No se informa ni se comenta públicamente, pero los gobiernos de la Unión Europea y de Estados Unidos negocian en secreto un tratado de libre comercio. Lejos de la luz y de taquígrafos, casi inexistente para periódicos e informativos de radio y televisión. Sólo los gobiernos y las multinacionales saben qué se cuece.
1. diciembre, 2013 Xavier Caño * Opinión
Centro de Colaboraciones Solidarias
Cuando se ha filtrado algo, sólo se ha hablado de “las grandes ventajas del tratado”. Aumentar un 1 por ciento del producto interno bruto (PIB) de la Unión Europea, 110 mil millones de euros para las haciendas europeas y 95 mil millones de dólares para las de Estados Unidos. Son cálculos de macroeconomía y en éstos nunca figuran los impactos negativos laborales, sociales o medioambientales.
En América Latina, en la década de 1990, Estados Unidos quiso establecer un área de libre comercio con Centroamérica y Suramérica. Con el mantra del libre comercio que todo enriquece, ese multilateral tratado, que no se logró, consistía en imponer el credo neoliberal y las neoliberales medidas del Consenso de Washington. Políticas para el beneficio de las elites económicas y financieras.
Entonces Estados Unidos negoció y firmó tratados bilaterales con Colombia, Perú, Chile y el tratado con México y Canadá. Como dan fe las hemerotecas, este último tratado tuvo consecuencias devastadoras para los sectores agrícola e industrial mexicanos, provocó una intensa y abundante migración hacia Estados Unidos y limitó las posibilidades de desarrollo de México. No fue mucho mejor para Perú, Colombia y Chile, que han visto crecer sus números de desigualdad y no eliminan una pobreza histórica.
Disponemos de otro antecedente: la negociación del tratado de libre comercio de Estados Unidos con 11 países costeros del Pacífico, desde Japón hasta Nueva Zelanda.
WikiLeaks ha conseguido y publicado un borrador de ese Tratado de Asociación Transpacífico y no pinta bien. Para empezar, pretende que los servidores de internet sean policías y jueces que eliminen contenidos de la red si creen que perjudican los derechos de autor. Más una especie de tribunales internacionales en defensa de tales derechos que ignorarán las soberanías y los tribunales nacionales.
En este tratado, Estados Unidos pretende imponer las posturas más reaccionarias sobre propiedad intelectual y su aplicación en la industria farmacéutica. De lograrlo, el tratado transpacífico provocará un aumento en el precio de muchos medicamentos e impedirá un acceso universal a ellos. Incluso pretenden que se patenten procedimientos médicos. Es decir, intervenciones quirúrgicas o métodos de diagnóstico serían propiedad de alguien y no podrían ser utilizados universalmente por los centros sanitarios públicos, salvo que paguen a la entidad o empresa dueña de la patente.
Hay mucho más, pero sirva lo dicho como botón de muestra.
La Comisión Europea reconoce el dañino impacto comercial que provocará el tratado de libre comercio en los sectores de producción de carne, fertilizantes, bioetanol, azúcar, maquinaria eléctrica, equipos de transporte, metalurgia, productos de madera, papel y comunicaciones. Según la práctica y lógica neoliberales, esos sectores aplicarán duros ajustes para competir con Estados Unidos, ajustes que se traducirán en millones de trabajadores sin empleo.
Además, Estados Unidos quiere eliminar o reducir severamente las leyes de protección social y medioambiental, más exigentes en Europa aún. Por no hablar de la grave amenaza del tratado para la libertad de expresión en internet a cuenta de la presunta protección de los derechos de autor.
Y peor aún, el tratado crearía un arbitraje especial para atender las demandas de las corporaciones e inversores internacionales contra los gobiernos europeos cuando consideren que tienen menos beneficios a causa de sus leyes de salud pública, medio ambiente o protección social. Sin olvidar un estudio de Thirlwall y Penélope Pacheco-López que expone que “no hay evidencia de que los tratados comerciales hayan mejorado la vida de los ciudadanos de los países firmantes”. ¿Entonces?
Por más que se vista de seda, el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos (como el Transpacífico, como el de México) busca la total desregulación e intocable libertad para las corporaciones multinacionales en su insaciable búsqueda de beneficios.
Lo ha dicho Stiglitz: una zona de libre comercio entre Estados Unidos y Europa significa un comercio desigual y predador al servicio de la elite económica. En Costa Rica, una gran movilización social impidió la firma de un tratado bilateral de comercio. Ese parece el camino, aunque no sea fácil.
*Periodista y escritor
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