El gobierno mexicano profundiza su colaboración con la política de seguridad y defensa de Estados Unidos, a través de la Iniciativa Mérida, y le entrega al país más poderoso de la tierra una “oportunidad en charola de plata” para intervenir, consideran especialistas. Persiste la falta de claridad y de certeza sobre lo que significará en el futuro esa alianza táctica para los mexicanos
Pese a la falta de transparencia sobre los vínculos entre el gobierno de México y el Comando Norte de Estados Unidos (USNorthCom), hoy se sabe que las relaciones mutuas se intensifican bajo la Iniciativa Mérida, la estrategia binacional que busca combatir a la delincuencia organizada trasnacional. Así, oficiales de ese mando asesoran a las fuerzas armadas en el combate urbano contra la delincuencia organizada o entregan equipos a militares mexicanos. Y lejos de la mirada pública, legisladores mexicanos asisten a seminarios y dialogan con los jefes del Comando Norte en la Base Aérea Peterson de Colorado Springs.
Entre el 29 y 31 de mayo de 2008, nueve diputados mexicanos, de las comisiones de Defensa Nacional, Política Exterior y Marina, asistieron a un seminario en la sede de ese Comando. La reunión fue auspiciada por el USNorthCom, la Sección Política de la Embajada de Estados Unidos en México y el Centro para Estudios de Defensa Hemisféricos de la Universidad Nacional de la Defensa en Washington.
La Cámara de Diputados no divulgó los nombres de todos los legisladores asistentes. Fue hasta el 22 de julio de ese año que la vocería del Comando Norte consignó que el diputado del Partido Revolucionario Institucional por Hidalgo, José Edmundo Ramírez Martínez, convino con el almirante James G Stavridis, jefe del Comando Sur, en “que la pobreza es la principal razón detrás de la migración”.
En el encuentro, Mike Noll, director de Inteligencia del Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica (Norad, por su acrónimo en inglés), conversó acerca de las amenazas que evalúan el Comando Norte y el Comando Sur estadunidenses. Por su parte, Marco Antonio Peyrot Solís (hijo de Marco Antonio Peyrot González, secretario de Marina durante el gobierno de Vicente Fox) y también legislador por Hidalgo del Partido Acción Nacional, “convino en la necesidad de mejorar la cooperación entre los dos países”.
Los diputados mexicanos conversaron con Víctor Eugene Renuart hijo, jefe del Comando Norte, y el Almirante James G Stavridis “sobre los avances de la relación de defensa y seguridad bajo la Iniciativa Mérida. Ése es un paquete de asistencia antidrogas por 1 mil 600 millones de dólares para México, Centroamérica y el Caribe, previsto para tres años desde que se firmó, el 30 de junio de 2008, en el marco de ayuda suplementaria a Irak.
Luego de esa visita de parlamentarios mexicanos, el cuartel del Comando Norte recibió la visita de Arturo Sarukhán, el embajador de México en Estados Unidos, entre el 22 y 23 de julio de 2008. Siempre conforme a la versión del Comando, fue una oportunidad para el diálogo “con miras a los muchos objetivos comunes” de ambos países. El pie de foto que acompaña la imagen de Sarukhán y Renuart reitera que México y el USNorthCom mantienen relaciones de colaboración, basadas en “la verdad, la confianza y el respeto por cada país”.
Un año después, del 16 al 18 de abril de 2009, una comisión de 10 senadores mexicanos asistió al Seminario de Líderes Legisladores con miembros del Comando Norte. Entre quienes acudieron, figuran Luis Alberto Villarreal, del Partido Acción Nacional, y Arturo Escobar y Vega, del Partido Verde Ecologista de México.
Los mexicanos conocieron la relación del ejército estadunidense con la Policía Civil y cómo plantean sus campañas las Fuerzas Armadas y las corporaciones policiacas “para detener a los delincuentes”, cita nuevamente la fuente castrense de aquel país.
A fines de ese año, el 15 de diciembre, visitó México el general Eugene Renuart, jefe del Comando Norte y del Norad. Participó en la ceremonia de entrega del primero de cinco helicópteros Bell-412 que el gobierno estadunidense dio a las Fuerzas Armadas mexicanas.
Esta entrega, que se enmarca en la Iniciativa Mérida, tiene un valor de 66 millones de dólares y ocurrió en el hangar de la Secretaría de Defensa Nacional, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. También asistieron John Brennan, asesor del presidente para temas de seguridad de la patria y contraterrorismo, y Carlos Pascual, embajador de Estados Unidos en México.
