La administración del "patio trasero", para las potencias imperialistas, no se trata de integración, sino de dominación a escala internacional, lo cual agrava el desarrollo desigual entre los países. El control sobre los recursos naturales es el principal objetivo a lograr, y para ello las guerras (invasiones) son un recurso efectivo.
La Geopolítica fue desarrollada por el general alemán Karl Haushofer, en gran medida como justificación del expansionismo nazi en la Segunda Guerra Mundial. Su lógica está basada en dos conceptos fundamentales:
– el espacio vital, concebido como todo el territorio que un país requiere manejarlo como propio para lograr su autosuficiencia, seguridad y desarrollo; y
– los recursos estratégicos, como todos aquellos requeridos de manera inevitable para garantizar ese desarrollo y seguridad.
Sumados e integrados, estos conceptos permiten entender fácilmente la manera en la que las potencias buscan poseer y administrar su “patio trasero” o, en términos leninistas, su área de influencia. No se trata de integración, sino de dominación a escala internacional agravando el desarrollo desigual entre los países. De hecho, esto explica las actuales guerras determinadas por la posesión y control del petróleo como principal combustible mundial, al grado de provocar la guerra en los territorios de la ex -Yugoslavia, por donde pasarían los oleoductos para explotar las inmensas reservas del Cáucaso o que Estados Unidos mienta al mundo para invadir Irak. En ambos casos, las disputas interimperialistas fueron evidentes, no existió un acuerdo entre las potencias, aunque se impuso la hegemonía norteamericana.
Lo dicho para el petróleo es igualmente válido para el resto de recursos naturales de importancia internacional. Conocidos son los avances para declarar una administración “internacional” (léase norteamericana) para la Amazonía o para Galápagos, en el extremo más descarado de la intencionalidad de apropiación. Lo mismo puede decirse de la manera en la que se quiso imponer el ALCA, que de acuerdo al entonces Secretario de Estado de USA, Collin Powell, tenía el objetivo de: “...garantizar para las empresas norteamericanas el control de un territorio que va del Polo Ártico hasta la Antártica, y libre acceso, sin ningún obstáculo o dificultad, a nuestros productos, servicios, tecnología y capital en todo el Hemisferio”.
Entonces, como podemos ver, la geopolítica incide en las decisiones que a escala internacional se toman respecto a las temáticas ambientales. Aunque todos sabemos que la Tierra es nuestra casa común, no todos tenemos acceso a las mejores habitaciones y más de mil millones de seres humanos son considerados como excedentes que el sistema económico no puede integrar y que, excluidos del desarrollo, no pueden disfrutar de nada de lo que esa casa nos entrega. [1]
Militarización y recursos naturales
“Tenemos que proteger nuestros recursos, los de Estados Unidos, el hecho de que estén en otros países es un accidente”. Cuando George Kanande expresó esta frase en 1950, utilizó sin duda la misma visión geopolítica de los nazis, además de ampliar la famosa tesis de Monroe expresada más de un siglo antes, de “América para los americanos (del norte)”. Y, para garantizar el acceso y apropiación de los recursos que el fortalecido imperialismo norteamericano ha requerido desde entonces, simultáneamente se dio una política de presencia militar directa a través de bases ubicadas alrededor del mundo, pretendidamente para garantizar la paz y enfrentar al peligro exterior soviético. Actualmente, Estados Unidos cuenta con “71 complejos militares en todo el mundo y 800 bases aéreas, navales y de infantería, puestos de vigilancia, espionaje, comunicaciones y depósitos de armas repartidos en 130 países”. [2]
En el caso de América Latina, existe una visible correlación entre la ubicación de riquezas petroleras, de fuentes de agua o de biodiversidad, con la ubicación de bases militares norteamericanas o localización de los ejercicios militares como Maniobras UNITAS, Cabañas, Águila, Nuevos Horizontes y otros, en los que la conducción está en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Claro, esa presencia tiene que ver también con estrategias anti-insurgentes, pues mientras crece la resistencia a la globalización neoliberal, crece también la presencia militar de Estados Unidos, que se triplicó entre 1996 y 2002, año en el que adiestró a 13 mil 76 soldados latinoamericanos. [3]
La maestra mexicana Ana Esther Ceceña define a este como un proceso de construcción de la hegemonía a través de monopolizar recursos vitales: petróleo, agua, biodiversidad (y su componente genético), para negociar con el resto del mundo en base a esa apropiación que se expresa en control territorial. Y, concluye, “Pero, cuando se habla de territorio en el capitalismo, los que por definición e historia lo garantizan, los que aseguran el control, son los militares”. [4]
El control territorial militar, en tiempos de neoliberalismo, se encuentra además íntimamente ligado a la privatización de los recursos naturales. Es en manos de las empresas transnacionales donde buscan la legitimación de este asalto. Aquí es donde nace y se expresa el correlato entre militarización y libre comercio o, en términos nacionales, entre Base de Manta y TLC. Y esto no lo decimos nosotros, sino quien fuera el negociador jefe del Gobierno Norteamericano, Robert B. Zoellik, cuando a fines de 2003 en comunicación dirigida al Presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos sobre el inicio de las negociaciones de los TLC con Colombia, Ecuador y Perú, señalando que un TLC con los países andinos “serviría como complemento natural al Plan Colombia..”.
No todo está perdido
Para el imperialismo el problema se presenta en cuanto subestima la resistencia popular creciente en el continente. El ALCA, planificado para que arranque el 1 de enero de este año, no solo que está retrasado sino que parece un cadáver al que hay que enterrar, como lo diría el Presidente Chávez en la Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata; tampoco se aceptan fácilmente sus bases militares, y el sentimiento general es de rechazo a las imposiciones del norte.
El ejemplo boliviano de lucha por nacionalización del petróleo, las acciones de pueblos indígenas en salvaguarda de las riquezas de sus territorios y de sus saberes ancestrales, la búsqueda de una auténtica integración latinoamericana, son algunas pruebas, entre tantas, de que no todo está perdido. Por el contrario, a los pueblos latinoamericanos les queda mucho por recuperar y proteger, para distribuirlo en hermandad entre los trabajadores y las nacionalidades bajo un modelo de desarrollo opuesto al que hoy nos imponen.
[1] Sobre la problemática mundial puede verse R. Cifuentes, en “El ataque global concertado a los recursos naturales” http://www.rcci.net/globalizacion/2002/fg274.htm
[2] MALDONADO C., Adolfo (2005). América se escribe con sangre. IPHC, Frente Nacional por la Salud de los Pueblos del Ecuador, II Asamblea Mundial de la Salud de los Pueblos. pp. 43.
[3] “Estados Unidos triplicó en seis años la asistencia militar para la zona”. Diario La Jornada México, 23/09/2003.
[4] Mapas de la hegemonía norteamericana en América Latina Por Marina Menéndez Quintero. Publicado en www.alcaabajo.cu y reproducido en http://www.visionesalternativas.com/militarizacion/articulos/geoestrat/6.htm.
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