Sin rendición de cuentas ni coordinación, los servicios de inteligencia del Estado mexicano aún no atinan a crear estrategias contra el crimen organizado. La falta de principios jurídicos y éticos con que operan, así como su incapacidad para generar políticas públicas de seguridad fomentan la desconfianza social
Autor: Nydia Egremy
Sección: Seguridad
Tres años después de que el gobierno federal lanzara su ofensiva contra la delincuencia organizada, las víctimas mortales superan los 28 mil civiles. Ésa obviamente no es una estrategia muy efectiva y denota que no se ha recurrido a la inteligencia, aprecia el doctor en ciencia política Manuel Villoria Mendieta.
El especialista español agrega que sólo el uso ético de la inteligencia contribuye a comprender la esencia de la delincuencia organizada y a descubrir las redes de corrupción que la protegen.
Esas redes delictivas nacen con el propósito expreso de obtener y acumular beneficios económicos. Continuamente se implican en actos predominantemente ilícitos y aseguran su supervivencia, funcionamiento y protección mediante el recurso a la violencia y la corrupción. “La forma normal en la que los políticos y altos funcionarios entran en las redes del crimen organizado es convirtiéndose en empresas de protección”, señala el también director del Departamento de Gobierno, Administración y Políticas Públicas del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset de Madrid.
El especialista ha observado que los actores de una red promueven sus intereses e interactúan con otras redes que, una vez creadas y programadas, “siguen las instrucciones escritas en su sistema operativo y pueden autoconfigurarse”. Bajo esa lógica, las redes mantienen su existencia a través del uso de la violencia o la amenaza y buscan su inmunidad a través de la corrupción.
Las redes son la forma más eficiente de organización: son flexibles, ya que si una parte de su estructura se neutraliza, se recompone fácilmente; son fácilmente adaptables, pues se expanden o contraen según la circunstancia, y tienen gran capacidad de supervivencia porque no tienen una sola cabeza, y los nodos supervivientes llevan con ellos el código operativo y lo reproducen.
Esas capacidades permiten que las redes cooperen con otras o compitan con las que atentan contra sus intereses. El experto subraya que la inteligencia debe permitir predecir quiénes conforman esas redes, dónde estarán y cuándo, para que el Estado tome las decisiones pertinentes.
Desconfianza social
La función social de la inteligencia fracasa cuando no existe confianza o credibilidad desde los ciudadanos, previene Manuel Villoria, autor de la investigación Inteligencia, ética y democracia. A su vez, Alejandro Alegre, exdirector del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), observa que por falta de información, transparencia y rendición de cuentas, la ciudadanía no sabe qué son los servicios de inteligencia.
El ahora funcionario del Banco de México considera que, pese a los “esfuerzos consistentes –del actual director del Cisen–, no hemos podido transmitirle a la población qué son los servicios de inteligencia, para qué sirven, por qué hay que tenerlos o por qué no son espías”. Agrega que cuando la población escucha hablar de servicios de inteligencia, “piensa en todo lo contrario a la ética, en todo lo contrario a la promoción y preservación de la democracia; piensa en todo lo contrario o en el fracaso”.
Aunque Alegre aclara que no es su percepción, describe que la de los ciudadanos es que los servicios de inteligencia fracasaron. Por eso propone desarrollar una cultura de inteligencia para la seguridad nacional y así avanzar en la democracia. Recuerda que, en 1999, se contrató a un grupo de expertos para proponer la agenda de prioridades de la nueva administración federal.
Se buscaba dotar al gobierno entrante de escenarios de mediano plazo sobre temas de la agenda de seguridad nacional “y la corrupción”. Fue una de las preocupaciones de los servicios de inteligencia. El exdirector del Cisen confía en que, a 10 años de distancia, esa agenda se actualice pues, insiste, “es difícil atender los riesgos de manera desintegrada y sin rendición de cuentas”.
La posición de la sociedad hacia las actividades de inteligencia del Estado oscila entre la desconfianza y la percepción de que han fracasado. José Luis Calderón, coordinador académico de la Especialidad en Inteligencia para la Seguridad Nacional del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP), responde a la pregunta sobre el vínculo entre inteligencia y sociedad. Estima que la academia suple la función informativa que “lamentablemente” no asumen las instituciones del Estado, pues el ciudadano debe saber que la inteligencia es una función indispensable del Estado y aunque los servicios de inteligencia han existido desde largo tiempo atrás, apenas se regularon en 1994.
