Señor Presidente, gracias por su bienvenida. Fue un placer recibirle en Washington y en la Casa Blanca, y es un gran honor, quisiera añadir, un privilegio, poder dirigirme a un organismo tan importante como éste. Serví en un parlamento que sólo tiene 535. Este es un honor incluso mayor.
Cuando el presidente Reagan – Recuerdo el discurso del presidente Reagan aquí en 1985, y al citar al poeta irlandés William Butler Yeats, hablando de su tierra Irlanda en un poema titulado “Domingo de Pascua, 1916” él dijo, “Todo ha cambiado, cambiado profundamente. Una terrible belleza ha nacido”. Mucho ha cambiado desde 1985. Mucho ha cambiado y una terrible belleza ha nacido.
Como ustedes ya saben, señoras y señores, no sólo me complace estar de nuevo aquí en Bruselas por segunda vez como vicepresidente – como saben, algunos políticos y periodistas estadounidenses suelen referirse a Washington, DC como la “capital del mundo libre”, pero a mí me parece que ésta gran ciudad, que tiene 1.000 años de historia y sirve de capital a Bélgica, el hogar de la Unión Europea, y la sede de la OTAN, esta ciudad tiene su propio y legítimo reclamo a ostentar dicho título.
Como legislador que fui durante más de 36 años en nuestro parlamento, me siento particularmente honrado al dirigirme al Parlamento Europeo. El presidente Obama y yo fuimos los primeros cocandidatos en los últimos 50 años en Estados Unidos que llegamos a la Casa Blanca de nuestros cuerpos legislativos. Por lo tanto, ambos llegamos a nuestros trabajos en el ejecutivo valorando profundamente el trabajo que ustedes hacen aquí en el bastión de la democracia europea.
Junto con mis antiguos colegas en el Congreso de Estados Unidos, ustedes y nosotros representamos a más de 800 millones de personas. Deténganse y piensen en ello por un momento: dos cuerpos elegidos que dan forma a las leyes de casi una octava parte de la población del planeta. Verdaderamente es algo destacable.
Y ahora con el Tratado de Lisboa, ustedes han asumido más poderes y mayor responsabilidad que va de la mano con tal aumento de influencia. Acogemos eso de buen grado, lo acogemos de buen grado porque nosotros, Estados Unidos, necesitamos aliados fuertes y alianzas que nos ayuden a tratar los problemas del siglo XXI, muchos de los cuales son los mismos que en el siglo pasado pero también hay otros muchos que son diferentes.
Permítanme decirlo en los términos más claros posibles: La administración Obama Biden no tiene dudas de la necesidad de una Unión Europea vibrante y la apoya firmemente. Consideramos que es absolutamente esencial para la prosperidad y la seguridad a largo plazo de Estados Unidos. Por lo tanto, no tengan dudas al respecto.
Cuando yo presidía la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos durante todos aquellos años, tuve la oportunidad de conocer a muchos legisladores europeos de los cuerpos legislativos nacionales, inclusive a algunos de ustedes que están hoy aquí. Por tanto, tras todos esos años, valoro, valoro el paso consecuente que ha significado crear el único parlamento multinacional existente en el mundo elegido por sufragio universal. Así que han cambiado muchas cosas.
Me complace que por medio del Diálogo de los Legisladores Trasatlánticos estén construyendo una fuerte relación con el Congreso de Estados Unidos. Espero que la oficina que han abierto en Washington el mes pasado mejore estos lazos.
Señores, hace 65 años esta semana, a menos de 200 kilómetros al sur de donde nos encontramos, los lideres nazis firmaron una rendición incondicional que llevó la Segunda Guerra Mundial a su final en Europa.
Al día siguiente, estallaron las celebraciones saltaron en Times Square y en Piccadilly Circus. Multitudes alegres bailaban en los Campos Elíseos y en las plazas de los pueblos de todo el mundo aliado. Y aquí en Bruselas, un servicio de acción de gracias – en un servicio de acción de gracias, los fieles cantaron los himnos nacionales de Gran Bretaña, Bélgica y Estados Unidos.
En tal feliz día, el 8 de mayo de 1945 –este continente estaba en ruinas, devastado dos veces por guerras totales en menos de 30 años. En aquel momento, una Europa pacífica y unida, un parlamento europeo, debía parecerle ser una fantasía a cualquier persona que estuviera viva.
Y aun así, mediante la voluntad de nuestros conciudadanos y hombres de estado tales como Jean Henri Spaak, cuyo nombre lleva esta sala, y Robert Schuman, y Jean Monnet, y las visiones que dieron lugar a un parlamento y que le ganaron la Medalla Presidencial de la Libertad de manos del presidente Lyndon Johnson, aquí estamos reunidos en esta sala. Aquí están ustedes.
Lo que comenzó como un simple pacto entre media docena de países para crear un mercado común para el carbón y el acero creció hasta llegar a ser una potencia económica y política, una comunidad dedicada al pensamiento libre, al libre movimiento, a la libre empresa, una Europa que un historiador ha llamado no tanto un lugar como una idea.
Estoy aquí para reafirmar que el presidente Obama y yo creemos en esta idea y en un mundo mejor y en una mejor Europa, que éste ya ha ayudado a lograr, una Europa en la que todos los estados miembros se benefician al negociar acuerdos comerciales y luchar contra la degradación ambiental con una voz unificada; una Europa que impulsa los valores culturales y políticos que mi país comparte con todos ustedes, una Europa completa, una Europa libre y una Europa en paz. (Aplausos).
Como dijo el presidente Obama en Praga hace poco más de un año, una Europa fuerte constituye un fuerte socio para Estados Unidos y necesitamos fuertes socios. Esta es la razón por la que haremos todo lo que podamos para apoyar esta grande empresa suya. Porque los últimos 65 años han demostrado que cuando los estadounidenses y los europeos dedican sus energías a un propósito común, no existe apenas nada que no podamos lograr.
Juntos, mediante el Plan Marshall, reconstruimos Europa y quizá hicimos la mejor inversión nunca hecha en la historia de la humanidad. Juntos construimos la alianza de seguridad más duradera del mundo, la OTAN, y la fuerza militar y política que une a Estados Unidos y a Europa y nos ha acercado incluso más en las décadas que siguieron.
Juntos, establecimos la mayor relación comercial de la historia del mundo, compuesta de alrededor del 40 por ciento del comercio mundial y que nos ayuda a penetrar en una era de prosperidad sin precedentes y de innovación tecnológica. Y juntos, hemos proporcionado auxilio y esperanza a aquellos que han sufrido catástrofes humanas en más lugares de los que yo pueda mencionar, desde el oeste de los Balcanes hasta el Congo, pasando por nuestra labor actual en Haití.
A aquellos escépticos que a pesar de todos estos logros continúan cuestionando el estado de las relaciones trasatlánticas o la actitud de mi país hacia una Europa unida, mi respuesta es la siguiente: Incluso si Estados Unidos y todos los países que ustedes representan no estuvieran unidos por valores compartidos y la herencia común de millones de nuestros ciudadanos, incluyéndome a mí, solamente nuestros intereses mundiales serían suficiente para inexorablemente unirnos.
La relación entre mi país y Europa es hoy fuerte y tan importante, para todos nosotros, para todos nosotros más de lo que haya sido nunca. Este siglo ha desencadenado nuevos desafíos no menos peligrosos que aquéllos que se produjeron antes en el siglo XX, y juntos, juntos, los acometemos uno por uno. Son complicados. Habrá desacuerdos. Pero los abordaremos juntos.
Respecto del cambio climático, una de las mayores amenazas que encara nuestro planeta, Estados Unidos y Europa trabajan para asegurar que todos los países y en especial las economías principales, contribuyan a una solución mundial. Todos miramos, observamos y emprendimos un paso importante hacia adelante en Copenhague. Ahora tenemos que llevar a cabo las reducciones de emisiones, la financiación, y la transparencia que dicho acuerdo solicitan. Y debemos ayudar a los países más vulnerables, desde el norte del Ártico a las islas del Pacífico – que presagian esta crisis que nos amenaza.
A lo ancho del convulsionado terreno en Afganistán y Pakistán trabajamos juntos para trastornar, desmantelar y derrotar a los combatientes de al-Qaida y Talibán, y para entrenar a las fuerzas del ejército y la policía de Afganistán, para que sus gobiernos puedan finalmente proteger a su propio pueblo y no ser una amenaza para sus vecinos.
Para concretar la capacidad de gobernar de Afganistán, Estados Unidos, la Unión Europea, y sus naciones afiliadas están desplegando importantes recursos financieros, así como recursos civiles.
Aun cuando sostener estas importantes misiones no ha sido siempre popular, ustedes lo saben, como yo lo sé, se requiere hacerlo. Como líderes tenemos la obligación de convencer a nuestras poblaciones, de que es necesario para nuestra seguridad colectiva. Aunque créame, como político que cumple sus tareas desde hace 38 años, entiendo que no es fácil. Les aseguro, no es más popular en mi país de lo que es en ninguno de sus países.
Es por eso también que Estados Unidos y Europa están firmes para evitar que Irán adquiera armas nucleares, un hecho que podría poner en peligro a sus ciudadanos y amenazar a sus vecinos, inclusive a algunos de nuestros más estrechos aliados.
Juntos, juntos nos embarcamos en una senda sin precedentes de participación con los líderes iraníes. Y, damas y caballeros, a pesar de lo que algunos escépticos pensaron, el presidente cumplió lo que dijo, de que extenderemos nuestro mano a cualquier parte que quiera abrir su puño. Al comienzo de esta administración el presidente Obama declaró que estamos preparados para tratar con Irán sobre las bases del interés mutuo y el respeto mutuo.
Con nuestros aliados hemos manifestado claramente a los líderes de Irán la manera en que pueden comenzar a restablecer la confianza dentro de la comunidad internacional, inclusive al dar acceso pleno a sus instalaciones previamente no declaradas de enriquecimiento (de uranio), y canjear uranio de bajo enriquecimiento por combustible para dar energía a un reactor de investigación.
Pero, como el mundo ha seguido y visto, los líderes iraníes ignoraron nuestros esfuerzos colectivos de buena fe y sigue tomando medidas que amenazan la estabilidad regional.
Permítanme decirlo claramente: el programa nuclear de Irán viola sus obligaciones según el Tratado de no Proliferación Nuclear, y amenaza desatar una carrera de armas nucleares en Oriente Medio. No sería una ironía, que luego de caer la Cortina de Hierro y disminuir las amenazas mutuas de destrucción masiva entre las superpotencias, que una nueva carrera armamentista surgiera en una de las regiones más inestables del mundo. Esa sería una ironía que nuestros hijos y nuestros nietos, y nuestros bisnietos, no nos perdonarían, opino yo, por permitir que ocurriera.
Además, el liderazgo iraní respalda a organizaciones terroristas y ese apoyo sigue incansable. Sigue persiguiendo inequívocamente aquéllos de sus ciudadanos que salen a las calles pacíficamente en busca de justicia, una traición al deber de todos los gobiernos en términos de lo que deben a sus ciudadanos.
Teherán enfrenta una opción difícil: se atiene a los reglamentos internacionales y retorna a la comunidad de naciones responsables, lo cual es algo que esperamos, o enfrenta consecuencias mayores y un creciente aislamiento.
En relación con la amenaza que Irán plantea estamos comprometidos con la seguridad de nuestros aliados. Es por eso que hemos desplegado un programa de defensa de misiles en fases, adaptable, para disuadir y defender de los ataques con misiles en este continente, en este continente.
Y, damas y caballeros, también trabajamos juntos dentro la OTAN para prepararnos para una variedad de amenazas a la seguridad, inclusive la seguridad energética y la seguridad cibernética. Y seguimos apoyando la estrecha cooperación entre la OTAN y la UE.
El año pasado, Estados Unidos y Europa actuaron rápidamente y con decisión, cuando el mundo era afectado por una crisis financiera, más terrible que cualquier otra después de la Gran Depresión. Al hacerlo ayudamos colectivamente a evitar lo que la gente estaba pronosticando, el colapso total de la economía mundial.
Y actualmente, el presidente Obama y yo seguimos de cerca la crisis económica y financiera en Grecia y los esfuerzos de la Unión Europea para resolverla. Acogemos favorablemente el paquete de apoyo que Europa está considerando, en conjunción con el Fondo Monetario Internacional. Y les daremos apoyo directamente y a través del FMI en el esfuerzo de ustedes al rescatar a Grecia.
Esos ejemplos, y muchos otros que podría mencionar, muestran por qué Europa sigue siendo no solamente el socio comercial más grande de Estados Unidos, sino nuestro aliado más importante.
Damas y caballeros, nuestros predecesores se juntaron hace más de seis décadas para comenzar a establecer instituciones diseñadas para asegurar que los capítulos más oscuros del siglo XXI (sic) no se repitieran más en el resto de ese siglo ni en el siglo XXI. Esas instituciones, esta institución, han tenido un gran éxito. Pero ahora tenemos que poner la mirada en los desafíos de este nuevo siglo, a los que hice referencia en el comienzo. “El mundo ha cambiado, cambiado drásticamente. Una belleza terrible ha nacido”.
Posiblemente la amenaza más compleja que hoy enfrentamos es la que plantean para nuestros ciudadanos actores no estatales y extremistas violentos, particularmente si, Dios no lo quiera, esos extremistas violentos pudieran hacerse de cualquier arma de destrucción masiva.
Esta plaga no tiene respecto por las fronteras, ningún respeto. Una nación sola, por fuerte o próspera, organizada o capaz que sea, no puede enfrentar sola esta amenaza. Sólo puede ser contenida si hacemos una causa común exitosa. Y eso es precisamente lo que tenemos que hacer.
