Durante 15 días del pasado mes de agosto (del 12 al 27) formé parte de una expedición de investigación científica a bordo del Buque Oceanográfico (B/O) El Puma que junto con el B/O Justo Sierra son responsabilidad de la Comisión Académica de los Buques Oceanográficos (CABO) de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM (www. icmyl.unam.mx/?q=node/117). Crucero al que fui cordialmente invitado a participar por el doctor Carlos Mortera Gutiérrez, investigador adscrito al Instituto de Geofísica de la misma Universidad, uno de los pocos centros de investigación avanzada del país. También es uno de los aún más escasos lugares donde se desarrollan tareas de exploración en las aguas de los mares territoriales de México con fines geofísicos, pues la misma UNAM desarrolla, a través de otros centros de investigación relevantes, proyectos científicos de orden biológico, oceanográfico, químico y meteorológico, entre otros. Pero en el caso de investigadores como el doctor Mortera o el doctor William Lee Bandy –también adscrito al Instituto de Geofísica– que con frecuencia llevan a cabo expediciones conjuntas, desarrollan proyectos de exploración e investigación geofísica del fondo y subsuelo marino.
6. octubre, 2013 Roberto E Galindo Domínguez * Opinión
La geofísica estudia las características físicas de la tierra al emplear métodos cuantitativos para medir la física de ondas, la gravedad, los campos electromagnéticos, magnéticos o eléctricos y fenómenos radiactivos. Es útil en la medición de fenómenos naturales, entre los que se pueden mencionar las variaciones de la gravedad, el magnetismo terrestre, las mareas, terremotos, tsunamis, campos eléctricos y fenómenos sísmicos. Sin embargo, su rango de aplicación se extiende a la localización de recursos naturales, como petróleo, gas, agua y yacimientos minerales; a la detección y estudio de fallas geológicas, áreas de contacto entre placas tectónicas y volcanes submarinos, entre otros; y recientemente ha mostrado su efectividad en la localización de restos culturales en contextos arqueológicos, tanto terrestres como sumergidos, ya sean en ambientes marinos o en cuerpos de agua interiores (Roberto Galindo, El pueblo sumergido del Lago de Tequesquitengo, Morelos. Siglo XIX, editorial Académica Española-LAP LAMBERT Academic Publishing GmbH & Co KG, Alemania, 2012; y Roberto Galindo, “Prospección geofísica en la arqueología subacuática. Una herramienta para la localización de restos culturales sumergidos”, en Arqueología marítima en México. Estudios interdisciplinarios en torno al patrimonio cultural sumergido, Vera Moya, coordinadora, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 2012). En las expediciones a cargo del doctor Mortera o del doctor Bandy, el instrumental empleado está integrado principalmente por sonares, ecosondas, perfiladores de fondos, magnetómetros, así como sistemas de navegación marinos y de posicionamiento global (DGPS, por su sigla en inglés). Pero en el caso particular de esta expedición no se contó con la presencia del doctor Bandy, quien es especialista en magnetometría, por lo que en este crucero no se realizaron mediciones magnéticas.
Dentro de los objetivos de la investigación de los proyectos de los doctores mencionados se encuentran en general el mapeo del fondo marino con sonar; la generación de batimetrías detalladas del mismo mediante el empleo de ecosondas; así como la obtención de perfiles de una parte del subsuelo marino, tarea que se lleva a cabo mediante el perfilador de fondos y mapeos magnéticos. Éstas son actividades cuya información recabada y analizada profundamente contribuye al estudio y entendimiento de la geología submarina de nuestro país. Durante las diversas expediciones que desde hace varios años han desarrollado estos dos investigadores en las aguas territoriales del Pacífico mexicano se han cubierto varias áreas marinas que comprenden las aguas adyacentes a la Península de Baja California Sur; así como de los estados de Sinaloa, Jalisco, Colima, Nayarit, Michoacán y Guerrero. En el caso del crucero que nos ocupa, aunque se realizó colecta de datos desde que zarpamos del Puerto de Mazatlán hasta que arribamos al área de exploración, fue en ésta donde se desarrolló el trabajo científico previamente planeado en gabinete. En esta ocasión se realizó una detallada colecta de datos geofísicos en la zona marítima inmediata a Michoacán, frente a la costa del puerto industrial de Lázaro Cárdenas (Ilustración 1, área de investigación).