Brennan describió que su país “también” ha tenido operaciones exitosas en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Citó al Proyecto Coronado –que en septiembre de 2009 desplegó a 3 mil agentes federales, estatales y locales en 19 estados de Estados Unidos y detuvo a 300 presuntos miembros de la Familia michoacana– y al Proyecto Gunrunner (de rastreo de armas).
En lo que confirma otro estrecho contacto entre las fuerzas armadas de México y representantes del Comando Norte, el 6 de febrero de 2010, y desde la Base Aérea de Santa Lucía, en México, despegó el avión Air Force C-5 del Comando Norte con rumbo a Puerto Príncipe, la devastada capital de Haití. Transportaba la cocina de campo que el Ejército Mexicano envió luego del terremoto del 12 de enero.
También se sabe que miembros de la Conferencia de Jefes del Aire de Norteamérica se reunieron con oficiales y funcionarios de México, Canadá y Estados Unidos. Así lo muestra una imagen en la que aparecen todos ante un avión Raptor F-22 del 43 Escuadrón de Combate en Tyndal Air Force Base. Aunque se desconoce la fecha de esa reunión, sí informa el Comando Norte que entonces se discutieron las “operaciones mutuas de seguridad de la patria”.
Otra fotografía muestra al primer comandante de la Fuerza Aérea, mayor general Hank Morrow, discutiendo “operaciones de seguridad de la patria norteamericana” con el mayor general Carlos Antonio Rodríguez Munguía, segundo director de operaciones de la Fuerza Aérea Mexicana. Ninguna información complementaria procede de fuentes oficiales mexicanas.
Acciones contra el narcotráfico
A fines de noviembre de 2008, visitó “el norte de México” el experto en operaciones urbanas del Comando Norte, general Thomas Turner. Su objetivo, según esa fuerza estadunidense, fue intercambiar técnicas y tácticas con las comandancias de la segunda región, con sede en Mexicali y jurisdicción en Baja California, Baja California Sur y Sonora; cuarta región, con sede en Monterrey y jurisdicción en Nuevo León, San Luis Potosí y Tamaulipas; así como la 11 región, que se extiende por Chihuahua y Coahuila.
Hasta febrero de 2009, el Comando Norte informó que Turner era uno de los oficiales puestos a disposición del Ejército Mexicano. Su misión: compartir “de primera mano” la experiencia de los soldados estadunidenses adquirida en batallas callejeras contra talibanes, miembros de Al Qaeda e insurgentes iraquíes.
Un año después, el 13 de marzo de 2010, Gene Renuart reveló que su país “comparte con México las lecciones de las guerras en Afganistán e Irak”, para atrapar a los líderes del tráfico de drogas. Así lo afirmó en un foro sobre cooperación México-Estados Unidos-Canadá, organizado por el Centro Woodrow Wilson en Washington. El comandante sostuvo que las organizaciones del narcotráfico “no son diferentes a los líderes de una célula terrorista”.
Agregó que, si se desea tener éxito en ese combate, se debe recurrir a “una amplia variedad de fuentes de inteligencia”. Para Renuart, las organizaciones del tráfico de drogas en México y otros países del hemisferio “se han vuelto muy sofisticadas”.
El 18 de marzo, Gene Renuart sostuvo que Estados Unidos está comprometido a mantener una “alianza persistente” con México. Por esa razón, manifestó que apoya la extensión del modelo de cooperación de la Iniciativa Mérida. Ante la Cámara de Representantes, el jefe del Comando Norte expresó que el reto contra la violencia en México y el fortalecimiento institucional “podrían demorar de ocho a 10 años”.
Señaló que el secretario de Defensa, Robert Gates, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, apoyan la continuación de la Iniciativa Mérida más allá de su calendario original. Al hablar ante el Comité de Servicios Armados del Congreso, explicó que aun cuando son de lamentar las pérdidas de vidas en este país, “debemos ser persistentes en nuestra sociedad con México”.
Ese mismo día, desde la reserva Niágara Falls de la Fuerza Aérea estadunidense, el sargento Joseph McKee emitió una directiva de protección sobre viajes a México. El documento notificaba que se rescindían los permisos de viajes hacia México hasta el 15 de mayo de 2010.
