La gestión de Juan Sabines Guerrero, gobernador de Chiapas, desafía los criterios éticos y las clasificaciones políticas.
Asumió el cargo en 2006, como abanderado del Partido de la Revolución Democrática, en plena época de efervescencia popular contra el fraude que llevó a Felipe Calderón a la Presidencia, pero apenas llegó al poder dio la espalda a los ideales democráticos para apoyar al mandatario espurio.
A lo largo de su administración ha desplegado un impresionante aparato mediático que promueve un verdadero culto a su personalidad, pero independientemente de ello, también ha puesto en práctica importantes programas sociales que desafían las tendencias neoliberales y que le han granjeado simpatías en sectores populares.
Su saña contra sus adversarios políticos, comenzando por su predecesor Pablo Salazar Mendiguchía, actualmente en prisión, llega a niveles increíbles: muchas personas han denunciado persecuciones políticas por parte del gobierno sabinista.
A esto hay que sumar su cercanía con sectores reaccionarios, como la jerarquía católica, precisamente en momentos en que hace falta una vigorosa defensa del Estado laico en nuestro país.
Perredista, panista y católico
Nacido en Tepetlaoxtoc de Hidalgo, Estado de México, el 20 de agosto de 1968, Juan Sabines Guerrero es hijo del exgobernador de Chiapas, Juan Sabines Gutiérrez, quien gobernó de 1979 a 1982, y sobrino del escritor Jaime Sabines.
Ha hecho parte de su trayectoria académica en instituciones confesionales, como la Universidad Iberoamericana, donde cursó ciencias políticas y administración pública y el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, donde estudió doctrina social de la Iglesia.
En 2000, fue presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Tuxtla Gutiérrez; en 2001, diputado local; y en 2004, ese partido lo llevó a ocupar dicha alcaldía.
Hasta 2006, fue integrante del PRI al que abandonó para convertirse en candidato al gobierno estatal por la Coalición por el Bien de Todos, fuerza que encabezaba Andrés Manuel López Obrador.
No obstante, después de las elecciones estatales Sabines se apresuró a congraciarse con Calderón y ofrecerle su apoyo.
Incluso pretendía ponerle “Felipe Calderón Hinojosa” a una calle de la capital chiapaneca, de lo que desistió luego de que Calderón canceló su visita a la entidad, según trascendió a principios de este año.
Empero, Sabines continúa mostrando una actitud sumisa hacia éste, de suerte que el 16 de febrero pasado, ante las cámaras del Canal 10 de la televisión estatal hablaba del “cariño” que el “presidente de la República tiene por Chiapas”.
A más de cinco años de iniciado su mandato, algunos de sus principales críticos provienen de la izquierda, mientras que varios de sus más ardientes apologistas militan en el Partido Acción Nacional (PAN).
Así, en 2011, el presidente del Comité Directivo Estatal del PAN, Carlos Alberto Palomeque Archila se refirió obsequiosamente a la “calidad y sentido humanista del gobernador Juan Sabines Guerrero” (semanario Impacto de Chiapas ), mientras que el 14 de febrero pasado, en el noticiario estatal de televisión TV Noticias, la diputada panista Claudia Orantes, con entusiasmo, lo elogiaba y felicitaba por “empoderar, como ningún otro gobernador, al pueblo chiapaneco”.
Otro aspecto muy cuestionable de su gestión es la ostensible falta de respeto hacia el Estado laico y su deseo de congraciarse con la jerarquía católica local, aunque no sea para bien de los chiapanecos.
Cada año, él y su esposa se reúnen con los cinco obispos de Chiapas, y en agosto de 2011, Sabines, junto con otros funcionarios de su gobierno, fue a rendir homenaje al beato Juan Pablo II, así como al arzobispo de Tuxtla, Rogelio Cabrera.
Éstos fueron los desmesurados elogios con que se refirió al papa y al arzobispo: “…Todos los seres humanos admiramos a Juan Pablo II […] Indiscutible promotor de la democracia (?) en todo el mundo, todos lo admiramos y lo respetamos” y en nombre de “todo el pueblo” también expresó admirar al prelado de Tuxtla (http://www.youtube.com/watch?v=IFiXiRgobEE).
Como parte de su idilio con el clero, en octubre de 2011, Sabines le devolvió un edificio del siglo XVIII, ubicado en San Cristóbal y que le fue confiscado desde la época de la segunda Guerra Cristera, en la década de 1930 (La Jornada, 17 de octubre de 2011).
Símbolo del poder de la jerarquía católica bajo el gobierno actual es la monumental escultura de más de 60 metros, denominada el Cristo de Chiapas, erigida en el mirador de Copoya, promontorio aledaño a la Tuxtla Gutiérrez.
La idea es similar a la que se ha puesto en práctica en Torreón, Coahuila, donde el gobierno y empresarios han procurado convertir la escultura llamada Cristo de las Noas (también construida en un cerro cercano a la urbe) en un símbolo que identifique al catolicismo como elemento definitorio de la ciudad.
Beneficios y persecuciones
Con bombos y platillos y de manera por demás insistente, los medios estatales proclaman los beneficios de las políticas sociales de Sabines, y en muchos casos tienen razón; en la plaza central de Tuxtla Gutiérrez chiapaneca pueden recabarse numerosos testimonios de ancianos que han recibido apoyo económico o incluso de vivienda, o gente de escasos recursos a la que se ha ayudado a iniciar algún pequeño negocio.
Pero también abundan las denuncias de críticos y opositores que han sido víctimas del hostigamiento del gobierno estatal.
El caso más conocido es el del exgobernador Pablo Salazar, encarcelado por el gobierno de Sabines desde junio de 2011. En su momento, el periodista Miguel Ángel Granados Chapa comentó: “El cuervo creado por Salazar Mendiguchía está sacándole los ojos” (Miguel Ángel Granados Chapa, “Pablo Salazar y la venganza política”, Proceso en línea, 22 de junio de 2011).
Al encarcelamiento de Salazar ha seguido el de muchos otros de sus excolaboradores e incluso de parientes, como su cuñado José Luis Paulín Palma, detenido en febrero de este año, bajo la extravagante acusación de haber montado en su casa un centro de “espionaje” para ponerlo al servicio del exgobernador hoy recluido en el Centro de Reinserción Social número 7, en la ciudad de Huixtla.
La represión ha afectado también a muchos otros de sus críticos y adversarios: el penalista Horacio Culebro Borrayas, quien fuera encarcelado en 2010, luego de que se opuso exitosamente a una reforma electoral promovida por Sabines, con la que se pretendía evitar las elecciones de ese año, dejar a los diputados en sus puestos y permitir que el gobernador designará a los alcaldes. Finalmente, el famoso abogado fue liberado en junio de 2011.
Otro de los perseguidos políticos ha sido el priísta José Antonio Aguilar Bodegas, quien en 2006 fuera candidato a la gubernatura del estado.
Por su parte, periodistas críticos como Isaín Mandujano, corresponsal de Proceso, y Ángeles Mariscal Pioquinto, excorresponsal de La Jornada, han denunciado agresiones y campañas de acosamiento mediático por parte del gobierno sabinista.
En todos los casos, la represión sigue burdos mecanismos, como el de inventar acusaciones judiciales disparatadas para encarcelar a disidentes por supuestos delitos comunes, lanzar campañas de linchamiento mediático o ejercer presiones para despojarlos de sus funciones o empleos.
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