a los «amigos de Norteamérica» que se encarguen de hacerlo en su lugar. Así, Arabia Saudita dijo «presente» para financiar las próximas campañas electorales de Nicolas Sarkozy (actual líder francés de una derecha neoliberal), en Francia, y permitir así a los neoconservadores eliminar a Dominique de Villepin. Medidas similares han sido tomadas con respecto a todos y cada uno de los grandes Estados de la Unión Europea.
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