Como en ningún momento este escrito pretende ser un ensayo científico, me limitaré a describir las actividades que se realizan en el Instituto de Geofísica en Ciudad Universitaria y aquellas que realizamos a bordo de El Puma el grupo de investigadores y alumnos de maestría y licenciatura que conformamos el equipo de exploración. Por supuesto, la planeación de la expedición estuvo a cargo del doctor Mortera, quien dirigió la logística de la misma: que va desde la selección de los equipos a emplear y su revisión, la elección de los integrantes de la expedición y el traslado de equipo y personal hasta el Puerto de Mazatlán, Sinaloa, que es donde se encuentra la base naval del B/O El Puma. Mención aparte y un escrito propio merece el grupo de hombres de mar que navegan, mantienen y conocen a fondo El Puma, que en está ocasión fue comandado por el capitán de altura Adrián Cantú Alvarado (figura 2, B/O El Puma; fotografía: Leonardo Figueroa).
Una tarea fundamental para que una expedición de investigación marina sea exitosa es la planeación, pues dentro de ésta se deben considerar aspectos tanto humanos como técnicos: instrumental, repuestos y herramientas de trabajo, pues una vez que se ha zarpado y se han iniciado los trabajos es difícil contemplar el regresar a puerto por cualquier implemento para la realización del trabajo o la reparación de algún equipo, ya que el diseño de la expedición contempla metas de cobertura de áreas de investigación con base en tiempos de navegación, consumo de combustible, abastecimiento de agua y alimentos para los que van a bordo, por lo que esa labor es siempre de gran relevancia: un mal cálculo en la misma podría derivar en la pérdida de valioso tiempo de exploración y el consecuente gasto económico involucrado, pues debe considerarse que navegar un barco como El Puma, que es de 50 metros de eslora por 10 metros de manga, con una tripulación de seis oficiales y nueve tripulantes, más el equipo de investigadores, que puede llegar a estar conformado por 21 elementos, no es para nada una acción de bajo costo. Es así que en la Ciudad de México los preparativos fueron coordinados por el doctor Mortera, al que asistimos sus colaboradores para la revisión y embalaje de los equipos de geofísica y cómputo que se llevaron desde el laboratorio y hasta el Puerto de Mazatlán, implementos que la mayoría de las veces son transportados vía terrestre por operadores del Instituto de Geofísica en vehículos de la UNAM (esta ocasión el equipo fue trasladado desde el sábado 10 de agosto para arribar a Mazatlán el domingo 11 por la noche y estar disponible para su instalación en el buque el día del arribo de los estudiantes e investigadores). En cuanto al traslado de los participantes desde la Ciudad de México u otros puntos del país o el extranjero hasta el Puerto de Mazatlán, se realizó tanto por vía terrestre como aérea. Algunos estudiantes viajaron desde la noche del domingo 11 de agosto para arribar a Mazatlán el lunes 12 por la mañana; otro grupo de estudiantes y el doctor viajaron en avión desde la Ciudad de México ese mismo día por la mañana, y yo llegué a Mazatlán también vía aérea, pero por la tarde.
Conforme los grupos fueron arribando se iniciaron los trabajos de instalación de los equipos a bordo de El Puma, nave que cuenta con talleres y laboratorios en su cubierta inferior; dormitorios y baños en la segunda cubierta; cocina, comedor, biblioteca y diversos espacios para laboratorios en su tercera cubierta, y es en tres de éstos que se emplazan los equipos y materiales transportados desde la Ciudad de México: sobre la banda de babor se emplean dos cuartos, uno para el resguardo de las herramientas y repuestos y otro para instalar las computadoras en las que se realiza el procesamiento de los datos obtenidos mediante los sistemas de cómputo que se localizan en el laboratorio más grande, denominado La Central, que se ubica sobre la banda de estribor. En ésta es donde se localizan algunos equipos de cómputo que sirven para calibrar, configurar y controlar el instrumental de geofísica con que cuenta el buque, cuyos transductores –sensores que emiten y reciben señales a través de las características acústicas del agua– están permanentemente instalados en la parte baja del casco de la nave, mismos que a través de éste van conectados a grandes computadoras ubicadas en la cubierta inferior del barco. Asimismo, en La Central se instalan las computadoras y pantallas repetidoras de señal de sistemas como el de la ecosonda y del sistema de navegación (Nobeltec), que permite la planeación y/o modificación de los transectos –líneas de prospección– de navegación que se deben cubrir para una prospección geofísica adecuada, así como para diseñar los tránsitos –rutas de navegación– entre un punto y otro, ya sea de partida, regreso o entre áreas de investigación (figura 3, aspecto de La Central; fotografía: Leonardo Figueroa).