“Todos sabían que los servicios de inteligencia mexicanos estaban ahí, pero no cómo funcionaban; cuando se los buscaba en las estructuras del Estado, no aparecían” –como sí ocurre en Estados Unidos y en otros países de América Latina–. Refiere Calderón Arózqueta que tras la caída del Muro de Berlín (noviembre de 1989) y al comenzar el siglo XXI, esos servicios comenzaron a regularse desde Argentina hasta México.
Para este investigador, un ciudadano “puede y debe” colaborar con su servicio de inteligencia nacional. Para hacerlo de forma cabal, “lo menos que debe saber es que existe; no quiere que le digan sus secretos”. Cuando la sociedad confía en estos servicios se establece un vínculo democrático, pues los servicios de inteligencia funcionan con base en la confianza: “Si no existe, no hay intercambio de información y si no hay información que se pueda procesar, evaluar, analizar y difundir para tomar decisiones, no hay inteligencia”.
Calderón pone de relieve que, actualmente, en inteligencia el intercambio de información “es de carácter personal, no institucional, como debería de ser”. “Si conozco a alguien en otra área de inteligencia y lo conozco de hace 10 o 15 años, yo intercambio información con él, pero es personal, no institucional”. El proceso actual de trabajo se basa en la agenda de inteligencia (conocida como Agenda de Riesgos), que integra todos los temas y prioridades; cada grupo de riesgos se atiende desde alguna dependencia de seguridad bajo un responsable al que apoyan los demás para generar la inteligencia.
El especialista propone crear una comunidad de inteligencia para que el gobierno sea exitoso en su combate contra la delincuencia organizada (aunque formalmente sería el Consejo de Seguridad Nacional). Opina que así como no existe la confianza social, tampoco la coordinación entre los servicios de inteligencia del Estado, “o la que hay es mínima”.
Asegura que esto se aprecia no sólo en la inteligencia, sino en general en las operaciones contra la inseguridad o el narcotráfico. “No hay esa coordinación”.
Ingobernabilidad
Alejandro Alegre Rabiela, actual director de seguridad del Banco de México, presente en la conferencia de Manuel Villoria Mendieta en el INAP, describe que, en la actualidad, es la delincuencia organizada, y no las instituciones del Estado, la que decide a quién se le asignan los beneficios sociales y cómo se administra la justicia en las distintas comunidades del país.
Por esa razón, los habitantes de esas zonas ya no recurren a la autoridad municipal, sino que van con quien representa al crimen organizado en ese territorio. Ese compromiso y adhesión social que desarrollan las organizaciones criminales “son la verdadera preocupación respecto de los espacios”, afirma el exdirector del Cisen, de mayo de 1999 a diciembre de 2000.
Apunta que los delitos no sólo impactan en las zonas rurales de cualquier estado, sino que ya ocurren en la zona metropolitana de Monterrey, en Apodaca, Guadalupe o San Pedro. Un día, describe, los vecinos se despiertan y no pueden circular porque las calles están bloqueadas y no hay autoridad que las desbloquee. “El ciudadano ya no tiene siquiera libertad de tránsito”.
Ante ese fenómeno, es necesario conocer el proceso del crimen organizado. “Si no sabemos cómo se desarrolla, cuáles son los riesgos asociados a ese proceso y los roles dentro del mismo, será muy difícil diseñar políticas públicas, instituciones, estructuras y leyes o normas que permitirán combatir o administrar esos riesgos”, sentencia Alejandro Alegre.
Ante el escenario que plantea el funcionario mexicano, el especialista español Villoria Mendieta sentencia: “Necesitamos relaciones intergubernamentales: de los estados con los municipios, del gobierno federal con éstos. Eso equivale a la gobernanza”.
Inteligencia y lavado de dinero
Dice Villoria: “El dinero deja rastro”, y la forma más efectiva de combatir a las redes de la delincuencia es seguir el flujo del dinero. Seguir la información en los bancos y en el sistema empresarial formal “donde normalmente hay blanqueo. Ésa es una tarea de la inteligencia”.
El lavado de dinero es un ejemplo del proceso delictivo. Según Alegre Rabiela, en México existe un sistema bancario bastante sólido; se tiene suficiente información sobre todas las operaciones que cotidianamente se realizan en pesos, dólares u otra divisa. Sin embargo, Alejandro Alegre asegura que aún no se han desarrollado las capacidades del Estado para procesar esa información.
Esto ocurre a pesar de que ese fenómeno se tipificó como delito en 1989 y apenas este año, y por un esfuerzo bilateral con Estados Unidos, ya existe un estudio que permite conocer a fondo el proceso de lavado de dinero. De esta forma, ya se sabe, sólo en cuanto a los dólares que transitan de Estados Unidos hacia México, a dónde se consolidan en las ciudades estadunidenses, cómo viajan hacia los estados de la frontera Sur de Estados Unidos y cómo se vuelven a dispersar; cómo se atomizan y transitan la frontera, y cómo se vuelven a consolidar en territorio mexicano.
Respecto de ese delito, Alegre Rabiela recuerda que en los pasados Diálogos por la Seguridad. Hacia una Política de Estado, a los que convocó Felipe Calderón, el jefe de Gobierno del Distrito Federal propuso decomisar los bienes y las utilidades de las organizaciones criminales en todo el país a partir de las leyes de Extinción de Dominio (federal y local).
Alejandro Alegre describe que “al final de todo esto es un negocio”. Estima que el crimen organizado no actúa por hacer un mal al Estado mexicano, sino por los beneficios del negocio. La forma eficaz de combatir a ese fenómeno será a través de sus finanzas”; sin embargo, el problema radica en que, aunque se tiene la información, no se han desarrollado las capacidades para procesar esa información”, concluye el funcionario.
Para Villoria Mendieta, es importante observar que en un entorno de inseguridad se genera un problema ético natural: el uso de medios inmorales para fines honestos. Por ello, es importante profesionalizar en las nociones de la ética al servidor público que trabaja en seguridad. No hay que olvidar, refiere, que la profesión de servidor público va unida, en muchas ocasiones, al ejercicio de potestades y privilegios que no tienen el resto de profesiones.
“Dicho de otro modo, hacer lo correcto es más importante que ser eficaz, aunque lo ideal es ser eficaz haciendo lo correcto”, señala el especialista español, quien reitera que los empleados públicos deben servir y respetar una ética de nivel superior que sea general y universal, una ética pública.
Falta de coordinación
José R Castelazo, presidente del INAP, institución que imparte el diplomado en inteligencia para la seguridad nacional, aprecia que la inteligencia para la seguridad pública es multifactorial y estima necesario que las instituciones del Estado, establecidas legítimamente, deben rendir cuentas. Afirma también que estos servicios se enfrentan a una contradicción “brutal e intrínseca, pues ¿cómo se les pide rendir cuentas de inteligencia? Todo se puede cuando se actúa inteligentemente”.
Coincide en la falta de coordinación que existe entre la burocracia mexicana del nivel federal en esta materia. Son muchas instituciones las que intervienen y cada una tiene o cree tener su organismo de inteligencia: la Procuraduría General de la República, el Cisen, la Policía Federal o el Gobierno del Distrito Federal y cada estado de la república. “Cada uno tiene su propio organismo de inteligencia”.
Por esa razón, Castelazo advierte que la inteligencia institucional es un punto clave por desarrollar en México para que se logre vincular con la inteligencia social para la seguridad pública. Hasta ahora, el también experto en ciencia política asegura que la sociedad no ha establecido una inteligencia colectiva que le permita armarse inteligentemente contra la inseguridad pública.
Y no se ha desarrollado esa inteligencia social porque el Estado le tiene miedo a una sociedad organizada; “le teme porque inmediatamente le hace manifestaciones o porque le reclama servicios o el bienestar”, refiere el experto. Lo mejor para el Estado es tener una sociedad manipulada que crea que está organizada; y se forman muchas organizaciones no gubernamentales “y dizque sociedades civiles que están más o menos organizadas, pero fragmentadas por temas, no territorialmente, que son las que tienen éxito”.
“Si no sabemos cómo atrapar esa complejidad, no vamos a poder con el poder ilegítimo. Mientras más gastamos en seguridad pública, más inseguridad tenemos. No es comprando tanquetas, armas patrullas o centralizando como se resolverá la complejidad actual. Tenemos que atender la seguridad institucional y la inteligencia social a la que se suma el proceso financiero, pero el Estado no nos hace mucho caso… todavía”, concluye este analista.
Inteligencia en la insurgencia
El primer problema que se planteó el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) durante la Guerra Civil en El Salvador (1980-1992) fue ¿cómo informarse para defenderse y romper el cerco político? Para lograrlo, fue necesario crear una “cultura de inteligencia”, es decir que los simpatizantes, colaboradores y militantes comprendieran la importancia de la información. La relación del activista o guerrillero con la comunidad fue fundamental para armar redes que les informarían de asuntos que podrían ser de “vida o muerte”, para ellos mismos o para todo el movimiento.
Se trataba de “no quedarse ciegos ni sordos”. Con el tiempo, el FMLN creó un sistema de inteligencia “multiclasista”; es decir, como el proceso político era tan intenso, involucraba a cientos de miles de personas en una sociedad dividida. Esto permitía disponer de amigos y simpatizantes entre militares y policías, gente cercana a los grupos paramilitares, empresarios y el gobierno; “todos dispuestos a darnos información”, manifestó Joaquín Villalobos, exlíder del Ejército Popular –uno de los cinco integrantes del FMLN?, en 2008, en el Tecnológico de Monterrey.
Cuando inició el conflicto, señaló Villalobos, lo que sabíamos de inteligencia era lo que habíamos podido observar de unas cuatro o cinco películas de espionaje. No existía ninguna organización ni control sobre las tareas de inteligencia, aunque sí aparecían en la estructura con nombres rimbombantes, como “jefe de la sección de inteligencia y contrainteligencia”, para que el adversario imaginara una organización muy compleja, describe Villalobos.
El exlíder salvadoreño expresó que era algo parecido a lo que ocurrió en México con el movimiento zapatista, cuando se comenzó a especular sobre el cargo del subcomandante Marcos. Comentó que “a lo mejor fue una bobería” que se le ocurrió a algún militante, pero provocó que los analistas se quebraran la cabeza intentando descifrar la estructura jerárquica del movimiento.
El siguiente problema para la guerrilla era procesar el cúmulo de información dispersa y desordenada que obtenía. Con el tiempo, el FMLN descubrió que su ventaja comparativa no era la especialización técnica o el adiestramiento de personal calificado para la infiltración, sino la enorme superficie de contacto que tenía con toda la sociedad.
“Era el contacto con las organizaciones de todo tipo, simpatizantes y colaboradores –incluso dentro del mismo Ejército y del gobierno? lo que nos daba grandes oportunidades para obtener información y operar”, indicó el antiguo comandante Atilio. La guerrilla obtenía información que entonces se llamó “inteligencia popular”, y gracias a ella tenía miles de ojos, debido a la división profunda de la sociedad salvadoreña.
El FMLN aprendió que la relación que mantenía con la gente de los pueblos y las ciudades era fundamental, pues luchaba por las mentes y los corazones de la población con una conducta respetuosa, generosa y justa. Eso aseguraba que se multiplicaran sus fuentes de información; “en cambio, bombardeando y maltratando a la gente, sólo se asegura que las mentes y los corazones se vayan a otro lado”.
El conflicto en El Salvador abarcó prácticamente todo el país: costó 75 mil vidas y duró 22 años, 11 años de tensión política con grandes protestas populares y 11 años de guerra civil. Estados Unidos invirtió 6 mil millones de dólares y entrenó a buena parte del Ejército salvadoreño. Joaquín Villalobos, también responsable de la Radio Venceremos, recordó que analistas y expertos han señalado que en ese conflicto el dominio de la inteligencia lo tuvo la insurgencia y eso les permitió no sólo mantenerse en una batalla larga y desigual, sino ganar la guerra.
Villalobos dijo: “Descubrí que lo que hicimos se parecía muchísimo a lo que los británicos consideraban escuela británica de inteligencia: asegurar la mejor conducta posible de sus hombres, hacerse amigos de la gente y penetrar en la base social del enemigo”. Así concluyó la exposición de quien desde el fin de la guerra en El Salvador ha sido asesor de la Secretaría de Seguridad Pública, de la Procuraduría General de la República y actual consultor para la resolución de conflictos internacionales.
Ciudad de México, a salvo de la delincuencia organizada: Peralta Alvarado
El director de la Policía de Investigación del Distrito Federal (PGJDF), Raúl Peralta Alvarado, rechaza que la delincuencia amenace copar a la ciudad de México. “No lo creo: aun cuando otras instituciones tengan información que pareciera apuntar a esto. Estudiamos y analizamos muy detalladamente y con mucha seriedad” los eventos que tienen ese matiz.
El policía, que suma 22 años de servicio, refiere que esa corporación investiga hechos recurrentes con determinadas características para establecer los patrones que establezcan el modo, el lugar, la circunstancia y el móvil. Sus bancos de datos les permiten monitorear y correlacionar la información. Lo que dicen las víctimas y la información que consta en las averiguaciones previas y en los expedientes son lo valioso.
El oficial, que apenas en mayo asumió el cargo, expresa: “Todo tiene un origen y todo tiene un camino. Cada evento deja una experiencia y lo importante es que los archivos de la policía traen recuerdos”. La Policía de Investigación tiene identificadas las inercias de la delincuencia, además de que da seguimiento a quienes salen de la cárcel y conoce la causa de su detención. Se trata de observar si se genera un patrón.
“Está de moda hablar de ejecuciones –lamenta Peralta Alvarado–. Hasta ahora puedo decir con certeza que no tenemos un patrón específico que se vincule con delincuencia organizada en el tema de las ejecuciones”. En algunos casos, la investigación determinó que los ejecutados que aparecen en la ciudad de México no son ultimados ahí. Este tipo de fenómenos se presenta con mayor frecuencia en la zona limítrofe con el Estado de México, particularmente Chalco, Netzahualcóyotl y Ecatepec.
El director de la Policía de Investigación afirma que hay “muy buena” colaboración con las autoridades federales en intercambios de información y de análisis, así como con sus colegas de siete estados de la zona centro del país. Con la Secretaría de Seguridad del Distrito Federal, hay vínculos a través de las 70 comandancias de las 16 delegaciones de la ciudad.
Su trabajo se apoya también en la experiencia de expertos extranjeros. Por la excelencia de sus equipos tácticos de intervención estratégica, el Instituto Central de Operaciones y Estrategias Especiales (Mosad), la agencia de inteligencia israelí, impartió un curso al Grupo Especial de Reacción e Intervención. Los franceses, líderes en técnicas de seguimiento, capacitaron a la policía y especialistas de otros países en combate urbano.
“En el caso de la ciudad de México, sabemos lo que pasa y sabemos cómo atacarlo”, dice el comandante en jefe de la Policía de Investigación, quien asegura que en su corporación “no hay deserciones”.
“Buena”, la inteligencia en el DF
El jefe de la Policía de Investigación de la PGJDF, asegura que la inteligencia que realiza esa dependencia “es buena”. Describe que se establecen patrones y líneas de tiempo –más funcionales que el modus operandi–, perfiles y retratos hablados que se vinculan con la tecnología de los servicios periciales, ministeriales, la investigación de campo y de gabinete.
Y con esas herramientas, agrega el comandante, “hacemos productos terminados”. El modelo de inteligencia que se persigue desde la PGJDF se encamina hacia un tratamiento individualizado de cada caso que se correlaciona con otros eventos en los que se establece, con precisión y con base en evidencias, la política de operativos encubiertos que se apoyan en las cámaras de vigilancia. “Todos los días se detona un elemento que se allega con una línea de tiempo que ya habíamos establecido y que se enriquece día con día”, finaliza el oficial.
Ciudades anticrimen
“La arquitectura es clave para contener al crimen”, explica Manuel Villoria Mendieta. La prevención contra la criminalidad comienza en el nivel comunitario, pues incorpora la prevención situacional a través de la planeación de las ciudades, las colonias, las comunas, las calles y la iluminación. Los ciudadanos no sólo deben tener estadísticas, sino sentirse seguros. “Por eso hay que trabajar en la percepción de la gente”, propone el especialista.
Describe que en la globalización se profundiza la desigualdad y ésta origina sociedades desestructuradas con gente marginada. Frecuentemente, esos sectores aislados reaccionan con nacionalismos extremos, fundamentalismos religiosos o con criminalidad que se manifiesta con mayor grado en las urbes.
“Por primera vez en la historia, vive más gente en ciudades que en el campo. Sin embargo, ese proceso no siempre beneficia a todos sus habitantes por igual. Las urbes generan el anonimato y ahí es más difícil combatir al crimen”, advierte el especialista.
Para Villoria, en ese nuevo entorno es donde las nuevas tecnologías de la comunicación son de gran utilidad para los servicios de inteligencia, pues también las utilizan como herramientas los criminales para superar el escrutinio del Estado.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter