“Dios me dijo que golpeara a Al Qaida y lo hice, y me indicó entonces que golpeara a Saddam y lo hice, ahora estoy decidido a resolver el problema del Medio Oriente”. “Si se le enseña a un niño o una niña a leer, él o ella podrá aprobar un examen de lectura” “No me gustan los brócolis y no me gustaban cuando era niño y mi madre me obligaba a comerlos. Soy el presidente de Estados Unidos y no voy a comer brócoli nunca más”
América latina es fértil en mandatarios que hablan curiosamente.
Del Cono Sur bajo las dictaduras de los ’70 y ’80 se recuerdan todavía frases de militares en el poder que cosquillean en la mente: “El país vivía una situación desastrosa y le imprimimos un giro de 360”, dijo uno.
Y otro: “Estábamos frente al abismo y dimos un paso adelante”.
O la muy notable de Pinochet: “Antes de hablar, voy a decir algunas palabras”.
Los civiles no escapan a esta norma, que el ex presidente argentino Carlos Menem cumplió con brillantez: “Mi libro de cabecera son las obras completas de Sócrates”, afirmó. Un maligno comentó que así era porque Menem nunca leía.
Pero no sólo los latinoamericanos gozamos de ese privilegio. También el pueblo estadounidense.
Dan Quayle, que fuera vicepresidente con Bush padre (1989-1993), producía verdaderos florilegios: “No es la contaminación lo que daña a nuestro medio ambiente. Lo hacen las impurezas del aire y del agua”. O: “Para la NASA, el espacio sigue siendo una prioridad muy importante”. También: “Es hora de que la raza humana entre en el sistema solar”. Y: “Recientemente, estuve de gira por América latina y lo único que lamento es que en la escuela no estudié más a fondo el latín para poder conversar con esa gente”. Su confusión sobre las lenguas se extendió a la geografía: “Tenemos un compromiso firme con la OTAN, somos parte de la OTAN. Tenemos un compromiso firme con Europa. Somos parte de Europa”. En cambio, no erraba en materia de educación: “Para hablar con franqueza, los maestros son la única profesión que enseña a nuestros hijos”. En fin.
Bush padre, su jefe, tampoco carecía de estos dones: “No voy a analizar lo que no voy a mencionar. Aunque no lo analice, no lo voy a mencionar”. Impresionan sus ideas sobre la índole del ser humano: “No es una exageración decir que los indecisos pueden tomar un camino o tomar otro camino”. Ni hablar del alcance de su saber jurídico: “No puedo pensar en alguna nueva ley existente en vigor que no haya existido antes”. Como persona cabal, no ha escapado a los vaivenes de la contradicción: “Tengo opiniones propias, opiniones muy firmes, pero no siempre estoy de acuerdo con ellas”. Su cortesía es notoria: el día que le ofreció asiento a una dama supo decirle que “la caballerosidad sólo está razonablemente muerta”.
Y no cabe duda alguna de que Bush Senior es un padre excelente: Bush Junior lo supera con creces en el buen decir.
“La justicia debe ser justa”, reveló W. en la conferencia económica que tuvo lugar en la Casa Blanca el 21 de noviembre del 2004. No se le puede reprochar que oculte su pensamiento en materia de derechos civiles: “Déjenme expresarlo de manera contundente. En un mundo cambiante, queremos que más gente tenga control sobre la propia vida de ustedes” (Annandale, Virginia, 9-8-04). O en lo que hace a la democracia: “Si ésta (EE.UU.) fuera una dictadura, todo sería endiabladamente más fácil, siempre que yo fuera el dictador” (Washington, 19-12-00). Posee absoluta claridad en temas de educación: “Si se le enseña a un niño o una niña a leer, él o ella podrá aprobar un examen de lectura” (Washington, 21-2-01). Nada escapa a su conocimiento de la naturaleza: “El gas natural es hemisférico. Me gusta llamarlo hemisférico porque es un producto que podemos encontrar en nuestros barrios” (Washington, 20-12-00). Es indudable la sutileza de esta observación: “Sé que los seres humanos y los peces pueden coexistir pacíficamente” (Saginaw, Michigan, 29-9-00). Sí, señor.
Otro mérito de W. Bush es que no vacila en explicar sus relaciones con el Ser Supremo: “Creo que Dios quiere que yo sea presidente”, “Fui elegido por la gracia de Dios”, “Creo que Dios habla a través de mí. Si no fuera así, no podría hacer mi trabajo”, “Dios me dijo que golpeara a Al Qaida y lo hice, y me indicó entonces que golpeara a Saddam y lo hice, ahora estoy decidido a resolver el problema del Medio Oriente”, son confesiones que repite. Irak y “la guerra antiterrorista” han redoblado su agudeza: “El Congreso ha procedido bien al prolongar la vigencia de la ley terrorista, la Ley Patriótica” (Washington, 7-9-06), “Una de las partes más difíciles de mi trabajo es conectar a Irak con la guerra antiterrorista” (CBS, 6-9-06), “No me gustó que Hamas se negara a declarar su deseo de destruir a Israel” (Washington, 4-5-05). La que sigue es por cierto enigmática: “La verdad de la historia, escuchen cuidadosamente, es que Saddam seguiría en el poder si fuera el presidente de EE.UU., y el mundo sería mucho mejor” (Saint Louis, Missouri, 8-10-04).
W. Bush puede abordar las cuestiones más variadas, su información es rica en todos los campos. La medicina: “Demasiados médicos que son buenos están abandonando la profesión. Demasiados obstetras y ginecólogos ya no son capaces de practicar su amor con las mujeres de todo el país” (Poplar Bluff, Missouri, 6-9-06). La literatura: “Laura (Bush) me dijo que tenía que leer a Camus. También leí tres Shakespeare. Tengo una lista de lectura ec-a-léc-tica” (NBC, 29-8-06). El comercio internacional: “Es evidente que nuestra nación depende del petróleo extranjero. Nuestras importaciones de petróleo provienen cada vez más del extranjero” (Beaverton, Oregon, 25-9-00). La economía: “Se trata de no dudar de un presupuesto. Hay un montón de números ahí” (Reuters, 5-5-00). El conocimiento de sí mismo: “Pienso que si uno sabe lo que cree, le resulta mucho más fácil contestar preguntas. No puedo contestar su pregunta” (Reynoldsburg, Ohio, 4-10-00). El más allá: “Uno nunca sabrá cómo contarán su historia hasta mucho después de haber muerto” (Washington, 5-5-06). Etc.
Eso sí, W. Bush tiene clara la latitud de su mandato: “Soy el que comanda, no necesito explicar, no necesito explicar por qué digo cosas. Es lo interesante de ser presidente” (Washington, 4-11-03). “No me gustan los brócolis y no me gustaban cuando era niño y mi madre me obligaba a comerlos. Soy el presidente de Estados Unidos y no voy a comer brócoli nunca más” (Washington, 15-6-01). Así sea.
En los tiempos de Bush padre se publicaba en Nueva York un boletín de pocas páginas con los dichos de Quayle de la semana.
Hoy en día la importante editorial Simon & Schuster edita cada año un volumen con los “bushismos” seleccionados del presidente y abundan los sitios de Internet que los recogen.
W. sazona sus dislates bélicos con dislates lingüísticos. Algo es algo.
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