Autor: Edgar González Ruiz *
Sección: Opinión

6 mayo 2012

Aliada de Calderón, abandonó su máscara de activista social para convertirse en candidata del Partido Acción Nacional (PAN), cuyos principales proyectos dice rechazar; es decir, no es fiel a sus ideas, no lucha por lo que cree y por lo tanto no es, en ese sentido, una persona confiable.

Luego de que se dio a conocer que en 1998 estuvo unos días encarcelada, acusada de varios delitos de los que luego fue absuelta, no tuvo la honestidad de reconocer esos hechos, sino que tramposamente trató de negarlos o distorsionarlos bajo la premisa de que una persona vinculada al poder encuentra siempre defensores y cómplices.

Una historia de mentiras

Con el evidente apoyo del poder derechista, Wallace se fabricó la imagen de activista preocupada sólo por la suerte de su hijo secuestrado y el afán de castigar a los culpables.

Alardeaba de no buscar cargos públicos ni una participación política, incluso en una entrevista difundida en la web se jactaba de que personajes de la política, como la panista Gabriela Cuevas, la priísta Beatriz Paredes y hasta dirigentes del Partido de la Revolución Democrática (PRD), le habían hecho propuestas que, desdeñosamente, había rechazado.

Afirmaba: “Yo no creo en la política en México. No creo que a través del sistema político que hay en nuestro país se puedan solucionar los problemas en materia de seguridad…” (http://www.animalpolitico.com/2012/ 01/isabel-miranda-del-rechazo-a-la-politica-a-candidata-al-gdf-por-el-pan/).

Esas declaraciones eran falsas, como lo demuestra su disposición a convertirse en candidata del PAN para el Gobierno del Distrito Federal.

Luego de su presentación como candidata del PAN, Isabel Miranda aseguró que “defenderá la libertad de la mujer para decidir sobre su cuerpo” y que “estoy por los derechos que se han logrado y no nada más los voy a respetar, voy a fomentar que haya mayor libertad en la capital” (Reforma, 13 de enero de 2012). Con ello, desató la ira de la ultraderecha católica dominante en el PAN, por lo que luego adoptó la actitud de rehuir el tema, simplemente porque no le conviene abordarlo, pues lo mejor para ella es alcanzar un alto cargo o sacar algún provecho con ayuda de Acción Nacional: la conveniencia y la mentira como forma de vida.

Ahora, enfrentada a hechos de su pasado que no quiere que se conozcan, recurre a mentiras y trucos para negarlos o evadirlos.

Viejas falacias

Los trucos que usa Wallace, de la manera más rudimentaria, son muy viejos, mencionados ya en los primeros tratados de lógica.

Decían algunos textos medievales dedicados a entrenar a los estudiantes en las complejas disputas teológicas, que si un hecho ya ocurrió, ni Dios podía evitarlo: A palo dado, ni Dios lo quita. Menos, desde luego, algún funcionario de la Procuraduría de Justicia, ni el propio Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del Distrito Federal.

Por eso, es ridículo que Wallace se escude en dichos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) para negar un hecho del pasado que quedó registrado en notas periodísticas (La Jornada y Reforma, 18 de julio de 1998): que ella fue en ese tiempo aprehendida, y se sabe que también fue fichada y encarcelada durante unos días, acusada de los delitos de homicidio en grado de tentativa, daño en propiedad ajena y resistencia de particulares.

Lo anterior, a raíz de una trifulca donde Wallace se opuso al retiro de 2 mil anuncios de su empresa Showcase.

A Wallace le molestó que recientemente la revista Proceso diera a conocer la información referente a estos hechos. Mientras, la PGJDF se ha dado a la tarea de protegerla, como probablemente no lo haría con otros ciudadanos que no gocen, desde luego, de “buenas” relaciones; comenzando en este caso, por el apoyo del presidente espurio.

Es lamentable que Marcelo Ebrard, quien ha luchado por ampliar las libertades en la capital, se preste a brindar apoyo públicamente y sin razones a quien encabeza al partido enemigo de los derechos sexuales y del estado laico. Gratuitamente, él ha dicho que Isabel Miranda de Wallace es “una señora respetable que lucha por lo que cree” (El Universal, 10 de abril de 2012).

