Mientras los calderonistas y anticalderonistas andan en dimes y diretes para pasar de su lema “ganar el gobierno sin perder el partido” (que le achacan al mismo blanco de esas luchas intestinas al mismísimo Calderón) a ya tener perdido el gobierno y a punto de perder el partido, los del primer círculo, de la greña por arrebatarse la candidatura presidencial (de antemano, el elegido será derrotado en 2012 y, como van las cosas, el Partido Revolucionario Institucional regresa tras 12 años en la oposición), siguen soltando la lengua para continuar metiendo las cuatro. Uno de ellos es el fallido Lozano Alarcón, parecido físicamente a Díaz Ordaz y con la misma pinta de autoritario, quien desde la Secretaría del Trabajo (y ya no de Previsión Social) arremete contra todo lo que se mueve a favor de los obreros.
Autor: Álvaro Cepeda Neri
Sección: Conjeturas
Ese lozano, que ha ejecutado, con su jefe Calderón, cuanto se le ha ocurrido para sabotear el artículo 123 constitucional, pisoteando su ley reglamentaria del Trabajo, no para de vociferar y, con su arrogancia de neopanista (fue priista, como casi todos los actuales protagonistas de la vida pública), lo mismo impugna que los nuevos compradores de Mexicana quieran recortar personal, que echa a la calle, en lugar de reubicarlos, a los trabajadores de Luz y Fuerza y a los mineros de Cananea, en su afán de servir a los patrones y contradiciendo aquello de que Calderón iba a ser el “presidente del empleo”. Ante la efigie de Belisario Domínguez, no tuvo empacho en morderse la lengua para soltar su perorata a favor de la contrarreforma laboral que propone.
El alcohólico, militar golpista y criminal que ordenó los homicidios de Madero (Francisco y su hermano Gustavo), Pino Suárez, los hermanos Serdán y cientos de miles más, por ejercer las libertades constitucionales y las de senador de la República, mandó cortarle la lengua a Belisario Domínguez. Ese enloquecido de horca y cuchillo fue Victoriano Huerta, cuyo fantasma se pasea por Los Pinos saboreando el caudaloso río de sangre de los 28 mil homicidios que no tienen final con la antiestrategia calderonista de “ojo por ojo, diente por diente”: una guerra intestina que pone a la nación al borde del levantamiento contra el mal gobierno.
Ante esa estatua, ubicada en el patrio central del edificio del Senado (pronto se mudarán a su nuevo domicilio), el tal Alarcón, admirador de Victoriano y peleando ser el candidato presidencial, soltó la lengua a sabiendas de que ahora no se la cortarán (gracias a las conquistas de la Revolución de 1910, que estableció en la Constitución de 1917 derechos y garantías para la libre expresión). Nuevamente arremetió contra los obreros, hizo caso omiso del brutal desempleo que afecta a más de 20 millones y 7 millones más de jóvenes. Alarcón es un calderonista y antimaderista (los panistas son capaces de rendirle homenajes a Huerta) que se ha dedicado, por estos cuatro años, a crear desempleo y, con ello, sembrar el actual descontento social, que es caldo de cultivo para rebeliones.
cepedaneri@prodigy.net.mx
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