Víctimas de un endémico desabasto de médicos y medicinas, los habitantes de Xochiojca, en la sierra veracruzana de Zongolica, han solicitado por más de 15 años la construcción de un centro de salud en la localidad. Las recurrentes negativas a su petición, así como un falso compromiso de la autoridad han convertido en un viacrucis el goce de un derecho elemental consagrado en la Constitución
Autor: Mayela Sánchez
Sección: Ocho Columnas
11 AGOSTO 2011
Mayela Sánchez/Rubén Darío Betancourt, fotos/enviados
Xochiojca, Zongolica, Veracruz. Los habitantes de esta comunidad de la sierra están desesperados, pues llevan más de 15 años con una misma petición: que se les habilite un centro de salud.
También están decepcionados: sienten que fueron engañados por la autoridad. Y es que en 2007, afirman, la entonces encargada de la Jurisdicción Sanitaria 7 del estado, Eva Campos, se comprometió a equipar un centro de salud y dotarlo con un médico y medicinas si la comunidad se encargaba de construirlo.
Los pobladores de Xochiojca cumplieron su parte. Gestionaron ante las autoridades municipales los recursos económicos necesarios para la obra, consiguieron el terreno y los materiales para la construcción, la gente contribuyó con faenas y al cabo de siete meses habían levantado el añorado inmueble.
Con la obra prácticamente terminada, las autoridades comunitarias acudieron nuevamente a la Jurisdicción Sanitaria para comunicarle a Campos de sus avances y para que les informase qué había gestionado ella.
La respuesta los dejó pasmados: la encargada les dijo entonces que lo de la unidad médica no podía avanzar porque primero habrían tenido que gestionar el proyecto en la oficina de Planeación de la Secretaría de Salud estatal para ver si era factible.
Ni el reclamo de que ese procedimiento nunca les fue explicado ni el argumento de que el inmueble ya estaba construido persuadieron a la autoridad sanitaria para acceder a equiparlo.
La evasiva fue sencilla, pues la Jurisdicción nunca firmó con las autoridades de Xochiojca un documento que avalara el supuesto compromiso.
“Nosotros nos atrevimos a construir este edificio porque la señora Eva Campos se comprometió a equipar[lo]… Si a nosotros nos hubiera dicho desde un principio ‘saben qué, ni lo hagan porque no va a ser factible’, con eso que nos hubiera dicho”, expresa Francisco Méndez Hernández.
“Yo creo que ella imaginaba: ‘yo les pongo de traba que me hagan el edificio, ¿de dónde van a sacar para hacer el edificio?’”, concibe el exagente municipal y presidente del comité de construcción.
La presencia ocasional de un ingeniero que se hospeda en uno de los desnudos cuartos y el uso que le dan como salón de reuniones a lo que habría de servir como sala de espera es lo único que libra al inmueble del abandono.
Sin embargo, la comunidad se resiste que ése sea su desenlace. En diciembre de 2008, a través de sus autoridades comunitarias, enviaron una carta al entonces diputado federal por el distrito de Zongolica, Pedro Montalvo Gómez, exponiéndole la situación y solicitando su intervención; en mayo de 2009 hicieron lo mismo con la actual diputada federal por el mismo distrito, María Isabel Pérez Santos.
Para junio siguiente, una misiva similar llegó a la oficina del entonces gobernador Fidel Herrera Beltrán. Y el 4 de abril pasado, la situación fue nuevamente planteada al actual gobernador, Javier Duarte Ochoa, quien durante la campaña electoral que lo llevó a la gubernatura, prometió a los veracruzanos que el tema de la salud sería prioritario durante su gobierno.
Los pobladores refieren que en abril pasado, personal de la Secretaría de Salud local estuvo por primera vez en Xochiojca para conocer el inmueble. Nuevamente sin ningún documento de por medio, los funcionarios se comprometieron a darles una respuesta en 15 días. Han pasado ya tres meses.
Demanda necesaria
La edificación amarillo y rojo se levanta sobre la tierra que la lluvia desgaja en esta época del año. No ocupa un espacio de más de 10 metros por 20 y es de apenas un nivel, aunque la escalera a medio construir descubre la intención de que, eventualmente, la edificación se amplíe.
Blancos barrotes resguardan los cristales de sus ventanas, pero por ahora se trata de una protección inútil: no hay nada en el interior del inmueble que pudiera ser sustraído.
Francisco Méndez Hernández, presidente del comité de construcción, recorre una a una las habitaciones del vacío edificio mientras explica dónde debería estar cada cosa, qué espacio se había dispuesto para las consultas y dónde habría quedado la sala de espera y los dos baños planeados.
El eco de su voz resuena en el cascarón de paredes amarillas y límpidas losetas, algunas de las cuales se han levantado en uno de los cuartos. Su reparación será inútil mientras no se determine el destino del edificio.
Mientras aguardan a que la ansiada respuesta llegue, los pobladores de la comunidad nahua de Xochiojca tienen que seguir trasladándose a la clínica de Cuapa Pinopa para recibir atención médica.
La distancia es de apenas 5 kilómetros, pero la falta de transporte y de un camino adecuado convierten el trayecto en una travesía que puede durar más de una hora por la escarpada vereda.
Para las personas enfermas, las mujeres embarazadas y los ancianos la caminata puede demorar aún más que eso, además de los riesgos que supone para ellos.
La ruta hacia la clínica de Amatepec es similar. Además, la gente de Xochiojca se queja de que ahí se les niega la atención médica arguyendo que a su localidad le corresponde la clínica de Cuapa Pinopa.
Pero la cercanía de estas dos clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social, ha sido uno de los alegatos de la Secretaría de Salud, para no dotar a Xochiojca de su propia unidad médica. El tamaño de la localidad –de apenas 800 habitantes– es otra respuesta socorrida.
Pero para los pobladores de Xochiojca los argumentos de la autoridad sanitaria son insuficientes y más ahora que ya existe un inmueble disponible.
Sin médicos ni medicinas
“¿De qué nos sirve tener un local si en primera no podemos tener un médico?”, reflexiona Víctor Manuel Porres, habitante de Xochiojca. El cuestionamiento es compartido por otros miembros de la comunidad, que se han congregado para hablar de la falta de atención médica que padecen con vergonzosa habitualidad.
Y es que en la clínica de Cuapa Pinopa sólo trabaja un doctor, que recibe pacientes únicamente de las ocho de la mañana a las dos de la tarde. No hay enfermeras ni personal de guardia que puedan atender una emergencia.
“Pero la enfermedad no tiene horario”, ironiza Máximo Gálvez, actual subagente municipal.
Apenas el pasado 28 de abril un campesino tuvo un accidente mientras trabajaba en la milpa: una roca lo golpeó y por poco caía a un precipicio. Pasaban de las cuatro de la tarde, pero aún encontraron al médico en la clínica de Cuapa Pinopa.
De poco sirvió la venturosa coincidencia, pues la clínica no cuenta con el equipo médico que se requería. Así que sus familiares tuvieron que trasladarlo al Hospital Regional de Zongolica, donde tampoco lo atendieron y hubo que llevarlo hasta el municipio de Yanga, cerca de Córdoba.
Accidentes como ése son comunes entre los campesinos, quienes trabajan en las laderas de los cerros, a merced de piedras que se desencajan de la tierra y que pueden golpearlos, atropellarlos o derribarlos.
El padre de Justa Lara sufrió un percance similar hace dos años. Tampoco lo atendieron en Cuapa Pinopa, ni en Zongolica, por la falta de equipo médico.
Además de los 1 mil pesos que le costó el viaje en camioneta desde Xochiojca hasta la cabecera municipal, Justa tuvo que pagar 500 pesos del traslado en taxi hasta el hospital de Río Blanco, al Oeste de Orizaba, pues el hospital ni siquiera les apoyó con una ambulancia.
Ahí, tuvo que costear los estudios médicos. En total, la mujer calcula que gastó 3 mil 800 pesos.
Xóchitl Méndez también llegó hasta el hospital de Río Blanco cuando su hijo se fracturó. Como ya era tarde, en Cuapa Pinopa no hubo quien los recibiera, así que enfiló hacia la cabecera municipal, a tres horas de camino, donde le dijeron que no podían atender al niño pues no contaban con un traumatólogo.
En Río Blanco tuvo que esperar una semana para que operaran a su hijo. Por la intervención de una diputada, logró que le redujeran el costo de la cirugía que el niño necesitaba de 17 mil a 4 mil 700 pesos; aun así, debió conseguir los clavos que el niño requería.
Piedad Nopaltécatl Espíndola, voluntaria de salud en la clínica de Cuapa Pinopa, manifiesta que las carencias no son sólo de personal y de equipo médico, sino incluso de medicamentos básicos.
El abasto que reciben es muy limitado: cada dos meses les surten apenas dos cajas de paracetamol, dos más de ambroxol, 40 dosis de ampicilina. Lo anterior es referido por Piedad, quien se encarga de administrar las exiguas provisiones, prácticamente inútiles en una clínica que atiende a habitantes de casi una decena de poblaciones.
La desazón que cotidianamente vive la comunidad es rematada con la indolencia de los médicos y los promotores de los programas sociales federales.
Los primeros minimizan los malestares de los pacientes y les postergan la atención, amén de la imposibilidad de surtirles los medicamentos que les recetan.
Al tiempo, los promotores se niegan a acudir a las casas de los beneficiarios del Programa 70 y Más que ya no pueden caminar. Familiares y vecinos de esos ancianos tienen que trasladarlos hasta Cuapa Pinopa en improvisadas camillas sostenidas por palos, pues los promotores también se rehúsan a entregar los subsidios a sus parientes.
Francisco Méndez expresa: “Nos da mucha tristeza, pues seguimos viendo que estamos en pleno siglo XXI [pero] pues no contamos con lo que es lo más elemental: la salud, medicamentos, doctores. En los spots de la televisión los políticos dicen que en cuestión de salud, de educación, de caminos, Veracruz avanza”.
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