La ejecución de asesinatos selectivos como política de Estado ha sido tradicionalmente condenada al fracaso por la historia.
Autor: Silvio González / Prensa Latina
Sección: Opinión
28 Junio 2009
Fuente: Revista Contralínea 137 / 28 de junio de 2009
Ello ocurre desde los tiempos del imperio romano, pasando por las fuerzas punitivas hitlerianas, hasta las actuales ejecuciones sumarias realizadas en diferentes países por los comandos Delta de Estados Unidos.
La privatización de los actuales conflictos bélicos, con la utilización de centenares de bases secretas y de miles de mercenarios armados, ha provocado que las mismas se fragmenten de manera extrema y se conviertan en guerras llevadas a cabo en las sombras y el silencio.
En el libro War from within, el periodista Bob Woodward reveló por primera vez que Estados Unidos cuenta con capacidad para desarrollar operaciones militares secretas en el extranjero que le permiten localizar, apresar y asesinar a individuos de grupos considerados terroristas.
El dos veces ganador del Premio Pulitzer, Seymour Hersh, explicó, durante una conferencia en la Universidad de Minnesota, que las fuerzas armadas estadunidenses cuentan con un Comando de Operaciones Especiales para ejecuciones sumarias, cuyos equipos operan sin autorización del Congreso.
Philip Alston, del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, declaró que esas fuerzas especialmente entrenadas por los servicios especiales han asesinado a cientos de civiles y desaparecen tras una impenetrable muralla de silencio, complicidad y burocracia.
Una de las principales características de esta nueva modalidad de guerra de contrainsurgencia son los ataques contra poblaciones civiles con aviones no tripulados del tipo Predator.
El exasesor de la Central Intelligence Agency, Lee Strickland, confirmó que la campaña con ese tipo de armamento se ha incrementado para responder a la dispersión de algunos jefes considerados terroristas que buscan financiamiento, nuevos reclutas y ganar influencias.
Michael Scheuer, exjefe de la unidad especial encargada de la captura de Osama Bin Laden, manifestó que con Barack Obama aún está por definirse la política que se seguirá con relación a la utilización futura de los asesinatos selectivos.
Con anterioridad, durante los gobiernos de los presidentes Gerald Ford y Ronald Reagan, existían órdenes ejecutivas que explícitamente prohibían a los servicios especiales planear o participar en atentados selectivos en el exterior.
Amos N. Guiora, director del Instituto sobre Leyes y Proyectos de Seguridad Global, declaró que uno de los problemas de los asesinatos selectivos es que tienen como base una información de inteligencia muy precisa y confiable para evitar muertes innecesarias y eso sólo se puede lograr en muy contadas ocasiones.
En el nuevo presupuesto militar presentado al Congreso por el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, se contempla un sustancial incremento para operaciones de los comandos especializados en asesinatos y para los ataques selectivos con aviones no tripulados.
Según el especialista en temas de defensa de The Nation, Michael Klare, de lo que se trata es de un viraje de la guerra que pone énfasis ahora en enfrentarse a conflictos no convencionales en el Tercer Mundo.
El presupuesto militar contempla iniciar la fabricación de un avión no tripulado mucho más letal, denominado The Reaper, basado en una filosofía bélica similar a la aplicada durante la fracasada Operación Phoenix, que mató más de 70 mil civiles inocentes al intentar decapitar a la insurgencia vietnamita, evocó el analista Conn Hallinan en su libro Shadow wars.
Ese mismo presupuesto se propone también convertir a la Guardia Nacional en una fuerza de despliegue rápido, especializada en la utilización de tácticas ilegales, por lo que la única interrogante por definir es en qué país el presidente Barack Obama las utilizará.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, los líderes de los grupos punitivos hitlerianos, conocidos como einsatzgruppen, fueron juzgados en Nüremberg por practicar asesinatos considerados internacionalmente como crímenes de guerra, lo que demuestra una vez más que esa práctica siempre ha estado condenada al fracaso.
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