Un paramilitar, integrante de la organización priísta Ubisort, revela los detalles a las autoridades judiciales de la emboscada que se llevó a cabo en San Juan Copala, región triqui de Oaxaca, en la que murieron los defensores de derechos humanos Alberta Cariño Trujillo, directora del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos, y Jiry Jaakkola, de origen finlandés. La compra de armas de alto poder se financia con recursos públicos
“¡Si vienen, nos los chingamos! Nadie llamó a esa gente”, fue la sentencia final del entonces “comandante” de la Unidad para el Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort), Antonio Cruz García, apodado Toño Pájaro –ahora al frente del grupo armado que desde septiembre de 2010 ocupa San Juan Copala, Oaxaca–, respaldado por el entonces líder político de la organización, Rufino Juárez Hernández.
A esa conclusión llegaron los líderes de la Ubisort la noche del 26 de abril de 2010. Habían pasado tres días discutiendo cuál sería la estrategia que tomarían ante la llegada de una caravana de paz que pretendía entrar al centro ceremonial de San Juan Copala, para brindar ayuda humanitaria a la población asediada por los grupos paramilitares desde el 13 de septiembre de 2009.
La maniobra consistía en colocar piedras a la salida de la comunidad de La Sabana e impedir el acercamiento con la gente que permanecía en San Juan Copala y con los integrantes del Municipio Autónomo, impulsado por el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI) y exintegrantes de la Ubisort.
Así lo revela uno de los integrantes del grupo de pistoleros que acabaron con la vida de la directora del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos (Cactus), Alberta Cariño Trujillo, y del observador de derechos humanos de origen finlandés Jiry Jaakkola, el 27 de abril de 2010.
En una hora y media de grabación en video –integrado en el expediente abierto para llevar las investigaciones del caso, y al que tuvo acceso Contralínea–, el hombre relata cómo se llevó a cabo la emboscada en la que, además de dos muertes, dejara como saldo más de una decena de heridos y la desaparición por más de 60 horas de los activistas de Voces Oaxaqueñas Construyendo Autonomía y Libertad, David Venegas y Noé Bautista, y los reporteros de Contralínea, Érika Ramírez y David Cilia.
Comienza la filmación, dos hombres alegan en triqui. El pistolero sólo escucha, se encoje de hombros. Viste playera oscura, chamarra de mezclilla y luce bigote escaso. Está dispuesto a declarar todo lo que sabe, a cambio de protección, pero únicamente en su idioma. Los traductores justifican: él sólo entiende el español, a un 80 por ciento; no lo habla, aseguran.
La organización
Todo fue planeado por los hermanos Rufino y Anastacio Juárez Hernández, y por Antonio Cruz García, Cirino López Ramírez, Julio César Martínez Morales, Mauro Vázquez y Daniel Martínez López, enlista el hombre que se atreve a hablar frente a cámaras a poco más de un año de la emboscada.
En lengua triqui, y apoyado por uno de los intérpretes, el francotirador titubea. Se mira nervioso; afirma que no habla español ni conoce los detalles de las reuniones. Sin embargo, acepta haber estado en la repartición de armas. Afirma que a él no le “tocó” de alto poder. Asegura que le fue entregado, de manos de Rufino Juárez, un rifle calibre 22.
La entrega de armas se llevó a cabo en un paraje a la salida de la comunidad La Sabana, donde un grupo había colocado rocas desde la noche del 26 de abril de 2010. Ahí mismo serían citados para presentarse al día siguiente a las siete de la mañana.
—¿Quiénes pusieron las piedras?
—Casi todos. La idea de algunas personas que iban ahí era bloquear, no permitir que bajara la caravana. Cuando empezaron a disparar, yo regresé a La Sabana [la comunidad bastión de la Ubisort]. Después de los disparos llegó una ambulancia de la Secretaría de Salud, que venía de Copala. Ya había pasado un buen rato. Había muchos heridos, se veía sangre en sus ropas.
—¿Quién les dio la orden de que fueran a bloquear?
—Antonio Cruz [Toño Pájaro].
Preparativos de los observadores
A la misma hora que los paramilitares se alistaban para emboscar a la caravana de la paz, fueron convocados miembros de la sociedad civil, defensores de derechos humanos y maestros de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en el Parque de la Libertad de Expresión, en Huajapan de León. También fueron citados observadores internacionales para respaldar a los integrantes de la caravana por la paz que tenían como destino la comunidad autónoma de San Juan Copala. Periodistas de varios medios de comunicación, entre ellos Contralínea y Noticias de Oaxaca, acudieron a reportar el hecho noticioso.
Los paramilitares fueron puntuales. Asistieron a la cita camuflados con ropa de tipo militar y negra, gorras y paliacates. Portaban fusiles de asalto AK-47, conocidos como cuernos de chivo, AR-15 y rifles. Esperaban apostados en la cima del cerro; subían y bajaban de éste. Toño Pájaro y Rufino Juárez los comandaban. De acuerdo con el testimonio, se organizaron en dos grupos, de 10 y 15 personas cada uno. Estaban alertas.
