El aislamiento en que viven miles de campesinos indígenas de las comunidades de tierra caliente en este municipio profundiza la marginación y perpetúa los abusos de los actores políticos de la región
Mixtla de Altamirano, Veracruz. El andar de los indígenas es un trote por la sierra: Eduardo, Teresa y Francisca llegan hasta los platanares de Zacaloma, en lo alto del camino. Los comuneros aseguran que entre este sitio y Matlatecoya hay nueve kilómetros de distancia, pero en un camino accidentado parece una eternidad.
Cuautlahapa, Zacatilica, Tecolotla también carecen de vías de comunicación. Elena, Matías y Francisco, residentes de la zona caliente de Mixtla de Altamirano, se quejan de los gobernantes: “sólo vienen a vernos cuando quieren voto”.
Cuentan que recién vino el diputado Pedro Montalvo. Llegó en helicóptero, explican en náhuatl. Como todos, sólo hizo promesas sobre la carretera.
Con las lluvias, la tierra roja se hará chiclosa. La vereda de piedra verde clara que ondea por las faldas de cerros, precipicios y barrancas, que va de Zacaloma a Matlatecoya, será intransitable.
Sus talones desgastados trazaron la ruta que sus hijos seguirán hasta que los recursos del Ramo 33, que asigna el gobierno federal a los municipios, se sumen a otros aportes para satisfacer la demanda de una carretera de esos indígenas enterrados en vida en estas apartadas comunidades.
El aislamiento forzoso de esta región impide el flujo de los productos agrícolas que cultivan. Nada puede salir o entrar, “ni el café”, reclama Matías. Para acarrear agua y alimentos sólo están los lomos de las bestias, cuyo alquiler cuesta 50 pesos por carga, más de lo que ganan al día los hombres que trabajan el campo.
Emigrar o vegetar
La incomunicación con la cabecera municipal o con Zongolica, el poblado más grande de la región, tiene otro efecto depredador entre los comuneros: la desintegración familiar.
Por falta de trabajo, los hombres emigran a las zonas cañeras para alquilarse durante la temporada de corte. Esa tarea los aleja de sus familias por semanas y, aunque la mayoría regresa con algo de dinero, otros se emplean en las maquiladoras de Puebla e incluso en la ciudad de México. Es difícil que regresen al aislamiento de la sierra.
De vez en vez, aparecen por Zongolica los traficantes de personas atraídos por la desesperanza de estos campesinos nahuas. Los seducen con la promesa de trabajo en Estados Unidos y, aunque con mucho temor, como confiesa Ponciano, habitante de Teneshcalco, en la zona fría de Mixtla, emprenden el viaje para emplearse como albañiles.
El fenómeno migratorio en Mixtla se manifestó con fuerza en el último tercio del siglo pasado, aunque no hay estadísticas de los que ya no regresaron. Ponciano trabajó muy duro en La Florida durante varios meses. Aunque no le gusta hablar de esa vivencia, indica que con el dinero que trajo construyó su “casita”, en cuya principal habitación descansan varias cajas de cerveza, para vender a los vecinos.
Ponciano cruzó el desierto de Altar, Sonora, considerado como el más peligroso para quienes se internanen territorio estadounidense, sin documentos migratorios.
Marginación y etnocidio
Mixtla de Altamirano es el sexto municipio más pobre de México, según el Informe de Desarrollo Humano de los Pueblos Indígena 2006, elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de México.
De acuerdo con el estudio, las comunidades “viven en condiciones extremadamente distantes de la equidad, pues tienen profundos rezagos en materia de bienestar y acceso a servicios básicos”.
En noviembre de 2004, el Consejo Nacional de Población catalogó a Veracruz como el cuarto lugar nacional en marginación y pobreza: de sus 213 municipios, nueve tienen un alto grado de marginación, 97 se ubican en nivel alto, 39 medio y 17 bajo. Todos los municipios de población indígena mayoritaria tienen alto grado de marginación.
El estudio sobre Porcentaje Acumulado de Pobreza por Entidad Federativa en México, del investigador Adolfo Sánchez Almanza, revela que de 1970 a 2000 esta entidad presenta una tendencia constante a empeorar.
La marginación es una situación de desventaja económica, profesional, estatutaria o política, producida por la dificultad que una persona o grupo tiene para integrarse a los sistemas de funcionamiento social. Este proceso conlleva prácticas explícitas de discriminación.
El origen de la marginación en Mixtla se remonta a la época de la conquista española, cuando los indígenas se replegaron a las zonas más agrestes y menos fértiles de la entidad. Esa segregación no sólo los excluyó del desarrollo de los pueblos mestizos, sino que aún se mantiene como estructura caciquil, encarnada por presidentes municipales y gobernadores.
El analfabetismo en este municipio alcanza 71.65 por ciento, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e informática (INEGI). En 2004, 70.24 por ciento de los hogares carecía de energía eléctrica. Hace un año se instaló la electricidad a las comunidades de la zona caliente.
“La luz es buen negocio”, dice Viviano. Sabe que pronto él y sus paisanos de Zacaloma pagarán cuotas por consumo doméstico que oscilan entre 40 y 600 pesos. “No tenemos refrigerador ni televisión, pero llegan altos los recibos”, señala el hombre.
Los enormes postes llegaron en helicóptero hasta Tecolotla y de ahí, a fuerza de sudor y pulmones, los comuneros ayudaron a los trabajadores de Luz y Fuerza a remolcarlos hasta su sitio definitivo. Como colosos que custodian el verdor de la sierra, los postes trazan su propio trayecto, paralelo a la ruta que debería seguir la carretera que anhelan los indígenas.
La luz llegó después de la visita de Vicente Fox a Ayahualulco, en 2005. Ahí se reunió con habitantes de los municipios de Mixtla de Altamirano y de Tehuipango. Entre los asistentes estuvieron Fidel Herrera y Xóchitl Gálvez, la entonces comisionada para los pueblos indígenas.
De acuerdo con los reportes de la prensa nacional, la inversión ascendió a mil 277 millones de pesos. En 2006 se destinaron otros 300 millones de pesos para caminos y carreteras.
Dos años después, los pobladores de esas comunidades todavía esperan su camino y las láminas que Fox Quesada ofreció para techar sus viviendas. En diciembre de 2004, reporteros de Contralínea visitaron la cabecera municipal. Sólo encontraron pobreza y abandono y los comuneros lamentaron la falta de interés de las autoridades en su situación. No los habían visitado en meses.
Ahora, la muerte de Ernestina Ascensio Rosario, vecina del municipio aledaño de Soledad Atzompa, atribuida al Ejército Mexicano instalado en la zona, permea toda referencia a las necesidades no atendidas de la población indígena.
Y con un nuevo presidente de la República y Fidel Herrera Beltrán como gobernador de Veracruz, crece la efervescencia electoral para renovar varios municipios en la región. Los recursos comienzan a fluir para las campañas, al tiempo en que aumenta el desencanto entre los pobladores.
“Ya no tiene caso votar, todos son iguales. No les importamos los pobres indios”, es la expresión desalentada de una joven madre de tres niñas en el camino entre La Quinta y Matlatecoya.
Al final del camino
A Verónico, subagente municipal en Zacaloma, le corresponde transmitir las demandas de los pobladores de las comunidades de la zona caliente de Mixtla a la cabecera. Para cumplir su tarea, invierte, al menos, cuatro horas de camino y no pocos roces con sus vecinos
Los habitantes le exigen que presione a Jacobo Romero para que les construya el camino de varios kilómetros que separan el trazo de terracería entre Matlatecoya y Zacaloma. El funcionario asegura que vio “el proyecto” de carretera del munícipe y que sabe que lo tienen las autoridades.
Tras los reclamos de sus vecinos por la falta de interés de las autoridades, el subagente admite que la situación está igual que hace tres años: no hay en el horizonte cercano posibilidad de que, en el corto plazo, sus hijos y los hijos de los habitantes de esas comunidades transiten por un camino llano, sin piedras ni lodo.
Se le quiebra la voz y se le humedece la mirada al explicar cómo “nos toca llevar en hombros a los enfermos. En la noche, no se puede caminar bajo la lluvia y luego, cuando llegamos a Matlatecoya, no hay carro que lleve al hospital. Es mucho lo que se sufre para eso”, indica.
Al respecto, la presidencia municipal ya distribuye cientos de formatos de Carta de Anuencia entre los propietarios de predios. En ese documento se sugiere que pronto habrá una ruta accesible.
La Carta de Anuencia hace constar que los comuneros están enterados “de la intención de los gobiernos, ya sean el municipal, estatal o federal, de realizar trabajos de apertura, rehabilitación y/o ampliación del camino colindante de mi propiedad, y viendo el gran interés e impacto que tendrá esta obra en el progreso de la región, otorgo mi consentimiento para que se utilice la parte necesaria de mi propiedad, para la ejecución de los trabajos de ampliación, apertura, cunetas, niveles, rehabilitación, construcción de obras de drenaje, para la debida ejecución de la obra”.
Matías, el viejo flaco de voz fuerte que posee cafetales debajo de Zacaloma, dice: “Estoy dispuesto a firmar para que por fin llegue el camino hasta aquí. No podemos vender nada, porque no logramos sacar nuestra cosecha en estas distancias”.
Gelasio, otro hombre mayor de Tecolotla, coincide en la urgencia del camino: “que se haga ya la carretera, eso es lo que nos importa”.
Pero también hay resistencia. Francisca y su marido advierten que no están dispuestos a perder su parcela. “Hay mucho espacio para que la carretera transite, que lo busquen”, mientras lanzan una mirada desde lo alto del caserío a la verde sierra.
Los otros, los desposeídos de la tierra, hablan náhuatl y son analfabetas: La carta de anuencia está escrita en castellano y en una terminología cuyo alcance, al parecer, nadie les ha explicado.
La congoja de un edil priísta
La luz de la tarde ilumina su guayabera color crema, sudan el rostro y el cabello de José Jacobo Romero, presidente municipal de Mixtla de Altamirano. Al final de su jornada, descansa a las afueras del palacio municipal frente a un tendajón. Ahí bebe cerveza con un puñado de colaboradores y amigos.
“¿Va a grabar?”, pregunta. Preocupado, en segundos se repone y, aunque con voz entrecortada, dice: “Le pido a Felipe Calderón y al gobernador del estado, que han hablado mucho de combatir a la pobreza, realmente da lástima. Yo he sido una persona de campo, soy de raza indígena y conozco la pobreza, conozco lo que es trabajar con el azadón y chapear con la moruna. Me da lástima que hay ocho o nueve comunidades marginadas o arrumbadas en nuestro municipio”.
Se refiere a las mujeres y hombres que sobreviven en condición de pobreza extrema en las aisladas comunidades de Matlatecoya, Coutlahapa, Zacatilica, Mangotitla, Atzala, Terrero, Tlacotzinga, Zacaloma y El Salto.
“Son comunidades incomunicadísimas. Hemos visto en las noticias que el señor gobernador, el señor presidente de la República, van inaugurando varias obras y se dice ‘estamos combatiendo la pobreza’. Desgraciadamente a mí me ha dado lástima. En representación del municipio, como presidente municipal, siento mucho y me dan lástima”.
De nuevo, José Jacobo tiene dificultad para hablar: su boca está seca. Recuerda que en 2006 visitó México. “Entregamos un proyecto para la carretera de Matlatecoya a Zacaloma, validado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Desde esa vez que fuimos con el señor licenciado, le pedimos muy encarecidamente que a Mixtla nos tome muy en cuenta. Esperamos desde esa vez”, deplora.
Aclara que cuando entregó el proyecto, Luis H. Álvarez le dijo que la CDI de Xalapa los iba a apoyar. “Resulta que hasta el momento no tenemos nada. Hemos insistido y hemos llegado a las dependencias, pero no nos toman en cuenta. Somos de raza indígena y no sabemos cómo quieren que lleguemos a las dependencias, si de camisita y corbata”.
Añade, “¿cuándo es que vamos a poder combatir la pobreza? ¿Cuándo vamos a combatir las necesidades prioritarias y la marginación de cada pueblo? Esas comunidades me dan lástima. Hay gente que su talón de la pata tiene rayas, que quizás por suerte o por economía no pueden comprar huaraches. Ahí están los Temoxtles de Zacaloma, que han caminado a pie. Hemos sufrido muchas cosas”.
Zacaloma es la comunidad más alejada del municipio. Aunque los residentes de ese lugar afirman que Romero Jacobo no volvió nunca más a la zona desde que les pidió su voto para ser regidor; éste asegura apoyarlos. “Desgraciadamente la distancia de allá para acá es muy retirada”.
El presidente municipal detalla que la gente se enoja cuando ve en la televisión los anuncios de obras que se inauguran y que cuestan millones de pesos, y voltean a ver que en su región no hay inversión para obra pública.
Enuncia solemne que, “Mixtla, lugar de las nubes altas, necesita 40 o 50 millones de pesos y así ya no estaría incomunicado”. Añade que su municipio recibió “apenas 13 millones de pesos del Ramo 33”, para infraestructura.
Entre los proyectos que tiene para beneficio de las 28 comunidades del municipio, el alcalde refiere que hay avances en Ahuacatla, Telchiquila, Tlaxcoapa, Xala y Xometla.
El puente fantasma
La puja por la presidencia municipal de Mixtla de Altamirano queda entre candidatos del Revolucionario Institucional. Uno ya ocupó ese cargo, y la mayoría de los lugareños no lo quieren de vuelta como alcalde. Su estigma es el puente inconcluso que pende sobre la cascada El Salto, que surge en Atlihuitzia.
“Ya murió un hombre al intentar atravesarlo”, dicen los habitantes de Zacaloma, reunidos bajo la sombra de la choza de Verónico. “Hay que darle otra oportunidad, pero ahora que nos firme un escrito en el que se comprometa a cumplir”, dicen algunos otros, vestidos todos con ropa de trabajo y huaraches que exhiben sus desgraciados pies.
Los niños que viajan de ida y vuelta cada fin de semana hacia el albergue Teposhcalli sí cruzan el puente. Montan por la tarima de madera que construyeron sus padres para salvar los casi 10 metros de altura de la construcción y, con extraordinarias dotes de equilibristas, recorren las tres enormes vigas oxidadas que conducen hasta el otro extremo, sobre las piedras y la fuerte corriente del río.
Esa es la herencia que han dejado los gobiernos del PRI en las zonas marginadas de Veracruz. Esa es la herencia que rechazan los campesinos y por la que, afirman, no emitirán su voto a favor de ese partido en los siguientes comicios.
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