La elección del indio aymara Evo Morales Ayma como presidente de Bolivia es un hito en la historia de las Américas, ya que es la primera vez que un verdadero originario de este continente, asume el mando de una nación latinoamericana, de una república producto del largo y sangriento proceso de conquista y colonización.
En su vertiginosa carrera política, que comenzó hace poco más de dos décadas, Evo, de una familia de mineros de las frías montañas andinas, saltó de músico de una banda del popular carnaval sincrético de Oruro -donde predomina el culto a la imagen del Diablo, aunque, al final de la coreografía prevalece el arcangel Gabriel-, a agricultor descalzo, en las zonas tórridas de las estribaciones de la cordillera de los Andes (ramal oriental), donde se cultiva la coca. Como dirigente de los “cocaleros”, Evo protagonizó dramáticas marchas de cientos de kilómetros hacia los centros de poder bolivianos, principalmente la sede de gobierno, La Paz.
En el curso de su lucha como dirigente cocalero, Evo contribuyó al derrcamiento de dos gobiernos civiles agobiados por una corrupción paralizante, Sánchez de Lozada y Mesa. Pero, además de su protagonismo sindical, siempre cuidó de mantenerse dentro del juego democrático de las elecciones.
Al final, fue el voto y no las balas el factor que llevó al poder a este indio aymara revolucionario. Para los que piensen en indios aguerridos, les voy a decir que Evo no es ningun Sitting Bull o Jerónimo. Es un pacifista indio por excelencia. La diversidad de recursos de este carismático personaje es tal, que un periodista de Los Angeles Times que siguió de cerca sus pasos, lo describió como el “maverick” de la política latinoamericana. Es decir, un inconformista de múltiples habilidades. Por todo esto, considero que Evo es el personaje del año 2005 en Latinoamérica. Ha ganado claramente en las limpias y ejemplares elecciones bolivianas.
Es un hito histórico, que no ocurría desde que Colón pisó suelo americano, hace más de cinco siglos. Cuando llegó a playas del Caribe, el descubridor genovés, encabezando una expedición española, pensaba que estaba llegando a “las Indias” asiáticas y no tenía idea de la enorme dimensión del nuevo territorio, que ya estaba poblado por nativos esparcidos desde Alaska a la Patagonia, en algunos casos ya agrupados en pequeñas y florecientes civilizaciones o en poderosos imperios, como los aztecas en México o los Incas quechuas en los Andes, maciza columna vertebral de Suramérica.
El triunfo de Evo se produce después de una década muy activa en movimientos reivindicatorios indígenas, desde Chiapas en México hasta los otrora aguerridos araucanos en el sur de Chile.
Lo que sobrevino, en nombre de la conquista y colonización europea, a capa y espada, con pólvora y biblia, cruz y delirio por el oro, fue el genocidio mas grande de la historia. Las versiones históricas, son retorcidas y variadas. De unos 50 millones (Las Casas) al momento del descubrimiento en 1492, la población indígena quedó reducida a unos cuantos centenares de miles, subyugados o esclavizados para el momento en que por fin se consolidan las nuevas repúblicas, después de las guerras de independencia del siglo XIX.
Por este gran motivo histórico, Evo Morales, cuya emergencia hay quienes ya comparan con el caso de Nelson Mandela, que terminó con el apartheid racista en Sudáfrica. Evo, si actúa con inteligencia y no se le suben los humos a la cabeza, puede estar señalando la ruta del siglo XXI, es el personaje del 2005./BIP
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