Los próximos 9 y 10 de julio se cumplen los 130 años de los combates de Marcavalle, Pucará y Concepción durante la Guerra con Chile, que si bien fueron pequeñas acciones bélicas en comparación a las batallas anteriores, tuvieron su importancia porque aceleraron el desalojo de las fuerzas chilenas del departamento de Junín, que lo ocuparon entre enero y julio de 1882.
Las fuerzas chilenas de la llamada División del Centro estaban al mando del coronel Estanislao del Canto, quien fue jefe del regimiento 2° de línea entre 1879 y 1882.
Las fuerzas peruanas estaban al mando del general de brigada Andrés A. Cáceres, quien había formado el llamado Ejército del Centro entre marzo y junio de 1882 en Ayacucho. Dicho ejército era llamado montoneros, debido a que no usaban uniformes. Muchos indios o comunidades campesinas apoyaron a este ejército.
Las primeras noticias de los combates
A partir del 29 de junio se iniciaron los combates en la zona, pero es recién el 9 de julio cuando se inicia el ataque formal de las fuerzas de Cáceres.
La primera versión oficial peruana sobre los combates de Marcavalle, Pucará y Concepción fue publicada en el Registro Oficial de Ayacucho, el periódico de la prefectura de Ayacucho y se puede decir, diario oficial de Cáceres. El relato dice lo siguiente:
“Huancayo, julio 12 de 1882
Señor Coronel Prefecto y Comandante General del Departamento de Ayacucho
Me es satisfactorio comunicar a US que en la mañana del Domingo 9 del corriente el Benemérito General Cáceres tomó á viva fuerza el pueblo de Pucará, habiéndose iniciado el combate en las alturas de Marcaballe, donde tenían los enemigos sus trincheras de todas las armas. Nuestras bajas no son de consideración; las del enemigo, aún cuando no pueden apreciarse devidabamente, se calculan en doscientos entre muertos i heridos, habiendo perdido en su fuga, veinte cargas de municiones, armas y dos de sus banderas. Tan heroico comportamiento del Ejército que comanda el Señor General Cáceres produjo en el invasor un terror pánico, que en su impotencia de librar un combate decisivo con nuestros bravos soldados fugó, casi en completo desorden, dejando en los cuarteles que ocupaban en esta ciudad municiones y armas.
Picando la retaguadia del enemigo SSa el Señor General Cáceres y su ejército entraron en esta ciudad la mañana de ayer, y á las 3 p.m. continuó su viaje de persecución. Las fuerzas chilenas en su precipitada fuga incendiaron la población de Concepción después de haberla saqueado y cometido todo género de barbarie. Igual suerte les ha cabido á los pueblos de Matahuasi, Ataura y San Lorenzo.
Este procedimiento que es propio de un enemigo desleal y cobarde ha reconocido como causa la destrucción de una fuerza que guarnecía la plaza de Concepción por nuestros guerrilleros que en su justa indignación, no dejaron con vida al último soldado.
La tenaz persecución de nuestras fuerzas sobre las del enemigo, la desmoralización y pánico que acompaña á estos en su fuga, las derrotas parciales que van sufriendo en el camino; todo hace esperar que no llegue á Lima uno solo de los espedicionarios, y que todos los elementos de esa fuerza vendrán á aumentar los de nuestro valiente Ejército, que se encuentra apoyado por pueblos enteros que lo acompañan con las armas de su entusiasmo y que van trocando en triunfos nuestras anteriores desgracias…”. (1)
Los chilenos se enteraron bastante rápido, pues Patricio Lynch escribió el siguiente telegrama el 15 de julio:
“Señor Presidente:
Ayer recibí carta del coronel Canto, fechada en Jauja. Dice que el 9 fue atacada una compañía del Santiago en Marcavalle por 2.000 enemigos, muchos de elloscon rifles. Fueron rechazados con grandes pérdidas. Nosotros sufrimos la muerte del teniente Retamal y del subteniente Garay y 17 hombres de tropa, y además 12 heridos.
El mismo día fue atacada una compañía del Chacabuco que guarnecía a Concepción. El combate duró 20 horas, después de cuyo tiempo el cuartel fue tomado e incendiado por los 1.000 enemigos que lo atacaban. De éstos, 300 estaban armados con rifles.
Quedaron en el campo centenares de enemigos muertos; pero sucumbieron el capitán Carrera Pinto, los subtenientes Julio Montt y A. Pérez Canto, y los 73 hombres de tropa que componían la guarnición.
El General Gana, Jefe de Estado Mayor, ha partido al interior con las instrucciones correspondientes”. (2)
Los chilenos no tomaron importancia a los combates de Marcavalle y Pucará, sino al de Concepción. Las primeras noticias del combate de Concepción debieron conocerse en Lima el 14 de julio, pues el sábado 15 de julio el periódico del ejército chileno de ocupación, Diario Oficial, publicó lo siguiente:
“Si hubiéramos de creer los díceres de la calle, habría tenido lugar en un pueblo del interior una gran batalla entre nuestras fuerzas i el grueso de la montonera que ha aparecido en esos lugares.
Es lo que se ha corrido durante todo el día de ayer. Con este motivo, la fecundísima imajinación popular se ha entretenido en forjar a su antojo incidentes novelescos i sangrientos…
La verdad es, i no hai por que no decirlo, que la escasa guarnición que cubría el pueblo de Concepción, fue sorprendida i atacada por una fuerza considerable de montoneros bien armados.
Trabóse largo i sangriento combate, cuya peor parte tenía necesariamente que tocar a los nuestros que, aislados i sin recursos inmediatos, tuvieron que batirse uno contra cincuenta…
No tenemos todavía la lista completa de nuestras bajas…”. (3)
La primera versión oficial chilena del combate de Concepción fue publicada el lunes 17 de julio y dice lo siguiente:
“Por consecuencia de operaciones de concentración de fuerzas que ponía en ejecución el coronel Canto, jefe de la división del interior, sólo se encontraban en Concepción setenta i tres hombres de Chacabuco, al mando del capitán don Ignacio Carrera Pinto, de los tenientes Montt, Salamanca i Pérez Canto, i del subteniente Cruz. Inopinadamente se presentaron a atacar el cuartel como dos mil montoneros, entre los cuales, por los datos de que estamos en posesión, figuraban como trescientos hombres de las tropas de Cáceres. Trabada la lucha en condiciones tan desiguales, no se creyeron los asaltantes bastantes potentes para medirse con el pelotón de soldados que guarnecía el cuartel, i procuraron incendiarlo como medio seguro para obtener la rendición de los soldados del Chacabuco. Se olvidaban sin duda que tenían que habérselas con los mismos que en infinito combates habían probado que no sabían rendirse.
