“Una de las neurosis de la fastmodernidad es la depresión exógena; el Sujeto no es que está muerto en vida, sino que literalmente vive la muerte, una especie de catatonía emocional”.
Estoy bajoneado, me agarró la depre”, es una queja recurrente de los adolescentes. La generación del siglo XXI, es la generación de la fastmodernidad, de la velocidad de las comunicaciones, de la transmisión en tiempo real, pero por el Psicoanalista francés Jacques Emile Lacán sabemos que lo Real es aquello imposible de ser aprehendido.
La diada o dueto intimidad-extimidad como que se ha ido comprimiendo, pues los adolescentes tienen demasiada información y no saben cómo procesarla. Es allí donde entran a operar las llamadas “nuevas sensibilidades” inventadas por el capitalismo para sostener el sistema y crear necesidades para alimentar la sociedad de consumo, tal el caso de la subcultura Emo.
Los Emos datan de los años 80, son provenientes de un estilo musical derivado del punk hardcore americano. La palabra "Emo" viene de Emotional hardcore music.
Los “emos” están bastante extendidos por toda Latinoamérica y han surgido subculturas como los "pokemones". En la actualidad la mayoría de “Emos” son de edad adolescente, entre los 14 y 20 años.
Tienen una visión negativa de la vida y suelen mostrarse al mundo como pesimistas y víctimas de una sociedad creada pensando más en el capital y en los intereses privados, que se olvida de las personas y sus verdaderas necesidades. Son inconformistas y pesimistas, se preocupan mucho por su apariencia y se declaran en contra de las modas (aunque paradójicamente ser Emo es una moda), suelen tener tendencia a preguntarse por el sentido de las cosas y no creen en religiones.
Su vestimenta característica: peinado engominado cubriendo parte de la cara, piercings, zapatillas Converse, muñequeras, chapas, sudaderas con capucha, camisetas ajustadas (generalmente negras) y calzoncillos a la vista; una apariencia que ha provocado el rechazo de las generaciones de adultos.
En mi práctica clínica he tenido la oportunidad de analizar a adolescentes cultores de la subcultura Emo. La mayoría de ellos provienen de hogares desestructurados en los que no existe ningún principio de autoridad, producto de la migración, en los que uno o los dos padres están ausentes y el cuidado y la crianza ha quedado en manos de los abuelos maternos o paternos. Otros Emos provienen de hogares en los que se ejerce violencia y maltrato físico o psicológico (violencia intrafamiliar), abuso sexual infantil, alcoholismo, etc.
Según el Psicoanalista Mario Elkín Ramírez, la mayoría de los casos de las crisis que enfrentan los adolescentes se dan porque: “Descubren que sus padres no son tan omnipotentes u omnisapientes como ellos suponían en su infancia, entonces se caen los ideales que se soportaban en la figura de los padres”.
En mi apreciación, la familia nuclear, tal como la conocemos, es una especie en extinción. Los adolescentes suelen considerar a su grupo de amigos, a la jorga o a la pandilla como su verdadera familia, pues ésta los acepta tal y como son.
El lugar donde se registra el placer-displacer, el goce, el dolor, la emoción del sufrimiento, es el cuerpo. La mayoría de los Emos recurren a los cortes en las muñecas con objetos como estiletes, hojas de afeitar, etc. Entre sus planes no está suicidarse, sino dejar una huella en ese acto de casi desaparecer que es la sensación de vivir la muerte. He allí el origen de la fantasía de morir desangrado, pues al intentarlo se llama la atención de Eros y Thánatos, los impulsos opuestos de vida y de muerte.
Considero que una de las neurosis de la “fastmodernidad” es la depresión exógena, en la que el Sujeto no es que está muerto en vida, porque al menos allí habría esperanza, sino que literalmente vive la muerte, en una especie de catatonía emocional. No es que haya una pérdida del sentido de realidad y su capacidad de simbolización, que es lo que sería la psicosis, sino que se tiene la sensación de que la vida no vale la pena vivirla sino en tanto se viva la muerte.
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