(Por Javier Romero).- Quienes transitamos parte del siglo XX, y del XXI, somos testigos de los cambios que se produjeron y que sobrellevan, como mejor pueden, las sociedades. De la máquina de escribir al computador, del teléfono que sólo transmitía voz, al que también procesa datos e imágenes, del correo postal al electrónico.
Algunos, han denominado a este pedazo de historia que nos ha tocado vivir como “La era de la comunicación”, de “La información”.
Como todos y todas sabemos, esta revolución tecnológica esta basada en procesos de conocimiento y desarrollo de nuevas tecnologías, especialmente y últimamente, las digitales. Estos procesos han configurado nuevos órdenes sociales, políticos y culturales, que por otra parte han sido apropiados por el capital, beneficiándose con estos adelantos para romper fronteras y límites, para desrregularizar las relaciones con la mano de obra, y para poner estados a su servicio.
Las tecnologías están a su disposición, las gigantescas autopistas de las comunicaciones satelitales y digitales facilitan la existencia de empresas cada vez más grandes, más flexibilizadas y potentes como las multinacionales y polirrubros que ahora dominan al mundo. Como todos y todas sabemos, la información de los acontecimientos llega casi en el mismo instante en que se produce, el mundo se nos hace cada vez más pequeño entre un mar de imágenes, somos espectadores de las guerras más sangrientas, de las invasiones más atroces y todo desde el sillón de nuestras casas, estamos tan saturados de información que, y contradictoriamente, nos sentimos desinformados.
Son de tal magnitud los aconteceres que vivimos, que ya algunos de los poderes históricos, han perdido su nivel de importancia.
El político ha dejado de ser el primer poder, relegado por el económico, y las comunicaciones han dejado de ser el “Cuarto Poder” para posicionarse como el primero, por la importancia que adquirió en el sostenimiento del sistema capitalista.
Y el capitalismo sabe esto, de eso se desprende muy fácilmente la importancia que le confiere a los medios de comunicación.
Empresas que antes se dedicaban a hacer automóviles, ahora también producen satélites, teléfonos, periódicos. Empresas que antes se dedicaban a explotar pozos de petróleo, hoy son dueños de canales de televisión y radios.
La monopolización de los medios de información, rompe toda lógica, obligándonos a repensar nuestras formas, y nuevas formas de hacer política, y nuestro país no es para nada ajeno a esta concentración, evidenciada en la existencia de no más de dos periódicos de circulación nacional, y que, casualmente, son propiedad también de los mismos dueños de canales de televisión por aire, de las licencias de cable y satelital. Este monopolio, facilita la implantación de una visión sesgada y superficial de las innumerables realidades que se suceden en el orden nacional e internacional, los intereses de éstos se ligan entonces a los procesos de manipulación, desinformación y control.
Ante esta abrumadora evidencia, hay que enfatizar que los medios de comunicación son de suma importancia, no sólo en la transmisión de información o acciones similares, sino por el aporte que en otras formas no mercantilistas, aporta a la construcción, al conocimiento y la apropiación de la identidad colectiva, como espacio de observación y debate, y como fuente socializadora de saberes.
No debe extrañarnos, entonces, el interés por monopolizar los medios, y por otra parte, el desinterés de quienes nos desgobiernan por un proyecto cultural y comunicacional, o que profundice y promueva la desinformación, facilitar la desconfianza y la marginación entre
grupos sociales y priorizar el individualismo.
Ante este panorama, queda explícito el real propósito que persiguen los monopolios mediáticos, en nuestro país y en el mundo.
Hasta aquí un diagnóstico, si se quiere superficial, de la importancia y la utilidad que hasta ahora, desde los grandes medios, se le dio a la comunicación.
Este panorama nos obliga, entonces, a quienes entendemos a la comunicación como una herramienta de construcción, de visibilización de la diversidad reinante en nuestro país, recuperación y revalorización de la cultura popular, de interactuar con experiencias organizativas diferentes a las comerciales, con propósitos sociales incluyentes.
La respuesta a esto es la necesidad de crear miles de medios de comunicación alternativos, alterativos o subversivos.
Alternativos en con quien se construye el medio, Alterativo, por tener mas en cuenta al otro, ALTER, para sacudir la mediocridad, el individualismo, la pasividad.
Y por último, Subversivo, para subvertir el orden establecido por el poder económico.
Esto nos propone varios frentes de trabajo, crear medios comunitarios y fortalecer los ya existentes, para garantizar la divulgación de saberes, las identidades, las construcciones colectivas, que nos permitan acceder a otras visiones y fuentes de información, para lograr interlocutores más críticos y no meros espectadores de los acontecimientos culturales, sociales y políticos.
La concreción de medios comunitarios, barriales, también construye lazos afectivos y lazos sociales, de ahí su importancia como dinamizadores y sostenedores de los movimientos sociales, que a su vez nos retroalimentan con nuevas ideas y con la recuperación de un lenguaje, de la palabra, y los significados de contenido popular y no-catedrático, de las voces silenciadas.
Esto propone un desafío para quienes luchamos por el derecho a comunicar, a informar, el potencial que descubrimos en las experiencias que ya existen es inmenso, por ser el campo de la comunicación un espacio para la expresión, para la acción, y para la lucha y el debate de ideas. Un campo donde también nos podamos apropiar de un espacio publico, que fue privatizado, en el que se pueden respirar y potenciar nuevas formas de resistencia y de lucha.
Desde el pie, como nos decía Alfredo Zitarrosa, construir espacios de circulación fluida y diversa de saberes, priorizar las voces amordazadas, potenciar experiencias autogestionarias que garanticen autonomía, interrelación con otras formas de comunicación, desechar todo tipo de censura, dinamizar procesos de reflexión, ser coherentes con los principios de, honestidad, solidaridad, fraternidad y respeto a la diversidad.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter