Daniel Vanegas Martínez, uno de los principales operadores de Daniel Arizmendi López, el Mochaorejas, en la industria del secuestro y que cimbró a la sociedad mexicana en la segunda mitad de la década de 1990, describe su paso por el crimen organizado, al que se integra en 1995 y permanece hasta su captura tres años después
Este artículo es la continuación de :
1. « El Mochaorejas, la industria del secuestro »
2. « Al borde de la muerte »
Daniel Vanegas Martínez, cuñado de Daniel Arizmendi López y principal operador del grupo que formó el Mochaorejas en la década de 1990, explica el modus operandi de la banda que plagió a unos 30 empresarios, entre los que figuran Luis Gazcón, de Abarrotes Alianza; Alejandra Hoghstrasser, dueña de una empresa de transportes; Raúl Nava Ricaño, de Navafruit; Avelino Soberón Pascual, de Anís del Mico; Luis Serrano, Gumersindo N., de Ultramarinos La Europea, y Ernesto y Francisco Henaro Payán, de Comex, entre otros, que dejaron una fortuna millonaria a la banda de secuestradores.
A mediados de 1995, Daniel Vanegas conoció a Joaquín Parra Zúñiga, el Negro, un tipo especializado en robo de automóviles, remarcar los números del motor y de serie, y en conseguir las facturas de permisos provisionales, tarjeta de circulación, placas y engomados de los vehículos para su venta.
“Joaquín tramitaba permisos en Control Vehicular de la delegación Cuauhtémoc y de Plaza Galería. Conseguía permisos provisionales, engomados, tarjetas de circulación y juego de placas para los autos ya doblados. Por cada permiso me pagaba 300 pesos, y por cada juego de placas de circulación, 2 mil pesos”, describe Vanegas en diversas declaraciones que rindió ante la autoridad ministerial y ante el juez de la causa, de las cuales Contralínea posee copia.
Después de tres meses de trabajar juntos, Joaquín Parra Zúñiga contactó a Vanegas Martínez con Daniel Arizmendi, quien le ofreció un trabajo de vigilancia, sin especificarle de qué se trataba. A los 15 días, Daniel le preguntó si aceptaba hacer cierto tipo de vigilancia para él, con la promesa de recibir buena paga.
“Acepté y quedamos de vernos en el parque de Circuito Interior y Zaragoza por la mañana. Daniel me indicó que abordara su vehículo, un Volkswagen tipo Combi, color gris, placas del Estado de México. Nos trasladamos a la colonia Francisco Villa, de la delegación Iztapalapa, a la avenida Cafetales. En el camino me explicó que mi trabajo consistía en vigilar la hora de salida a comer y regreso del señor Luis Gascón, de su negocio de abarrotes Alianza, y que la vigilancia sería de las ocho de la mañana a las 10 de la noche.
“A los 15 días Daniel Arimendi me preguntó que si ya tenía su encargo sobre Luis Gascón. Concertamos una cita en el mismo parque donde le informé lo que había obtenido. Para realizar la vigilancia, Daniel me proporcionaba los datos de los vehículos y el nombre de las personas, información que él obtenía de diferentes fuentes. Él mismo me señalaba a la persona que debía vigilar desde el primer día.”
Veinte días después de consumado el secuestro de Luis Gascón, Daniel se comunicó por teléfono a la casa de su tocayo, como le decía en confianza, y quedaron de verse en el mismo lugar. Al llegar, Arizmendi le entregó 150 mil pesos y le dijo: “Esto es lo que te toca”, y lo recompensó también para que en el siguiente trabajo cambiara de automóvil. Vendió su Volkswagen y compró uno del año color azul, también Sedán, el cual puso a nombre de su esposa, Jacqueline Cruz Ríos.
Fue así como Daniel Vanegas se integró de lleno al secuestro, ahora con su nueva especialidad de vigía e informante del jefe de la banda de Daniel Arizmendi, un trabajo que le parecía muy cómodo, pues lo realizaba a bordo de su vehículo desde donde acechaba a las víctimas e informada al Mochaorejas, a cambio de grandes sumas de dinero.
En sus declaraciones, Vanegas Martínez relata los hechos de los secuestros más importantes en los que participó, por lo que hay periodos a los que no hace referencia alguna. Así, de septiembre-octubre de 1995, salta hasta octubre del año siguiente, de acuerdo con los documentos contenidos en el expediente de la sentencia penal 78/2004-1, emitida el 27 de febrero de 2009.