Empeñada la lucha, se sostuvo el combate más reñido de parte de los Chacabuco. Durante veinte horas fué la lucha mas obstinada, que sólo es concebible sostenerla contra un número tantas veces mayor de los enemigos, cuando de la defensa de la patria se hace un culto i se forma la resignación heróica de vencer o morir. Llegó al fin el momento en que las municiones concluyeron i en que los heróicos defensores del cuartel disminuían con las respectivas bajas, i en ese instante supremo, las balas i los cartuchos ya agotados fueron reemplazados con el arma blanca. La fuerza irresistible del número tenía que dar su resultado, i los asaltantes se apoderaron del cuartel llenos de gozo porque ya les era posible hacer prisionera la guarnición. Pero, ¡oh, heroísmo! Solo encontraron cadáveres. Los cuatro oficiales i los 73 soldados habían rendido la vida i solo así les era dado a los montoneros de Cáceres entrar a las cuadras que habían servido de habitación a los que guarnecían la plaza. Las puertas se abrieron solo por cuanto ya no había ni un soldado chileno que defendiera sus cerraduras. Aquellos cobardes, llenos de furor, en vez de inclinarse en presencia del montón de cadáveres, se cebaron de estos, i en su ceguera, asesinaron en el pueblo a tres infelices mujeres i a una criatura de pocos meses”. (4)
El mismo diario publicó una versión similar del combate el 21 de julio y otro relato el 25 de julio que dice lo siguiente:
“Los detalles gloriosos del heroico combate de Concepción se confirman en todas sus partes – Carrera hizo tres salidas del cuartel al frente de los suyos. El subteniente Cruz fué el último que murió en medio de la plaza, contestando a los que gritaban desde los balcones que salvara su vida.
– Aquí la tienen maricones, vengan a quitármela.
I detalle sublime para honra de los vencedores! Cruz fué fusilado por estos desde los balcones.
Cruz era un niño de diez i siete años; sin embargo esos leones de la sierra, no le acobardaron: quinientos le dispararon de mampuesto a media cuadra de distancia, i una vez muerto, ¡oh héroes lejendarios! Se comieron una parte de su cadáver, en memoria tal vez de los hermanos Gutierrez.
Al comienzo del combate, Carrera ordenó a un sarjento i dos soldados que se abrieran paso en dirección a Huancayo a pedir refuerzos. Dos mil enemigos rodeaban la población. El sarjento i sus dos compañeros no vacilaron, salieron del cuartel, cruzaron a bala i bayoneta la fila enemiga, milagrosamente anduvieron como veinte cuadras seguidos por bandas de enemigos que les disparaban miles de tiros; pero este prodijio de serenidad i de fortuna no podría durar mas tiempo. A las veinte cuadras, subiendo la ultima cumbre, detrás de la cual habrían quedado definitivamente a salvo, cayeron los tres.
El cuartel fué asaltado cuando sus defensores no tenían un solo tiro. Con mas municiones habrían prolongado el combate hasta la llegada de la división, es decir desde las nueve hasta las seis de la tarde. Nos dicen que en Concepción no hai una puerta, una ventana, un alero que no este destrozado a balazos. Aquello debe haber sido un verdadero diluvio.
El teniente de artillería, señor Villota fue herido en la cabeza en la plaza de Concepción por los últimos vencedores que habían quedado en la ciudad celebrando el triunfo.
Trescientos de los mismos fueron alcanzados i sableados uno a uno por un destacamento de carabineros.
Cualesquiera que sean nuestras pérdidas en ese combate, las del enemigo son infinitamente superiores …
Los soldados de carabineros dicen, refiriéndose a sus trescientos:
– I esos no eran indios”. (5)
Resulta inverosímil cómo no habiendo sobrevivido ningún chileno, ellos publicaban buenos detalles del combate, aun mejor que los propios peruanos. Todos los relatos de arriba, son anteriores a la publicación del parte oficial chileno sobre Concepción.
El corresponsal del diario peruano La Unificación Nacional, quien escribía con el seudónimo de El Indio, relató lo siguiente sobre el combate de Concepción:
“Como estaba coordinado por el General Cáceres, el mismo día que tomaron Pucará, y á horas cuatro de la tarde, la tropa del coronel Gastó, los montonero de Comas y Pariahuanca y los vecinos del pueblo – atacaron la guarnición chilena encastillada en el cuartel: después de un combate reñido que duró más de quince horas, se tomó dicho cuartel el día siguiente á las nueve de la mañana.
El Jefe de la guarnición Sr. Carrera Pinto; los oficiales señores Pérez Canto, Montt y Cruz; los soldados, rabonas, rancheros etc; todos, todos, con exepción de una criatura de cuatro días de nacida, han perecido en el desenfrenado furor de los asaltantes.
Los chilenos se portaron con valor y resistieron hasta la desesperación, sin duda porque aguardaban refuerzo de Huancayo; pero el Coronel Canto que ya tenía á la vista el Ejército del General Cáceres, no se acordó de protejer á sus hermanos de Concepción.
De los nuestros se encuentran: el Comandante Carbajal herido; un oficial, cuatro soldados, dieciocho vecinos y unos cuantos montoneros muertos en las horas de combate.
A las cinco de la tarde de aquel día que terminó el asalto (10) llegó el ejército chileno de Huancayo; el Coronel Canto se encontró con un espectáculo que no había presenciado en su vida, según confesión propia: la plaza estaba empedrada de cadáveres chilenos desnudos, lanzados y mutilados; y al contemplar esa hecatombe, preguntó y exclamó “¿no ha habido un alma cristiana que haya salvado siquiera una rabona que cuente la historia? ¡qué inhumanidad!
En seguida hizo tocar saqueo y degüello que duró toda la noche.
Los almacenes, las tiendas, las casas, chacras y chozas fueron robadas. Mas de trescientas ochenta personas, entre ancianos, hombres, mujeres y niños fueron pasados á cuchillo. Felizmente no encontraron mas, porque previendo el furor chileno, todos los que escaparon, habían buscado, con anticipación, refugio en los pueblos de la banda, y las señoras, en el Santuario de Ocopa”. (6)
Una versión peruana bastante completa, fue escrita por el periodista Manuel F. Horta, quien cubrió la campaña de Tacna, para el periódico El Eco de Junín, que dice lo siguiente:
“Saliendo de Ayacucho, el ejército se dirigió a Pasos, donde estableció su campamento, esperando el momento oportuno para emprender una campaña sobre el grueso del ejército chileno, acantonado en Huancayo.
La empresa era atrevida, pero el patriotismo del General Cáceres y de sus compañeros era grande y las ventajas que se podían desprender de este hecho de armas los impulsaban a lanzarse en tan riesgosa contienda.
Al ejército del Centro lo acompañaban más de 5.000 montoneros, entusiastas todos por batirse para vengar el saqueo e incendio de sus hogares.
En la noche del 8 se puso en movimiento nuestro ejército con los guerrilleros de Chongos, Pasos, Ascotambo, Acoria y otros pueblos, acampando sobre las alturas de Tayacaja que dominan la población de Marcavalle. La noche se pasó haciendo los preparativos para emprender el ataque en la madrugada, habiendo reconocido el terreno el General Cáceres acompañado de los principales jefes del ejército.
Desde las posiciones de Tayacaja se divisaron perfectamente las avanzadas chilenas de Marcavalle.
El plan de ataque había sido combinado del modo siguiente: la derecha, comandada por el mismo General Cáceres, debía atacar al enemigo con la artillería y algunos batallones de infantería; la izquierda, comandada por el coronel Jefe del Estado Mayor don Manuel Tafur, por el coronel Subjefe de Estado Mayor don Arturo Morales Toledo y por el comandante de la 2ª División don Justiniano Arciniega, debían operar por las alturas que dominaban la derecha del enemigo y romper sus fuegos al primer disparo de artillería; el centro lo comandaba el señor coronel Secada, Comandante en Jefe del ejército, y el señor coronel don Manuel Cáceres, Comandante General de la 1ª División.
En este orden, en la madrugada del 9, a las 5.30 A.M., en punto, se hizo el primer tiro de cañón sobre las avanzadas enemigas, atacando simultáneamente nuestro ejército, y con tal empuje que en media hora desalojó al enemigo, lanzándolo hasta Pucará, situado a un cuarto de legua de Marcavalle.
A pesar de que la noche había sido pasada en vela y el frío era tan intenso que paralizaba el movimiento de todos los miembros del cuerpo, el ejército, haciéndose superior a las penalidades que había sufrido, se batió con una decisión y entusiasmo que le hacen gran honor.
El mismo General Cáceres dirigía en persona el combate, animando a la tropa con su ejemplo.
En Pucará se trabó un nuevo combate entre el Batallón chileno Santiago y cuatro compañías de los batallones peruanos Tarapacá, Junín y la Columna de guerrilleros Izcuchaca. Sorprendido el enemigo en estas posiciones por un ataque tan decidido, emprendió una fuga desordenada hasta la banda derecha del río, situada frente a Pucará; persiguiéndolo en su retirada únicamente las dos compañías del Batallón Tarapacá, viniendo detrás de éstas el resto del batallón pronto para tomar parte en el combate en caso de necesidad.
Desde Marcavalle hasta Zapallanga el terreno estaba sembrado de cadáveres y de los pertrechos de guerra, que por la rapidez del combate y el impulso de la carga no pudo salvar el enemigo. Despojos eran aquellos que incitaban más nuestras fuerzas a la pelea, encendiendo en el ánimo de todos un valor que los hubiera llevado, quizás imprudentemente, a lanzarse de una vez sobre Huancayo, si el Comandante en Jefe y el mismo General Cáceres, previendo los resultados desastrosos del abuso del triunfo, no hubiesen ordenado repetidas veces que hicieran alto nuestras fuerzas.
Después de esta jornada tan feliz para la causa nacional y que ha venido a poner en transparencia las altas cualidades militares del General en Jefe del ejército del Centro y el patriotismo de los jefes y oficiales que lo acompañaban, era dable esperar que el vasto plan, combinado para expulsar al enemigo del territorio nacional, no fracasaría como otras veces en las circunstancias que, conocidas por todo el mundo, crearon situaciones especiales, que sólo la constancia y el patriotismo han podido vencer, conservando a la patria el único ejército que hasta ahora ha impedido el aniquilamiento total del país.
"Vencer e ir adelante", tal era la máxima de Federico II, y tal fue lo que hizo el General Cáceres, sabiendo por experiencia que después del primer impulso todo es permitido.
El ataque de Marcavalle era el principio de la actual campaña. Así lo comprendió el coronel Canto, Jefe de las fuerzas enemigas, emprendiendo al día siguiente su retirada de Huancayo, con tal precipitación y desorden, que abandonó en esa ciudad abundantes pertrechos de guerra, entre los que se encuentran 27 cajones de municiones.
El 11, el ejército del Centro hizo su entrada triunfal en Huancayo, en medio de las manifestaciones de la población que saludaba con entusiasmo a sus libertadores.
El primer paso estaba dado; era necesario seguir adelante a cosechar nuevos laureles y terminar la obra principiada.
Había algo en la actitud de los guerrilleros, semejante a ese furor popular que animaba las masas de París durante los terribles episodios de la gloriosa revolución del 93. Estos como aquellos, llevaban en la punta de sus lanzas los trofeos sangrientos arrancados a los cuerpos de los enemigos muertos en el campo de batalla. Espectáculo horroroso quizás, pero significativo en los pueblos que marchan a la conquista de sus derechos.
El General Cáceres, después de haber descansado al ejército una hora en Huancayo, emprendió nuevamente su marcha sobre Jauja, picando la retirada del enemigo, presa del pánico.
En efecto, había motivo para ello. Todo el camino estaba ocupado por partidas de guerrilleros que le hostilizaban en su retirada, haciendo que en ésta, en vez de mantenerse el orden que un buen jefe establece en estos casos, se hubiese vuelto todo confusión.
Según las disposiciones del General en Jefe, el coronel Gastó, Comandante General de la División de Vanguardia, atacó en la tarde del mismo día 9 a la guarnición de la ciudad de Concepción, la misma que sucumbió por completo, sin que se salvase ningún jefe, oficial ni soldado.
La guarnición de Concepción constaba de 100 hombres, al mando del comandante Carrera Pinto, sobrino de don Aníbal Pinto, ex Presidente de Chile.
Este jefe murió heroicamente defendiendo el puesto que le había sido confiado, dando ejemplo de valor a sus subalternos, que se batieron hasta el último momento, haciendo frente a nuestros soldados que competían en arrojo y decisión con enemigos dispuestos a vender caras sus vidas; peruanos y chilenos lucharon con denuedo y encarnizamiento.
Las fuerzas chilenas, situadas en su cuartel, en vano trataron de buscar una salida. Los nuestros las rodeaban por todas partes; los soldados de línea haciendo un fuego nutrido, mientras los guerrilleros con sus lanzas ultimaban a los que se ponían a su alcance. El combate se decidió por los nuestros, terminando por el exterminio completo de la guarnición enemiga.
El Comandante Lago quiso conservar la vida de 15 soldados chilenos que se habían entregado a discreción, pero los guerrilleros, implacables en sus represalias, los ultimaron al grito de "¿dónde están nuestras fatigas? ¿Dónde están nuestras mujeres y nuestros hijos?" Grito de desesperación salido del pecho de las víctimas de Huaripampa, pueblo saqueado e incendiado por los chilenos, en el que asesinaron hasta las familias que habían buscado asilo en el templo. Era la pena de Talión aplicada a los que jamás han tenido compasión ni aún para los pueblos inermes y sin defensa.
Los guerrilleros han estado fuera de la ley; se les ha desconocido su carácter de beligerantes como ciudadanos que defienden su patria. Todo el que era capturado se le pasaba inmediatamente por las armas. Le tocó su turno, y entonces exigieron ojo por ojo, diente por diente, devolviendo mal por mal.
Las persecuciones sufridas por los indios los han impulsado a levantarse en masa para desalojar al enemigo común de los pueblos que ocupaban, siguiendo al ejército del Centro, armado cada cual como podía.
La mayor parte de nuestros guerrilleros no tenían más armas que lanzas, con las que se batían cuerpo a cuerpo con los soldados chilenos, provistos de buen armamento y municiones a discreción; fue grande también la mortandad de los nuestros.
Después del combate en Concepción, nuestras fuerzas desocuparon la ciudad, emigrando con ellas sus habitantes, temerosos de las represalias del grueso del ejército chileno, que en retirada de Huancayo debía pasar por ese lugar.
Los chilenos derrotados en el alto de Marcavalle y en el combate de Pucará, en su retirada hicieron alto en aquella ciudad. Horroroso fue el espectáculo que se les presentó al entrar a Concepción, encontrando desiertas sus calles y sembradas de cadáveres.
En la ciudad apenas habían permanecido 20 habitantes, de los cuales 18 fueron pasados por las armas inmediatamente, entre ellos un anciano señor Salazar, escapándose a los cerros dos.
Todas las casas fueron saqueadas e incendiadas por los chilenos al abandonar la población.
La ciudad de Concepción no es hoy más que ruinas. De las cuatro manzanas de casas de que se componía, no existe ninguna en pie. Los horrores de la guerra parece que se hubieran aglomerado sobre ese infeliz pueblo para ofrecerse en toda su desnudez, formando un cuadro infernal, propio para conmover a los corazones más empedernidos…”. (7)
En el extranjero también se difundieron versiones de estos combates gracias a las publicaciones de El Canal de Panamá, periódico con ediciones en español, inglés y francés, subsidiado por Federico Larrañaga, cónsul peruano en Panamá del gobierno de Nicolás de Piérola.
El Canal felicitó al general Cáceres por estos triunfos, en su edición del 2 de agosto, y reprodujo la siguiente carta anónima:
“El 10 ú 11 del presente, fué atacada por la montonera de Comas, de la Provincia de Jauja, la fuerza chilena del pueblo de Concepción, de la provincia mencionada, y fué tal el ataque que la fuerza chilena, después de un largo combate, tuvo que guarecerse en la iglesia del mismo pueblo (de Concepción); cuya iglesia fue rodeada y quemada por los montoneros agresores, en hostilidad á los chilenos, que perecieron todos. Sabedor el Coronel Canto (Don Estanislao), jefe de espedición en el Departamento de Junín, de lo ocurrido, ordenó que la mitad del batallón “2° de línea” viniera de la ciudad de Huancayo á favorecer á las fuerzas de Concepción. Cuando dicha mitad estaba en el pueblo de San Jerónimo (y dista 3 leguas de Huancayo y una de Concepción) supo Canto que el General peruano, don Andrés A. Cáceres, había atacado Huancayo entrando con su ejército por el pueblo de Zapallanga, en combinación con el ejército que manda el Coronel don Manuel Cáceres; que al mismo tiempo 9 á 10,000 montoneros rodeaban la ciudad de Huancayo; y que el batallón “Santiago” chileno, había sido derrotado por el referido General, en su tránsito de Pucará á la ciudad mencionada. Supo además Canto que el batallón “Lautaro” fue también derrotado en Huancayo por las fuerzas combinadas del General Cáceres y del Coronel ya indicado. El “Lautaro” no tuvo tiempo para salir de su cuartel, y de la puerta hacia fuego de cañón; pero fue rodeado por las fuerzas peruanas y quemado el cuartel, sucumbiendo los que allí se encontraban.
Enterado Canto de todo y estando ocupado Huancayo, que era su retaguardia, y su vanguardia Concepción, se dirigió á Jauja por los altos de San Jerónimo con la fuerza del “2° de Línea” y los restos que pudieron salvarse de los otros batallones. Mandó inmediatamente aviso al General Lynch, á Lima, de lo que ocurría y este despachó una fuerza al mando del General Gana, de unos de 2,000 hombres, que salió por el tren de La Oroya. Al llegar á la Chosica, se encontró esa fuerza en la imposibilidad de continuar su marcha por el tren, por estar interceptada la línea férrea por los montoneros de esa quebrada (Huarochirí) que descompusieron la línea.
La expedición chilena en el departamento de Junín era de 3,000 hombres, de los cuales han desaparecido bastantes en el ataque á Concepción y en el de Huancayo. De la fuerza del Cerro de Pasco, capital de ese departamento, se han desertado recientemente 100 soldados, llevándose 300 caballos á las montañas del departamento de Huánuco. Esto fuera de las deserciones aisladas que son muchas en toda la expedición de Junín, pues es grande el descontento entre los chilenos porque juzgaban que la ocupación de Lima terminaba la guerra.
El 10 del presente estaba rodeada por la montonera la ciudad de Tarma, del departamento de Junín.
En el pueblo de Lunahuaná, de la Provincia de Cañete, Departamento de Lima, fue derrotada en días pasados, una fuerza chilena que se dirigía al pueblo de Pacarán a imponer cupo”. (8)
Ricardo Palma era un corresponsal en Lima del diario El Canal, en donde escribía con el seudónimo de Hiram. Él escribió las versiones que circulaban sobre estos combates en Lima:
“El Departamento de Junín ha sido testigo de grandes sucesos bélicos. Desde Huancayo á Chicla la atmósfera es de pólvora. Esto es lo único que sé de cierto: pues cada beligerante narra los hechos de distinta manera. Va a usted á juzgarlo comparando las dos versiones:
Versión peruana: El 8 á las dos de la tarde cuatrocientos guerrilleros atacaron de improviso el pueblecito de Concepción donde existían ciento treinta soldados del batallón Chacabuco. El combate fué reñido durante varias horas, hasta que los chilenos tuvieron que cerrarse en su iglesia, que les servía de cuartel. Los guerrilleros incendiaron el edificio y ultimaron á los enemigos. Entretanto el coronel Canto desprendía en la mañana del 9, desde Huancayo, quinientos hombres en auxilio del Chacabuco; pero cuando éstos hicieron las cuatro leguas de camino que hay hasta Concepción encontraron que éste lugar había sido evacuado por los guerrilleros, los que de improviso también atacaron Huancayo, pasando el puente de la Mejorada. Comprometido el combate, Cáceres, que se encontraba en Chongos con mil hombres, cayó sobre la retaguardia de los chilenos y los despedazó. Se estima en seiscientos hombres las bajas de los chilenos en estos dos combates. A la fecha debe haber sido batida en detal el resto de la división enemiga que ocupaba Pasco, Jauja y otros puntos; pues los refuerzos (dos mil hombres de las tres armas) salidos de Lima el 15 y 16 para protejer la retirada es muy difícil que hayan llegado á tiempo. Parece que hasta hoy no habían podido avanzar más allá de Casapalca y Chicla.
Versión chilena: El coronel Canto es exhibido como el responsable del pequeño desastre del 8 y 9, pues habiéndosele enviado desde Lima órden para que reconcentrase sus tropas en Jauja ó Tarma, emprendiese oportunamente la retirada, anduvo remiso y descuidado. Los periódicos chilenos dicen que la guarnición de Concepción constaba de setenta y tres soldados y cuarto oficiales; que se batieron veinte horas; que todos murieron; que los guerrilleros peruanos eran dos mil, pero que los setenta y siete chacabucanos mataron quinientos e hirieron por lo menos, mil; que después un teniente al mando de treinta carabineros a caballo, hizo prodijios; que se batió casi tres días sin descanso, que no tuvo ni por bufonada un herido siquiera fuese en el talón , y que sus carabineros (más invulnerables que Aquiles) mataron ciento cincuenta cholos. Añade el mismo periódico que ese oficial tomó cuarenta y ocho prisioneros, los puso en fila y los fusiló. Los peruanos dicen que éstos no infelices eran guerrilleros (sic) sino humildes indios que huian de sus chozas en busca de refujio en los cerros. Por fin, los diarios aseguran que la conflagración en Junín es tremenda y que hay necesidad de hacer algo que aterrorice.
