El Duende es mucho más que un evento: es el estudiante recibiendo clases, los maestros formando seres humanos, el chofer que lleva todos los días a los estudiantes al colegio, el portero madrugando a cumplir su tarea, los vecinos que asisten al espectáculo, es la magia que camina en el instituto…
Qué es aquello que nos inspira, nos llena de magia en las creaciones, nos permite inventar, entender que la creación artística nos ayuda a construir otro mundo? Es la pregunta que nos guía. La misma pregunta nos llevó a descubrir al Duende danielino.
Al llegar, nuestra primera impresión fue la de un trabajo coordinado, muchas ganas de crear, alegría y responsabilidad por representar el génesis de la magia. El coliseo estaba lleno. Había gran expectativa por ver la representación del evento artístico el “Duende del arte”. Pero, ¿qué es exactamente?, ¿de dónde nace?
El Duende del arte es el evento artístico que se realiza en el Instituto de Arte Daniel Reyes, ubicado en San Antonio de Ibarra. Se efectuó por primera vez hace 10 años y surge como respuesta a la pregunta ¿qué es lo que inspira a los estudiantes su creación artística? La respuesta fue construida por unos ‘danielinos’ que, a partir de aquel momento, narraban la historia de un duende que por las noches visitaba las aulas, los talleres, los corredores y los patios del “Daniel Reyes”; con una especie de magia llenaba de color el ambiente y les dotaba de magia a los pinceles y al barro con el que los maestros y estudiantes crearían sus obras de arte.
Entonces, surge como un espacio para exposición de las obras de arte un primer festival y en contraposición a la idea de elegir una reina del colegio. La exposición se realizó con gran éxito. La idea era que este mito del duende no muriera. Los estudiantes de cursos superiores instaban a los ‘nuevos’ danielinos a no olvidar la leyenda. Incluso los hoy organizadores del evento recuerdan que cuando estaban en sus primeros años no le tomaban gran atención, pero la realización del evento era ahora su preocupación principal.
Sin embargo, la realización del festival artístico de este año tenía un elemento nuevo, y es que, producto del trabajo en diferentes frentes, este tenía que ser un festival mucho mejor organizado y contar con la participación de los estudiantes de todos los niveles: diurno, nocturno y tecnológico. Se encargaron comisiones y ¡a trabajar se ha dicho!
La construcción de un escenario ostentoso: mucha creatividad, dos meses de incansable trabajo, de comer y dormir en el coliseo, de poner hasta los últimos centavos para comprar harina para el engrudo, de recoger el papel de los quintales de cemento y azúcar para hacerlo, dieron a luz la construcción de una esfinge de Daniel Reyes y la representación de un castillo: cinco metros con una estructura de carrizo y papel reciclado. Todo está hecho mano, era la noticia, y no dejaba de asombrar a todos los espectadores. Un trabajo magnífico, era la conclusión a la que llegábamos.
Si el trabajo previo: reunir las voluntades de todos los danielinos; conseguir financiamiento (del gobierno provincial de Imbabura, del Ministerio de Inclusión Social y la Unión de Artistas Populares del Ecuador, UNAPE); jornadas enteras de preparar, presentar, aprobar y distribuir afiches y hojas volantes; campañas de difusión e invitación en los medios masivos de comunicación, entre muchas otras actividades , es digno de mención, fue más notable la realización misma del festival.
Se presentaron actos musicales; la danza, el teatro y la pintura fueron los instrumentos. La realización de la obra “El inicio”, mostró, con elementos conceptuales en movimiento, la historia del surgimiento de la sociedad humana, la aparición de los dioses, el origen de las guerras y el machismo. La expresión corporal, junto con la pintura en sus cuerpos, y la música, nos dejaron atónitos a todos los asistentes. Mientras la danza y la historia se desarrollaban, dos estudiantes creaban un cuadro magnífico de un paisaje a los pies de una montaña.
Sin decir una palabra, en la representación de la obra “Rompiendo cadenas” se hizo una crítica al sistema educativo y resaltaron el rostro humano, la libertad y la capacidad de crear de los estudiantes, que se mofaron del sistema que les obliga a seguir parámetros establecidos, y el modo de romper con ellos.
En una creación más literal, los estudiantes de los primeros niveles representaron “El Duende”. A partir de ese momento, recién tenían significado todas las imágenes, los colores, la danza y la pintura que habíamos presenciado. Entendimos que, como dijo Marcelo Manosalvas, estudiante y organizador, “El duende es mucho más que un evento: es el estudiante recibiendo clases, los maestros formando seres humanos, el chofer que lleva todos los días a los estudiantes al colegio, el portero madrugando a cumplir su tarea, los vecinos que asisten al espectáculo, es la magia que camina en el instituto”.
Así, el Duende continúa de generación en generación de estudiantes, cada año cambia, se re-inventa a sí mismo, adopta nuevas concepciones y, lo más importante, moviliza a cientos de estudiantes en pos de encontrarse con aquella magia que los guía a crear, a encuentrar su razón en la pintura, los gestos, la danza, para proponer sus reglas sobre un mundo diferente, para construirlo y compartirlo.
Se eligieron a las mejores obras, el premio: unas figurillas de barro que los estudiantes mismos habían creado. Al final, los abrazos, las felicitaciones, recomendaciones, propuestas para promover el trabajo y continuar con el proceso, todo en medio de un ambiente muy emotivo. Nuestra felicitación al trabajo realizado y ¡a celebrar se ha dicho!
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