“Debido a la violencia en curso a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, y los recientes asesinatos de tres ciudadanos estadunidenses en Ciudad Juárez, todo viaje no oficial a los estados de Chihuahua, Durango y a las ciudades de Nogales, Piedras Negras, Nuevo Laredo, Monterrey y Matamoros, está prohibido”, puntualizó la directiva.
Camino a la integración
El proceso de cooperación entre las fuerzas armadas estadunidenses y mexicanas se diseñó tras la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), el 17 de noviembre de 1992. El entonces secretario de Estado estadunidense, Warren Christopher, manifestó el 5 de noviembre de 1993, ante la Cámara de Representantes, las nuevas condiciones que ofrecía ese tratado para su país.
En su opinión, el TLCAN era mucho más que tarifas, comercio, crecimiento económico y creación de empleos: “Es el símbolo de una nueva relación y una nueva estructura de cooperación”. El diplomático consideraba que ese tratado y sus acuerdos complementarios incrementarían la capacidad de México para “cooperar con nosotros en un amplio rango de asuntos vitales que afectan nuestra seguridad de forma directa y tangible”.
Durante la gestión presidencial de Ernesto Zedillo, hubo dos ejemplos de cooperación entre los ejércitos de ambos países. Se estableció un grupo bilateral para explorar medidas de cooperación en cuatro áreas: operaciones contra el narcotráfico, desastres naturales, modernización de las fuerzas armadas y entrenamiento, así como educación y capacitación.
De acuerdo con el análisis de Arturo Santa Cruz “Integración regional, soberanía e Identidad en América del Norte”, publicado en el Atlas de seguridad y defensa (Casede, 2009), más tarde se puso en marcha el Grupo de Contacto de Alto Nivel. Por parte de México, participaron los titulares de las secretarías de Relaciones Exteriores, Defensa, Marina y Salud, así como el procurador General de la República.
Así, en 1997, por primera vez, se produjo de manera conjunta un documento en el que se identificó al narcotráfico como una “amenaza común” y se decidió establecer una “alianza” para combatirlo.
Adicionalmente, esa integración se examina en el análisis “Una estrategia de participación para México” (publicado en la revista de la Fuerza Aérea estadunidense en 2005) del mayor Lawrence Spinetta, miembro del Estado Mayor del Pentágono y becario del Consejo de Relaciones Exteriores. El trabajo alude directamente a México en su frase inicial: “La geografía nos ha convertido en vecinos, la cooperación y el respeto mutuo nos convertirá en socios”.
Al justificar la ampliación de la defensa del espacio aéreo estadunidense, Spinetta explica que la defensa interior de Estados Unidos no concluye con la integración de más radares de tráfico aéreo orientados hacia el interior de su país, pues “nuestro flanco sur con México permanecería relativamente desprotegido”. Por esa razón, afirma que el Norad debe “buscar activamente” el desarrollo de una nueva cooperación de seguridad con México para fortalecer la defensa colectiva de América del Norte.
Spinetta advierte que las realidades de la política actual mexicana y estadunidense liquidarán cualquier plan ambicioso de asociación de largo plazo, por lo que toda asociación “tendrá que partir de iniciativas modestas” para mejorar la cooperación.
Agrega que el Congreso mexicano, “temiendo una pérdida de soberanía”, se opone rotundamente a la “Visión 2020” del Norad y una estructura de comando trinacional. Propone que, para tener éxito, toda propuesta para mejorar los acuerdos de seguridad con México debe reconocer los límites políticos de la mayor interacción entre militares.
Opacidad y desinformación
Tal como señala el estudio “Transparencia y Seguridad Nacional”, de María Marván Laborde, que aparece en el citado Atlas de Casede, en materia de seguridad pública como de seguridad nacional existe cierta información que debería estar disponible de manera permanente. Igualmente, numerosos documentos que dan cuenta de la acción del Estado, que deberían ser susceptibles de entregarse a los solicitantes.
En gran medida, la seguridad surge de que sea el propio Estado quien pone a disposición la información documentada, cierta y confiable que da cuenta de las políticas públicas y de las decisiones, tanto de los principales actores políticos como de la burocracia especializada en la materia, señala la actual comisionada del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública Gubernamental.
Esa reflexión aplica en el análisis de Abelardo Rodríguez Sumano, doctor en relaciones internacionales, sobre la declaración de guerra que hizo el gobierno federal mexicano a la delincuencia organizada, fundamentalmente en la frontera.