A finales de octubre de 1996, Daniel Arizmendi le pidió que se reunieran en el lugar acostumbrado por la mañana. De ahí, se trasladaron a la colonia Industrial, delegación Gustavo A. Madero, en la esquina de Victoria y Pemex, donde se ubica una empresa de autobuses de pasajeros. Le señaló al dueño del negocio, un sujeto de aproximadamente 50 años de edad, de complexión robusta, de 1.60 metros de estatura, tez blanca, cabello abundante entrecano, frente regular, cejas regulares, cara redonda. El inmueble era de una sola planta con un portón grande de color verde, lo suficientemente alto como para que pasara un camión. Vanegas lo vigiló durante 15 días y le dio la información a Daniel. Al cabo de 20 días recibió su parte: 350 mil pesos.
A mediados de noviembre de 1996, Daniel le ordenó a su cuñado vigilar frente a la tienda K2 de la avenida Cien Metros, el paso de un Volkswagen, tipo Jetta, color blanco, de modelo reciente, conducido por Alejandra Hoghstrasser, quien se dedicaba al ramo del transporte. La vigiló de 7:00 a 9:00 de la mañana durante tres días. Ella seguía la misma ruta y siempre pasaba a las 8:30 de la mañana. Le proporcionó la información a Daniel. Por este trabajo, 20 días después Daniel le pagó 300 mil pesos.
Para marzo de 1997 y con el producto de los secuestros, Daniel Vanegas adquirió una casa en 850 mil pesos. Su hermana Dulce Paz, también procesada y sentenciada, aportó 450 mil pesos.
La última semana de mayo de 1997, Daniel pidió a Daniel Vanegas que vigilara a Ernesto y Francisco Henaro Payán, empresarios de Comex, quienes se trasladaban custodiados por un vehículo con dos elementos de seguridad a bordo de una camioneta Town Country de color blanco. La vigilancia la realizó durante 10 días en su Volkswagen, Sedán, color azul. Se estacionaba en Avenida Siete y prolongación Periférico en Ciudad Nezahualcóyotl, de ocho de la mañana a las dos de la tarde. Veinte días después se reunió con Daniel Arizmendi en el lugar acostumbrado y éste le pagó 350 mil pesos.
El cuatro de junio de ese año, Daniel Vanegas continuó tramitando permisos provisionales para circular, se dedicó a parrandear esporádicamente y por influencia de Daniel Arizmendi empezó a consumir cocaína. Gozaba entonces del auge del negocio de los secuestros en los que participaba. Se hizo de casa, muebles, ropa, mujeres. La vida le cambio, sin importar en absoluto lo que pasaba con las víctimas a las que torturaban, y cuyas familias eran objeto de presiones para que pagaran el rescate.
Después de ese breve lapso de placer, a mediados de julio de 1997, Daniel Vanegas vigiló a un transportista de polietileno en el municipio de Naucalpan de Juárez, Estado de México, a bordo de un Volkswagen, Jetta, color negro, “que compré con el producto de los secuestros anteriores; la vigilancia la llevé a cabo durante 10 días, de las siete a las 10 de la mañana y me entrevisté con Daniel Arizmendi para darle la información obtenida; días más tarde me pagó 300 mil pesos”.
“Posteriormente, Daniel me ordenó vigilar a Avelino Soberón Pascual, propietario de la empresa Transportadora de Anís del Mico, que se localiza en calzada de Tlalpan, a la altura de la estación del metro San Antonio Abad. La vigilancia la realicé a bordo de mi Jetta, negro, durante ocho días, de ocho de la mañana a seis de la tarde; de la misma forma proporcioné la información a Daniel, y días mas tarde él me pagó 300 mil pesos”.
Más tarde, en octubre de 1997, Daniel le ordenó a su cómplice vigilar a Luis Serrano, un comerciante de jamones en su establecimiento ubicado en el Eje Rojo Gómez. Este sujeto utilizaba un Volkswagen tipo Jetta, color negro. Fue vigilado durante cuatro días de las ocho de la mañana a las seis de la tarde. Por su participación en este secuestro, Daniel le pagó a su tocayo 200 mil pesos. Seguía la mata dando, era imparable. Para entonces, los lazos de Arizmendi con elementos de la Procuraduría capitalina ya se habían consolidado, de tal suerte que ahora con su apoyo podía operar con más vehemencia.
“A mediados de noviembre de 1997 me encomienda Daniel vigilar al dueño de la vinatería La Europea, Gumersindo N., ubicada en la calle de Ayuntamiento, en el centro de esta ciudad capital. La vigilancia la realicé de las 14:00 a las 18:00 horas. Simultáneamente, pero por la mañana, vigilé al dueño de una tienda de abarrotes de las siete a las diez de la mañana. Ambas vigilancias las recorrí a pie. Por el secuestro del dueño de La Europea, Daniel me pagó 500 mil pesos y por la del abarrotero 300 mil pesos.”