En cuanto Wallace tuvo encima el escándalo desatado por el reportaje publicado en Proceso el 8 de abril de 2012 fue a buscar ayuda, y rápidamente pudo exhibir un documento donde se hace constar que no tiene “antecedentes penales”; ciertamente no fue condenada por un delito, pero ése no era el asunto en discusión, sino su participación en hechos ocurridos hace más de una década, cuyo conocimiento es muy pertinente para que los votantes del Distrito Federal sepan cuál es la trayectoria de la candidata panista.

Aristóteles escribió Las refutaciones sofísticas, uno de los primeros tratados sobre falacias, o trampas de la argumentación, como la de refutar algo que simplemente no es lo que está en discusión. Es exactamente lo que hace la señora de Wallace y para fines bastante mezquinos.

Gato por liebre

El Hitopadesha, o provechosa enseñanza, es un antiguo libro hindú dedicado al arte de la política. En él se incluye el cuento de un brahamán que va cargando una cabra cuando se encuentra en el camino a dos bribones que, para apoderarse del animal, quieren hacerle creer que lo que va cargando es sólo un perro y, puestos de acuerdo, tanto le insisten en ello que casi acaban por convencerlo; finalmente, “prosiguió su camino, dudando todavía”.

Parece increíble, pero ése es el truco que quieren usar Wallace y los medios oficialistas que se prestan a repetir sus alegatos. Con desdeños hacia la capacidad de percepción y de razonamiento de los demás, Wallace se atreve a mentir sobre lo que todos podemos ver: su propia fotografía, cuando fue fichada luego de su aprehensión.

Renuente a reconocerse en las notas de prensa de 1998, aduce que “ella no es ella”, porque en esa fotografía su estatura es, dice, de casi 1.70 metros y que en realidad ella mide sólo 1.60 metros. Su alegato omite lo que todos podemos ver: la estatura que exhibe en la foto, sin contar su prominente copete, apenas rebasa el 1.60 metros (Proceso, 1849, 8 de abril de 2012). Por añadidura, si 1.60 metros es la estatura actual de Wallace –nacida en 1951–, es probable que la mujer de más de 60 años de edad ya no mida lo mismo que hace 15 años (http://noticias.terra.com.mx/candidatos-al-gdf-isabel-miranda-de-wallace,452d788934 625310VgnVCM20000099f154d0RCRD.html).

Muchos medios oficialistas se han convertido en defensores de Wallace, y a fuerza de repetir los sofismas en que ella basa su defensa, pretenden sugestionar a su audiencia, inculcándoles ideas contrarias a las evidencias, con tal de librar a Wallace de su propio pasado.

Sin embargo, abundan en la web los comentarios acerca de lo evidente de las trampas que usa Wallace; en uno de ellos leemos: “…es obvio que su estatura no es igual en 1998 que en 2012, ya que entre más envejecemos nos vamos haciendo algunos o varios centímetros ?más bajitos por el desgaste de las articulaciones y discos de la columna, incluyendo la pérdida de calcio en la tercera edad…. Si le quitas la melena a esta señora en la foto, su estatura real no pasa de 1.63 metros (en ese entonces), y si hoy dice medir 1.60, entonces es la misma persona, es muy infantil querer desacreditar de esta forma una evidencia tan clara y contundente…” (http://www.proceso.com.mx/?p=303823).

Los defensores de la candidata panista pretenden que se investigue la “filtración” de su expediente policiaco, que tanto ha afectado su candidatura, pues no aceptan que alguien se atreva a criticar y denunciar a los poderosos: quizás, para ellos, debería ser censurado y perseguido.

Sin embargo, esa historia no es nueva. Baste recordar un par de ejemplos: en el sexenio de Salinas se ocultó que (a principios de la década de 1950, cuando tenía tres años de edad) él había participado en el fusilamiento de su sirvienta. A pesar de que el hecho fue materia de la nota roja de la época e incluso de una película cómica con Clavillazo y el enano Santanón; hace unos pocos años, apenas ayer, muchos medios y sobre todo el gobierno en turno, al no poder ser juez y parte, soslayó los abusos de la pareja presidencial Fox-Sahagún y de los hijos de Marta. Como en el caso de Wallace, el poder protege a los suyos y los políticos se entienden entre sí para engañar al pueblo y abusar de él.

*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México