La caravana
En tanto, a 200 kilómetros, en el Parque de la Libertad de Expresión de la ciudad de Huajuapan de León arribaban los activistas, maestros y representantes de medios de comunicación. La directora de Cactus, Alberta Cariño Trujillo, se ocupaba de reunir a la gente y organizar la pinta de una manta que anunciara con letras en negro y rojo “Prensa y Comisión de Observación”. Iba acompañada por su esposo, Omar Esparza Zárate, miembro de la Alianza Mexicana por la Autodeterminación de los Pueblos Indígenas, una de las organizaciones convocantes de la caravana. Ambos proporcionaban información a los medios de comunicación del acto que se pretendía llevar a cabo horas más tarde.
Ahí también se encontraba Jiry Jaakkola, observador de derechos humanos de origen finlandés, quien buscaba una señal de internet para enviar el que sería su último correo electrónico. Platicaba con una de sus compañeras alemanas; ambos sonreían.
En el ambiente se respiraba incertidumbre. Horas previas se había dado a conocer un comunicado de Rufino Juárez, en el que anunciaba que no se permitiría la entrada del contingente de paz a la zona y que la Ubisort no se haría responsable de lo que ahí sucediera.
Llegó la hora de partir. Había ánimo entre los participantes; llevaban ropa y víveres para los habitantes de San Juan Copala que no habían podido salir de su pueblo desde hacía varios meses ante el temor de ser asesinados por los paramilitares, supuestamente de la Ubisort, grupo de filiación priísta.
El secuestro
El contingente de paz partió después de las 10 de la mañana. Estaba integrado por una camioneta blanca con 16 personas a bordo; un sedán azul Dodge Attitude, con placas de Quintana Roo –en el que viajaban los dos reporteros de Contralínea–; una camioneta negra tipo Explorer, Ford, y una camioneta blanca que transportaba profesores de la Sección 22 del SNTE.
Alrededor de las 13:30 horas la caravana dejó el último pueblo mestizo antes de entrar a la región mixteca: Juxtlahuaca.
En el camino, a la altura de la comunidad de Agua Fría, la primera de la región triqui, se repartieron radiotransmisores para comunicarse en caso de que algo sucediera. Se había acordado no intentar cruzar la zona si se preveía algún movimiento extraño o algún tipo de retén.
“Si ven piedras en el camino, se regresan”, fue la orden a todos los activistas de la caravana de parte de la vanguardia. Algunos periodistas desistieron de seguir y otros decidieron continuar en la labor informativa, entre éstos los reporteros de Contralínea y Noticias de Oaxaca. Varias personas se quedaron en aquella comunidad. Decían que, para no poner en riesgo a los observadores de paz ni a la prensa, se quedarían en ese lugar, pues ya habían sido amenazados de muerte, entre ellos Omar Esparza y el profesor Macario Merino.
La emboscada
En el minuto 30 del testimonio que ofrece el pistolero a las autoridades de Oaxaca, se narra el momento de la emboscada desde las filas de los paramilitares. Se confiesa. Comienza a hablar en español fluido; y empieza a describir nuevamente el escenario.
Relata que mientras la caravana hacía su recorrido, en la comunidad de La Sabana –bastión de la Ubisort y desde la cual se mantuvo un retén paramilitar– se registraron los primeros actos de violencia. Pasaban las nueve de la mañana. Dos mujeres que habían salido de San Juan Copala caminaban por el monte; una de ellas, embarazada. Se toparon con el grupo paramilitar. Las detuvieron y amenazaron. El indígena triqui que declara ante el video afirma haberse enfrentado a Toño Pájaro, quien con su cuerno de chivo apuntaba a una de ellas. Buscaba que les perdonara la vida. Las indígenas lloraban. Sólo habían salido en busca de alimento.
“Yo no permitía que le hablaran fuerte a la señora, porque hasta lloraba, y como la hija iba embarazada… Qué tal que se pierde su hijo”, les dijo. Las detuvieron hasta la hora del ataque, aproximadamente a las 14:30 horas. “Como la señora ya llevaba mucho tiempo ahí, yo les dije que les iba a traer agua y algo de comer porque qué tal si se perdía su hijo. Ése va a ser un problema para ustedes porque son autoridades. Ahí fue cuando se enojaron conmigo”, asegura.
“Si la quieres, llévatela o trae algo de comer”, ordenó, molesto, Toño Pájaro. En ese momento se escucharon los motores de los carros que integraban la caravana. La camioneta blanca llegaba al paraje. Entonces Toño Pájaro exclamó: “¡Vamos a disparar, porque nadie llamó a esa gente!”. Rufino Juárez estaba en otro de los grupos que se habían formado junto con su hermano, Anastacio Juárez. El primero había estado en la reunión donde se ordenó el bloqueo; luego salió del pueblo y se presentó hasta la mañana siguiente.
En La Sabana, olía a muerte. Una nube de humo blanco se dispersaba por el poblado. Se llenaba el ambiente de olores fétidos, parecía que quemaban el cuerpo de algún animal. Poco antes de las 14:30 horas, los niños permanecían en la escuela; las mujeres cargaban víveres rumbo a sus casas; mientras que los hombres caminaban en las veredas del monte.
Cuando la camioneta se paró al topar con las piedras, Toño Pájaro comenzó a disparar. Le siguieron sus “soldados”. Bajaron hasta donde estaban los carros que intentaron dar marcha atrás sin conseguirlo. El ataque fue a matar. No dejaban de tirarles a las personas, que en pocos segundos salieron despavoridas de los vehículos.
Según el paramilitar que participó en el ataque, Toño Pájaro, Anastacio Juárez y Cirino López Ramírez continuaron el tiroteo; se fueron contra la camioneta blanca donde caían muertos Alberta Cariño Trujillo y Jiry Jaakkola. El resto del equipo paramilitar apuntaba a los demás integrantes que conformaban el contingente, quienes huían resbalaban por el cerro.
El saqueo
Rastros de sangre quedaron por todas partes, la tierra se llenaba de casquillos. Los vehículos quedaron perforados en puertas, toldos y cristales. Las balas entraron por todos lados.
Pasaron unos 20 minutos de ráfagas ininterrumpidas. Los activistas, maestros y periodistas salieron de los vehículos como pudieron. La mayoría corrió hacia La Sabana, donde fueron auxiliados por gente del pueblo.
Una ambulancia de la Secretaría de Salud del estado llegó a la zona para atender a los más de 20 heridos. Los dos reporteros de Contralínea y los activistas de Vocal se fueron río abajo, donde permanecieron ocultos por más de 60 horas.
El triqui que habla ante la cámara de video presenció todo desde la cima del cerro. Relata cómo Toño Pájaro iba atrás de uno de los integrantes de la caravana que intentaba huir. Lo tumbó, lo revisó y lo amenazó con su cuerno de chivo. Luego lo dejó ir.
La camioneta blanca tipo Van, el Dodge Attitude y la camioneta Explorer, Ford, quedaron rafagueados, con huellas de sangre y con los objetos que portaban sus ocupantes. El grupo paramilitar se acercó a los vehículos. Saquearon todo lo que había ahí dentro: equipo fotográfico, celulares, computadoras, cámaras de video. Horas más tarde, se reunieron con el botín a las afueras de una casa en La Sabana, lo repartieron entre los líderes y comenzaron a beber.
“Había miedo entre la población de que llegara la policía. Anastacio y Rufino Juárez saldrían esa misma noche rumbo al Distrito Federal. Con ello, no habría culpa de su participación en el ataque”, afirma el testigo.
Estructura militar
Integrante de la Ubisort desde hace ocho años, el pistolero asegura que su participación ha sido inconsistente, pues ha tenido que salir en busca de empleo a la capital del país, a Hermosillo y a Estados Unidos. Sin embargo, confiesa que la Ubisort tiene una organización tipo militar. Sus principales líderes en ese momento eran: Rufino Juárez y Antonio Pájaro, este último se erige actualmente como “comandante” en la comunidad de San Juan Copala. Ahora Rufino Juárez se encuentra preso, y Pájaro, fuera de las filas de la Ubisort, dirige el grupo armado en alianza con el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui, según las denuncias de los desplazados del municipio autónomo de San Juan Copala.
Los recursos con los que se financia la compra de armas de alto poder y el traslado a distintas partes del estado son tomados de las partidas 28 y 33 del Presupuesto de Egresos de la Federación, destinadas supuestamente a incrementar el nivel de vida de la población, detalla el testigo.
El pistolero explica que durante las reuniones que llevaban a cabo con sus “soldados”, los hombres que encabezan la organización paramilitar de la zona triqui aseguran que por ningún motivo van a permitir la entrada de otros grupos. Por ello, constantemente asedian a los habitantes de la región. Cada uno de ellos es custodiado por 10 o 15 personas, todas armadas.
Como integrante del grupo, el hombre señala que era su obligación estar en el ataque. Tenía que “solidarizarse”. La Ubisort le dio refugio en La Sabana luego de que comenzaron los desacuerdos por la búsqueda de autonomía en San Juan Copala, movimiento encabezado por el MULTI y al que se incorporaron bases de la Ubisort. “Todos los del pueblo obedecen las órdenes de Rufino, pues si no, amenazan con multar. Así lo hicieron el 27 de abril [de 2010]”.
Apresura a su entrevistador, menciona que ya le queda poco tiempo para seguir hablando. Debe de que regresar pronto a su casa, antes de que llegue la fiesta del pueblo y se den cuenta de su ausencia. El miedo también lo aprisiona a él. Sus movimientos son nerviosos y oculta lo más que puede su mirada a la cámara que lo filma.
Y es que en su territorio nadie tiene asegurada la integridad física ni la vida. Él mismo sabe que de ser descubierto en su declaración sería asesinado de inmediato. Lo hace, en búsqueda de protección y resguardo.
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