En estas semanas el Ecuador ha vivido un período de agudización de las contradicciones políticas existentes al interior de la tendencia democrática, progresista y de izquierda, siendo el gobierno el que ha buscado atizarlas. Pero la pregunta es si eso conviene o no a la consolidación y desarrollo del proyecto de cambio y al mismo gobierno
Escucho al presidente Correa referirse en los peores términos respecto de los dirigentes del magisterio y, tangencialmente, en contra del Movimiento Popular Democrático y no puedo dejar de pensar que comete un gran error de cálculo político y de identificación de las fuerzas comprometidas con el cambio y de aquellas que se oponen al proceso; así mismo, advierto los límites ideológico-políticos que tiene el proyecto de la denominada “revolución ciudadana”.
Seguramente uno de los factores que incide para que así actúe es la parcial y equivocada interpretación de los resultados electorales del 26 de abril. Como se preveía, Correa y PAIS salieron victoriosos de esas elecciones, aunque no lograron en su totalidad los porcentajes y representaciones propuestas, al punto que perdieron la mayoría parlamentaria que con su propia representación tuvieron en Montecristi, lo que les obliga a establecer acuerdos y compromisos con otros movimientos y partidos. No obstante, Rafael Correa no deja de insistir en que arrasaron en las elecciones y, prevalido de ello, cree que es el momento de “barrer” a todo cuanto considera que estorba a su proyecto político, incluyendo a las fuerzas integrantes de la tendencia, lo que es un error.
Al interior de la tendencia democrática, progresista y de izquierda, que constituye la base político-social del gobierno, PAIS es la fuerza fundamental y el MPD se ubica en segundo lugar. Este último experimentó, porcentualmente, el más alto crecimiento electoral y duplicó su representación en la Asamblea y el crecimiento es mayor en cuanto a concejales se refiere. ¿De dónde salieron esos electores del MPD? No provienen del caudal de votantes de la derecha o el populismo, sino de la misma tendencia democrática y progresista que otrora votaban por Pachakutik, por el PSE y por PAIS y que, ahora, como reconocimiento a la consecuencia política del MPD sufragaron por sus candidaturas.
Rafael Correa es conciente de ello y por eso, molesto, culpó al MPD de que PAIS no haya obtenido más asambleístas. ¿Por eso cree que el MPD estorba a su proyecto y se lo debe atacar?
No es la única causa ni la fundamental. El fondo del asunto rebasa los errores de apreciación y se ubica en el plano de las concepciones ideológicas y políticas de lo que es, hacia dónde debe enrumbarse y quiénes son los actores fundamentales del proyecto de cambio. Al interior de la tendencia democrática, progresista y de izquierda existen lineamientos y tendencias políticas diversas que van desde las que asumen el reformismo como vía para transformar el país, hasta las que propugnan una política y una vía revolucionaria. En esos polos se ubican PAIS y el MPD respectivamente, con la advertencia de que, a su vez, PAIS encierra en sí un conjunto de tendencias que lo convierten en un movimiento heterogéneo, en el que en un momento al parecer predominan las posiciones más progresistas y de izquierda, y en otro se imponen sectores atrasados.
Mirando así las cosas, se descubre que en estas semanas el Ecuador ha vivido un período de agudización de las contradicciones políticas existentes al interior de la tendencia democrática, progresista y de izquierda, siendo el gobierno el que ha buscado atizarlas. Pero la pregunta es si eso conviene o no a la consolidación y desarrollo del proyecto de cambio y al mismo gobierno.
Los ataques lanzados en contra de la UNE y los maestros –a los que los grandes medios de comunicación se unieron entusiastamente-, así como la promulgación del Decreto 1701 que afecta el derecho a la contratación colectiva en el sector público han provocado resistencia y desilusión en importantes sectores de la base social del proyecto de cambio. De esta forma, Correa no precautela las fuerzas; por el contrario, las debilita.
No planteamos ocultar y menos desconocer las contradicciones existentes en la tendencia, pero es evidente que por sobre estas se encuentran las que se presentan entre las clases trabajadoras y las clases dominantes, que tienen el carácter de inconciliables. Por supuesto que esta visión depende de la concepción que respecto de la configuración social y de los procesos sociales de cambio se tiene. Está claro que el concepto de “revolución ciudadana” pone en segundo plano las contradicciones de clase, si es que no niega su existencia.
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