El también egresado de las Universidades de California, Berkeley y de Georgetown observa que el proceso de descomposición y de abandono de la frontera mexicana con Estados Unidos coincide con esa declaración de guerra “no bien pensada ni articulada”, que evidencia las debilidades del lado mexicano y expone con mayor claridad “una mayor presión por parte de Estados Unidos”.
En su opinión, la frontera (norte y sur) es el punto más vulnerable del sistema de seguridad nacional mexicano. Esto se sobredimensiona en la frontera con Estados Unidos tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, cuando aquel país hizo el replanteamiento más importante a su sistema de seguridad y de defensa desde el Acta de Seguridad Nacional de 1947.
Incluso, entre la gama de problemas globales que enfrenta la administración de Obama (como los diferendos con Irán, el Norte de Corea, Afganistán y Al Qaeda), una de sus vulnerabilidades se encuentra en su frontera con México.
Cita como ejemplo la escalada de violencia no sólo en Ciudad Juárez, sino El Paso, Texas y Phoenix, Arizona, y que ya se observa un creciente número de documentos y declaraciones desde Estados Unidos asociados a la inseguridad en México, “porque esto trastoca la seguridad interna en aquel país”.
Afirma que en la administración de Fox no hubo claridad en materia de seguridad y defensa, menos aún en su colaboración con Estados Unidos. Considera que en la gestión de Felipe Calderón se intensificó la colaboración entre los dos países a partir de la Iniciativa Mérida. Apunta que ése es “el instrumento que une el sistema de defensa estadunidense con el sistema de defensa y seguridad mexicano”, por ejemplo a través del Comando Norte.
Añade que ésta es una información “super pública en Estados Unidos; no es ningún secreto”. Esa cooperación es “histórica”, pues desde 1942 –cuando se formó la Comisión México-Estados Unidos para la Defensa Común, en el marco de la Segunda Guerra Mundial– no se veía una colaboración de ese nivel.
El investigador reitera que el instrumento clave de la época posterior al 11 de septiembre es la Iniciativa Mérida. “Ahí se abrió el proceso para una colaboración muy profunda” entre el sistema de seguridad y defensa estadunidense con el mexicano.
Observa que se debe contextualizar a la Iniciativa Mérida “en el proceso de toma de decisiones del sistema político estadunidense, lo cual incluye a la Casa Blanca y al Congreso”, y del cambio y continuidad de las políticas entre la administración de Bush y la administración de Obama. “El cambio es en el aspecto administrativo de líderes, pero la continuidad se encuentra en la política pública”.
Y ejemplifica que, con Obama, el jefe del Estado Mayor Conjunto es el mismo Almirante Michael Mullen; Robert Gates sigue siendo secretario de Defensa y aunque los generales de todos los comandos combatientes han sido rotados en sus puestos, aún persisten. Además, el actual consejero de seguridad nacional de la administración de Obama es un general retirado de cuatro estrellas, James Jones.
Aclara que, actualmente, México no pertenece al Comando Norte, aunque sí hay colaboración a través de la Iniciativa Mérida; tampoco Canadá, que formó su propio comando y participa en la estructura binacional que es el Norad, bajo el criterio de que ese país se encarga de proteger su propia seguridad interior.
Ellos reelaboraron su doctrina con base en la soberanía, “así lo dice el jefe del comando canadiense y lo dice el segundo del Norad que es canadiense”. Señala que los canadienses lo han manifestado a los representantes estadunidenses de la seguridad y defensa, sin ambivalencias, “cosa que sí tenemos en el caso mexicano”.
Dice el investigador que “Estados Unidos es el país más nacionalista del mundo, y, cuando se trata de la seguridad nacional, anteponen su soberanía”, como también hacen los canadienses. Ante esto pregunta por qué, en materia de seguridad y de defensa, los mexicanos no lo precisan, documentan e informan también al conjunto del país”. Agrega que está a favor de un libre comercio ordenado y la interdependencia económica, “pero la seguridad y la defensa son otra cosa”.
A la pregunta qué espera a México si se profundiza la colaboración en defensa y seguridad con Estados Unidos, Rodríguez responde: “Lo que no veo son los frenos, las ponderaciones cautas y de Estado” en el sistema de seguridad nacional ni de defensa, ni de política exterior mexicanos para reconsiderar lo que esto implica.
Agrega: “No los veo en la parte oficial y eso es muy riesgoso y muy preocupante”, a pesar de que sí hay voces individuales al interior del sistema que lo claman e incluso lo demandan, “pero no hay consenso y un posicionamiento del Estado mexicano”.