En relación con otros secuestros, Daniel Arizmendi le comentó a su tocayo que a mediados de 1997 se le cayó un asunto que le había puesto un tal Alfonso N, exchofer del papá del secuestrado, a quien habían despedido mediante el pago de una indemnización, quedando él a disgusto. Se refería al plagio de Raúl Nava Ricaño, hijo del propietario de la empresa Navafruit, dueño de bodegas en la Central de Abasto de la ciudad de México, a quien había tenido que tumbar (matar) porque el papá del joven se negó a pagar el rescate.
Sujeto a proceso penal por el delito de delincuencia organizada, Daniel Vanegas Martínez reveló la estructura organizativa de la banda del Mochaorejas: “Pertenezco a una organización dirigida por Daniel Arizmendi López, cuya actividad principal es el secuestro de personas por las que exige a sus familiares diversas cantidades de dinero a cambio de su libertad, con la amenaza que de no cumplir sus exigencias les mutila las orejas y en caso necesario las priva de la vida. Otra forma que tiene de vivir es el robo de vehículos, para lo cual nos encargamos de obtener facturas, permisos, tarjetas de circulación y placas remarcar los números de serie, motor y chasís, para hacer posible su comercialización”.
También dio a conocer que Daniel Arizmendi contaba con un cuerpo de seguridad integrado por Juan Carlos N, Josué N y el Tuna; el segundo en la jerarquía de esta organización delictiva era su hermano Aurelio Arizmendi, quien se encargaba de ejecutar las órdenes de Daniel, entre ellas la de mutilar a los secuestrados o privarlos de la vida.
“El grupo cuenta también con elementos responsables de vigilar a las personas que van a ser secuestradas y de las que se obtiene información de diversas formas; otro grupo se encarga de interceptar a las víctimas y de trasladarlas a diversas casas de seguridad en donde se les mantiene encerradas mientras Daniel Arizmendi negocia con la familia el pago del rescate. Este grupo está formado por José Pérez González, dos sujetos originarios de Oaxaca conocidos como los oaxacos, Miguel Morgan Hernández, primo hermano de Daniel Vanegas, el Rata y Jaime N, hermano de el Tuna”.
El grupo de asesoría legal del Mochaorejas estaba formado por el licenciado Juan Fonseca Díaz, Arturo Moncada Espejel Matías y Juan Carlos N., que pertenecieron a la Policía Judicial Federal. Juan Fonseca conseguía credenciales metálicas de agente del Ministerio Público de la Federación y de la Cámara de Diputados para Daniel Arizmendi, y auxiliaba a los integrantes del grupo que eran detenidos.
Arturo Moncada Espejel Matías era considerado como el brazo derecho de Fonseca, pues de acuerdo con Daniel Vanegas, siempre lo acompaña a Sinaloa para comprar radios de comunicación del tipo que utilizan por las corporaciones policiacas. Juan Carlos N. era el encargado de la seguridad personal de Daniel.
La organización contaba con Antonio Araceli Huerta y Erick Juárez Martínez, quienes obstruían la ruta del vehículo en la que se trasladaba a la víctima del secuestro. Portaban armas de fuego para amagar a las víctimas, y en su caso, a los elementos de seguridad.
El Duque, policía judicial del Estado de Morelos que trabaja en esa ciudad, era el responsable de brindar protección a la organización cuando secuestraban en esa entidad, a cambio de 40 mil pesos. Otras personas que apoyaban a Daniel Arizmendi López eran el licenciado Ángel Vivanco y su hermano, un agente de la Policía Judicial del Estado de México.
Daniel Arizmendi era apoyado y orientado por diversos policías judiciales de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, que le informan de las acciones que tomaba la institución para detenerlo. Algunos integrantes del grupo fueron detenidos en la ejecución de secuestros y diversos delitos, entre ellos Juan Farfán Echeverría, detenido en un secuestro realizado en el Estado de Morelos; Raciel Parra Loyo, el Rachi; Joaquín Parra Zúñiga; Antonio Delgado Zúñiga; Víctor Alcalá Barreto; Jesús Luna, el Chuchín, y Crescencio Espinoza Espinoza.
Daniel Arizmendi López le dijo a su cómplice que iba a descansar de los secuestros hasta febrero de 1998, “pero ya vigila al dueño de la empresa Bardhal, en la colonia Prados Churubusco, por la escuela Don Bosco…”
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