Todos los equipos, los del buque y los trasladados desde la Ciudad de México deben ser debidamente fijados, ya sea en los anaqueles dispuestos para ello mediante tornillos y/o cintos de plástico, incluso amarrados con cuerdas delgadas o fijados de igual manera sobre las mesas de trabajo, pues una vez en mar abierto, una leve marejada puede tirar y dañar cualquier componente. En esta ocasión, cuando arribé al buque alrededor de las 19:30 horas directamente del Aeropuerto de Mazatlán, que se ubica a 30 minutos, ya el grueso del grupo los había instalado y fijado en su mayoría, así que solamente los asistí en tareas menores, como instalar y fijar las sillas de descanso que cada temporada emplazamos en la parte al aire libre de la cubierta cuatro, en la que en su parte interna se encuentra una pequeña sala donde se puede estar conectado a la red inalámbrica de internet satelital, así como los camarotes del jefe de crucero de investigación y del capitán principal del buque. La cubierta superior es en la que se encuentra el Puente de Mando, que es donde realizan sus actividades el capitán y el piloto de la embarcación. Sobre ésta se localizan las antenas de los sistemas de navegación, las antenas de radar, internet, teléfono satelital y radiocomunicación.
Como jefe del crucero de investigación, el doctor Mortera designa los grupos de trabajo y los horarios para la colecta de datos geofísicos y batimétricos, para lo que se forman tres equipos que denominamos “guardias”, mismas que trabajan dos turnos de 4 horas por día, cada una está integrada por el jefe de guardia (responsable de los equipos y resultados de sus turnos) y dos colaboradores que lo asisten en todo momento. Las guardias funcionan de la siguiente manera: la primera trabaja de las 00:00 a las 04:00 y de las 12:00 a las 16:00 horas; la segunda, de las 04:00 a las 08:00 y de las 16:00 a las 20:00 horas; y la tercera labora de las 08:00 a las 12:00 y de las 20:00 a las 00:00 horas. Este sistema de horarios se compagina con el del trabajo de la tripulación del B/O, que se divide en tres grupos para navegar y mantener el buen funcionamiento del barco, grupo que va desde los tres capitanes que lideran cada guardia, los pilotos, los motoristas, los técnicos encargados del mantenimiento de los equipos de navegación, así como del instrumental de geofísica –mismos que opera el jefe de crucero y los integrantes de las guardias de acuerdo con las necesidades del proyecto de investigación en curso–, hasta el grupo de cocineros y de limpieza, que hacen una labor excelente, pues cabe mencionar que a bordo se come tan bastamente y tan bien como en un restaurante de categoría, y las instalaciones están siempre limpias, lo que hace más fácil la dura vida del trabajo en el mar.
En ésta, como en expediciones anteriores, fui convocado como jefe de la guardia que cubre de las 08:00 a las 12:00 horas y su turno par; por las mañanas, trabajaron conmigo Omar Mateos, estudiante de licenciatura, y Carmen Millán, estudiante de maestría (misma que, por desarrollar su tesis sobre el área de estudio, no nos acompañaba en la guardia nocturna, pues durante ese tiempo estaba dedicada al procesamiento de los datos que se iban colectando; antes de terminar el crucero, Millán nos permitió ver algunos avances de la investigación). Por lo anterior, la guardia nocturna la cubrimos un servidor y Omar. Aunque cabe señalar que el doctor Mortera nos visitaba constantemente para verificar el buen funcionamiento de los equipos y que todo fuera en orden y como estaba previsto, actividad que también realizaba en las otras guardias.
Como jefe de guardia siempre estuve en contacto directo, vía red telefónica interna, con el Puente de Mando, y para mi buena suerte me tocó trabajar en el horario que le correspondía al capitán Adrián, mismo con el que ya he colaborado en otras ocasiones, gente de mar y gran experiencia, con quien se va acordando la manera de seguir los trabajos de prospección, pues aunque el trabajo de gabinete tenga ya planeada una cobertura del área de investigación, es decir, el diseño de los transectos de prospección: su orientación, longitud y la distancia entre éstos (interlineado), muchas veces es sobre la marcha que se deben tomar decisiones de reducción o ampliación del interlineado o redireccionamiento de los transectos, con el propósito de tener una cobertura total del fondo marino sobre el que se navega. Recordemos que cubrimos un área desde las inmediaciones de la línea de costa, cuyas profundidades someras y constante movimiento portuario deben ser consideradas para la navegación de El Puma, ya que se trabajó frente al Puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán, uno de los de mayor tráfico marítimo de nuestro país. De esta manera, al ir cubriendo la zona designada y al ir alejándonos de la costa, la profundidad se fue incrementando, con lo que el interlineado entre los transectos debió ser incrementado para lograr una cobertura con base en el ángulo de incidencia de la señal del sonar. En ese mismo sentido, a veces algunas elevaciones marinas hacen disminuir la profundidad en la que se navega, lo que obliga a modificar ciertos parámetros de rastreo en todas las computadoras empleadas. Aquí cabe señalar que se prospectó sobre profundidades someras entre los 100 y los 200 metros y hasta los 4 mil metros. Es importante puntualizar que cualquier cambio de consideración en la forma de prospectar debe ser consultado con el jefe de crucero, asimismo cualquier falla considerable en los equipos debe serle reportada.
Para que usted, lector interesado en la ciencia, se dé una idea de la magnitud del trabajo científico realizado, el doctor Mortera facilitó a Contralínea algunas imágenes tomadas de las pantallas de los equipos empleados para la prospección, que por ellas mismas denotan la complejidad del trabajo de exploración realizado y los alcances que un buen procesamiento y análisis de los datos recabados puede llegar a tener para el desarrollo científico de nuestro país, y consecuentemente de sectores de explotación de recursos naturales e industriales (ilustración 4, pantalla de la computadora del sonar; e ilustración 5, pantalla de la computadora del perfilador de fondos).
Las grandes potencias mundiales, a lo largo de la historia, casi siempre han estado estrechamente vinculadas a los mares, en cuanto a su exploración y explotación en general. Así tenemos a los fenicios, a los griegos y romanos; a los españoles –que a través del océano se adueñaron de gran parte del mundo– y portugueses; después a los franceses, ingleses y holandeses. Y aunque esos fueron tiempos de colonialismo, si esos reinos despuntaron mundialmente fue en gran parte gracias a su conocimiento y manejo de los mares. Actualmente países como Japón y Estados Unidos, entre otros, son verdaderas potencias en múltiples sentidos, y en parte también es gracias a su estrecho contacto con los océanos, y si bien es cierto que los estadunidenses cuentan con grandes y poderosas flotas navales que les permiten regir el orbe, también es cierto que dedican gran parte de sus esfuerzos a la investigación de mares y océanos, tanto en sus aguas territoriales como a nivel mundial, baste echar un vistazo a la National Oceanic and Atmospheric Administration, una de tantas organizaciones, sedes y universidades que le dedican amplios recursos a la exploración e investigación marina para ver hasta dónde llegan sus alcances, y de eso y algunas cosas más es de lo que nos enteramos, pues la información es pública. Habría entonces que recordarles a nuestros gobernantes que México es un país conectado al Océano Pacífico y al Atlántico y que cuenta con casi 12 mil kilómetros de costa. En suma, un extenso mar territorial que bien vale la pena un esfuerzo mayor de exploración e investigación desde diversas disciplinas, lo que sin duda devendría en un beneficio científico y económico para el país. Es por eso que esfuerzos como los del doctor Mortera y el doctor Bandy en la aplicación de disciplinas tan poco empleadas en México, como lo es la geofísica marina, deben ser apoyados y replicados en otras instituciones, pues el mar es una inmensa fuente de recursos naturales y culturales que explorado, investigado y explotado conscientemente puede ser una de las pautas que impulsen el desarrollo en diversos sentidos que tanto necesita el país (ilustración 6, detalle del avance del procesamiento de los datos recabados que muestra las complejas formaciones geológicas del suelo submarino adyacente al Puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán).
Quiero mencionar a Sandra Valle y Daniel Pérez, los otros dos jefes de guardia, así como a Francisco Ponce, técnico operario de los equipos a bordo del buque, quien en todo momento acudía a La Central para resolver cualquier eventualidad de “desconfiguración” de los equipos o “caída” de algún sistema. Los tres, amigos entrañables; y a los estudiantes colaboradores Karen Polaris, Alexis García, César García y Enrique Arce, valiosos elementos en el desarrollo de la campaña de investigación. Finalmente quiero agradecer al doctor Mortera por la invitación, las largas pláticas sobre ciencia y mar que sostuvimos y por la información facilitada para la elaboración de este escrito, incluidas las imágenes.
*Maestro en ciencias; arqueólogo subacuático; literato; diseñador gráfico; integrante del taller Madre Crónica
Contralínea 355 / 7 de octubre 2013
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter