La fijación de parámetros para brindar las estadísticas económicas y sociales de los países, es una práctica que se trasladó de lo técnico al manejo marrullero de las realidades que se palpan en el día a día latinoamericano.
Al igual que una columnista de un diario guayaquileño, yo, también llegué al aeropuerto, pero de Santiago, en plena era del “milagro económico chileno”, claro, resultaron impresionantes sus instalaciones, el modernísimo parque automotor; y el proyecto de convertir esa ciudad en destino de negocios. La visita al centro de la ciudad sirvió para constatar la implantación de un estilo de vida con híper mercados y centros comerciales llenos de compradores que, afanosamente, mostraba el guía turístico como la prueba de un país de empresarios exitosos. Mi curiosidad me llevó a separarme del tour y caminar con brújula propia esas calles, descubriendo, igual que acá, vendedores ambulantes reprimidos por los “metropolitanos”, para arrancarlos del área comercial y turística; y, luego, un inmenso mercado como calcado de la PPG guayaquileña, con todas sus idénticas características, demás está decir que nunca desaparecieron las “cayampas”, esto es, los guasmos chilenos, donde es tangible la denuncia de los abismos socio–económicos del Chile neoliberal, ochentero y noventero.
No es nuevo que para encubrir el fracaso de sus gestiones, los gobiernos que sucumbieron ante el embate de Norteamérica, el FMI. y las trapacerías de las élites nativas, como magos de circos pobres, sacaron del sombrero de sus artimañas, nuevas formas de estructurar las estadísticas: en el Ecuador, la familia tipo fue disminuida de cinco a cuatro integrantes, la cobertura de la canasta familiar pasó, del jefe de familia, a un supuesto ingreso familiar.
En Colombia, Uribe decretó que los vendedores de caramelos tienen pleno empleo; y, desde Perú, sin embargo del exilio de millones de pobres desempleados y el drama de sobrevivir, como dice la referida columnista, citando malabares de cifras macros, nos llegan “buenas noticias desde el sur”, añado, ¡qué noticias !
Fracasado el “milagro chileno”, con el estruendo de las protestas de agosto y septiembre de este año, que le gritaron al mundo la grosera desigualdad entre los que no se cansan de tener más con los que nada tienen, la procesión de los corifeos del neoliberalismo es incesante en nuestros países, donde acuden para tratar de salvar los despojos de un modelo que colapsa por los cuatro costados.
En la insistencia de los beneficiados de las recetas ultra capitalistas, surge el espejismo de un Perú en supuesto avance, que se devela y niega en el drama de los millares de albañiles, zafreros y todo oficios que vienen de esas tierras en buses fletados con su pobreza, para instalarse en los ghetos de bananeras, canteros de caña de azúcar y tugurios de El Oro, Loja, Azuay y Guayas, yendo y viniendo con las temporadas, llevando unos cuantos dólares para sobrevivir allá, si es que no mueren aquí, para luego ser devueltos, en esos mismos transportes, a la tierra de donde vinieron a buscar, con la decencia de su determinación a trabajar, como no encuentran esas buenas noticias, regresan a este norte dolarizado; una y otra vez, no cesan de venir; y regresan y vuelven.
Nadie se hace cargo de esta otra estadística, que ni siquiera se la busca, por inconveniente a los coletazos del moribundo libre mercado.
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