Advierte que la administración de Felipe Calderón “va de salida” y no se sabe cómo quedarán los arreglos políticos luego de 2012. “No sabemos cómo estará el país entonces; pero tal como están ahora las cosas, considero que van encaminadas hacia el precipicio”, sentencia.
Cita al analista Bruce Bagley, quien plantea que México está al inicio de una espiral de violencia; esboza dos hipótesis sobre tal posibilidad: hace falta más generación de conocimiento por parte de las fuerzas armadas mexicanas de cómo funcionan y cómo adelantan intereses los estadunidenses en seguridad y defensa.
“Así ha sido desde el siglo XIX”. Esa falta de conocimiento del proceso de la toma de decisiones sí es un vacío estratégico para el interés nacional mexicano. Lanza la pregunta: ¿Te imaginas 10 años más de la misma estrategia en la relación con Estados Unidos y en el combate al narco con el mismo énfasis?
El país, en “charola de plata”
Recuerda Rodríguez Sumano cuando el secretario de Defensa (2000-2006), Gerardo Clemente Ricardo Vega García, declaró que “ni en sueños” habría una colaboración con el Comando Norte. Pregunta: ¿qué pasó al interior de las fuerzas armadas con ese planteamiento? Observa que lo que ahora ocurre no es una subordinación, pero sí la ampliación de los instrumentos de colaboración a través de la Iniciativa Mérida.
Para Estados Unidos, esta situación es “una oportunidad histórica” porque a través de la Iniciativa Mérida se abre el camino hacia la colaboración y el diálogo. Esto les permite intensificar su sistema de programas de entrenamiento en el Comando Norte y en Washington, a través de la Universidad de la Defensa y otros centros de educación para oficiales mexicanos, como el US Naval War College.
También les permite plantear con mayor precisión la coordinación de políticas en materia de defensa en las que obviamente está el lado coercitivo. A la vez, se intensifica el diálogo entre mandos a distinto nivel y prepara el camino para una colaboración generacional que perdure en el tiempo y que no se acote a esta administración. “Se trata de una oportunidad puesta en charola de plata”. Esto no quiere decir que la educación en el exterior sea negativa, aclara, pero sí ilustra un cambio de fondo con la doctrina mexicana de guerra.
Rodríguez apunta que no hay que olvidar que “es el liderazgo político en México el que buscó esto”. Obviamente, el presidente de la república, como comandante en jefe, es el responsable constitucional de marcar las grandes pautas y límites de la estrategia de seguridad nacional mexicana. Aunque, puntualiza, son corresponsables los demás miembros del gabinete que acatan ese camino.
En su reflexión final, concluye que ante las proporciones de la tarea en marcha, bien haría el gobierno federal en redoblar esfuerzos con el Congreso, la academia y la sociedad para “repensar el desarrollo de la política de seguridad nacional de las próximas décadas”.
El USNorthCom desde adentro El 1 de octubre de 2002 se estableció el Comando Norte. Tiene la responsabilidad de organizar la cooperación con Canadá, México y Bahamas. Es heredero del Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica (Norad, por su acrónimo en inglés) y es responsable de la advertencia aeroespacial y advertencia marítima en la parte continental de Estados Unidos, Alaska, Canadá y México. Su acción se extiende a Saint Pierre y Miquelon (territorio francés en la costa noreste de Canadá), Bahamas, Puerto Rico, las Islas Vírgenes y los territorios británicos: Bermuda, las islas Turcos y Caicos, y las Islas Vírgenes Británicas. Además, las 500 millas náuticas circundantes a esa región, el Golfo de México y los estrechos de La Florida. Surgió en 1958 durante Guerra Fría para vigilar el espacio aéreo contra la amenaza de misiles que provinieran de la Unión Soviética a través del Polo Norte. Su cuartel está en la Base Aérea Peterson en Colorado Springs. Aunque tiene pocas fuerzas asignadas permanentemente, recibe fuerzas adicionales cuando ejecuta misiones ordenadas por el presidente de Estados Unidos o el secretario de Defensa. Este comando realiza misiones civiles, como operaciones de ayuda en desastres (incendios, huracanes, inundaciones y terremotos). También, incluye operaciones contra las drogas y el manejo de efectos de un evento terrorista que utilice un arma de destrucción masiva. (NE) |
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