Cuando se habla del 11 de septiembre, ¿quién es el conspirador? ¿El que acepta la versión oficial o el que no se cree esa fantasía, versión ridícula e insostenible de los hechos y pide simplemente que le ofrezcan una versión más creíble.
Cuando se habla del 11 de septiembre, ¿quién es el conspirador? ¿El que acepta la versión oficial, según la cual 19 inadaptados bajo las órdenes de un señor que no sabe prácticamente nada de lo que están haciendo y que se encuentra a 20,000 kilómetros, en una cueva de Afganistán, logran alcanzar el 75% de sus objetivos (tres aviones de cuatro) matando alrededor de 3,000 personas y sembrando el pánico total en la primera y única superpotencia mundial? ¿O el que no se cree esa fantasía, versión ridícula e insostenible de los hechos, y pide simplemente que le ofrezcan una versión más creíble, que concuerde con los datos que se han ido acumulando desde hace ya cinco años y que no pueden seguir siendo desmentidos?
Aunque el complot sea, según se hace evidente, la versión que describe y ofrece la administración estadounidense; aunque tengamos todos la prueba de que el presidente de Estados Unidos y su segundo son mentirosos empedernidos; aunque estos últimos ya provocaron la muerte (en Irak, donde los mandaron a luchar sobre la base de mentiras flagrantes) de por lo menos tantos estadounidenses como los que murieron en los atentados del 11 de septiembre (sin contar los muertos civiles en Afganistán e Irak, que no cuentan en lo absoluto para Occidente); aunque todo eso sea ampliamente conocido, se califica de «conspiradores» a quienes exigen la verdad y sus ideas son tildadas de «teorías del complot».
¿Y quiénes son los acusadores? Todos los órganos de información más importantes del mundo, medios que, en vez de dedicarse al periodismo sometiendo la versión oficial a las verificaciones normales que requiere toda versión oficial, se han convertido en megáfonos propagandísticos, en encargados de prensa del gobierno estadounidense. Desde hace cinco años un manto de silencio tan pesado como el plomo cayó sobre el hecho y «cambió la historia mundial». Ni más ni menos. Se siguió hablando del 11 de septiembre, como un mantra que se repite de forma obsesiva, de sus consecuencias, de la guerra contra el terrorismo internacional, se llenaron las páginas y las pantallas de todo el mundo. Pero toda pregunta es ignorada. Por el contrario, las pocas personas que trataban de oponer la menor objeción, basándose en las gigantescas incongruencias de la versión oficial, o sea del complot oficial, eran simplemente ridiculizadas cuando no se les tildaba de locos, de dementes o de peligrosos aliados de los terroristas islámicos.
Al llegar a ese punto, la mainstream de la información guardó silencio, mintió, deformó los hechos, intimidó, censuró autocensurándose, al extremo de obligarnos a deducir que si ha habido un complot ha sido el de los grandes medios de información para impedir que el verdadero complot, el oficial, fuese descubierto y denunciado. Una colosal operación destinada a desviar la atención se llevó a cabo y el engaño se convirtió en un hecho histórico sólido como el granito que no puede ser, no digamos ya demolido, sino ni tan siquiera rayado con la menor sombra de duda.
Pero, cinco años más tarde, las fisuras del muro del silencio se han ido ampliando. Y ya no es posible callarse, ni siquiera en los propios Estados Unidos donde hablar equivale a ser tildado de terrorista (en Italia esto es apenas un poco menos grave). Eso explica que Matrix haya decidido ya hablar del 11 de septiembre dos veces en menos en unos pocos días. Esto sucedió luego que Beppe Grillo decidió publicar en su blog una de mis cartas, invitando a «Romper el muro del silencio». A consecuencia de esto no sólo el blog se vio inundado de comentarios, en gran parte de alivio, de gente que esperaba que saltara el tapón, sino que el sitio Megachip (www.megachip.info), y su expediente sobre el 9/11 recibió en tres días más de 220 000 visitas individuales de los internautas.
Habrá los que dirán que no son más que historias italianas, cuentos de la periferia del imperio. Todo lo contrario, no es así porque días antes, exactamente el 23 de mayo, el primer sondeo de opinión sobre el tema, efectuado en Estados Unidos por el muy autorizado Zogby por cuenta del grupo de investigación «Verdad sobre el 9/11» (el mismo que organizó un gran encuentro que comienza en estos días en Chicago), permitió descubrir que el 45% de los estadounidenses considera como aceptable la idea de reabrir la investigación sobre los ataques del 11 de septiembre mientras que el 42% piensa que hubo un complot (cover up) pero que quienes lo pusieron en marcha, para ocultar la verdad, fueron las autoridades federales.
Quienes así piensan están en minoría, pero ya no son «marginales». Quizás sea por eso que algo ha comenzado a filtrarse, para impedir que el arroyo se convierta en torrente. Es así que están saliendo a luz películas misteriosas que se habían mantenido en secreto. Así se sabrán también otras cosas, para crear cortinas de humo y enredar las pistas. Pero sucederá lo mejor. Lo importante es estar atento… y abrir los ojos.
Artículo publicado en la edición del viernes 2 de junio de 2006 d’Il Manifesto.
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