Por ejemplo, las polémicas reformas a la ley del ISSSTE, aprobadas recientemente por el Congreso, son botón de muestra acerca de lo indeseable que resulta impulsar una reforma de evidente corte neoliberal, que no contó jamás con una base social de apoyo ni con un cabildeo efectivo, y que hoy, día con día, calle a calle, sigue siendo impugnada por diversas organizaciones gremiales que ven afectados sus legítimos derechos laborales y sociales.
Otro frente de batalla para la actual administración lo constituye el combate a la delincuencia organizada, donde no sólo el narcotráfico ha puesto en jaque al Estado Mexicano, sino también las bandas organizadas que comercian con toda suerte de productos “pirata”, sin olvidar a los “polleros” de indocumentados, asaltantes violentos, células de secuestradores y los traficantes de menores de edad y de mujeres, quienes juntos alimentan un creciente temor cotidiano con el que los ciudadanos deben sobrevivir cada día.
Aquí también ha faltado política para proponer y negociar una estrategia nacional en materia de seguridad que permita aplicar las tácticas pertinentes.
El modelo calderonista de desarrollo económico para México sigue siendo el tradicional modelo neoliberal que en los últimos 25 años no ha hecho más que ahondar la brecha entre el puñado de ricos y los casi 60 millones de pobres mexicanos. No se ve tampoco un esfuerzo político para consensuar con la sociedad un plan integral que reactive nuestra economía y que ofrezca ya los empleos que demandan los mexicanos.
Y en el renglón de la diplomacia y las relaciones internacionales, el arte de la política parece no encontrar todavía un terreno fértil. El gobierno de Felipe Calderón ha decidido, por ejemplo, mantener una prudente distancia con Venezuela y con Cuba, mientras cándidamente se hace presente en Europa durante la reunión del llamado Grupo de los 8, es decir, de las ocho naciones más poderosas del planeta, las cuales periódicamente se reúnen sólo para ajustar las reglas que les permitan asegurar la prosperidad de sus negocios y preservar sus zonas de influencia política, cuando debería ser un estratégico encuentro de estadistas preocupados por resolver los grandes problemas globales y tenderle la mano a las naciones pobres como México… Sigamos esperando, sentados, en la antesala de las reuniones de los poderosos, para ver qué migajas nos arrojan.
En fin, estos temas y el recién Plan Nacional de Desarrollo del actual gobierno, no auguran nada bueno. En realidad constituyen los episodios de una historia repetida y conocida, de una película que ya vimos y que se caracteriza por el protagonismo de un empresariado voraz y activo, frente a un gobierno cómplice y promotor de los intereses de una clase social que históricamente ha sido siempre la más favorecida. No cabe duda: cada vez hace más falta ver por los que menos tienen, con base en el ético e inteligente arte de la negociación.
*Secretario general del SME
Fecha de publicación: Julio 1a quincena de 2007
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