Estados Unidos ha “extraviado” 11 bombas nucleares en todo el mundo. Más del 50 por ciento de los artefactos fueron perdidos en su propio territorio. En manos “terroristas”, las armas de destrucción masiva podrían ser rehabilitadas. Accidentes, negligencia y corrupción, entre las causas de los “extravíos”. Ese país, sin ningún tipo de sanción
Autor: Silvio González Lamar* / Prensa Latina
Sección: Línea Global
21 Junio 2009
Fuente: Revista Contralínea 137 / 28 de junio de 2009
Flechas Rotas, en el argot militar del Pentágono, es la clave para designar las bombas nucleares que Estados Unidos ha extraviado por negligencias o accidentes desde la época de la Guerra Fría hasta el presente, que ya suman un total de 11 artefactos. En estos momentos, la orgía atómica estadunidense ya ha dejado una impronta imborrable a lo largo y ancho del planeta, desde las heladas tierras de Groenlandia hasta los oscuros pantanos del sureño estado de Georgia.
En un periodo de cinco años perdieron seis proyectiles nucleares en su propio territorio y otros cinco en lugares del Pacífico, el Atlántico y el Mediterráneo.
La oficina del inspector general del Pentágono reconoció el pasado octubre que estaban desaparecidos desde un destructor de la Marina hasta varios cohetes tierra-aire.
El valor de los armamentos que están en “paradero desconocido” se calcula en 8 mil millones de dólares.
Stephen Schwartz, autor del libro sobre el programa nuclear norteamericano Atomic Audit, señaló que aún existen muchos secretos nucleares de los cuales no sabemos absolutamente nada.
Los medios de prensa de ese país asumen una evidente complicidad con los gobernantes para mantener a la opinión pública ajena a este grave y peligroso problema, declaró Joseph Mengano, director ejecutivo del proyecto sobre radiación y salud.
El exoficial de la Central Intelligence Agency, Bert Soleau, que ahora trabaja para la empresa de salvamento Assure, manifestó que no sería raro que grupos terroristas localizaran las bombas perdidas y les extrajeran los materiales necesarios para la construcción de un proyectil nuclear artesanal.
Ken Groves, experto en armas nucleares de la Sociedad de Salud Física, que durante 26 años estuvo en la Marina, apuntó que el nivel de radiación de estas bombas es indetectable porque fueron hechas para resistir condiciones extremas y dejan escapar sólo cantidades casi insignificantes de uranio y plutonio.
El probable impacto medioambiental de estas bombas desaparecidas y el prolongado ocultamiento del Pentágono sobre el estado en que se encuentran hacen imposible poder tener una idea clara de cuáles serían las verdaderas consecuencias de todos estos errores militares, argumentó el representante republicano por Georgia, Jack Kingston.
El primero de estos incidentes ocurrió el 13 de febrero de 1950 cerca de Texas, cuando un bombardero B-36 sufrió una avería y lanzó al mar una bomba atómica de 30 kilotones que transportaba.
El 10 de marzo de 1956 un B-47 que trasladaba dos artefactos de 3.4 megatones desapareció cuando volaba sobre el Mediterráneo.
El 5 de febrero de 1958 un B-47 chocó en el aire con un caza F-86 y su piloto, el mayor Howard Richardson, tuvo que dejar caer una bomba de hidrógeno en los pantanos de Savannah, en Georgia, donde ha permanecido durante los últimos 50 años.
Un mes más tarde, otro B-47 accidentalmente dejó caer otra bomba H en la cercanía de Florence en Carolina del Sur, cuya explosión causó graves daños materiales y varios heridos, aunque su carga nuclear afortunadamente no explotó.
El 24 de enero de 1961 un B-52 con dos bombas de 24 megatones se estrelló cuando despegaba de la Base Goldsboro, en Carolina del Norte. Una de las armas se hundió en los pantanos y no ha sido encontrada hasta el presente.
El 5 de diciembre de 1965 un A-4 Skyhawk que transportaba una cabeza nuclear de 1 megatón cayó al mar cuando intentaba aterrizar en el portaviones Ticonderoga y nunca se pudo recuperar.
El 16 de enero de 1966 un B-52 con cuatro bombas de hidrógeno se precipitó a tierra cuando intentaba reabastecerse de combustible en pleno vuelo cerca del poblado español de Palomares, en Almería.
Dos de los artefactos esparcieron radioactividad en una vasta zona. Una de las bombas de Palomares fue localizada por un mini submarino a 2 mil 850 pies de profundidad, donde aún permanece.
El 21 de enero de 1968 un accidente similar ocurrió cuando un B-52 se incendió en pleno vuelo sobre Groenlandia con cuatro bombas de hidrógenos que contaminaron una amplia zona.
Los soldados norteamericanos contaban con equipamiento protector contra la radiación, pero los daneses de Groenlandia y los españoles del incidente en Palomares comenzaron a enfermarse meses después de cáncer y problemas en la sangre, sin que el Pentágono les diera ninguna indemnización o tratamiento médico.
El 21 de mayo de 1968 el submarino USS Scorpion se hundió a 750 kilómetros de las Islas Azores con dos armas nucleares de 250 kilotones cada una.
Sucesos como éstos equivalen a poner a toda la humanidad en una especie de jaque perpetuo.
Vale la pena preguntarse qué reacción tendría Estados Unidos si cualquier otro país extraviara durante varias décadas nada menos que 11 potentes artefactos nucleares cerca de sus litorales y grandes urbes.
El presidente estadunidense Barack Obama podría proponerse rescatar estos artefactos mortíferos perdidos en el olvido, opinó Arjun Makhijani, experto en física nuclear y asesor de Naciones Unidas.
*Jefe del Departamento de Difusión de Prensa Latina
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