El principio capitalista de poner por delante a los intereses privados, hace que capitalismo y protección ambiental sean opuestos y que sin Estados fuertes, que impongan una lógica de desarrollo distinto, nada de beneficio social se logrará. Lo mismo puede decirse de la guerra, área de la economía imperialista que no ha entrado en crisis cuando las demás veían caer sus acciones.
El experto estadounidense Robert Watson señaló en 2004 que la alteración del clima “no es un problema de ambiente sino de desarrollo, pues amenaza con aumentar la pobreza, el hambre, las enfermedades, y afecta la seguridad nacional, regional e internacional” y añadió que “los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero son países industrializados, y los más afectados son países en desarrollo” [1]. Precisamente, es el modelo de desarrollo el que produce cambios que son superiores a los que de manera natural se habrían producido en los últimos 500 mil años, porque se ha creído que desarrollo es sinónimo de crecimiento económico sin considerar otros factores y menos aún que el crecimiento económico, aunque exista, puede significar daño a la calidad de vida de las mayorías. Tómese en cuenta el caso del Ecuador, en el que a pesar de tener crecimiento del PIB, simultáneamente crece la pobreza. Esa es una constatación que se presenta también en la economía mundial.
Si el crecimiento de la producción es el único aspecto que importa en esta perspectiva del desarrollo, es porque ese crecimiento se traduce en la generación del lucro privado, “motor de la economía” según los neoliberales. Muchos son los casos en los que ese interés privado destruye la vida social. Veamos unos pocos:
– Casi el 1% de las selvas tropicales desaparece cada año (con efecto en el calentamiento global) mientras crece el comercio ilegal de especies.
– Un 2% de la diversidad genética de los cultivos desaparece cada año, entre otras causas porque como resultado de la imposición de los transgénicos y de hábitos de cultivo que convienen a las transnacionales.
– La pesca excesiva realizada para cubrir necesidades comerciales ha puesto en peligro un inmenso número de especies en el Mediterráneo, el Mar del Norte y las Galápagos, entre otros lugares.
– La investigación de fuentes alternas de energía y las patentes relacionadas a motores que usarían agua para tomar la energía del hidrógeno, está mayoritariamente en manos de las transnacionales petroleras, que no tienen interés de que se sustituya el uso de derivados de petróleo, del que obtienen tanta riqueza y poder.
Topemos el caso del Ecuador, en el que los conflictos ambientales existentes son, en gran medida, conflictos ligados a la apropiación de los recursos naturales. La destrucción de manglares para construir camaroneras (60% de las cuales fueron siempre ilegales); la deforestación en bosques nativos para beneficio de las madereras o para convertir esas áreas en plantaciones de palma; el caso de Texaco, causante de uno de los mayores desastres ambientales a nivel mundial, que prefirió “ahorrarse” formas de protección ambiental para incrementar sus ganancias, y tantos otros casos.
La empresa por encima de la naturaleza
El principio capitalista de poner por delante a los intereses privados, hace que capitalismo y protección ambiental sean opuestos y que sin Estados fuertes, que impongan una lógica de desarrollo distinto, nada de beneficio social se logrará. Lo mismo puede decirse de la guerra, área de la economía imperialista que no ha entrado en crisis cuando las demás veían caer sus acciones.
Como se ve, la acumulación de capitales llega a casos absurdos. Tal vez el caso más descarado es el que describe Naomi Klein:
“En enero, Condoleezza Rice describió al tsunami como “una maravillosa oportunidad” que “ha pagado grandes dividendos para nosotros.”... Un grupo llamado Thailand Tsunami Survivors and Supporters dice que “para los políticos negociantes, el tsunami era la respuesta a sus oraciones, ya que literalmente barrió estas áreas costeras de las comunidades que habían previamente paralizado sus planes turísticos, hoteles, casinos y sus granjas de gambas. Para ellos, toda esta área costera ¡era ahora tierra abierta!” [2]
EEUU y el Protocolo de Kioto
Desde el gobierno norteamericano, de manera continua se negó la gravedad de la situación climática y del hecho de que alrededor de 25% del total de los gases de efecto invernadero que se arrojan a la atmósfera. La situación cambió a inicios del año pasado cuando se conoció el informe del Pentágono que señaló que “el cambio climático podría darse de forma abrupta en un futuro inmediato y que esto traería consecuencias que amenazarían la seguridad de los Estados Unidos.” [3] El informe, realizado por dos “futuristas y estrategas de negocios”, no tiene que ver mucho con la ciencia sino con los intereses comerciales.
En diciembre pasado, en la Décima Conferencia Mundial sobre Cambio Climático (COP 10) realizada en Buenos Aires, las críticas llovieron sobre la negativa de Estados Unidos a firmar el Protocolo de Kioto, al que incluso calificó de “político”. Harlam Watson, representante norteamericano, señaló: "Estamos dispuestos a seguir trabajando y cooperando con otros países, el sector privado y las organizaciones no gubernamentales para alcanzar nuestros objetivos, pero siempre preservando el desarrollo económico". [4] Y mientras pongan como principal finalidad el “desarrollo económico” no tomarán las medidas necesarias para cambiar la situación, porque, de acuerdo a sus estimaciones, consideran que aplicar los señalamientos del Protocolo de Kioto es muy costoso para los empresarios. Con ese criterio, entre 1990 y 2000 en lugar de reducir emisiones en un 7% anual (entre 1990 y 2000) como se acordó en el Protocolo, Estados Unidos tuvo un aumento de 14% en el año 2000 y una pequeña baja en 2002.
Aunque en Europa se plantean las cosas de manera distinta, el contenido de fondo es el mismo. Unos pocos datos, pero suficientes para demostrarlo:
– Sólo el 40 por ciento de las empresas europeas cree que podrá cumplir con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero impuesta por los diversos planes de asignación que han realizado los países europeos. Además, un cuarto de las empresas reconoció que aún han tomado pocas o ninguna medida para estar preparadas. [5]
– Más de 100 de las compañías más grandes del mundo han sido acusadas de no hacer frente al cambio climático después de rechazar una investigación global de las actitudes corporativas sobre este problema. [6]
– Un estudio de Greenpeace demuestra que el 98% de créditos del Banco Mundial van a proyectos que agravan el calentamiento del planeta. [7]
– España se negó a reducir sus emisiones para evitar el traslado de un gran número de empresas a otros países en los que se les dé más libertad para contaminar.
Podríamos seguir, pero la conclusión sería la misma: no solo el gobierno de Estados Unidos es contrario a una protección ambiental real, sino que esa es la característica de la gran empresa capitalista y de todos los gobiernos que la representan, mucho más si se trata de estados imperialistas que contaminan y se apropian de los recursos de la Tierra.
[1] 1 WATSON, Robert (abril de 2004). Taller de Lanzamiento de la Segunda Comunicación Nacional de Argentina a las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Buenos Aires.
[2] 2 KLEIN, Naomi (mayo de 2005). El Auge del capitalismo del desastre. www.rebelion.org.
[3] 3 HONTY, Gerardo (marzo 2004). El informe del Pentágono sobre cambio climático. www.lainsignia.org.
[4] 4 http://www.reforma.com/ Declina EE.UU. adhesión al Protocolo de Kioto.
[5] 5 Fundación Entorno/Europa Press. 2 sep. 2004. “La mitad de las empresas europeas no están preparadas para el mercado de emisones.”
[6] 6 David Adam/The Guardian (2004). Multinacionales Rechazan Investigación Sobre el Cambio Climático.
[7] 7 http://labolsa.com (España)
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