Es en el ejercicio de la profesión, en cada mesa de redacción que los periodistas y escritores de OPCIÓN (no tan amigos del escritorio ni del internet, sino de la investigación bibliográfica y de campo) hemos ido afinando nuestro oficio de escribir; y hemos ido construyendo nuestro propio estilo, reafirmando, con Gabriel García Márquez: El periodismo es la mejor profesión de la vida.
Hace un lustro ya, fui convocado a formar parte de este colectivo de comunicación alternativa que hoy se llama Periódico OPCIÓN. La propuesta, al designarme Editor de la sección Cultural, fue considerar que la cultura sea un móvil para la organización social, para despertar el derecho a la imaginación, la rebeldía y la liberación de los pueblos. El reto era y es recoger el grito de los pueblos y hacerlo eco. Que no se piense que se trata de “dar voz a los que no tienen voz”, porque la voz de los excluidos ha estado siempre allí, pero ha sido sofocada por los grandes medios de comunicación. ¿El desafío? Comunicar la diversidad de la cultura, el arte, la literatura con una episteme desde lo popular, por fuera del ángulo de la prensa oficial alienante, de aquellos críticos que clasifican a la cultura como baja o alta; tratando de desmitificar la errónea idea de que toda manifestación atinente a la cultura y el arte popular es solamente folklore.
OPCIÓN ha ido “haciendo camino al andar”, como diría el poeta español Antonio Machado. La sección cultural poco a poco se ha ido consolidando y afirmando, tratando de que la cultura no sea considerada únicamente como objeto de consumo y diversión, sino que es y debe ser un puntal en los procesos revolucionarios de liberación de los pueblos.
Así apareció la columna de “Identidades”, en la que se recoge la sabiduría ancestral andina, los mitos, leyendas y tradiciones de los diversos grupos de un Ecuador multiétnico y pluricultural, el arte culinario, el rico simbolismo de sus vestidos, las fiestas populares, así como nuestra forma de pensar, sentir y actuar.
En septiembre de 2001, en compañía de mi amiga italiana Leonilde Cutillo, recorrí Perú y Bolivia. En las alturas de Machupicchu, en las ruinas incas de Sacsaguamán, sobre los islotes de totora donde viven los Uros del Titicaca y en la Isla de Taquile, vio la luz la columna de crónica de viajes “Mochila al hombro”. En julio del 2002, la redacción recibió por intermedio de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE) una invitación de la “Plataforma Ciudadanos por la República de España” para participar en el XVIII Campamento de la Juventud Antimperialista y Antifascista en Madrid. Designado como corresponsal de OPCIÓN en Europa crucé el charco, el viaje estaba planeado para un mes y terminé quedándome seis, pues era una ocasión para conocer el viejo continente. Recorrí Italia, Bélgica, Alemania y Luxemburgo armado de guitarra y música andina para ganarme la vida, siempre escribiendo por Internet para OPCIÓN, desde Benevento, Florencia y Siena, en Italia, hasta la casa de Karl Marx en Treveris-Alemania y demás ciudades pletóricas de historia, arte y cultura, plagadas también de contradicciones sociales que la pretendida globalización no ha podido saldar.
A los tres meses, terminado el permiso de estancia en la Unión Europea y en situación ilegal, me instalé en Barcelona para vivir como uno más la realidad de los inmigrantes ecuatorianos. Entre las fatigantes caminatas para encontrar alojamiento y trabajo, en las conversaciones con los compatriotas en Plaza Catalunya, en los encuentros en la Casa de la Solidaridad de la Fundación Llactacaru, en los locutorios cuando iba por noticias del paisito, llamando por teléfono a familiares y amigos, en los café-bares del Barrio Gótico y en las playas del Mediterráneo, vieron la luz las “Crónicas de Inmigrantes”, que publicadas en OPCIÓN merecieron el tercer premio del XII Concurso de Periodismo Latinoamericano organizado por Prensa Latina de Cuba.
A mi retorno, Fernando Oña Pardo (un as para esos menesteres), al verme flaco, enjuto y cariacontecido me bautizó con el mote de ‘Llamingo’. Aquello (desgracia con felicidad) dio origen a otra columna: “Al trote de Llamingo”, en la que se cuenta en forma de microcuentos las vicisitudes de la vida cotidiana, las atrocidades del poder político, los amores y desamores de fantasmas suicidas criollos, utilizando recursos de la metáfora, la parodia, la ironía, el humor negro y el sarcasmo. Estas historietas, gracias al apoyo de Ediciones OPCIÓN, aparecerán muy próximamente compiladas en un libro intitulado “Agringados, longos, aniñados y gogoteros”.
En “Retablo” se trata de hacer una crítica, una reflexión y un análisis de temas como la falta de políticas culturales estatales, la apropiación y la privatización de los espacios públicos por instituciones privadas y las municipalidades que han dejado a los artistas populares sin su escenario natural: las calles, los parques y las plazas; además de breves ensayos acerca del papel de los intelectuales académicos y revolucionarios, la vigencia del arte y la literatura social, etc.
En la “Guayunga” (mazorcas de maíz atados marido y mujer que indígenas y campesinos suelen poner a secar al sol) se refleja la historia de pintores, músicos, danzantes, artesanos, literatos, etc., poniendo énfasis en cómo su experiencia vital les ha hecho devenir artistas.
Es en el ejercicio de la profesión, en cada mesa de redacción que los periodistas y escritores de OPCIÓN (no tan amigos del escritorio ni del internet, sino de la investigación bibliográfica y de campo) hemos ido afinando nuestro oficio de escribir; y hemos ido construyendo nuestro propio estilo, reafirmando, con Gabriel García Márquez: El periodismo es la mejor profesión de la vida.
Gracias a la actitud solidaria, fraterna y abierta al diálogo del equipo de editores, redactores y reporteros de nuestro Quincenario, este proyecto de comunicación alternativa, siempre del lado de las luchas y las causas populares, afortunadamente inacabado e inacabable, anda y andará pa’lante.
De mi parte, quisiera agradecer a nuestros amigos y lectores, reiterando que el derecho a la imaginación no es aguafiestas... y ¡Sanseacabó!
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