Alrededor de 27 millones de personas son sometidas en el mundo a trabajos forzados por deuda, esclavitud doméstica, tráfico humano, explotación sexual, prostitución forzosa, trabajo infantil, venta de niños, matrimonios forzosos y venta de mujeres. Se trata de una condición que padecen personas principalmente de África y Asia, pero de la que no están exentos los países “desarrollados”
Aunque la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que “nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre”, casi 27 millones de personas, sobre todo infantes y mujeres, permanecen bajo esa condición en el mundo.
La abolición por parte de los Estados y gobiernos de esta práctica poco representa para quienes hacen caso omiso de las legislaciones y avalan tales crímenes de lesa humanidad.
La esclavitud por deuda, la doméstica, el tráfico humano, la explotación sexual, la prostitución forzosa, el trabajo infantil, la venta de niños, los matrimonios forzosos o venta de mujeres y ciertas formas de mendicidad son algunas de las modalidades en las que se manifiestan estas violaciones.
Datos de la Organización de Naciones Unidas confirman que en todos los continentes existen esclavos de ambos sexos, aunque los más afectados por el flagelo son Asia y África.
La desigualdad e injusticia del sistema capitalista expandido por el mundo, los conceptos con que se articula el poder y la tolerancia con que se acoge el fenómeno frenan la aplicación de las condenas de organismos internacionales.
Desde la década de 1970, la prohibición de la esclavitud es considerada una obligación en derecho internacional. Sin embargo, en nuestro tiempo, la amenaza, la violencia u otro tipo de coacciones físicas y morales sirven a los devenidos “propietarios”. Éstos disponen de manera absoluta de una persona sin que medie un documento de propiedad, más si son infantes o mujeres en condiciones de vulnerabilidad.
Tal aberración es observada por autoridades venales en muchos países, quienes callan o cuando menos se benefician de los sobornos de estos criminales.
En Mauritania, en el norte de África, el gobierno prohibió la esclavitud hace tres décadas, pero decenas de personas siguen siendo raptadas y llevadas a cautiverios para luego ser sometidas en regiones remotas de esa nación.
Ese país fue el último en abolir la esclavitud, en 1980, mas el desconocimiento de la ley por parte de la población explica por qué gran parte de los antiguos esclavos continúan bajo esa condición.
La Liga Mauritana de Derechos Humanos asegura que algunos nunca fueron liberados –alrededor de 90 mil–, en tanto, unos 300 mil regresaron después a los hogares de sus antiguos amos con el fin de ser acogidos nuevamente.
Faltó crear condiciones para que los liberados lograran oportunidades de trabajo u otras vías dignas de sustento, y eso es algo que afecta a buena parte de los sometidos a tales situaciones en las regiones más atrasadas económicamente.
La tradición esclavista de sociedades como ésta lastra valiosos intentos de avanzar en la erradicación definitiva del mal, pero no está en el sustrato de lo que acontece en otras regiones del mundo.
Comercio de seres humanos
El comercio de seres humanos ha creado una nueva clase de esclavos: mujeres y hombres obligados a cruzar al otro lado de la frontera mexicana en busca de un empleo que muchos de los gobiernos latinoamericanos son incapaces de ofrecerles.
En este caso, no se trata de negros encadenados, sino de ciudadanos de todas las edades y etnias, de los dos sexos, víctimas de la pobreza y, por consiguiente, de la maldad de los traficantes de personas hacia Estados Unidos.
En febrero de 2010, el Departamento de Seguridad Interna estadunidense acusó a 22 sospechosos en Houston, Texas, de vender inmigrantes mexicanos, usando compañías de servicio de transporte para introducirlos ilegalmente al país.
Según esa fuente, los traficantes encerraban a los emigrados en “casas clandestinas”, resguardadas por hombres armados y perros de asalto para impedir que huyeran.
México es una “enorme fuente de tránsito y destino”. El tráfico, con fines comerciales de explotación sexual y “trabajo forzado”. Mujeres, menores de edad, indígenas y “emigrantes indocumentados” son los grupos más vulnerables, señaló un Informe sobre trata de personas, del Departamento de Estado.
La trata de personas representa hoy el negocio ilegal de mayor crecimiento en el mundo, y a tono con pronósticos de entes internacionales, en 2010 destronará al tráfico de drogas como fuente número uno de dinero ilícito.
La Organización de las Naciones Unidas estima que, cada año, las personas traficadas rondan entre 600 mil y 800 mil, y su comercio genera ingresos anuales por 32 mil millones de dólares. Otros organismos afirman que esa cifra asciende a 40 mil millones de dólares.
Casi 12.3 millones de personas trabajan en condiciones de esclavitud en el mundo, de las cuales 2.4 millones fueron “vendidas”, muestran registros de la Organización Internacional del Trabajo.
De esa cantidad, 80 por ciento es explotada sexualmente; el resto realiza faenas de trabajo esclavo de todo tipo, añade el ente.
El fenómeno de la esclavitud se remonta a las civilizaciones antiguas. Históricamente se ha demostrado que su razón de ser radica en el fortalecimiento y sostenimiento de la actividad económica.
Aristóteles sostenía que es un fenómeno natural, lo cual dio pie a que otros investigadores consideraran la relación recíproca entre capitalismo y esclavitud.
Conforme varía en su dinamismo el capitalismo, el carácter represivo de la actividad laboral también cambia. Sin embargo, el economista estadunidense Lester Thurow sostiene que mientras la democracia es incompatible con la esclavitud, el capitalismo no lo es.
La esclavitud suele reaparecer en la misma proporción que avanzan las formas autoritarias de gobierno y proliferan las maneras de reducir la condición de personas sujetas a los designios de otras sin opción de réplica, discrepancia, decisión o protesta.
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