En el país hay quienes preferirían que la culminación de los trabajos en la Asamblea Constituyente no llegue. Son precisamente ellos los que se muestran desesperados por ver que el organismo de plenos poderes redacte artículos y no, como tanto cuestionaron, solo mandatos y leyes que, según dicen, no es potestad de este organismo.
El día “D” se acerca, y los nervios hacen presa de ciertos sectores que no saben a qué temas criticar con más fuerza: si al económico, financiero, laboral, ambiental, comunicación, derechos políticos, régimen territorial, autonomías o civiles en general etc. En todas las propuestas se encuentran serios problemas; saben que no es cierta su propaganda acerca de que la nueva Constitución serán puras declaraciones coloridas, pero sin sustento jurídico verdadero. Saben que lo caminado hasta aquí en textos constitucionales es esencialmente antineoliberal, y tiene tintes progresistas muy importantes; lo cual afecta directamente a sus procesos de sobreexplotación a la clase obrera y a la acumulación de capital sobre la base de la especulación y la corrupción. Procesos que para ellos son inversión, generación de empleo y crecimiento económico.
Ahora la táctica de la derecha es relacionar la nueva Constitución con un ataque directo a Guayaquil. Se busca polarizar ese cantón con el Gobierno, la Asamblea y hasta con el resto del país. Esta ciudad se ha convertido en el cuartel general donde se ha agazapa la derecha reaccionaria para lanzar sus ataques al proceso de cambio. En la desesperación de la oligarquía es posible que lancen la consigna separatista al estilo de los grupos derechitas bolivianos. Aquí no encontrarán pueblo que los aguante.
En términos generales, los textos constitucionales avanzan a favor de la corriente democrática y patriótica, sin embargo, es necesario cuidar que la derecha y ciertos sectores infiltrados dentro del Movimiento País intenten introducir textos claramente neoliberales como la municipalización de la educación y la salud; aspectos que pondrían en serio riesgo el respaldo popular que hasta hoy tiene la Asamblea y el Gobierno.
No cabe duda que la ofensiva mediática de la derecha se incrementará en las últimas semanas de discusiones en Montecristi. Su propósito es deslegitimar a la Asamblea, crear la desconfianza en los sectores populares y lograr una base social que se incline por el No. El descenso de la popularidad del Gobierno y la Asamblea es el resultado de esta ofensiva, a lo que se suma el ‘costo de la vida’, hecho que han sido evidentes en las últimas encuestas. Sin embargo, la base de apoyo popular a la Asamblea, pese a no haber iniciado la campaña, tiene asegurada la posibilidad cierta de que triunfe el SÍ.
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