Los nuevos poderes concedidos a este Parlamento en el Tratado de Lisboa les dan a ustedes un papel más grande en esa lucha y un imperativo mayor para gobernar responsablemente.
El gobierno de Estados Unidos y este Parlamento han luchado para determinar cuál es la mejor manera de proteger a la ciudadanía sin ceder los derechos fundacionales en los que se basan todas nuestras sociedades. Estoy absolutamente seguro de que debemos , y que podemos, proteger a nuestra ciudadanía y preservar nuestras libertades.
Desde que asumimos cargos el año pasado, el presidente Obama y yo nos hemos guiado por nuestra Constitución, y el imperativo de nuestra Constitución de conseguir una “unión más perfecta”.
Con ese fin, una de nuestras primeras medidas oficiales fue terminar con las prácticas de interrogación que produjeron pocos resultados y que no podíamos, en buena conciencia, seguir haciendo.
Ordenamos el cierre del centro de detención en la Bahía de Guantánamo, que se había convertido en símbolo de injusticia y grito de aliento para los terroristas, y apreciamos, apreciamos el apoyo, que para ustedes así difícil dar, pero que tantos de ustedes han aportado a ese esfuerzo.
Hicimos estas cosas porque como ustedes, el presidente Obama y yo rechazamos la falsa opción entre la seguridad y nuestros ideales. Creemos que reafirmar nuestros principios sólo nos hace más fuertes y que al comprometerlos en realidad socavamos nuestro esfuerzos en la amplia lucha contra el extremismo violento. Porque, ¿cuál es su propósito? Su propósito es cambiar lo que nosotros valoramos, cambiar la manera en que nos conducimos.
Ocho días después del ataque del 11 de septiembre, afirmé ante un grupo de miles de estudiantes universitarios, en mi país, que no podía permitir que la tragedia del 9/11 acabara con nuestra manera de vivir, porque eso es exactamente lo que los terroristas buscaban. También les dije que Estados Unidos no puede prevalecer en esta nueva lucha actuando por su cuenta. Esas palabras no solamente han encajado en el tenor de esa época, pero creo que han demostrado ser verdaderas. Y hoy no dejan de ser menos verdaderas.
No necesito decir a esta audiencia acerca de la noble tradición de Europa de proteger a sus ciudadanos de la invasión de su privacidad por parte del gobierno, un compromiso arraigado en el respecto a la dignidad inherente de todo el pueblo. Nosotros los llamamos derechos inalienables. Los consignamos en nuestra Constitución.
Y el compromiso de Estados Unidos con la privacidad también es profundo, tan profundo como el de ustedes. La Cuarta Enmienda de nuestra Constitución protege a los individuos contra las requisas y decomisos irrazonables por parte del Estado que, lo que uno de nuestros juristas más famosos, lo que uno de nuestros juristas más famosos definió como “el derecho a no ser molestado”. La Corte Suprema de Estados Unidos ha señalado claramente que la privacidad tiene protección constitucional y es un derecho fundamental. Y como la UE, la Corte Suprema ha caracterizado este derecho como un asunto de “dignidad” personal.
A nivel personal, durante los 36 años de mi carrera cada año he defendido en el Senado de Estados Unidos los derechos de privacidad, como las organización que se cuentan entre las más comprometidas con las libertades civiles. Y cada año yo, y luego el presidente Obama, fuimos caracterizados como una de esas cuatro personas elegidas. La razón por la que les digo esto no es por mí, sino por el compromiso de nuestra administración con los derechos individuales. Cambiar ahora sería hacer una mentira de todo lo que he defendido en mi país durante los últimos 37 años.
Cuando presidí la Comisión de Asuntos Jurídicos del Senado, que es responsable de confirmar a los designados judiciales del presidente, como dije, constantemente fui considerado como uno de los partidarios más firmes de las libertades civiles. Y para mí fue prioridad determinar los criterios de los posibles jueces sobre la privacidad, antes de decidir debían ser parte de la corte.
Pero el presidente Obama y yo también creemos que el deber principal y más fundamental y más solemne de los gobiernos es el de proteger a sus ciudadanos, los ciudadanos a los que sirve y los derechos que ejercen.
El presidente Obama ha dicho que mantener a nuestro país seguro es en lo primero que piensa cuando se despierta por la mañana y en lo último que piensa antes de irse a dormir por la noche. Me imagino que así es como todo líder mundial considera su función.