Ahora toca á usted, señor Director, sacar jugo de estas dos versiones. ¿Cuál de ellas se aproximará más a la verdad?”. (9)
Partes oficiales de los combates
Las fuerzas chilenas que estuvieron en los combates de Marcavalle y Pucará fueron las tropas del batallón Santiago 5° de línea y 30 jinetes del regimiento carabineros, al mando del sargento mayor Domingo Castillo, quien escribió el siguiente parte oficial:
“Huancayo, julio 9 de 1882
Señor:
Tengo el honor de transcribir a V.S. el siguiente parte pasado por el capitán don Diógenes de la Torre, comandante del destacamento de Marcavalle:
"Huancayo, julio 9 de 1882.- Señor mayor, comandante accidental del batallón:
"Hoi a la madrugada, 5 A.M., fuí atacado por el enemigo en un número que no bajaría de 2,000 hombres de las tres armas i al parecer provistos en su maior parte de armas de fuego i algunos con lanzas i hondas. En vista del crecido número porque me veía amenazado, mandé orden al subteniente don Demetrio Venegas, comandante de la avanzada que todas las noches se colocaba en una garita distante como cuatro cuadras del punto en que estaba situado mi campamento, que se retirara, pero sin dejar de hacer fuego. Obedecida que fue mi orden, determiné, dando cumplimiento a lo dispuesto por V.S. en caso de ataque, marchar en retirada, en atención a que el enemigo me tenía casi enteramente rodeado i emprendía el avance por distintos puntos; pero esta determinación la tomé después de haber mandado aviso a Pucará, donde se encontraba el ayudante don Pedro Pablo Toledo al mando de dos compañías.
"El refuerzo pudo llegarme cuando ya me faltaban seis cuadras más o menos para llegar a este último punto, pero ya era de todo punto inútil por las circunstancias que dejo espuestas.
En el ataque tuve la desgracia de perder al teniente don José de la Cruz Retamal i al subteniente don Elías Garay, más 14 individuos de tropa muertos i 10 de estos últimos heridos, pero consiguiendo hacerle muchas bajas al enemigo.
"Los últimos acontecimientos omito referirlos por cuanto V.S. tuvo oportunidad de presenciarlos.
"Es cuanto tengo que decir a V.S. para su conocimiento i demás fines".
Por mi parte tengo que agregar a V.S., que a la diana de hoi sentí en Zapallanga tiros de fusilería por el lado de Pucará, i comprendiendo que habían empeñado combate las fuerzas de avanzadas, en el acto me dirigí a ese punto con el sargento mayor don Fernando Pérez, teniente don Luis Lecler, que me servía de ayudante, i 30 hombres de caballería al mando del bizarro teniente de Carabineros don Ildefonso Álamos. Como en la medianía del camino recibí un parte verbal que me mandaba el capitán ayudante don Pedro Pablo Toledo, por conducto de un soldado de Carabineros, en que me daba cuenta del serio ataque que había el enemigo obligado a empeñar a la compañía destacada en Marcavalle. En esos instantes diviso los cerros coronados de enemigos i que éstos se dirigían con ligereza, en todas direcciones, al pueblo de Pucará, e inmediatamente ordené al sargento mayor don Fernando Pérez se fuese a ese punto con el piquete de caballería a tomar el mando de las fuerzas i proteger la compañía que en retirada se defendía, i una vez unida a él, se retirase i tratara de sacarlos a un terreno plano que hai, pasado el río, al frente del punto mencionado, lugar donde debía esperarlo io con la fuerza que tenía en Zapallanga en disposición de ataque.
Como la tropa marchaba en retirada en cumplimiento de las órdenes que tenía, el enemigo tomaba gradualmente más arrojo hasta avanzar el plan donde me encontraba. Viendo que tan de cerca nos perseguían i nos hacían bajas, ordené al ayudante Toledo rompiera los fuegos, siendo esto suficiente para que se retiraran a parapetarse al pueblo, en vista del gran número de bajas que se les hizo, i en este instante fue cuando di segundo aviso verbal a V.S., que ya con cuatro compañías que tenía reunidas i puestas al frente de ellos en disposición de atacar, esperaba refuerzo i órdenes, i como se demoraran en llegar i el enemigo se organizaba como en número de 2,000 con el fin atacarme, resolví colocarme más a retaguardia, en lugar más a propósito, que fue donde me encontró V.S. i me dio orden para retirarme a esta plaza. En el avance hasta el plan del enemigo, tuve el sentimiento de que se me hiciesen siete bajas más de tropa i dos caballos, siendo de los primeros tres muertos i dos heridos de la 3ª compañía i dos heridos de la fuerza de caballería. También, por la ligereza con que salió a proteger la compañía, quedaron en el cuartel las cajas con documentación de ellas, la mayor parte del vestuario nuevo de dos compañías, todo lo cual quedó en poder del enemigo, como también los rifles de los muertos, los que fue imposible recogerlos por lo quebrado del terreno i el gran número de enemigos que nos acosaban de distintos puntos.
Incluyo a V.S. la lista de los muertos i heridos pertenecientes a este batallón, los que siempre tendré que lamentar.
Réstame decir a V.S. que el señor Jefe, oficiales i tropa que han tomado parte en este acontecimiento, se han conducido como siempre a la altura de sus deberes.
Lo que participo a V.S. para su conocimiento i fines consiguientes.
Domingo Castillo”. (10)
El parte oficial chileno sobre Concepción lo escribió Marcial Pinto Agüero y por primera vez fue publicado en el Diario Oficial del 4 de agosto de 1882, el mismo día que se publicaron detalles de las honras fúnebres a los caídos en Concepción y cuando ya se habían publicado antes versiones chilenas sobre ese combate en el mismo diario.
“Tarma, 15 de julio de 1882
Como U.S. sabe, la guarnición de la Concepción se componía de cuatro oficiales i 73 individuos de tropa de la 4ª compañía del cuerpo de mi mando, al mando del capitán don Ignacio Carrera Pinto.
Según los datos que se han tomado de algunas personas que se han encontrado en la ciudad, están contestes en asegurar que el día 9 del presente, de 2 a 2 i media P.M., se presentaron en las alturas que rodean al pueblo tropas enemigas que, uniformadas de blanco i armadas de rifle, hacían fuego sobre la plaza. En este mismo momento aparecieron por las diversas entradas de la plaza gran número de indios armados de lanzas.
La compañía la encontró lista a la compañía para ponerse en defensa, por tener el capitán de antemano orden mantenerla acuartelada.
Según los relatos que todos hemos oido, el ataque principió con gran ímpetu por parte del enemigo, el que era contenido en las entradas de la plaza por nuestros soldados con bizarría; pero como sufrieran muchas bajas, al anochecer se replegaron al cuartel situado en la misma plaza, i ahí combatieron toda la noche, rechazando muchas veces las masas de indios i jente armada que se abalanzaban a la puerta del cuartel, a sus ventanas i a las paredes que lo circundan.
El ataque duró toda la noche del 9 i la mañana del 10; pero ya, como a las 9 i media A.M. de este día, el enemigo se persuadió claramente de que la municiones se habían concluido i los que habían peleado como buenos 19 horas, tuvieron que resistir sólo al arma blanca, rechazando nuevamente con las puntas de sus bayonetas a los asaltantes que, ya ensorberbecidos, cargaban con furia a tomarse el cuartel.
El enemigo, fastidiado de la tenaz resistencia de los nuestros y convencido de que el temple de los hombres que encerraba el cuartel era de aquellos que no proporcionan un fácil triunfo, resolvió incendiar el edificio, lo que efectuó arrojando petróleo a los techos i haciendo forados en las paredes que rodean al cuartel; de esta manera consiguieron penetrar al recinto donde se encontraban los que hicieron la defensa de la plaza de la Concepción.
Se dice que cuando el enemigo en grueso número entró al cuartel, la porfía y encarnizamiento de la defensa fue horrible; dando por resultado la muerte de toda la guarnición, incluso sus oficiales sin que quisiesen rendirse por nada, a pesar de que se les gritaba que lo hicieran i que nada se les haría.
El comandante de Carabineros me ha asegurado que el alférez de su regimiento, señor Sierralta, recorrió con 20 hombres, el día 11 por la mañana, la ribera del río frente a la Concepción, i encontró un gran número de heridos de bayoneta, i es de presumir que el número de éstos i el de los muertos sea muy numeroso.
El número de fusileros enemigos que atacaron a la guarnición de la Concepción era de 300, al mando del coronel Gastón, y como 1.500 indios armados de lanzas.
Excusado me parece, señor coronel, recomendar a la consideración de U.S. la conducta brillante y más que distinguida observada en el hecho de armas de la Concepción el 9 i 10 del presente, por los señores oficiales y tropa que formaban parte de esa guarnición; hechos de armas de esa naturaleza, llevan consigo su recomendación. La memoria del capitán don Ignacio Carrera Pinto, subtenientes don Julio Montt, don Arturo Pérez Canto y don Luis Cruz M., sacrificados con sus 73 soldados en el puesto del deber, es algo que el que suscribe, como el personal del cuerpo de mi mando, recordaremos siempre con respeto y nos esforzaremos en imitar, en algo siquiera, el camino que con su abnegación y sus vidas nos ha trazado ese puñado de valientes.
Adjunto a U.S. una relación nominal de los señores oficiales e individuos de tropa muertos en el hecho de armas de que doy cuenta, ascendentes a cuatro oficiales y 72 individuos de tropa del batallón “Chacabuco 6º de Línea”.
También murió en el mismo hecho de armas el soldado de la 1ª compañía del Batallón movilizado Lautaro Pedro González, que había quedado por enefermo en esa plaza.
El armamento y vestuario fue llevado por el enemigo, dejando los cadáveres en completa desnudez, con el objeto quizás de que pudiéramos ver las horrorosas mutilaciones con que la saña del salvaje se había cebado en los cuerpos ya sin vida de esos mártires de su abnegación y patriotismo.
Dios guarde a U.S.
Marcial Pinto Agüero
Señor Coronel Comandante en Jefe del Ejército del Centro”. (11)
La primera versión oficial peruana más completa de los combates de Marcavalle, Pucará, Concepción y otros fue la comunicada por el general Andrés A. Cáceres a los Delegados del Gobierno de Montero en Lima:
“Tarma, Julio 31 de 1882
Señores Delegados del Supremo Gobierno en Lima
Reservándome el cumplimiento de la obligación de dar al Supremo Gobierno el parte detallado de los últimos sucesos acaecidos en este departamento, tan luego que reciba los documentos necesarios de la Comandancia en Jefe y del Estado Mayor del ejército de mi mando, tengo la honra de hacer a UUS. una relación breve de todo lo ocurrido.
A costa de algún trabajo y venciendo toda clase de obstáculos, reorganicé el ejército del Centro en la ciudad de Ayacucho, después de lo cual me puse en marcha a Huancavelica, donde tuve que demorar tres días con el objeto de suministrarme recursos pecuniarios y demás útiles indispensables para la movilidad de la tropa.
El 19 del mes próximo pasado salí del último punto con dirección a Izcuchaca, plaza que ocupamos el 20, habiendo pernoctado el día anterior en la hacienda de Acobambilla. En Izcuchaca encontré más de 2000 guerrilleros y una columna en estado regular de organización, al mando del coronel don Miguel Gálvez, dispuesto a seguirme con entusiasmo, deseando correr la suerte que le tocase al ejército.
Después de un día de descanso y dejando al ejército acampado en el último lugar, acompañado de mis ayudantes seguí la marcha sobre Ascotambo, Ñahuinpuquio, Tongos y Pasos, lugares inmediatos al enemigo, con el objeto de hacer los reconocimientos necesarios de todas las poblaciones que rodean a Marcavalle y Pucará, pueblos donde estaban situadas las primeras guarniciones chilenas; al mismo tiempo levaba el objeto de organizar convenientemente otra numerosa masa de guerrilleros, compuesta de columnas de diferentes puntos, que se encontraban asediando al invasor por todas partes, aunque con mucha desventaja.
Conseguidos estos dos móviles, regresé a Izcuchaca y ordené la inmediata movilidad de las diferentes divisiones de línea, a la vez que dispuse que el coronel Gastó, con dos columnas ligeras de infantería marchase sobre Comas, por la derecha de Huancayo, a organizar las guerrillas de ese lado y situarse convenientemente entre Jauja y Concepción para resistir allí y recibir órdenes posteriores.
Con el objeto de desconcertar al enemigo, hacerle que distribuya sus fuerzas y fije su defensa por todos lados, ordené igualmente que las guerrillas de la izquierda del río Jauja, compuestas de las columnas mandadas por los tenientes coroneles Toledo, Arauco y Mesa y a las órdenes del Comandante General Tafur, asaltasen la guarnición de la Oroya y cortasen el puente; al mismo tiempo también expedí las órdenes necesarias al subprefecto de Huarochirí para que todos los guerrilleros de esa provincia en masa dieran un golpe sobre la guarnición de Chicla.
Estos dos objetos no llegaron a conseguirse del todo, a pesar de haberse realizado los ataques, porque en ellos no se ciñeron a mis instrucciones, y los combates se dieron sin aguardar el refuerzo necesario para asegurar los resultados.
El 29 del mismo tuvo lugar dicho movimiento de tropas; a las 11 a.m. de ese día llegué a Acostambo, donde tuve conocimiento de que las montoneras de Pasos se batían seriamente con 400 chilenos, poco más o menos, que con tres piezas de artillería salieron probablemente, ya a hacer un serio reconocimiento para saber si mi ejército se hallaba en esos lugares, o ya para resarcir el golpe dado en el día anterior por los guerrilleros a la guarnición de Marcaballe, a la que obligaron a retroceder hasta Pucará.
