La misma prensa europea que puso en duda las revelaciones del embajador Craig Murray, los informes del Consejo de Europa y la investigación del Parlamento Europeo sobre las prisiones secretas de la CIA se felicita por los últimos discursos de George W. Bush. El presidente de Estados Unidos reconoció los hechos y anunció el cierre de dichas prisiones. Reiteró al mismo tiempo que su país no practicaba la tortura.
Según la prensa atlantista, el episodio demuestra que Estados Unidos sigue siendo un Estado de derecho en que el propio presidente se ha visto obligado a plegarse a las decisiones de la Corte Suprema. Extrañamente, nadie se pregunta por qué las prisiones en cuestión eran secretas si no se hacia en ellas nada criticable, ni por qué el Pentágono creyó prudente dejar sola a la CIA mediante la publicación esta semana de instrucciones que prohíben diversos tipos de torturas. Ninguno de esos medios presenta excusas por haber negado los hechos durante años, ni señala los trucos jurídicos que permitirán a Bush mantener en ciertos casos las comisiones militares que la Corte Suprema acaba de condenar.
Pero no hemos abordado aún lo más sorprendente. George W. Bush aprovechó la ocasión para presentar su versión del 11 de septiembre y de la guerra contra el terrorismo. En su tercer discurso de la semana sobre el mismo tema, declaró que el enemigo era «una red de terroristas sofisticados y suicidas» cuyo objetivo era construir «un imperio islámico que se extienda de España hasta Indonesia». Bush incluyó en esa red a la resistencia libanesa al declarar que «el Hezbollah tomó vidas inocentes en Israel y logró brevemente minar el gobierno democrático del Líbano». En pocas palabras, sin que ningún comentarista reaccionara ante esa declaración, el señor Bush afirmó que el Hezbollah chiíta no trató de defender el Líbano sino de instaurar un califato sunita y que estaba implicado en los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Es lógico que los atlantistas se sientan incómodos ante un discurso tan ridículo. En Europa, la prensa dominante prefirió no citarlo. Y ahí reside el problema con la descripción que nos hacen del régimen de Bush. La prensa atlantista nos presenta de ese régimen nada más que la parte que le conviene y lo hace sacándola de contexto. Es lo que habitualmente se llama propaganda.
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