Por supuesto, no menos que la privacidad, la seguridad física es también un derecho inalienable – la seguridad física es también un derecho inalienable. Un gobierno que abdica a su deber de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, viola sus derechos no menos que un gobierno que silencia a los disidentes o encarcela a personas acusadas de delitos sin someterlas a juicio.
Por eso, amigos, aun – aun mientras nos reunimos aquí el día de hoy, nuestros enemigos emplean todo mecanismo a su alcance para realizar nuevos y devastadores ataques como los que sucedieron en Nueva York, Londres, Madrid y muchos otros lugares alrededor del mundo.
Para detenerlos, debemos usar todo mecanismo legítimo disponible –aplicación de la ley, fuerzas militares, inteligencia, tecnología– que sea consiste con nuestros principios, nuestras leyes y nuestros valores. Estamos combatiendo en muchos frentes, desde los valientes hombres y mujeres que sirven en nuestras fuerzas armadas en el extranjero, hasta los pacientes e incansables profesionales de aplicación de la ley que investigan complejas y sospechosas redes financieras.
Apenas esta semana, nuestra agencia de aduanas y protección de fronteras, usando datos de información de pasajeros, aprehendió a un sospechoso en el intento de atentado en Times Square de Nueva York cuando trataba de huir del país.
Es vital que mantengamos todas las capacidades que tenemos conforme a la ley para detener tales ataques.
Por esa razón, consideramos que el Programa de Rastreo de Finanzas Terroristas es esencial para nuestra seguridad, así como para la de ustedes – presunción mía el decirlo. El programa ha proporcionado pistas críticas en investigaciones antiterroristas en ambos lados del Atlántico, desbaratando complots y finalmente salvando vidas. Contiene – contiene redundancias que aseguran que la información personal se respete y se use sólo para propósitos de lucha contra el terrorismo. Pero no los culpo por cuestionarlo.
Comprendemos sus preocupaciones. Como consecuencia, estamos trabajando de manera conjunta para abordarlas y me siento absolutamente seguro de que podemos tener éxito, tanto en el uso del mecanismo como para garantizar la privacidad. Es importante que lo hagamos de esta manera, y es importante que lo hagamos lo más pronto posible.
Como ex senador de Estados Unidos, sé también lo complicado puede resultar tomar las decisiones difíciles que los desafíos mundiales requieren, a la vez que se busca ser fiel a los valores locales. Me imagino que todos ustedes pasan por eso cada vez que votan en este Parlamento.
Entre más tiempo pase sin llegar a un acuerdo sobre el Programa de Rastreo de Finanzas Terroristas, mayor será el riesgo de un ataque terrorista que pudiera haber sido prevenido. Como líderes, compartimos la responsabilidad de hacer todo lo posible dentro del marco de la ley para proteger a los 800 millones de personas que servimos colectivamente.
Hemos discrepado antes. Seguramente discreparemos de nuevo. Pero estoy igualmente convencido de que Estados Unidos y Europa pueden enfrentar los desafíos del siglo XXI, tal como lo hicimos en el siglo XX si nos hablamos y escuchamos uno al otro, si somos honestos uno con otro. (Aplausos)
Damas y caballeros, “valor”, nos enseñó Winston Churchill, “es lo que se necesita para ponerse de pie y hablar. Valentía es también lo que se necesita para sentarse y escuchar”. Si bien esta tarde he sido yo el que ha hablado, estén seguros de que yo –mi gobierno y mi presidente– volvemos a escuchar – a escuchar a nuestros aliados.
Damas y caballeros, no fue ninguna casualidad que Europa fuera mi primer destino en el extranjero como vicepresidente, al igual que el del presidente. No es casualidad que hayamos regresado varias veces desde entonces. Estados Unidos necesita a Europa. Y, lo sostengo respetuosamente, Europa necesita a Estados Unidos – nos necesitamos uno a otro ahora más que nunca antes. (Aplausos)
De manera que considero que el aniversario de esta semana brinda una buena oportunidad de reiterar el vínculo que nuestros pueblos forjaron hace mucho tiempo al enfrentar la adversidad. Hoy como entonces, en la búsqueda de ideales y en la búsqueda de socios, los europeos y los estadounidenses se buscan mutuamente antes de buscar a alguien más.
Hoy como entonces, nos sentimos honrados y agradecidos de estar a su lado en las luchas que están por venir. De manera que, nuevamente, estoy aquí para declarar de manera inequívoca, que el presidente Obama y Joe Biden apoyan firmemente una Europa unida, libre y abierta. Apoyamos firmemente lo que ustedes hacen aquí. Les deseamos que Dios los acompañe. Y que Dios los bendiga a todos y proteja a todas nuestras tropas. Gracias, muchas gracias. (Aplausos)
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