Después de dos días de estacionamiento en Acostambo, moví todo el ejército a Pasos, campamento general, tanto del ejército como de las divisiones de guerrilleros; después de algunos días de reconocimientos y sobre todo de organización, resolví emprender el ataque formal sobre los chilenos el 9 del corriente. Tal pensamiento comuniqué al coronel Gastó: en un mismo día y hora asaltar a la guarnición chilena de Concepción, que era la retaguardia del enemigo, a la vez que con el grueso del ejército emprender sobre Pucará, Marcaballe, Sapallanga y Huancayo simultáneamente.
Combinado el plan con los detalles que verán UUS. en los partes respectivos, al rayar la aurora del día señalado se dio principio al ataque por Marcaballe. Quince minutos fueron suficientes para que el campo quedase por los nuestros, no habiéndose comprometido en esta acción más que dos compañías del Batallón “Tarapacá”.
Al mismo tiempo los guerrilleros, al mando del coronel don Domingo Cabrera y la Columna Izcuchaca, al de igual clase don Miguel Gálvez, con una celeridad increible, no sólo habían cortado la retirada de la guarnición enemiga, que toda pereció; no sólo habían destrozado la guarnición de Pucará y ocupado la población, sino que, pasando el río, sostenían un recio combate con la guarnición de Sapallanga.
Convencido del furor que dominaba a los guerrilleros, de la prevención que se tenía contra la población de Huancayo y deseando dar golpe seguro y decisivo sobre las fuerzas que ocupan esta ciudad: con noticia cierta de lo ocurrido en Concepción, hice tocar retirada y posesioné mi ejército en las alturas de Pucará. Noticias favorables no se dejaron esperar. El 10 tuve conocimiento de la retirada emprendida por las fuerzas de Huancayo y de la toma del cuartel de Concepción, donde pereció toda la guarnición chilena al brío irresistible de los guerrilleros de Comas, mandados por el Teniente Coronel provisional don Ambrosio Salazar. El 11 ocupé la ciudad de Huancayo y puse al ejército en inmediata persecución de las fuerzas enemigas, que penetraron ese día en Concepción, y después de haber tocado a sangre, degüello e incendio, haber reducido a cenizas la población y sin haber respetado almacenes y casas extranjeras, especialmente alemanas, que fueron saqueadas; salieron el 12 en la mañana, llegando a Jauja ese mismo día, después de incendiar en su tránsito los pueblos de Matahuasi, San Lorenzo y San Gerónimo, que se encuentran en el camino.
De Jauja salieron el 13, perseguidos siempre por mi ejército y causando en su pavorosa fuga males incalculables a los pueblos indefensos por donde pasaban; llegaron ese mismo día a Tarma, después de haber andado nueve leguas, y colocaron sus avanzadas en Tarmatambo, distante una legua de esta población.
El día 15 ordené se hiciera un ataque para desalojarlas de la última posesión, orden que cumplieron los guerrilleros de a caballo al mando del coronel Tafur. En la tarde de ese mismo día bajé con una compañía del Batallón Zepita, la situé de avanzada en el cerro de Tarmatambo, que domina Tarma por la izquierda.
Al día siguiente 16 ordené que los guerrilleros tomaran los cerros que dominan la ciudad por la derecha, para llamar la atención al enemigo y librarle un combate parcial por ese lado, con el objeto de tomar yo el lado izquierdo que corta los caminos de retirada y darle el ataque decisivo al día siguiente. El combate parcial tuvo lugar en los cerros de San Juan Cruz, donde los enemigos sufrieron bajas considerables; pero tuve el sentimiento de no darles el final, porque en las primeras horas de la noche de ese mismo día continuaron la fuga por el camino de Casablanca, ruta de la Oroya. Deben UUS. suponer las pérdidas sufridas en una fuga y derrotas tan continuadas, desde Marcavalle hasta este lugar, dejando en nuestro poder municiones, vestuario y equipo, en la proporción que detallarán los partes de los diferentes oficios que adjuntaré oportunamente en mis comunicaciones al ministerio del ramo.
Mientras tal se realice, suplico a UUS. se apresuren a poner los hechos brevemente relacionados en conocimiento de S. E. el Vicepresidente de la República.
Rechazados y expulsados los invasores de este importante departamento, se pone en posesión de mas brazos y elementos para la defensa nacional al Gobierno, que así atenderá mucho a la brevedad de la acción y restablecerá las medidas de reorganización con la prontitud que su alta sabiduría ha de sugerirle.
Respecto de las fuerzas que me obedecen, réstame agregar que el ejército de línea es digno de todo elogio, por la moralidad observada y el sufrimiento y resignación soportados con abnegación en esta cruda campaña; pero muy en especial debo llamar la atención del Supremo Gobierno sobre el levantamiento en masa y espontáneo de todos los indígenas de los departamentos de Junín y Huancavelica, prestando con su concurso valiosísimos servicios. Tal hecho es el presagio de un movimiento y transformación unánimes, que en breve harán cambiar en la República la faz de la guerra actual.
Por mi parte, dispuesto siempre al sacrificio en aras del honor nacional y resuelto a consolidar la obra de unión y solidaridad que será nuestra salvación, protesto continuar como hasta aquí, esperando sólo para mis actos el reconocimiento del deber cumplido.
Dios guarde a UUS
Andrés Cáceres”. (12)
Saqueos tras el combate de Concepción. Las lesiones del médico francés Journé
Una consecuencia del combate de Concepción fue que los chilenos saquearon el pueblo y atacaron a civiles, entre ellos, varios extranjeros residentes, siendo uno de los afectados el médico francés Michel Journé, miembro de la Facultad de Medicina de París.
El general Cáceres escribió lo siguiente sobre Journé y los demás afectados:
“Creo inútil decir á US que los chilenos en su tránsito han cometido los crímenes más horrendos. En Concepción nuestra fuerza no dejó escapar ni uno solo de la guarnición; han saqueado toda la población, incendiándola más tarde y fusilando ancianos, mujeres, criaturas, en una palabra, a cuanto se presentaban á su vista por casualidad. Haré notar á US que en ese desenfreno no se ha respetado nada, ni los escudos y pabellones extranjeros que se hallaban en casas y tiendas de neutrales. El respetable médico francés Dr. Luis M. Yournée ha sido gravemente maltratado á culatazos y saqueada su casa. Los Señores Schof y Krigner (alemanes), Giolfo (italiano) y otros (españoles) han sido saqueados y quemados sus establecimientos...”. (13)
El corresponsal de la Unificación Nacional escribió lo siguiente:
“El saqueo fué primero por los oficiales y después por la tropa; no respetaron, en su desenfreno, los escudos estrangeros. La primera casa que asaltaron fue la del Dr. Journey súbdito francés, á quien, para robarlo, primero dejaron muerto á punta de tremendos golpes. En seguida saquearon é incendiaron las casas alemanas y demás existencias pertenecientes a D. Guillermo Schof y á D. Guillermo Khisner”. (14)
Una correspondencia publicada en el diario El Canal de Panamá también menciona al francés Journé:
“Los chilenos colgaron en Concepción á un francés Joubert…”. (15)
Louis Michel Journé presentó un reclamo contra el gobierno de Chile por las lesiones causadas, una de las muchas que los extranjeros presentaron por los excesos de las fuerzas armadas de Chile durante la guerra.
Entre 1882 y 1885, Chile firmó convenios con Francia, Italia, Gran Bretaña, Alemania, Suiza y Austria, para establecer Tribunales de Arbitraje para resolver las demandas. Michel Journé presentó el reclamo N° 53 al Tribunal Franco- Chileno por los daños recibidos en Concepción, que al igual que sus connacionales Joseph Poumaroux y Tertulien Bergerot, su propiedad tenía la bandera de Francia y un gran letrero con la inscripción “Propiedad francesa”. (16)
Journé declaró que se salvó por la intervención del propio coronel Estanislao Del Canto, aunque para el Tribunal Franco-Chileno, Del Canto declaró “que tenía serias sospechas acerca de la neutralidad de Journé, por sus relaciones amistosas con el Obispo Valle y el cura Gómez, que se habían distinguido en la labor de exhaltar los ánimos de los montoneros en contra de Chile…. El médico chileno que lo atendió, señor Ibarra, declaró que las heridas habían sido leves, hasta el punto que en la noche ya se encontraban bien. (17)
De acuerdo a Guillermo Seoane, abogado de la Legación francesa en Perú, Journé “Cuando intentó contener con protestas verbales el saqueo de su casa., los soldados se abalanzaron sobre él, - tenía setenta años de edad – y le asestaron dos culatazos en la cabeza y el pecho. El infeliz cayó exánime y ensangrentado: el capellán chileno le recitó la plegaria de los agonizantes.
El doctor Journé no murió; - pero a consecuencia de las graves lesiones que le infirieron, ha perdido la visión del ojo derecho y sufrido en sus facultades intelectuales hasta el punto de quedar incapaz para el ejercicio de su profesión”. (18)
El Tribunal de Arbitraje Franco- Chileno nunca llegó a emitir sentencia alguna, habiendo sesionado entre 1884 y 1886. El 26 de noviembre de 1887, Chile y Francia firmaron un protocolo en el cual Chile pagó una indemnización de 300,000 pesos, de 38 peniques por peso, para que Francia lo distribuya entre los demandantes. (19) Journé debió recibir una fracción de ese monto.
El pánico en Lima
Las derrotas del ejército chileno causaron cierta preocupación entre los extranjeros residentes en Lima. El encargado de negocios de la Legación británica en Lima, Graham, le informó al conde Granville, Secretario de Relaciones Exteriores de Reino Unido, sobre los combates de Concepción y San Pablo el 20 de julio de 1882 y luego le escribió lo siguiente el 4 de agosto de 1882:
“Las bandas de montoneros apoyados por un gran número de indios han forzado a las tropas chilenas que ocupaban el interior, a reconcentrarse en un lugar situado a sólo 33 millas de esta ciudad.
Esta retirada no fue efectuada sin una considerable pérdida y en el camino, destruyeron todos los pueblos y villas en su ruta. Ningún cuartel fue otorgado por ambos bandos y la guerra está rápidamente llegando a ser una carnicería…
Refuerzos son esperados pronto desde Chile, cuando no hay duda que una sanguinaria campaña empezará, pero mientras tanto, ellos están ocupados en resguardar sus posiciones en esta gran ciudad y en el Callao, en la que ambos lugares la turba está compuesta de los peores elementos, listos para tomar parte en cualquier acto de rapiña y asesinatos.
Considerables temores afectan a los extranjeros en cuanto a su destino, en vista del enfoque de la guerra de los montoneros, que están apoyados por horda de indios, conducidos por la desesperación debido a los atentados que han cometido los invasores y quienes ahora están muriendo de hambre en todo el interior cayéndose como desperdicios, habiéndose encontrado imposible sembrar la cosecha de este año, además que todo el grano para ganados, forraje y animales, etc, ha sido tomada por un bando u otro…”.
Tanto la correspondencia de Graham como lo publicado en El Canal de Panamá y el Diario Oficial chileno reflejan la importancia que tuvo el combate Concepción en su momento, a pesar del poco efectivo empleado en ambos beligerantes.
Si los extranjeros estaban preocupados por la protección de sus propiedades, es comprensible que los chilenos hayan estado en una peor situación de ánimo en Lima a consecuencia de los triunfos peruanos en Marcavalle, Pucará y Concepción.
Notas
(1) Registro Oficial, Ayacucho 21 de julio de 1882. Parte oficial de Guillermo Ferreiros al Prefecto y Comandante General de Ayacucho del 12 de julio de 1882.
(2) Pascual Ahumada Moreno. 1890. Guerra del Pacífico, Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias i demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado luz la prensa de Chile, Perú i Bolivia, obteniendo documentos inéditos de importancia, Tomo VII, p. 189.
(3) Diario Oficial, Lima 15 de julio de 1882. “Los rumores de ayer”
(4) Ibídem, Lima 17 de julio de 1882. “Actualidad”
(5) Ibídem, Lima 25 de julio de 1881. “Llegada del convoi de enfermos detenido en el puente Verrugas”
(6) Registro Oficial, Ayacucho 13 de agosto de 1882. Crónica Nacional
(7) Ahumada, Op. Cit., pp. 192-196.
(8) El Canal, Panamá 2 de agosto de 1882.
(9) Ibídem. Correspondencia para el Canal del 19 de julio de 1882.
(10) Ahumada, Op. Cit., p. 185. Parte oficial de Domingo Castillo al Jefe de la División del Centro del 9 de julio de 1882.
(11) Diario Oficial, Lima 4 de agosto de 1882. Parte oficial de Marcial Pinto Agüero al Coronel Comandante en Jefe del Ejército del Centro del 15 de julio de 1882.
(12) Registro Oficial, Ayacucho 24 de agosto de 1882. Parte oficial de Andrés A. Cáceres a los Delegados del Supremo Gobierno en Lima del 31 de julio de 1882
(13) Ibídem, Ayacucho 21 de julio de 1882. Oficio de Andrés A. Cáceres al Prefecto de Ayacucho del 13 de julio de 1882
(14) Ibídem, Ayacucho 19 de agosto de 1882. Correspondencia para la Unificación Nacional de El Indio del 19 de julio de 1882
(15) El Canal, Panamá 9 de agosto de 1882. Correspondencia de Perú de NN del 23 de julio de 1882
(16) Seoane, Guillermo A. 1885. Tribunales de Arbitraje, Contra-Memorándum sobre algunas reclamaciones francesas presentado al Tribunal Franco-Chileno, p. 283.
(17) Soto Cárdenas, Alejandro. 1950. Guerra del Pacífico, Los Tribunales Arbitrales, p. 109.
(18) Seoane, Op. Cit., p. 343.
(19) Soto, Op. Cit., pp. 51; 236.
(20) Public Record Office. Foreign Office. FO 61 340 X/L01143
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